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Foto: Julián Santiago.

Muchas cosas le debo en mi vida a don Antonio Machado, pero quizás la más sorprendente y luminosa sea el haber conocido en el pueblo jienense de Baeza, durante un homenaje dedicado a él, a una joven escritora y profesora de literatura, María Asunción Mateo, de la que, desde entonces, ya no me he separado.Hace de esto casi 11 años, y esa aparición imprevista, que, al igual que aquella otra ("Cuando tú apareciste, / penaba yo en la entraña más profunda / de una cueva sin aire y sin salida"), también debía estar escrita, cambió nuevamente el inquieto rumbo de mi vida. Ignoro todavía cómo dentro de mi vertiginoso vivir los encuentros con ella fueron multiplicándose hasta convertirse en imprescindibles, alimentados por sus relampagueantes y acelerados viajes desde Valencia y por ese hilo mágico del teléfono que día y noche nos mantenía unidos.

Todo sucedía en la más secreta complicidad en mi antiguo apartamento, desde aquel piso 17 que parecía aislarnos de todo y acercarnos más a esa constelación de la que ella, seguramente, procedía. Hasta que un accidente de tráfico obligó al viejo marinero incansable a anclar durante un tiempo su barca y la desconocida profesora tuvo que afrontar la difícil situación de pasar del cómodo anonimato de las aulas al comentario de nuestra relación en las páginas de los periódicos.

Como buen andaluz tengo algo de supersticioso, sobre todo si se rompe un espejo en mi presencia, y, sin embargo, un martes y 13 de julio, antes de que las calles de El Puerto recobrasen del todo su inigualable luz, María Asunción por una puerta y yo por otra nos reunimos ante una jueza que, como suele decirse en estos casos, nos casó "en la más estricta intimidad". Ni fotógrafos ni periodistas. Mi mujer logró con su extremada prudencia que nadie se enterara de la decisión que habíamos tomado de una forma tan rápida como natural.

A los pocos minutos de finalizar la ceremonia y sin saber cómo, la noticia se propagó a través de muchas emisoras de radio, incluso en elTelediario: "El poeta Rafael Alberti, de 87 años, se ha casado esta mañana en El Puerto de Santa María con la profesora valenciana María Asunción Mateo, divorciada y especialista en su obra". Ni qué contar la que se organizó y la de gente que aún no parece haber perdonado nuestro secreto. Los fotógrafos pasaron la noche en el vestíbulo del hotel Puerto Bahía, en donde nos encontrábamos, en busca de una exclusiva, oh sorpresa, millonaria. No se nos ocurrió movernos de la habitación y dejamos incomunicados los teléfonos. Cuando amaneció, todo parecía haberse contagiado de la serenidad que tenía el mar de mi bahía frente a nosotros. La boda del nonagenario poeta, del único superviviente de la generación del 27, parecía, afortunadamente, ya no ser noticia.

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Foto: Miguel Ángel Paradela.

A la salida del juzgado, acompañados de unos ámigos, fuimos a desayunar chocolate con churros al bar La Aurora, en la plaza Mayor, en donde se encuentra la Prioral, a la que de niño acudía casi a diario con mi madre para rezar en la capilla de Santo Tomás de Villanueva. Esa misma plaza que yo cruza ba corriendo por las mañanas para ir al colegio de San Luis Gonzaga. Cuántos recuerdos se agolparon de pronto en mí: las dunas calientes y deslumbradoras, mis visitas por las azoteas a Milagritos Sancho, el afectuoso padre Lirola, las onzas de chocolate de Paca Moy... Y como un extraño milagro, en medio de la calle apareció una anciana a saludarnos, mientras sonriendo me ofrecía una naranja: -Don Rafael, soy la nieta de Paca Moy, la que cuidaba de usted cuando chico...". La emoción fue grande al encontrarme, ya casi al: final de mi vida y a punto de comenzar otra totalmente rejuvenecedora, a aquella viejecita idéntica a la bondadosa mujer que me vio nacer, la misma que sacudía de mi cama la arena delatora de mis rabonas escolares, la cómplice silenciosa de tantas travesuras infantiles para salvarme de severos castigos...

¿Qué hubiera pensado Paca Moy al ver esa mañana a su Cuco, como entonces me llamaba, con el pelo más blanco que el suyo, apoyado en un bastón y del brazo de una atrayente mujer que podría ser mi hija o mi nieta con la que había acabado de casarme?

El retorno a mis nunca cortadas raíces, a mi Puerto de Menesteos, a mi río del Olvido, a mis araucarias, a mis retamas blancas y amarillas, dejando atrás unos últimos años de desorientada soledad y angustiosa incertidumbre, se lo debo a una casual y misteriosa aparición que mi generoso destino, a pesar de los mayores desastres, siempre me ha ofrecido y que, como un último premio, ha puesto un nuevo y cálido resplandor al final de mi camino: "Para algo llegaste, Altair, descendiste / de tu constelación en pleno día. / Nunca bajó una estrella / a enramarse del sol de los olivos, / ni la cal de los pueblos / pasó del blanco puro a ser más blanca / ni el viento de esa noche / a prolongar su canto más allá de la aurora. / Nunca se vio una estrella a pie por los caminos, / ni pararse de pronto, detenerse, / señalando, prendiendo, iluminando / algo que no esperaba. / Para algo Altair descendió desgajándose de su constelación aquella noche". /Texto: Rafael Alberti. 27 Octubre 1992.

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A principios de mayo de 1959, el poeta santanderino Gerardo Diego, perteneciente a la Generación del 27 al igual que nuestro paisano Rafael Alberti, asistió a unas Jornadas Literarias que se celebraron en Cádiz. Aquella visita dio para un libro: ‘El Jándalo (Sevilla y Cádiz)’, escrita aquel mismo año y que resultaría galardonada con el premio de poesía Ciudad de Sevilla de 1959. Sobre aquel viaje a Sevilla, Cádiz y su provincia, explicaría 15 años mas tarde:Con estas nuevas impresiones se me ocurrieron varias canciones, algunas escritas o cantiñeadas por mí durante el viaje o pocos días después; otras, algún tiempo más tarde, para completar con recuerdos siempre frescos las gratísimas vistas y sorpresas jornadilleras”. [en referencia a las mencionadas Jornadas Literarias gaditanas de 1959].

Y continúa: “En la mejor compañía imaginable de poetas, artistas, novelistas y periodistas –dice Gerardo Diego rememorando aquella visita–, recorrí no pocos pueblos, preciosísimos todos y muchos nuevos para mí: paisajes impresionantes de mar, valle y montaña”. Algunos años después, Gerardo Diego tuvo la oportunidad de leerle a  Rafael Alberti su libro El Jándalo en su casa bonaerense, y un poema que le dedica en el capítulo Cancionero Gaditano, que reproducimos:

¡Puerto de Santa María
el Puerto de Rafael!
Todo pregunta por él:
si volvía.
Castillo. Vuelos al sol.
Entre almenas
resbalaba por la piedra
–¡qué maravilla!–
la sombra de la cigüeña.
Agüero, dime que sí.

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El volumen fue publicado en la colección Palabra y Tiempo de la editorial Taurus, a los cinco años de resultar premiado en Sevilla, en 1964 y reeditado con posterioridad por la desaparecida Caja de Ahorros de Cádiz, hoy integrada en Unicaja.

