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2.233. HIPÓLITO SANCHO DE SOPRANIS. Controversias.

hipolitosancho_cuadro_puertosantamaria"Santas cosas son llamadas los muros et las puertas de las çibdades e villas".  Alfonso X ‘el Sabio’. Código de las Siete Partidas.

Se cumplen cincuenta años de la muerte del humanista e investigador portuense e Hijo predilecto de El Puerto de Santa María, Hipólito Sancho. Traemos a Gente del Puerto a dos historiadores con opiniones diferentes sobre el personaje.

‘IN MEMORIAM’.

El 17 de agosto de 1964 fallecía en su casa nº 26 de la calle Luna Hipólito Sancho, tal vez el estudioso de mayor relieve de nuestro pasado y del de la provincia de Cádiz. Para quienes desconozcan la labor de tan importante historiador, para rescatarle del injusto olvido o escaso reconocimiento quiero dedicar en la conmemoración del 50º aniversario de su muerte estas líneas a tan ilustre portuense, Hijo Predilecto de la Ciudad, entre otras muchas distinciones.

Hipólito Sancho Mayi Díez de Aux-Sopranis, nació y falleció en El Puerto de Santa María (1893-1964). Fue, principalmente, un gran humanista de amplios conocimientos (adquiridos mediante sus licenciaturas en Derecho, Filosofía e Historia en varias universidades) que sabría plasmar en sus trabajos históricos y artísticos, fruto de su infatigable labor de investigación en múltiples archivos.

Además de su faceta literaria e historiadora, reseñamos su labor docente en varios centros portuenses y jerezanos y algunos cargos en la gestión de varias instituciones municipales (secretario del Alcalde, Cronista Oficial, hermano mayor de la cofradía del Nazareno...). Buena parte de la fisonomía actual del castillo de San Marcos (con sus aciertos y errores en criterios de restauración) también se debe a él. Pero sobre todo debemos destacar sus más de 450 escritos reconocidos, desde 1913, fecha de su primera publicación conocida, hasta su muerte, además de los múltiples apuntes y anotaciones que no le dio tiempo a ampliar.

En su extensa obra sobresalen sus estudios acerca de los períodos medieval y moderno de las ciudades de Jerez y El Puerto con un rigor científico poco usual en aquella época. La mayoría de ellos fueron publicados en libros y artículos en revistas y periódicos firmados con seudónimos (Sancho de Sopranis el más frecuente). Si como portuenses tuviéramos que seleccionar alguno de sus muchos estudios, sin duda, el primero sería Historia del Puerto de Santa María. Desde su incorporación a los dominios cristianos en 1259 hasta el año mil ochocientos, publicado en 1943.

Resulta de gran interés el primer volumen de la colección Biblioteca de temas portuenses que Fernando Toscano de Puelles, bajo el título Bibliografía y recuerdo de Hipólito Sancho de Sopranis, publicó en 1993. En él se repasa desde su nacimiento y educación hasta su vocación científica, obra y atribuciones y su extenso repertorio bibliográfico (escritos impresos, póstumos, inéditos y probables). También es de obligada consulta la nótula 780 de la página web Gente del Puerto, en la que hace cuatro años se dedicó una semblanza a Hipólito Sancho. En ambas fuentes pueden ampliar información sobre su biografía y obra quienes estén interesados en aproximarse a la faceta de historiador de este insigne erudito portuense a quien tanto debe esta ciudad por hacernos partícipes de su esplendoroso pasado, al que muchos han criticado en múltiples ocasiones (por desfasado, errado o ya superado) y al que todos hemos terminado plagiando en más de una. Siga descansando en paz, 50 años después. /Texto: Francisco González Luque. Lcdo. en Historia del Arte.

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¿POR QUE, HIPÓLITO?

En los últimos días han aparecido en algunos medios artículos reivindicando la memoria de Hipólito Sancho de Sopranis. Quienes nos dedicamos a la historia de Jerez hemos de consultar con frecuencia algunas de sus numerosas publicaciones, en las que versó sobre la Edad Media o la escultura del XVI, por poner sólo algunos ejemplos.

En su defensa hay que decir que fue el primero que realizó una historia sistematizada de la arquitectura jerezana y que dio a conocer infinidad de noticias inéditas que localizó en los archivos. Sin embargo, no creo que don Hipólito merezca homenajes, ni que una vía urbana lleve su nombre, como han pedido algunos. Ciertamente para aquellos que se llaman investigadores y no han pisado en su vida un archivo, Sancho es Dios. Pero a poco que uno empiece a revisar legajos, se da cuenta de que el portuense no jugaba limpio.

