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2.803. La Feria. Una resaca de 6.000 años

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La aparición en 2013 de una pieza del Neolítico en La Puntilla desata las teorías sobre el origen y evolución de la fiesta portuense. Una recreación de la Feria de Primavera de hace 6.000 años, con unos ‘picapiedras’ coquineros.

Tengo una primicia informativa que va a cambiar la historia de El Puerto, de la Feria y hasta de la Morillopedia (o de la Wikimorillo, que nunca sé muy bien cómo se llama esa página en la que busques lo que busques siempre sale Luis Suárez, el jurista calé que es como el Google pero mucho más completo: te devuelve las consultas en papel de oficio, mejor escritas y con más entradas de flamenco).

Pero vayamos al grano y dejemos las disgresiones, signifique lo que signifique disgresiones. ¿Recuerdan aquella noticia que salió a finales de marzo de 2013 sobre la aparición de una piedra funeraria con más de 6.000 años en el espigón de Poniente de la playa de La Puntilla? Según la Delegación de Cultura de la Junta podría tratarse de una pieza del Neolítico o principios del Calcolítico (signifique también lo que signifique Calcolítico, aunque debió ser, como su propio nombre indica, una copia del Neolítico hecha con papel de calco). Pues bien, el caso es que los técnicos encargados de su estudio, tras pasarse por la piedra unas cuantas tardes y mirarle hasta las encías, han elaborado un primer informe oficioso al que este columnista ha tenido acceso tras pagarle unas cuantas conviás a un pícaro ordenanza de cuyo nombre no quiero acordarme.

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Dos aficionados a la pesca, padre e hijo, hallaron en el espigón de La Puntilla una estela grabada con mas de 6.000 años de antigüedad y más de 2.000 kilos de peso. de piedra arenisca y con una altura de 2,20 metros, un diámetro de 1,60 metros y una anchura que oscila entre los 86 y los doce centímetros.

Aquí van algunas de las conclusiones de la investigación. El pelote ese empezó su deambular por el mundo en el frontal de... ¡una caseta de feria! Como lo leen. Más concretamente, en la caseta (entonces cueva) de la Peña (entonces tribu) de Los Cazadores (entonces sin licencia para cazar), allá por entre el 4.500 y el 3.500 A.C. (Antes de Cristo y Antes de la Crisis). Entre los muchos signos ilegibles que aparecen pintados, hay un venado que en un principio parecía estar bañándose apaciblemente en el Guadalete, pero que tras ser examinado con un microscopio se descubrió que el agua no era agua sino salsa (hay grumos que los técnicos identifican como un sofrito). Un venado en salsa, por tanto, la estrella de las raciones de aquella rudimentaria lista de precios que ha pervivido hasta hoy en esa caseta acogedora de la que todos, salvo el lobo de Caperucita, hablan bien. Justo al lado, el esbozo de un pescuezo con un aspa encima confirma que la estirpe de los gañoteros tampoco era bien recibida en aquellos primeros garitos. En el reverso de la piedra se puede observar también la figura de una mujer bailando con una flor prendida al pelo y unas pieles carmesí, lo que lleva a los expertos a asegurar que estamos ante lo que pudiera ser el primer traje de faralaes de la prehistoria. El informe apunta que es probable que ya entonces se bailara algo parecido a las sevillanas, las sevillanas aldeanas, primer antecedente de las sevillanas corraleras. El Tajo de las Figuras en Benalup pudo ser la sede de la primera academia.

Quedan, eso sí, muchas incógnitas por despejar. No hay todavía una ubicación geográfica exacta del lugar en el que aquellas primeras ferias se celebraron (parece descartado El Lejío). No se ha podido precisar, más allá de la mitología popular alimentada por el imaginario colectivo, sí, como el dinosaurio de Monterroso, la caseta de Tierra, Mar y Vino siempre estuvo allí. O cuánto hay de verdad y cuánto de leyenda troglodita-machista en la afirmación de que en la calle de la Osa Mayor (hoy calle del infierno) proliferaban las atracciones de mujeres barbudas. Sí queda claro que El Teatro Chino Manolita Chen es del período siguiente, la Edad de Bronce.

Pero lo más importante de este revolucionario estudio es la confirmación histórico-científica de lo que la mayoría ya intuíamos: que la Feria de Primavera empezó mucho antes de la fecha más antigua que hasta el día de hoy teníamos de referencia, 1281, año en el que el Rey Alfonso X concedió a la ciudad la celebración de dos ferias anuales. Era, la verdad, humanamente imposible hacerse a la idea de que durante más de 3.000 años, siglo arriba, siglo abajo, no hubiera habido nada de nada, pues de toda la vida de los dioses los pueblos han necesitado de la fiesta tanto como de la justicia. Terminadas las glaciaciones, ¿no se iban a tomar nuestros picapiedras coquineros tres o cuatro para celebrar la entrada del calorcito? ¿No iban a mover su cuerpo serrano y todavía algo encorvado bailándose unas sevillanas al compás de Los Romeros de La Piedra (pulimentada)?

No hubiéramos sobrevivido ni como especie ni como pueblo de no haber sido por estos días de vino y de rosas. Pasa la vida y pasan los milenios, y al final lo que queda y también lo que nos vamos a llevar son esos ratitos. Del Yaba daba du al Sueña la margarita apenas hay unas cuantas conversaciones agradables, dos cuerpos fundiéndose en otros cuerpos nuevos, tres o cuatro borracheras graciosas y una resaca de 6.000 años. /Texto: Pepe Mendoza.

 

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