Sobre el palabro ‘jándalo’ el escritor sanluqueño José Carlos García Rodríguez recuerda que “En Cantabria, un jándalo es la persona que ha emigrado a Andalucía (Jandalusía) y regresa a su tierra. [De hecho, el portuense grupo hotelero ‘Los Jándalos’ que administra el santanderino Santiago Cobo –esposo de la también cántabra Teófila Martínez, alcaldesa de Cádiz y ex concejala de El Puerto--, es un homenaje a los hombres de su patria chica que han emigrado a estas tierras, también conocidos en El Puerto como montañeses y que, en la actualidad, conforman una importante colonia desde el repoblamiento de Alfonso X ‘El Sabio’]. Una de las Escenas montañesas de José María de Pereda también se titula 'El Jándalo'. Gerardo Diego visitó Cádiz y Sevilla muchas veces. Estas ciudades ejercían una atracción sobre él, quizá la misma que habían sentido tantos antepasados suyos que se habían asentado en estas tierras. Al principio de El Jándalo (libro que dedica a Joaquín Romero Murube y a José María Pemán) Gerardo Diego recoge esta frase de Fernando Villalón: “El mundo se divide en dos partes: Sevilla y Cádiz”.

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luciocorneliobalbo_elmenor_puertosantamariaSe cumplen con esta de hoy, 2.000 nótulas --2.000 días-- 2.000 artículos de Gente del Puerto, tras cinco años y medio de cita diaria con sus lectores. Con tal motivo hemos querido traer a estas páginas electrónicas la historia del fundador del Portus Gaditanus --el actual El Puerto de Santa María-- realizada por el investigador, Juan José López Amador. Agradecemos a los lectores que, con su constancia, y confianza, hayan hecho que esta sea la web de El Puerto mas visitada a diario. /José María Morillo.

Nuestra ciudad, El Puerto de Santa María esconde bajo el solar del casco histórico un importante puerto comercial desde la época romana, el Portus Gaditanus. /En la imagen de la izquierda, estatua que en 1855 el Ayuntamiento de Cádiz erigió a la memoria de Lucio Cornelio Balbo 'el Menor', hoy ubicada junto a Puerta de Tierra.

Las menciones al El Puerto (Portus en los textos grecorromanos) son escasas e imprecisas. Las encontramos en los Vasos de Vicarello, el Itineario de Antonino, y el Anónimo de Rávena. La presencia de una calzada romana, la Vía Augusta, se vertebró en los años del Principado de Augusto, y partiendo de Gades,  tuvo su paso por el Coto de la Isleta portuense, cruzando el Guadalete por el puente de piedra, que la historiografía desde los siglos XII al comienzo del XX hablan de sus ruinas.  Personajes que marcaron el curso de la Historia de España como Alfonso X, Cristóbal Colón, don  Juan de Austria, Miguel de Cervantes o Felipe V, durante sus estancias en nuestra ciudad lo contemplaron en las aguas del Guadalete, continuando posteriormente la vía por la campiña por tierras de Balbaina hacia Hasta Regia, en el término municipal de Jerez.

consuldelarepublicaderomaPero este puerto, la calzada y el puente que atravesaba su río, tuvo un  creador detrás, un hombre nacido en nuestra tierra, un gaditano que hace más de 2000 años trajo parte de Gades, de nuevo a tierra firme (con anterioridad lo fue el Castillo de Doña Blanca), su fundador: Lucio Cornelio Balbo, 'el Menor', quien por circunstancias que ahora veremos, los estableció por su iniciativa a partir del año 19 a.C.

Se tiene por fundador de El Puerto de Santa María a Alfonso X  (1264), y cierto es que la ciudad que hoy habitamos debe su origen al Rey Sabio, pero también es verdad, que la arqueología  en estos últimos decenios, ha proporcionado una cantidad importante de datos de época romana, como para verificar que en solar que ocupa la ciudad actual había una población significativa, y esto ha sido ignorado debido a su desconocimiento. Hoy sabemos que tuvo un primer creador en la persona de Balbo 'el Menor'.

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Reconstrucción de la obra realizada por Balbo para abrir el canal (desembocadura del río Guadalete), donde situaría el Puerto Gaditano.

De hecho, el mayor símbolo que representa la historia portuense y que le dio la vida, la desembocadura del río Guadalete, fue obra suya, fue él quien la mandó abrir, a pico y pala, excavándose un canal en las arenas del Manto Eólico Litoral, conectando las aguas de la bahía con el cauce del río San Pedro (la Madre Vieja), que hace dos mil años era el Guadalete que desembocaba en la bahía por las inmediaciones de Puerto Real.

Sabemos de la apertura de este canal artificial llamado río Guadalete, no solo por los estudios geomorfológicos y arqueológicos realizados, además, también tenemos  un documento, su autor es Muhammad b. Abi Bakr al–Zuhri, que visitó Cádiz entre 1146–54/61, donde cuenta de forma clara su apertura, a través de  una leyenda.

balboelmenor_busto_puertosantamariaBalbo 'el Menor' fue su promotor, encargó a técnicos y operarios la apertura de la actual desembocadura del Guadalete para establecer las nuevas infraestructuras portuarias, el Portus Gaditanus. El lugar elegido no se designó al azar, sino en el espacio adecuado, el que reunía las condiciones precisas para habilitar un puerto fluvio-marítimo que estaba llamado a convertirse, por su volumen de carga, en uno de los centros exportadores más importantes del Mediterráneo. /Busto de Balbo 'el Menor'. Cádiz, 1855.

Balbo nació en una rica familia fenicia radicada de antiguo en Gadir, enriquecida con el comercio marítimo. Esta fortuna permitió a su familia y a el mismo,  formar parte del exclusivo núcleo íntimo de dos de los Emperadores más destacados en el tiempo, César y Augusto. Su familia, concretamente su tío, Lucio Cornelio Balbo, 'el Mayor', lo introdujo en ese mundo tan selecto. Los estudios del profesor Juan F. Rodríguez Neila, nos permite conocer buena parte de la historia de esta familia Gaditana.

Lucio Cornelio Balbo, 'el Menor', nació en Gades hacia el año 72 a.C. Hijo de Publio Balbo, comerciante de filiación púnica estuvo toda su vida con  los negocios familiares, mientras su hermano Balbo 'el Mayor', hizo carrera en Roma. Pronto se llevo a su sobrino para enseñarle los secretos y artimañas del poder.

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En el Museo Capitolino de Roma, edificado sobre el antiguo Templo de Júpiter, se encuentran los fasti triumphales, unas placas de piedra en las que están inscritas los triunfos que fueron otorgados por el senado romano a los cerca de doscientos  generales romanos, desde el triunfo de Rómulo sobre los caeninenses en el  752 a.c. hasta el triunfo obtenido por el cónsul gaditano Lucio Cornelio Balbo en África, en el año 19 a.c., que aparece en la imagen.

