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No sé si la memoria, es selectiva, o no, pero  a mí me pasa, que al  evocar a algunas personas me vienen flashes, de algunas  características  concretas suyas, es decir,  desde: su porte, su peinado, su sonrisa, sus manos, sus ojos, si estaba lozano, o su cara de enfado, ¡que se yo! Si pensara en los olores de mi niñez, el que prevalecería sería sin ninguna dudas  el olor a Heno de Pravia, y Lavanda. No solo porque eran los olores de mi madre, también porque,  no había prenda guardada, en las  cómodas o  en los roperos, que no estuvieran impregnadas de estos agradables aromas. De la misma manera, basta cerrar los ojos, para que la imagen que te venga de  una persona conocida o no, sea por un momento grato, o por todo lo contrario. En este caso  la imagen primera,  no puede ser más agradable, sin saber por qué he vuelto  a verla  correteando  por la calle, alegre y desenfadada.

No puedo precisar con certeza, en qué momento comencé a fijarme, en una chiquilla preciosa, que  de un día para otro, paseaba alegremente, a lomos de su bicicleta, por ese, mi rinconcito del alma, La Placilla. Me resultaba conocida,  pero  no  sabía por qué. Pronto comenzó a entrar en la tienda de mi familia, y  la verdad es  que  descubrí, que  Mercedes --Merchi--, era una niña encantadora. A todos nos conquistó, con su simpatía y desparpajo.. Parece que la estoy viendo, con su vestidito blanco con adornos rojos, y ese roetito, que siempre llevaba, a pesar de tener una melena  rubia preciosa. Como digo, era todo simpatía, y en su mirada se adivinada gran bondad, y con misericordia, con todos.

Me cuentan, que siendo muy pequeñita, de camino a casa, veía a un hombre  sentado en los escalones del Teatro Principal, y en su inocencia,  sentada a su lado, le preguntaba, porque estaba solito y si tenía hambre. A él le cayó en gracia, y aceptaba con agrado, el pan que a diario le  daba, pues sabia del cariño, con el que se lo entregaba. Este hombre, era Manuel Quintero García ‘El Chumi’ (ver nótula 1.11o en GdP). Con el paso de  los años, no perdió, ni un ápice de  sus muchas cualidades.

Pero… mejor hagamos las presentaciones: Mercedes Cruz Vélez, nació el 20 de Mayo de 1961, en la  actual Calle Luna nº38 en una preciosa casa mirador, --La casa de la Torre que fue sede de los Jesuitas en El Puerto-- en cuyos bajos se ubicaron el Bar La Liga y mas tarde el Bar Trevi.

CAMPO LUGAR.
Cuándo tenía aproximadamente la cuarentena, su familia se trasladó a Campo Lugar --Cáceres--. Su Padre: José María Cruz García --el Chico-- (ver nótula 771 en GdP) trabajaba con maquinarias pesadas,  para empresas como Cubiertas y Tejados o Dragados y Construcciones, haciendo carreteras, pantanos, etc. Su trabajo le llevó a permanecer durante cerca de un año, en este bonito pueblo. Los mayorcitos, alucinaban viendo corretear a los animales, por la calle,  creían que si podían coger algún,  cochino, u otro animal, se lo podían llevar a casa como premio. Lógico, si se piensa, que aquí, no se estaba acostumbrado a eso.

Estación de trenes de Montcada y Reixac.

MONTCADA Y REIXAC.
Pasados unos meses, la familia escolarizó a los mayores en El Puerto, y quedaron al cuidado de los abuelos maternos. Los padres y las dos pequeñas, Milagros  y Mercedes, se trasladaron a Cuenca. Nuevamente al cabo de unos meses, volvieron a casa. Pero, como ya he dicho, donde estaba el trabajo, debía estar la familia. Esta vez, se trasladaron a Torremolinos, para más tarde recalar en Montcada y Reixac. Esta es una ciudad dormitorio,  con muy buenas comunicaciones con Barcelona Capital. Ciertamente, en esta ciudad pasaron unos años inolvidables,  las dos pequeñas, estaban entregadas a la natación,  entrenaban cada día, y  consiguieron buen nivel, de hecho, en las competiciones, consiguieron  algunos trofeos. Los mayores,  enseguida  encontraron empleo.