Rey de la investigación local durante las décadas centrales del XX, en la que la mediocridad era la norma, Sancho jamás daba una referencia correcta de los documentos que citaba, para que nadie pudiese localizarlos y darse cuenta de que no dominaba la paleografía (aquella disciplina que nos permite interpretar la escritura de otras épocas) y que, por tanto, muchas de sus transcripciones son erróneas. Además, no dudaba en inventarse documentos, algo inadmisible y que deja en entredicho a cualquier historiador, por muchos libros que haya escrito y más renombre que tenga. Quizás la falta de otros autores rigurosos en su época le hizo pensar que sus vilezas jamás serían descubiertas. Sin embargo, la senda abierta allá por los 80 por autores como Esperanza de los Ríos y Fernando Aroca y continuada por otros muchos, ha sacado a la luz cadáveres que huelen bastante mal. Para que vean que no me invento nada, les pongo un caso práctico: el de la capilla bautismal de San Miguel, de la que Hipólito Sancho escribió una fantasía animada que nada tiene que ver con la realidad.

A la misma fase constructiva que el crucero de San Miguel, levantado en torno a 1525, corresponde la capilla bautismal, si nos atenemos a ciertos motivos estilísticos. Este baptisterio, según Hipólito Sancho es "un verdadero problema para el investigador". Realmente hasta el momento, él había sido el único que lo había estudiado en profundidad, relacionándolo con el cardenal Cisneros en una enrevesada argumentación histórico-artística. Entre las razones estéticas el historiador portuense señala la similitud de esta obra con otras realizadas bajo el patrocinio de los Reyes Católicos, como son la fachada de la iglesia del monasterio de Santa Cruz de Segovia, la fachada de la iglesia del monasterio de Santo Tomás en Ávila, "alguna [portada] de San Juan de los Reyes de Toledo y el antiguo palacio ducal de Torrijos entre otros", correlatos que no parecen tan evidentes si no es dentro del marco general de la arquitectura tardogótica castellana. Pero ahí no queda la cosa, ya que Sancho se refiere sin pudor a "la armonía existente entre la arquitectura de las obras del cardenal dirigidas por su alarife Gumiel y esta portada del baptisterio de San Miguel". Cualquiera que conozca el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares o las dependencias capitulares de la catedral de Toledo podrá comprobar que dicha armonía no existe. Además, la aparición del motivo del cordón anudado en la embocadura del arco del baptisterio jerezano, presente en otras obras patrocinadas por Cisneros, le sirve a Sancho para reforzar sus teorías.

Pues si las razones artísticas resultan peregrinas, las históricas lo son aún más. Tratando de buscar una relación del cardenal con Jerez, don Hipólito afirma que "el Dr. Cisneros leyó luengos años la cátedra de artes en la parroquia de San Lucas antes de ordenarse", dato que no mencionan los biógrafos del prelado y que él documenta en "las actas capitulares de 1489 que se conservan en el archivo del Marqués de Casa Vargas"(1), actas cuya existencia no está constatada.

Este dato no se menciona en la biografía más completa y rigurosa que existe de Cisneros, publicada en 1992 por García Oro(2). Gonzalo Jiménez de Cisneros, miembro de una estirpe nobiliaria menor originaria de tierras palentinas, nació en Torrelaguna -en la actualidad población de la Comunidad de Madrid- en torno a 1436. Formado en la Universidad de Salamanca, una vez que fue ordenado sacerdote, lo que sucede en la década de los sesenta del XV, desempeña su carrera en el Arzobispado de Toledo. En un principio ocupa el cargo de corregidor en Uceda, localidad de la que pasa a ser arcipreste en 1471. Cinco años más tarde se traslada a Sigüenza, atraído por el entonces arzobispo de Sevilla Pedro González de Mendoza, quien tenía en estas tierras su feudo. En Sigüenza ejerce el cargo de capellán mayor de la catedral, pasando con posterioridad a ser provisor y vicario general de ese obispado. En 1483 Cisneros ingresa en la Orden Observante de San Francisco, cambiando su nombre por el del fundador de esta religión. En este momento se abre un periodo de varios años en el que reside en el eremitorio de La Salceda, hoy insigne ruina ubicada en la actual provincia de Guadalajara, de donde llegó a ser guardián. Su vida ejemplar y sus contactos con las principales casas nobiliarias del momento le hicieron entrar en relación con la Corte de los Reyes Católicos, siendo designado confesor de la reina Isabel en 1492. Dos años más tarde era elegido provincial de los franciscanos en Castilla y en 1495 ascendido a la dignidad de Arzobispo de Toledo. Como vemos, Jerez de la Frontera y su parroquia de San Lucas no aparecen ni por casualidad en la fulgurante carrera de don Gonzalo hasta que alcanzó a ser nombrado primado de las Españas. Después, enfrascado en graves asuntos políticos hasta su muerte, mucho menos.