La gloria le llegó a Balbo a partir del año 21 a.C., el Senado le otorgó el título de procónsul de la provincia de África, donde dirige operaciones militares contra los garamantes, belicosas tribus nómadas, que fueron detalladas por Plinio 'el Viejo', y acabadas con éxito, es aclamado imperator por sus soldados. En Roma es aclamado por el pueblo, entrando en una cuádriga, mostrando el botín confiscado, el 27 de marzo del año 19 a.C. se celebró la ceremonia de su triunfo. Fue el primer general no romano de origen que entró triunfante en Roma, y el último senador no miembro de la familia imperial que lo consiguió.

teatro_balbo_2Para conmemorarlo, el mismo año 19 Balbo comenzó la construcción, sufragado con el botín saqueado, de un teatro en Roma, el tercero de los estables levantados, finalizado en el año 13, era el más pequeño de los tres, pero no menos suntuoso, Plinio destacaba cuatro columnas de ónice, también construyó la Cripta de Balbo. /En la imagen de la izquierda superior, dibujo del Teatro Balbo, en Roma tras su construcción. En la imagen inferior izquierda, los restos de la Cripta de Balbo, en Roma, tal y como se encuentran en la actualidad.

cripta_balbi_1Pero no solo construye en Roma, aquí en la Bahía Gaditana, creara una organización de los espacios, que cambiaran radicalmente todo el entorno. Funda el Portus Gaditanus, concluye la ampliación de Gades creando con la vieja ciudad la que Estrabón llamaba Gemela o Didyme, construye (seguramente siguiendo un viejo camino) la calzada, la Vía Augusta. También sería entonces cuando se construyó el paso de la Vía por el puente de piedra sobre el caño de Sancti Petri (puente Suazo), así como otra colosal obra, el acueducto para la conducción del agua que suministraba a Gades. Medios económicos no le debieron faltar. Su fortuna personal la incrementaría heredando la de su tío.

teatro_balbi_romaProbablemente el gaditano ya había recibido el título de pontifex, aunque no se conoce con certeza cuándo, pero debió ser hacia el año 19, tras su entrada triunfal en Roma. Existen una serie de medallones conmemorativos de su sacerdocio, pero se desconoce su data y si fueron acuñados a iniciativa del propio Balbo o, una vez fallecido, en su honor. El estudió y clasificación de las piezas,  por sus características formales y metrología se cree que fueron emitidas entre los años 8 a.C. y 4 d.C., y que serían póstumas. De ser así, sería ésta la única referencia cronológica con la que contamos para encuadrar el fallecimiento de Balbo. Como sacerdote escribió al menos, 18 libros. No se han conservado, pero por una cita de Macrobio se sabe que trató con lujo de detalles el culto a Hércules, que tan cercano, como dios tutelar de Gades, le era. De hecho, en las referidas acuñaciones conmemorativas del pontificado de Balbo aparece siempre al anverso el Hércules Gaditano con la piel de león y la clava. /En la imagen de la izquierda, restos del Teatro Balbo en Roma.

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Dibujo de moneda conmemorativa gaditana, Hércules Gaditano con la clava y piel de león. Al reverso, con la leyenda PONT BALBVS, y los atributos del pontificado de Balbo el Menor.

placa_balbo_caceresDespués del año 19, es nombrado patrono de la colonia Norba Caesarina, la actual Cáceres, como reza en una lápida de su muralla, Norba fue fundada en los años 35-34 a.C. por Gayo Norbano Flaco, su vínculo con Balbo, eran consuegros, y en muestra de agradecimiento por alguna gestión en beneficio de la colonia lusitana.  La única hija del gaditano, Cornelia, casó con un hijo de Norbano, Cayo, que fue designado cónsul el año 24 a.C. /En la imagen de la izquierda, lápida votiva dedicada a Lucio Cornelio Balbo,el Menor, Patrono de la Colonia Norbensis Caesarina (Cáceres). "L (ucio) Cornelio Balbo imp (eratori) / c (OLONIA) Norba Caesa (rina) / patrono"

Siendo que Balbo el Menor no llegó a alcanzar la alta magistratura del consulado, sí la recibieron también sus dos nietos, los Norbanos, C. Norbanus Flaccus (15 d.C.) y L. Norbanus Balbus (19 d.C.). Acaso pasó Balbo el Menor los últimos años de su ajetreada vida retirado en Roma, o en la Norba de su patronazgo, o tal vez en Gades, la vieja ciudad fenicia que lo vio nacer, a la que, como su tío paterno, siempre tuvo presente y, con sus luces y sombras, ambos convirtieron en una de las ciudades portuarias más importantes del Imperio romano.

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Plano del entorno del Castillo San Marcos. En el recuadro de la fotografía aérea marcamos el espacio que ocupa el plano, donde situamos los hallazgos constructivos de época romana exhumados en las actuaciones arqueológicas.

El Portus Gaditanus era una prolongación de Gades (Cádiz), y su papel seria canalizar por vía marítima los excedentes agrícolas de la región, y su exportación a los principales puertos del Mediterráneo. Las fértiles tierras turdetanas producían lo suficiente para abastecer tanto las necesidades propias como  las exteriores, principalmente, de vino y aceite, y en la costa, la elaboración de salazón del pescado, sus salsas y derivados

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Detalle del sondeo en la Cátedra de Alfonso X El Sabio, con la doble puerta de un edificio de época romana. Diferenciamos en colores los dos periodos presentes, romano y andalusí, y la duna sobre la que se asientan las construcciones.

Las infraestructuras principales del Portus Gaditanus, estaban ubicadas con toda seguridad en un recinto, su principal núcleo, el portuario, estaba en el entorno del Castillo de San Marcos. Procedente de la zona del Caracol discurría un manantial por la calle Ganado, el Arroyo de Zangarriana,  frontera y muralla natural para el control de quienes accediesen por el puente y la calzada de la Vía Augusta, trazado que coincide con la Cárcava y muralla almohade.

No debió ser el Portus Gaditanus una población muy extensa, sólo la necesaria dedicada a la administración de la Aduana, al control de las mercancías y productos, zonas de almacenajes, embarque, infraestructuras y servicios básicos, con diques, faros, balizas, Aduana, almacenes, astilleros, y un sistema de aguada, un núcleo industrial de alfares de ánforas y otros envases, templos, viviendas, y un mercado.

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Composición en la que hemos aislado de su enclave las diez columnas romanas reutilizadas en la construcción de la mezquita del Castillo de San Marcos. El dibujo de la planta de la mezquita sitúa la ubicación de cada una.

La máxima autoridad portuaria la ostentaría un curator o aedil, magistrados encargados de las obras públicas asociados en Gades a los quattuorviri aedilicia potestate, cargo que el propio Balbo el Menor desempeñó en su ciudad natal en los años 44-43 a.C. A un quattuorvirL. Valerius Fecula-, que probablemente fue la primera autoridad del Portus Gaditanus en años imprecisos del s. I d.C. y cuya lápida sepulcral fue hallada en El Puerto, en lugar inmediato al río.

A las órdenes de la primera autoridad se encontraría un procurador y un ingeniero portuario, y en la Aduana, un equipo formado por tabularii, que controlaban la entrada de los productos, secretarios, pesadores, contables, tenedores de libros y registros... Y con el personal administrativo, un considerable número de obreros y esclavos dedicados a las labores portuarias: estibadores, porteadores, gruistas, barqueros, calafateadores... Y ojo avizor, preparando y controlando los fletes en los barcos mercantes, los negotiatores y mercatores como representantes de los navicularii o armadores.

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A la izquierda, fotografía aérea (Google Earth ) en la que con puntos marcamos el trazado de la Vía Augusta en su tramo Portus Gaditanus–Hasta Regia. Hacia la mitad del recorrido (círculo) situamos las tierras del pago de Balbaina, que, como su propio nombre indica, debieron ser tierras de la todopoderosa familia de los Balbo.

También los Balbos, parece que tenían tierras para la producción de vinos en las campiñas jerezanas y portuenses, aún hoy en día pasando las lagunas del Complejo Endorreicos de El Puerto de Santa María, se conservan tierras de las mejores viñas con el nombre de Balbaina.

La continuidad del Portus durante el periodo tardorromano y la Antigüedad Tardía (ss. III-VII), cuando Portum (como lo nombra el Anónimo de Rávena), ya independiente de la decadente ciudad matriz de Gades y a juzgar por lo que al día de hoy señala la arqueología, llegó a convertirse en los siglos IV-V en el principal núcleo poblacional de la bahía.  /Texto: Juan José López Amador, información tomada del libro El Puerto Gaditano de Balbo.