Como digo fueron unos años muy felices. Aunque  aquí  no nació, su primera amistad, pues fue en Torremolinos,  donde conoció a una pequeñita  de nombre Esperanza,  a la que desafortunadamente, nunca  más volvió a ver, tras la itinerante vida que llevaron a causa del trabajo, del cabeza de familia. Fue definitivamente en Montcada, donde realmente encontró el verdadero sentido, de la palabra amistad. Debido a su carácter abierto y a su simpatía, de seguida se adaptó al  pulso de esta pequeña pero viva ciudad y a sus nuevos convecinos.   Los domingos, de mañana, eran obligados,  los paseos  por la calle mayor, y  hacer  una visita a Mallafré - no sé bien, si era confitería, heladería, o churrería-, y como no, por la tarde al infantil. Ciertamente la familia se adaptó perfectamente  a esta ciudad, pero la fatalidad, quiso que  Milagros Vélez Hidalgo- su madre- enfermara y decidieran volver de nuevo  a casa.

DE VUELTA A EL PUERTO.
La vuelta, sobre todo para las pequeñas, no fue fácil, pues echaban de menos, a los amigo(a)s, el colegio, los entrenamientos, en la piscina municipal, por cierto  que el entrenador para competiciones era MiKel  Pessarrodona, un conocido profesional de la natación española, en definitiva  añoraban todo lo que tuviera que ver con Montcada iReixac.

La calle Vicario, al atardecer, con la Prioral al fondo. /Foto: Victor Kaposi.

PLASTIMAR.
Pero a Merchi,  su simpatía y bondad, le abría puertas y corazones, así que pronto hizo amistades nuevas. Con  solo catorce años,  decidió, que  debía aportar algo a la familia, así que se arregló, de domingo y se encaminó a Plastimar- este era un comercio, dedicado  a múltiples artículos ubicado en la calle Vicario. A sus dueños, Carlos Campoy y Teresa  les gustó,  su  desenvoltura y  franqueza. Nunca nadie más diligente y dispuesto en su trabajo. Era una niña sí, pero  sabía lo que quería, y lo llevaba a cabo con diligencia y entrega. ¿Creíais que esta chiquilla de apenas catorce años se iba a conformar? Ya les digo yo que no, su espíritu inquieto, y sus ganas de ayudar, le llevo, a vender por catálogo. Los domingos,  montada en su bicicleta, recorría las casas de sus familiares y amigos invitándolos a comprar. ¿Se acuerdan del eslogan: ‘Avon llama a su puerta’? Pues nunca, podría encontrar esta firma una sonrisa más franca, que la de esta jovencita. Le  siguieron: Tupperware, Cristian Lay --con esta empresa ha estado años-- perfumes etc. Se podría decir, que  era una luchadora nata, y desde luego lo sigue siendo.

Y despertaron los primeros sentimientos.

Manolo Paz Muñoz y su mujer, Mercedes Cruz Vélez.

En este tiempo conoció, a quien años después sería su marido, Manolo Paz Muñoz. Se que mucho lo conoceréis por su etapa futbolista en el Jerez Industrial o por su profesión como funcionario municipal en la Policía Local, pero para los que no, solo os diré, que es un policía con mucho arte, y un hombre bueno. ¡No, esperen!  no es que sea solo buena persona, no, es que es un hombre tremendamente honesto y  con un corazón enorme y generoso. No solo lo parece, realmente es un tío genial.

Los hijos del matrimonio, de pie Chiqui y Hugo; sentados Marta y Abraham.

CUATRO HIJOS PARA EL FÚTBOL.
Con apenas veinte años ya tenían  a sus dos primeros hijos: Abraham y José Manuel --Chiqui--, pero no crean que era una niña jugando con muñecas, no, era una joven, valerosa y trabajadora, que saco con matricula, su doctorado como madre. Fue una década después cuándo vinieron al mundo: Hugo y Marta, los pequeños. (continuará) (Texto: María Jesús Vela Durán).

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