La historiografía local tradicional tampoco menciona la estancia de Cisneros en Jerez. Fray Esteban Rallón, que lo califica de "nunca dignamente alabado varón"(3) y relata las vicisitudes de las regencias del cardenal, pasa por alto cualquier posible relación del mismo con la ciudad. Bartolomé Gutiérrez, quien analizó a finales del XVIII Actas Capitulares del Ayuntamiento hoy perdidas y que dedica 37 páginas de su historia de Jerez al año 1489, no menciona el dato(4). Como tampoco lo hace Francisco de Mesa Xinete en su historia eclesiástica de la ciudad, en la que dedica un capítulo entero a la parroquia de San Lucas(5).

Sancho ve como una muestra más de la relación de Cisneros con Jerez al supuesto establecimiento en la ciudad de un hermano del cardenal cuya hija, Isabel de Cisneros, fue una de las primeras abadesas del monasterio de franciscanas de Madre de Dios. Tampoco es posible aclarar este punto, cuyas bases documentales son un manuscrito de la genealogía de los Villavicencio, a cuyo linaje supuestamente se acabó por unir el de los Cisneros jerezanos, escrito por un dominico a finales del XVIII, cuya existencia no se ha podido constatar(6). Aunque Mesa Xinete recoge en su obra la abadía de Isabel de Cisneros a comienzos del XVI, en ningún momento la relaciona con el prelado. Por su parte Rafael Sánchez Saus, en su minucioso estudio de los linajes medievales jerezanos en el que incluye un frondoso árbol genealógico de los Villavicencio que abarca desde el siglo XIV al XVI, no menciona a ningún Cisneros en los numerosos matrimonios de la casa nobiliaria(7). Volviendo a la extensa y muy bien documentada obra de García Oro, encontramos que el cardenal tuvo dos hermanos, ambos menores que él. Bernardino, el más pequeño de los dos, fue en su juventud soldado, pero en la década de los ochenta del XV profesó como franciscano. Hombre violento y problemático, residió en varios conventos castellanos, aunque debido a su carácter acabó sus días viviendo exclaustrado en una casa de Alcalá de Henares gracias a la generosidad del cardenal, que en su testamento legó una suma para su manutención. No consta que tuviera descendencia.

El otro hermano, Juan Jiménez de Cisneros, heredó la casa familiar de Torrelaguna, donde residió hasta su muerte. En 1496 contrajo matrimonio con Leonor de Luján, hija del señor de Barajas, con la que tuvo tres hijos. Juana, la mayor, se casó con Alonso López de Mendoza, hijo del conde de La Coruña. El mediano fue Benito, quien se desposó con Petronila de Mendoza. Beneficiario de un mayorazgo instituido por su tío para gloria de su linaje que incluía unas casas en Alcalá de Henares, acabó, tras innumerables problemas con la Universidad Complutense, viviendo en Madrid privado de sus facultades mentales. La menor de las hijas de Juan, María, también consiguió un matrimonio ventajoso gracias a los manejos del cardenal, celebrando su boda con Juan Zapata Osorio, regidor de Madrid(8). Como se puede comprobar, no aparece por ningún resquicio de la parentela directa de Cisneros un hermano avecindado en Jerez ni una monja clarisa profesa en esta ciudad.

La única razón clara de entre las que aduce Sancho para relacionar la capilla bautismal de San Miguel con Cisneros es su actuación a favor de los Franciscanos Observantes en detrimento de los Franciscanos Conventuales. La Orden Franciscana sufrió una reforma a fines de la Edad Media que permitía a los conventos que así lo quisiesen acumular bienes en previsión de periodos de carestía. Los que decidieron adoptar la reforma fueron llamados Franciscanos Conventuales, mientras que los que permanecieron fieles a la regla se denominaron Franciscanos Observantes. Por orden del papa Alejandro VI, el Cardenal Cisneros, que también era franciscano, se encargó de aplicar en Castilla una nueva reforma de la Orden, que suprimía la rama Conventual. En Jerez, los Conventuales ocupaban el actual monasterio de San Francisco, entregado en 1495 a los Observantes, quienes por aquel entonces ocupaban el actual monasterio de Madre de Dios, que a los pocos años acabó por ser entregado a las Clarisas, que hasta ese momento vivían en ínfimas condiciones en varias casas jerezanas(9). Según Sancho, el baptisterio de San Miguel sería una muestra de agradecimiento de los Franciscanos Observantes a su benefactor. Respecto a la ausencia de las armas del prelado en el campo del escudo, el historiador portuense especula con la posibilidad de que éstas hubiesen sido borradas en el tiempo en que fue arzobispo de Sevilla Diego de Deza (1503-1523), "aunque muy alto material y moralmente el insigne Deza para descender al bajo detalle de hacer borrar las armas de su rival de una capilla que en realidad no había construido; sus visitadores -el canónigo Lucero de triste historia y menguadas luces; ruin en sus pasiones y exagerado en sus mandatos lo fue- procedentes del foco de la oposición -Sevilla- han podido muy bien hacer desaparecer la lauda conmemorativa"(10).