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Para saber más sobre estos temas, aconsejamos al lector consulte los siguientes trabajos:

RODRÍGUEZ NEILA, J. F., 1973: Los Balbos de Cádiz. Dos españoles en la Roma de César y Augusto. Sevilla.1980: El municipio romano de Gades. Diputación de Cádiz. 1992: Confidentes de César. Los Balbos de Cádiz. Ed. Sílex.

LÓPEZ AMADOR, J. J. y PÉREZ FERNÁNDEZ, E., 2013: El Puerto Gaditano de Balbo-El Puerto de Santa María. Cádiz. Ed. El Boletín.

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Desde el 21 julio de 2008 --hace cinco años y medio--, más de 1.700 personajes y cerca de 300 temas se han convertido en protagonistas diarios en internet, dentro de la web antropológica Gente de El Puerto. Sus gentes, sus habitantes, caras anónimas, caras conocidas, la savia de la Ciudad Rey Sabio: El Gran Puerto de Santa María. Con un artículo a diario, una pequeña historia día a día han ido ido conformando con la suma de éstas, una versión de la reciente Historia de El Puerto, aunque con incursiones en el pasado. En unos casos obteniendo la información del propio protagonista, otras por quienes le conocieron y muchas, además, relatadas por investigadores e historiadores que colaboran con este proyecto que algunos llaman la enciclopedia de El Puerto. Por sus páginas han pasado personajes vivos o muertos, gentilhombres, hombresricos [sic] o pobres, gente humilde y de a pié, como ministros y personajes relacionados con la realeza.

Gente del Puerto cuenta con la colaboración de Diario de Cádiz. Es una web en la que los ciudadanos participan aportando, completando o, incluso, rectificando datos, reconociendo a los protagonistas de  fotos antiguas, enviando material fotográfico u otro tipo de documentos, sugiriendo protagonistas, o matizando, con su su visión lo sucedido; en algunos casos hechos y sucesos, que forman parte de la Historia de El Puerto de Santa María. En ocasiones una nueva aportación regresa sobre un personaje o contenido, rectificando lo publicado en la misma nótula mediante comentarios aportados por lectores. En otras, la nueva información es de tal relevancia que merece ser tratada de nuevo, en artículo aparte, como es el caso del vapor del que se han publicado mas de una docena de nótulas y, en la actualidad está de nuevo de moda, en una serie de artículos semanales del historiador Enrique Pérez Fernández, bajo el título genérico de «Los Adriano. La historia de una tradición».

2000-Gente-del-Puerto_PUERTOSANTAMARIAAdemás de la nótula diaria, que tiene su réplica en las redes sociales Facebook y Twitter, la página se completa con una pinacoteca virtual donde recogen imágenes gráficas en distintos soportes y formatos desde el siglo XVII, una galería de alcaldes del siglo XX y lo que va corriendo el XXI, un Palabrario Porteño, con expresiones y vocablos muchos de ellos netamente del habla local y otros del ámbito de la Bahía de Cádiz, una extensa colección de etiquetas de vinos, licores y brandies de las bodegas que existen o han existido en nuestra Ciudad, una colección de escudos de El Puerto en diferentes versiones, soportes y formatos y una colección extensa de cuadros, dibujos, litografías, esculturas, tallas, relieves, medallas, recursos, exvotos y diferentes iconos de la patrona de la Ciudad, la Virgen de los Milagros.

La colaboración y participación de instituciones y particulares , han conseguido hacer de GdP  la página web más visitada de nuestra Ciudad, con una media en el último año de 8.300 impactos diarios, habiendo llegado a picos de cerca de 14.000 en un día y sumando un total hasta la fecha demás de 12 millones de visitas. Colaboran con la página, el Centro Municipal de Patrimonio Histórico, Archivo Municipal, Javier Maldonado Rosso, José Ignacio Buhigas, Luis Suárez Ávila, Antonio Gutiérrrez Ruiz,  Manuel González Jiménez, Enrique Pérez Fernández, Juan José López Amador, Rafael Navas, Francisco Andrés Gallardo, Diego Joly, Pepe y Ángel Mendoza, Manolo Morillo, Antonio Carbonell López, Paco González Luque, Enrique López, Pepe Monforte, José Antonio Tejero, Francisco M. Arniz Sanz, Bernardo Rodríguez Caparrini, Francisco Ramírez Tallón, Enrique Bartolomé, Manuel Pacheco Albalate, Modesto Barragán, Álvaro Rendón Gómez, Salvador Cortés ‘el Chigüi’, Hermanos García Lázaro, Joaquín Cordero, Miguel Ángel Borrego Soto, Juan Leiva, Alberto Boutellier Caparrós, Maria Jesús Vela Durán, Fernando Romero Romero, Antonio Cristo, ... entre otros, así como infinidad de fotógrafos, liderados por Vicente González Lechuga, que es el responsable de fotografía de la página.

Gente de El Puerto es una idea del colaborador de Diario de Cádiz,  José María Morillo quien además dirige la página y ha apadrinado el nacimiento de otros portales parecidos en nuestro ámbito provincial. El número 2.000 que ve la luz mañana, es una colaboración del investigador y restaurador del Museo Municipal, Juan José López Amador, dedicado al fundador del solar que hoy ocupa El Puerto de Santa María, la ciudad romana ‘Portus Gaditanus’, Lucio Cornelio Balbo ‘el Menor’.

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El Puerto es una ciudad mediana que no es capital de provincia o un pueblo grandísimo, (mayor que capitales como Pontevedra, Toledo, Soria o Palencia y casi parecidos a Lugo y Orense), posiblemente seamos más pueblo que ciudad, dado que carecemos de universidad, hospital de la Seguridad Social o Estación de Autobuses que mire usted por dónde todo lo tiene Puerto Real.

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Es curioso que nuestros vecinos con sólo 1/3 de nuestra población se lo curren para conseguir incluso un ramal que lleve el ferrocarril al Campus Universitario. Sin entender mucho de política ni de economía, reconozcamos que los distintos partidos que han gobernado allí, conocido es que mayoritariamente Izquierda Unida y últimamente el Partido Popular, lo han hecho muy bien. Pero es que en El Puerto también ha gobernado Izquierda Unida dos legislaturas, el Partido Socialista, los Independientes y el PP, pues ninguno de ellos se han preocupado ni de los estudiantes universitarios, ni de los enfermos hospitalarios de la Seguridad Social y mucho menos de los viajeros de los autobuses interurbanos y de grandes líneas, léase Sevilla, Madrid, Bilbao y creo que otros te llevan a Galicia, Cataluña y Francia.

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Explanada delantera del Monasterio de la Victoria. Vista Aérea.

Cuando era un chavalito con 10 años, mi madre me mandaba a Jerez de la Frontera todos los sábados para hacer compras de hilos y lanas que ella y mi hermana tricotaban en una gran máquina de Industrias González. Tomaba el autobús inglés verde en la Plaza de las Galeras y terminaba el recorrido en la Plaza del Arenal de Jerez, más tarde ya construyeron una estación de buses. Hoy si tengo que tomar el bus, o me voy a la Plaza de Toros, a una marquesina frente al Hospital de Pacual, al Bar Transporte o la acera trasera del Instituto. Seguimos sin Estación cuando en Jerez ya han derribado la primera y está vieja la segunda. He estado pensando en los costes de una estación de autobuses, dudo que sea más cara que el Polideportivo sin inaugurar que está en La Angelita, junto a la Sala de relax de cuerpo y mente Oh Palace! Por cierto, el mencionado polideportivo no se ha inaugurado y permanece cerrado a cal y canto.

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Explanada del Monasterio de la Victoria durante las obras de ejecución de la nueva Estación de Ferrocarril.

Y uno se pregunta: ¿para cuándo una Estación de Autobuses en El Puerto de Santa María, tendremos que esperar otro milenio? ¿Tendremos que esperar que nazca otro Eiffel?

Lo cierto es que no contamos con una Estación de Autobuses a pesar de acercarnos a los 100.000 habitantes, nadie ha reparado en ello, los viajeros subimos y bajamos en paradas churretosas, sin taxis que nos esperen, con viento, frío y lluvia. Ha pasado 50 años y todo permanece como dijera el poeta José Luis Tejada -que tanto nos conocía-, TUERTO DE TANTA APATÍA, soy de los que piensan que tenemos calles porque las diseñaron los fenicios y nosotros las seguimos asfaltando sin mucha convicción. /Texto: Jesús María Serrano.

En la casona anexa a la antigua aduana ducal de los Medinaceli que se hallaba y se halla frente a la antigua iglesia de la Caridad, hoy día el abandonado y ruinoso Hospital Municipal de San Juan de Dios, casa que tiene su entrada por la calle del Palacio o de Palacio, llamada anteriormente de los Oficiales y, modernamente, Reyes Católicos, ...

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La casa natal de José Navarrete, en su fachada a Micaela Aramburu.

... aunque al igual que pasan con otras calles como Larga, Pozuelo, Arena, Nevería… el nombre oficial cuenta poco y ésta que nos ocupa es popularmente conocida como Palacio; en ese inmueble, el número 1 de dicha calle, nació José Navarrete y Vela Hidalgo hace 178 años. Su padre, Rafael Navarrete Ortega, tenía  entonces 44 años y su madre, Josefa Vela Hidalgo, roteña de nacimiento, recién cumplido los 20 y también recién casada, pues apenas había pasado un año desde que, en 1835, contrajese matrimonio con el administrador del duque de Medinaceli y padre de nuestro personaje que llevaba instalado en El Puerto poco más de un lustro en compañía de su madre viuda, abuela paterna a la que prácticamente no conoció Navarrete pues falleció dos años después.

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La casa natal de José Navarrete, en su fachada a la calle Palacios, que tomaría su nombre entre 1903 hasta 1935.

Apenas se han difundido a lo largo del pasado siglo XX datos biográficos de este ilustre paisano, amigo y camarada de Pedro Antonio de Alarcón, y de Espronceda, Campoamor, Larra o Bécquer, entre otros muchos escritores, músicos y pintores de su época. Sus simpatías republicanas y su talante liberal sin tapujos habrá influido tal vez para que las generaciones que le sucedieron y el dominante conservador imperante durante más de la mitad del pasado siglo en esta bendita ciudad negasen el “pan y la sal” a este militar y político, pacifista y adelantado a su tiempo, además de articulista, conferenciante, novelista… y, en consecuencia, no fuese resaltado entre las distinguidas “Gentes de El Puerto” de su generación años después y olvidado de la memoria colectiva de los portuenses. Hoy lo traemos a Gente y Habitantes de El Puerto.

martinezalfonso_puertoenlaliteratura_puertosantamariaMartínez Alfonso en su ensayo “El Puerto de Santa María en la literatura española” lo cita dentro de un epígrafe que rotula como “Tres nombres famosos” junto a Javier de Burgos y Federico Rubio, “los tres hijos del Puerto y ganadores de merecido renombre en el ámbito nacional”. Lo define como “militar levantisco, viajero infatigable, liberal impenitente y hasta un tanto demagogo, era, sin embargo, muy buena persona en el fondo.” Una definición inexacta e incompleta, en mi opinión. Inexacta por su calificación de militar levantisco o liberal demagogo, e incompleta por la omisión de una cualidad o característica importante de su personalidad: su gusto por las mujeres. La mejor definición la vemos en el título de una de sus pequeñas piezas teatrales: Cuantas veo, tantas quiero” comedia en un acto y en verso que fue aprobada por la censura para representarse en los teatros Cádiz, durante los carnavales de 1868 y que, posiblemente, también se estrenase en el llamado “Teatro Viejo” de la calle Misericordia, del que tanta nostalgia tenía Navarrete.

tsantasveocuantasquiero_NAVARRETE_PUERTOSANTAMARIAEn un artículo suyo publicado en el periódico capitalino “El Liberal” titulado “El Trípili”, relata que asistiendo a un concierto en el casino de Niza le sorprendió encontrar en el programa “Jota y Trípili, de M.A. Col” y comenta: “El Trípili, como sabe todo el mundo en España, es una tonadilla muy antigua, pero bonita, y que pertenece al repertorio de canciones andaluzas que no deben jamás confundirse con los cantos importantes de los gitanos. Esta tonadilla, se cantaba medio siglo há (cuando él tenía diez o doce años) en el teatro, que ya entonces llamábase viejo, sito en la calle de Misericordia, en el Puerto de Santa María.” Refiere también una jocosa anécdota de aquellos años infantiles en El Puerto, recordando “al gracioso (actor) Guerrero, un narigón que cantaba El Trípili con una real moza, la cual volvía loco al público de la cazuela con la copla de su invención:

Un capitán de navío
que ha venido de Lisboa,
quiere llevarse a Guerrero
para mascarón de proa.
Con el trípili, trípili, etc.”

Recordando su pasado juvenil y sus padres “veía en la calle de Palacio, frontero al paseo del Vergel y a la iglesia de la caridad un caserón de los duques de Medinaceli, en el cual vivía una señora joven, con los cabellos blancos, bien parecida y de carácter angelical, casada con un anciano valetudinario, seres que ya dieron sus cuerpos a los gusanos y velan por mí desde lo alto…”

Debemos insistir en su condición de “impenitente” admirador de la mujer, mejor dicho, de las mujeres en plural, a las que dedicó toda su producción poética. Fue muy conocida en su época una de estas poesías dedicada a “cierta Concha/más rica que las de nácar” dedicada a una dama madrileña anónima que quisieron identificar con la marquesa de Follevirle. En la primavera de 1879 participó con este poema: “A Concha”, lleno de gracia andaluza y de colorido, y versificado con singular facilidad, en una sesión de lectura poética en el Teatro de la Zarzuela, en la que intervinieron, entre otros, Núñez de Arce, Campoamor y Bécquer.

lasllavesdelestrecho_navarrete_puertosantamariaSu vida profesional se inicia cuando ingresa en la Escuela Militar de Segovia de la que sale con el grado de Alférez. En 1860, con 24 años y ya teniente, participa en la Guerra de África a las órdenes del general López Domínguez, al que dedicará su obra “Las llaves del Estrecho”, publicada en 1882. Por la ocupación de Tetuan, Navarrete, que formaba parte de la Compañía de cohetes del 3º Regimiento de Artillería de a píe, fue ascendido al grado de capitán. En 1862, cuando se evacuó Tetuan fue destinado a Badajoz y, posteriormente a Colmenar. Ya entonces colaboraba asiduamente en la revista “El Mundo Militar” y en otras revistas nacionales. También se adhirió a la Liga Internacional de la Paz, descubriendo en este concepto –la paz- su autentica vocación, iniciando una serie de conferencias  en el Ateneo Militar de Madrid, con títulos tan sugestivos y comprometidos como: “La fuerza pública en sus relaciones con el Derecho” o “¿Cuándo concluirá la guerra? En  otras conferencias censuraba abiertamente la organización de los ejércitos y en todas ella recibió una crítica favorable de la prensa que alabó sus conferencias, “bellas de forma y de espíritu verdaderamente liberal.”