Como ven, la teoría de Hipólito Sancho no puede ser más rocambolesca, tratando de justificar un patrocinio imposible de aceptar. Empezando por las fuentes documentales que utiliza don Hipólito, hemos dejado claro que no es que no sean concluyentes, sino que más bien parecen infundadas y en ningún momento confirmadas por otros autores fiables como García Oro, Rallón, Mesa Xinete, Bartolomé Gutiérrez o Sánchez Saus. Tampoco parece tener mucho sentido la construcción de una pequeña capilla en una parroquia jerezana por parte de un mecenas que había dejado su impronta en monumentos como las estancias capitulares de la Catedral de Toledo o el Colegio Mayor de San Ildefonso en Alcalá de Henares, como tampoco parece lógico que los franciscanos jerezanos costeasen la obra del baptisterio de San Miguel, por más que los conventos masculino y femenino de la Orden estuviesen en la feligresía de esta parroquia. Además, si en realidad se hubiese querido exaltar la figura de Cisneros, no parece razonable que su símbolo, el cordón franciscano, no aparezca en un lugar destacado, como lo hace en la fachada de la Universidad de Alcalá de Henares, sino mezclado con cascabeles y en el interior de una capilla diminuta y sin más luz que la que pudiese entrarle desde el templo. /Texto: Manuel Romero Bejarano. Lcdo. en Geografía e Historia. Doctor en Historia.

NOTAS

1. SANCHO DE SOPRANIS, Hipólito: Introducción al estudio de la arquitectura en Xerez. Jerez. Guión. 1934. pp. 61 y ss.

2. GARCÍA ORO, José: El Cardenal Cisneros. Vida y empresas. Madrid. Biblioteca de Autores Cristianos. 1992. pp. 3 y ss.

3. RALLÓN Y DE MERCADO, Esteban: Historia de la Ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación. Cádiz. Universidad de Cádiz. 1999. Tomo III, pp. 13 y ss.

4. GUTIÉRREZ, Bartolomé: Historia y Anales de la muy noble y muy leal Ciudad de Jerez de la Frontera. Jerez. Imprenta de Melchor García. 1887. Tomo II, pp. 198-234

5. MESA XINETE, Francisco de: Historia Sagrada y Política de la muy leal ciudad de Tarteso, Turdeto, Asta Regia, Asido Cesariana, Asidonia, Gera, Xera, Sidonia, hoy Xerez de la Frontera. Jerez. Imprenta de Melchor García. 1888. Tomo II, pp. 127-134.

6. SANCHO DE SOPRANIS, Hipólito: Op. Cit. p. 73. En la nota sexta del capítulo dedicado a la parroquia de San Miguel, Sancho escribe lo siguiente: "Sobre los Cisneros en Xerez y su descendencia de un hermano del cardenal establecido aquí, cfr. Cantero. Fr. José. Apuntaciones…para…la genealogía de Villavicencio. apellido Cisneros. donde cita la lápida de su entierro en Santo Domingo ante la capilla de Consolación, una ejecutoria protocolada y otras fuentes de información igualmente seguras.". En efecto, en 1926 Hipólito Sancho y Rafael Barrís, publicaron un pequeño opúsculo (CANTERO PALACIOS, José: Historia genealógica de la Casa de Villavicencio. Edición de Hipólito Sancho de Sopranis y Rafael Barrís Gómez. Cádiz. Tipolitografía Rodríguez de Silva. 1926) en el que se anuncia una segunda parte en la que "daremos el texto paleográfico de su Historia de la casa de Villavicencio según el manuscrito autógrafo y definitivo de la misma obra puesto en limpio por Cantero con la pulcritud que le caracteriza y venido providencialmente a nuestras manos". Sin embargo, no hay constancia de que llegara a publicarse la segunda parte. Para colmo, y como acostumbraba a hacer Sancho, no se especifica en el texto que vio la imprenta la localización del misterioso manuscrito, por lo que podríamos estar ante otro de los muchos infundios del historiador portuense.