Su alegato como abogado defensor del alcalde de Bornos, Manuel Navarro Laporte, ante el fiscal togado que le encausó como supuesto colaborador de la partida insurrecta de Paúl y Salvochea fue también sonado. El juicio se celebró el mes de diciembre de 1869 en los pabellones de Artillería de Cádiz con un fallo absolutorio a favor de su defendido  por parte del Tribunal Militar.

COMITÉ REPUBLICANO FEDERAL DE EL PUERTO.

Posteriormente, en junio de 1871, fue elegido presidente honorario del comité republicano federal de El Puerto de Santa María, comité que presidía José Asencio y del que formaba parte, entre otras ilustres personas, el bisabuelo de Luis Suarez Ávila, Bonifacio Rodríguez Ávila.  Unos meses después, en abril de 1872, el comité local de coalición republicano lo eligió como su candidato para las Cortes por el distrito de El Puerto de Santa María. Sin embargo, sus duras, aunque justificadas críticas contra el estamento militar a que él mismo pertenecía no pasaron desapercibidas, siendo desterrado a Melilla. La prensa madrileña anunció la situación en que quedaba este “atrevido y pacifista militar portuense”, comandante graduado, a raíz de este destierro que no era otra que “supernumerario sin sueldo”.

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Congreso de los Diputados ABOLICIÓN DE LA PENA DE MUERTE.

En esta situación, suponemos que solicitando su baja del cuerpo de Artillería, resultó electo como diputado a Cortes por el distrito portuense en octubre de 1872 y el 23 de ese mismo mes suscribió junto con otros siete diputados, entre los que figuraba Manuel Becerra, una proposición para abolir la pena de muerte en toda clase de delitos políticos. Presentada en el congreso, la moción fue derrotada por 98 votos en contra y solo 78 a favor. Un primer paso, sin duda, hace casi siglo y medio, para la abolición de la pena de muerte, tal como hoy día figura en nuestra Constitución. Poco después suscribiría otra proposición de ley de un tema que es polémico en nuestros días: los gastos judiciales. En su propuesta para regular los mismos contemplaba que en ningún caso los gastos de las demandas judiciales excediesen del diez por ciento de sus cuantías.

josedenavarrete_nizayrota_puertosantamariaSin embargo, frente a estas dos proposiciones tan razonables, pecando tal vez de ingenuo, encabezó una propuesta que secundaron cuatro diputados más para que fuese incluida como asignatura obligatoria en la enseñanza secundaria ¡el espiritismo!, influido sin duda por una corriente imperante y de moda en aquellos años entre algunos sectores intelectuales. Eso le valdría el mote o sobrenombre de “diputado espiritista”. /En la imagen, portada de su libro 'De Niza a Rota'

Dejando atrás su etapa en las Cortes, donde debió ligar buenas e influyentes amistades, en 1875 volvió a entrar de nuevo en el servicio de armas pues en esa fecha lo encontramos citado como comandante entre los componentes del Gobierno Militar, aunque en el arma de Caballería, si bien se le concede el retiro poco después, en el verano de 1876, con esa misma graduación. Es por esta fecha cuando publica en la Biblioteca de Instrucción y Recreo Desde Wad-Ras a Sevilla, una narración de conmovedores episodios de la Guerra de África. Dedicándose ya de lleno a la literatura, en 1879, publicó En los montes de la Mancha, crónicas de caza y a continuación la novela El drama de Valle-Alegre con prólogo de Pedro Antonio de Alarcón (tenía 500 páginas y se vendía a 14 reales).

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Niza (Francia), donde pasaba largos periodos y donde falleció.

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La Villa de Rota, lugar de nacimiento de su madre, donde solía pasar temporadas.

En 1883, su obra más conocida, la novela María de los Ángeles, elogiada por Carlos Fernández Shaw, cuya acción transcurre en Rota, la villa de su familia materna, donde pasaba temporadas, alternando con Niza, desde donde escribía interesantes artículos para la “Revista Europea” y también con la capital de España, donde era tertuliano habitual de la conocida como “El Parnasillo” que encabezaba Espronceda y asistía el pintor Madrazo y el malogrado Mariano José de Larra.

Al poco de fallecer, en marzo de 1901, la corporación tomó el acuerdo de rotular con su nombre una calle de la ciudad. Y así se llevó a efecto, aunque tardaría dos años en oficializarse dicho acuerdo, pasándose a llamar con su nombre: José Navarrete, la calle en la que había nacido, desde 1903 hasta 1935.

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El café Romántico 'El Parnasillo' en Madrid, que todavía existe.

Finalizamos esta semblanza de nuestro paisano, autor tambien de “Beso a Ud. la mano” y de La Cesta de la compra, con una descripción que de él realiza su camarada de armas y mejor amigo, el también escritor y novelista Pedro Antonio de Alarcón: “De porte robusto, bravo soldado, fumador empedernido, pulcro en el vestir y buen matemático es amigo cariñoso de sus amigos.”  /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía.

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El porteño Fernando Polanco Muñoz (ver nótula num. 055 en Gente del Puerto) estrena obra en el Microteatro de Barcelona, en la sala ‘Minitea3’ comedia de ciencia ficción ‘freak’ que estará en los carteles durante el mes de febrero de 2014: ‘El filántropo antropófago, historieta teatral o micro obra de teatro, está dirigida por Jorge Ramoneda e interpretada por la Ann M. Perelló y Jorge Sanossa.

«El micro teatro se ha colado en las tablas españolas refrescando los cánones dramáticos. Hijo de la crisis, el teatro del primer plano cautiva al espectador. Un teatro de experiencia, pequeño, directo, en pequeñas salas y habitaciones donde caben muy pocos, pocos, espectadores. Este teatro mínimo conecta con estos tiempos interconectados, usa técnicas propias del audiovisual y del teatro clásico, depura los excesos de un universo teatral que se enclaustró en los viejos templos de la cultura, alejándose de una franja de público que ahora experimenta con la esencia del primer plano». J.R.

masnionesylinajes5portadaEn esta segunda parte de los Winthuysen se aborda la historia de una de las que fueran casas principales de la familia, en la calle Pedro Muñoz Seca actual, denominada en esa época Manga de Gabán, desde su labranza hasta fines del siglo XIX, fecha en la que se convierte en colegio de niñas regentado por las Hermanas Carmelitas. De Nicoleta a Aramburu, primer y último propietario en los dos siglos investígados, pasando por Reinoso, Luyando Bermeo, Camacho Jaina y Helm, familias portuenses ilustres también propietarias, contempla una panoplia de gran variedad sociológica, finalizando con datos biográficos de los componentes de la cuarte y quinta generación de los Winthuysen, cuyos miembros son tan interesantes como la mayoría de sus antepasados, hasta completar 300 páginas, quedando pendiente para un próximo volumen, un apéndice final, el resto de miembros de esta saga, componentes de la sexta y séptima generación hasta nuestros días.

MANSIONES Y LINAJES PORTUENSES.

La lectura de los volúmenes de que consta la serie Mansiones y Linajes Portuenses, obra del investigador Antonio Gutiérrez Ruiz le permitirá abrir la puerta de la historia local y conocer a diversas familias y personajes de años pretéritos, las casas que poseyeron o vivieron y, en general, visionar como en una luminosa acuarela diversos aspectos de la sociedad portuense en varios siglos. Además del rigor exigible en este tipo de relatos se intenta amenizar la lectura trufando en los textos algunos fragmentos novelados que complementen la microhistoria que se narra sin desvirtuarla ni modificarla.

mansiones___-1Dentro de unos años será difícil poderse hacer con esta serie de libros que componen la colección “Mansiones y Linajes” que edita la Asociación Cultural Puertoguía, el relato más extenso y detallado realizado hasta el momento de algunos aspectos de la microhistoria de El Puerto de Santa María. Con el volumen que ahora presentamos, el 5º de la colección, serán mil doscientas páginas de texto de los más diversos temas, dando a conocer sagas familiares que ocuparon lugar preeminente en esta ciudad de El Puerto. Los descendientes y parientes de los Hano o Tosar (Vol. I); de Coig, Osborne o Castro Merello (Vol, II); de Terry o Ruiz Golluri (Vol. III) y de Winthuysen en sus múltiples ramas y entronques; de los Luyando, Camacho Jaina, Helm o Aramburu (Vols. IV y V), tendrán un interesante documento biográfico de sus ancestros en papel impreso y en general, a todos los interesados en el conocimiento de algunos aspectos del pasado portuense, les recomiendo adquieran toda la colección o alguno de los libros en particular, posibilitando con ello que podamos continuar editando nuevos volúmenes pues vosotros, lectores, sois nuestros únicos patrocinadores. A la venta en librerías o por correo electrónico: sedtel@hotmail.com

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Después de la noche, llega el día, siempre que llueve, escampa. Amanecer en El Puerto de Santa María. /Foto: Juanvi Fdez-Blanco.

En El Puerto hay noches escondidas en pinos
y relámpagos breves entre los retamales.
Hay truenos que retumban en los tejados débiles
de casas de juguetes en los campos nostálgicos.
También en los confines de las noches de frío,
hay silbidos de un viento que porta los espíritus,
de fantasmas que vagan sin encontrar cobijo,
entre los bodegones ruinosos de Valdés.
Escarceos de ladrones de almas carcomidas,
en los viejos asilos, garitos de ronquidos,
donde la muerte aguarda instalada y paciente
segura de encontrar las rebajas de enero.
En las noches en calma, con un disco de luna,
me impresionan con vértigos los cielos infinitos,
alcanzables tan solo con la imaginación,
y unos ojos de asombro por tanta desmesura.
Noches llenas de enero, largas, gélidas noches
de ausencia de los seres que quisimos un tanto,
y que se fueron raudos con los primeros fríos,
al empezar un año tan nuevo en esperanzas.
Noches de calles muertas, obscuras e infestadas,
por famélicos cuerpos esclavos de la droga,
que manchan las que fueron aquellas casas blancas,
de un barrio popular que fue pura inocencia.

Antonio Muñoz Cuenca.

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El pasado mes de mayo se cumplieron veinticinco años del adiós definitivo del poeta José Luis Tejada (El Puerto, 1927 – Cádiz, 1988). Para que no se vaya este 2013 sin recordar la efemérides, rescatamos una semblanza del escritor, también portuense, Ángel Mendoza (ver nótula núm. 597 en Gente del Puerto) publicado en el suplemento cultural ‘La Mirada’ del Correo del Andalucía en mayo de 1998, con motivo del décimo aniversario de la muerte del autor de Poemía.

DOS O TRES COSAS QUE SÉ DE ÉL

Que nos dejara entrar en su casa ya era mucho. Que esas visitas se convirtieran en semanales, unas veces con el pretexto de una “importante” entrevista, otra para que nos corrigiera nuestra “obra última”, me resulta hoy de un mérito inefable y cada vez mayor. Cuánto más nos alejamos de la adolescencia más repelús nos provoca esa época confusa en la que somos, cuanto menos, imberbes incontrolados sin orientación alguna sobre nuestras coordenadas vitales: tipejos insoportables que rompen los nervios del más flemático de los mortales. Y ahí estaba José Luis, don José Luis, perdiendo las tardes con tres o cuatro mocosos que tenían claro, clarísimo, que lo que querían ser en la vida era poetas; nada futuros contables con versitos en sus ratos libres; nada de profesores amargados por no haber podido llegar a lo más alto en la literatura, sino poetas-poetas, únicos y para siempre.

poemia_joseluistejadaNo recuerdo de él un gesto de malestar, una bronca o una palabra fuera de tono. Y eso que a alguno se le reventó una vez en su biblioteca una bolsa de canicas. Y eso que las entrevistas surrealistas a las que lo sometíamos nunca aparecieron en aquellas publicaciones, de edición siempre inminente, pendiente de la subvención juvenil que solía acabar dilapidada en una o dos barbacoas.

Más que un maestro fue un amigo. Un amigo mayor que enseñándonos lo básico de la poesía nos pertrechó de lo esencial para la vida. Que lo que se dice vuela, pero lo que se escribe y se publica, queda. Que la poesía no es la realidad aunque haga por parecérsele. Que cuidado con ir de escritor porque el que va de eso pocas veces lo es de verdad. Y entre las líneas de lo que nos decía íbamos descubriendo los renglones que nunca quiso que supiésemos. Que su obra, ninguneada casi siempre por los influyentes, era una de las más interesantes de la llamada Poesía del Medio Siglo. Que se la jugó con una tesis sobre Rafael Alberti cuando Rafael Alberti y el demonio eran la misma cosa. Que el tardofranquismo aperturista, hortera y feminista de última hora le arrebató un Premio Nacional, minutos después de concedérselo, para ponerlo en las manos de una poetisa que además de mujer tenía pasado más o menos rojo. Que Dámaso Alonso lo había considerado el mejor versificador del siglo XX. Y todo eso viajaba dentro de ese señor, aunque nunca lo oímos de su boca. Él nos daba lecciones prácticas, imprescindibles para poetas-poetas que escribían sonetos de veinte versos y alejandrinos de treintaitantas sílabas. /Texto: Ángel Mendoza.

rafaelalberti_lasvinas_puertosantamariaSe cumplen hoy 732 años de la fundación de El Puerto de Santa María por Alfonso X 'el Sabio' y 111 años del nacimiento del poeta universal Rafael Alberti Merello. El historiador Enrique Pérez Fernández nos hace un recorrido por las seis casas en las que vivió nuestro paisano en El Puerto antes y después del exilio. /Rafael Alberti en su casa de la calle Albarizas, en la urbanización Las Viñas.

17 de diciembre de 1902. En el Teatro Principal de la calle Luna, tras la actuación de Antonio Flores, “célebre transformista rival de Frégoli”, la compañía que dirigía el actor Manuel Correjel representó la comedia en un acto Marinos en tierra, del gaditano José Sanz Pérez (1818-1870), impresa en 1882. ¿Casualidad? Pues sí, pero parece un presagio.

El día anterior nació Rafael Alberti Merello en el número 46 de la calle del Palacio (en singular, por el de los duques de Medinaceli), entonces nombrada José Navarrete, en homenaje al militar y escritor portuense que meses antes falleció en Niza, también nacido en esta calle, esquina a Micaela Aramburu, en la que fue Aduana de los Medinaceli. 1902, año en que en Madrid murió otro escritor portuense, sainetista de éxito en su época: Javier de Burgos, al tiempo que Dionisio Pérez publicaba La Juncalera, novela que refleja en calles y personajes el ambiente de la ciudad de entonces.

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CALLE PALACIO 

El padre de Rafael, Vicente A. Sánchez-Bustamante, comerciante de vinos de la bodega familiar y después de otras, al nacer su quinto vástago tenía 40 años; María Merello Gómez, la madre, 33, y sus hermanos, Vicente 6, María 4, Agustín 2 y Milagros un año. En diciembre de 1905 nacería Josefa, ‘Pipi’.

Convivía con ellos la sirvienta Josefa Álvarez Balduino, viuda de 63 años. La familia comenzó a habitar la casa en 1900. Sus anteriores inquilinos fueron Enrique de Echávarri, recaudador de impuestos, y María de las Nieves Silva, viuda con cuatro hijos. Los padres de Rafael nacieron en inmuebles contiguos de la calle Fernán Caballero, núms.  7 y 9.