7. SÁNCHEZ SAUS, Rafael: Linajes medievales de Jerez de la Frontera. Sevilla. Guadalquivir. 1996. Tomo I, pp. 216 y ss; Tomo II, pp. 310-311.

8. GARCÍA ORO, José: Op. Cit. pp. 458 y ss.

9. Más información sobre los alcances de la reforma franciscana en Jerez puede encontrarse en MESA XINETE, Francisco de: Op. Cit. Tomo II, pp. 425 y ss.

10. SANCHO DE SOPRANIS, Hipólito: Op. Cit. p. 63

1 comentario en “2.233. HIPÓLITO SANCHO DE SOPRANIS. Controversias.

  1. Antonio Aguayo

    TODOS SOMOS HIPÓLITO SANCHO.

    El pasado día 4 de octubre tuvo lugar el solemne acto de admisión de nuevos miembros del Centro de Estudios Históricos Jerezanos, al tiempo que se rindió un merecido homenaje a los antiguos presidentes de la entidad, con la imposición de la Medalla de Oro de la entidad, a estos hombres que dedicaron una parte importante de su vida al estudio y divulgación de la Historia de Jerez.

    En nombre de todos ellos, el actual presidente de la Academia de San Dionisio, D. Francisco Fernández Gacía-Figueras, respondió con unas palabras.

    Comenzó su breve intervención realizando una defensa de la figura del Historiador, archivero y erudito D. Hipólito Sancho. Esta figura, hoy denostada por algunos, fue en opinión de D. Francisco Fernández Gacía-Figueras, uno de los personajes claves de la investigación de y sobre Jerez. Ninguno de los que hoy nos dedicamos al estudio de la Historia y el Arte en la zona de Jerez y El Puerto de Santa María, podríamos haber comenzado nuestras investigaciones sin la consulta obligada de los múltiples textos y escrito del erudito portuense, cuya puesta en valor cuando se cumple el cincuenta aniversario de su fallecimiento resulta imprescindible.

    No estamos reclamando una hagiografía, en la cual se santifique y sobrevalore la aportación de este investigador. Simplemente estamos reclamando el puesto que por derecho debe de ocupar y que por parte de algunos se intenta arrebatar.

    Se le acusa de haber ocultado documentación para que los investigadores posteriores no la encontraran, e incluso de hacer desaparecer parte de ella. No queremos entrar en una discusión acerca de la veracidad de tales afirmaciones, para lo cual no creemos estar capacitados, pero al hilo de esta aseveración se me ocurre una reflexión, que quizás nos obligaría a pensar a todos aquellos que nos dedicamos a la investigación.

    ¿Cuántas veces no hemos compartido con los colegas la información que poseemos, para que no puedan llegar a nuestras conclusiones? ¿Cuántas veces hemos ocultado nuestras fuentes bibliográficas, exponiendo ideas o citas, sin aludir al autor? ¿Cuántas veces no hemos ninguneado a ciertos colegas por estar en desacuerdo con ellos?

    Nadie, en investigación, lo mismo que en el resto de las parcelas de la vida, es absolutamente bueno o malo. Nadie puede presumir de actuar de manera absolutamente irreprochable. Y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

    Nos gustaría, que coincidiendo con esta efemérides tanto las instituciones municipales, como culturales de Jerez y El Puerto se pusieran de acuerdo para la convocatoria de un Congreso, que desde un punto de vista interdisciplinar, afrontara la figura de Hipólito Sancho, en toda su dimensión, con sus grandezas y miserias, buscando situarlo en el lugar que por derecho le corresponde.

    En este congreso, lógicamente podría asistir todo aquel que tuviera algo que aportar sobre la figura de Hipólito Sancho, con las diferentes visiones e ideologías, y de cuya discusión, sin sectarismos ni ideas preconcebidas, pudiera surgir la figura del auténtico investigador.

    Lo único que estamos pidiendo es el reconocimiento y valor, que para nosotros deseamos que se nos tenga en un futuro, con la valoración de nuestros aciertos y errores y las posibles aportaciones que para la historiografía hayamos podido tener.

    Este reconocimiento creemos que es absolutamente necesario, ya que de alguna manera, todos aquellos que nos dedicamos a la investigación, todos, repito, somos Hipólito Sancho

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