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/Rafael Alberti, en la sillita, con sus hermanos. Foto, Justino Castroverde.

El domingo 21 era bautizado en la Iglesia Mayor por el sacerdote Ricardo Luna, siendo los padrinos sus tíos Agustín Merello y Milagros Alberti. “Concluida la ceremonia fue llevado el pequeño al camarín de Nuestra Amantísima Patrona, y colocado bajo su real manto. De la iglesia se trasladaron todos los concurrentes al domicilio de los señores de Alberti, donde fueron espléndidamente obsequiados con selectos vinos, fiambres, pastas y dulces”, contaba en los ‘ecos de sociedad’ la Revista Portuense.

Casa lindera con los Alberti, a la izquierda vivía José Molleda Colosía, que con su hermano Sinforiano era propietario en La Placilla del Café Moderno (el posterior y recientemente cerrado Cafetín). En el inmueble de la derecha vivía María Teresa Martínez Colom con cuatro hermanos. Uno de ellos, José María, se trasladó con su esposa Eloísa Gobantes a fines de 1904 al inmueble que habitaran los Alberti, instalados ya en otra residencia.

En el nº54 de Palacio vivía Paquillo, aquel amigo de la primera juventud de Rafael a quien recordara en La arboleda perdida –“compañero de pecado”- y en el poema ‘Retornos de una tarde de lluvia’: “Saldría yo con Agustín, con José Ignacio / y con Paquillo, el hijo del cochero, / a buscar caracoles por las tapias / y entre los jaramagos de las tumbas, / o por la entretramada arboleda perdida / a lidiar becerrillos todavía con sustos / de alegres colegiales sorprendidos de pronto”. Fue Paquillo –fallecido a comienzos de los años 90- el hijo menor de Vicenta Simeón y José Manuel Buhigas, el cochero de José Merello –tío de Rafael- y recadero en casa de su tío-abuelo Vicente Merello Alberti, en la calle Pagador nº1.

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Calle del Palacio, nº46. 1859. Archivo Municipal.

Más arriba de Palacio --nº60-- estaba la segunda escuela a la que asistió Rafael, la de Nuestra Señora de Guadalupe, inmueble propio de las hermanas Gumersinda y Antonia García Guilloto que regentaba aquella señora de la que escribió: “…mi madre me mandó al colegio de doña Concha, de la que recuerdo más que nada su odio a las Carmelitas y demás escuelas de párvulos, por considerar esta vieja señora, muy económicamente pensando, que todos los niños del Puerto debían ser sus alumnos”.

CALLE SANTO DOMINGO

ALBERTI-7En 1904 la familia Alberti-Merello se mudó de Palacio al número 21 de la calle Santo Domingo, hoy sede de la Fundación Rafael Alberti. Casa que parcialmente describió en 1959, en La Arboleda: “Vivíamos por estos años en una de la calle Santo Domingo, con un patio de losas encarnadas y un gran naranjo en el centro. Tan alto era, que siempre le conocí podadas sus ramas superiores. Así, el toldo contra el sol del verano no sufría, al extenderse, sus desgarraduras. El pie del tronco lo abrazaban varios círculos de macetas, todas de aspidistras oscuras y jugosas. Bajo la escalera que arrancaba del patio y subía al primer piso, se agachaba la carbonera, el cuarto lóbrego de los primeros castigos y terrores. Enfrente, pero siempre cerrado, estaba el del Nacimiento, que sólo podía abrirlo unos días antes de Navidad quien guardaba durante todo el año la llave: Federico.”  /La casa de Santo Domingo, hoy Fundación Rafael Alberti.

Personajes populares como éste, arrumbador en la bodega familiar, Paca Moy, la nueva sirvienta y confidente, Pepilla la lavandera, la gitana Milagros Maya, costurera de la familia, María la cocinera o Andrés ‘el Beato’, compartieron con el joven Rafael vivencias cotidianas entre los muros de la casa de Santo Domingo, algunas revividas en sus memorias.

CALLE LUNA 40 y 52

alberti_luna40_puertosantamariaDe nuevo los Alberti cambiaron de casa, a la vez que los negocios y el dinero iban menguando, trasladándose a la calle Luna. Así, en La arboleda perdida escribe: “…he pasado por mi casa de la calle de la Luna, y he recordado el gran Teatro Principal, ya desaparecido. La parte alta del teatro, la de las buhardillas, daba a unas ventanas que caían sobre la azotea de mi casa. Desde allí se veía todo, y muchas veces, cuando niño, mis hermanos y yo subíamos a escuchar a los actores, cuyas voces nos llegaban clarísimas desde el escenario…”. El edificio, de sobrio y elegante empaque, fue derribado hacia 1970. Su fachada había sido reconstruida en 1859 por su entonces propietario, Críspulo Martínez, que también lo era del Teatro Principal. /En la imagen, la calle Luna hacia 1960. Junto al Teatro, la casa de los Merello. Foto, Rasero.

Según los padrones vecinales que consulté en el Archivo Municipal (desde 1906 sólo se han conservado por estos años los de 1911 y 1916), el inmueble, el nº40, pertenecía a Isabel Ribera López, viuda que vivía con sus hijas Cecilia y Carmen Álvarez Ribera. Otra de las hijas, María, se encuentra en el padrón de 1920 viviendo aquí con sus once hijos y su marido, Jesús Merello Gómez, tío de Rafael.  rafaelalbertimerello_ninio_puertosantamaria

En  cambio, el padrón de 1911 indica que Rafael y su familia se hallaban establecidos en la casa número 52 de Luna, indicándose al margen que para la confección del empadronamiento de 1912 constara que ya no residirían en ésta. Es de suponer que sería entonces cuando se mudaron a la casa de los Merello, la lindera al Teatro. En ella volvió a alojarse unas semanas durante la visita que giró a la ciudad en 1928. Tuve ocasión de preguntarle a Rafael sobre esta segunda casa de Luna, pero no la recordaba (la habitó unos meses cuando tenía 9 años), y por eso no la rememoró en La Arboleda.

Pero los documentos cuentan –y a ver quién le dice lo contrario a un papel oficial- que al menos durante unos meses de 1911 (recoge el padrón que la casa de Santo Domingo se encontraba ya vacía) la familia Alberti-Merello vivió en Luna 52. Hoy el inmueble se encuentra completamente reformado. Compartieron el inmueble con Pedro Urri López, viudo de 76 años, de oficio el alquiler de carros para el transporte de vino y que compartía techo con tres hijos solteros. Enfrente vivía el historiador Juan Cárdenas Burgueto, y un poco antes, aunque después en el tiempo, Hipólito Sancho.

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Luna en los años 40. En la segunda casa vivieron los Alberti en 1911. /Imagen cedida por Miguel Sánchez Lobato.

En esta calle Luna transcurrió una de las vivencias que jalonan La arboleda perdida, que evocó en junio de 1993 en el discurso que ofreció al nombrársele doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid: “Incluso recuerdo cómo Manolillo, el barbero de la calle Luna, llegó a dejarme crecer una coleta que con gran dificultad y orgullo torero llevé escondida bajo la gorra durante un tiempo”. Existiendo entonces otras dos barberías en Luna, probablemente fuera la de Manuel García Ramos, en el nº38, junto a la casa de los Merello.

CALLE NEVERÍA

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Plantas y alzado de la casa de Nevería en plano de 1841. Archivo Municipal.

Durante los últimos años de su estancia en El Puerto, la familia residió en el nº28 (hoy 34) de la calle Nevería (frente al antiguo Centro de Acogida de la Cruz Roja), inmueble que se derribó hace unos años y que sigue en alberca: “Mi padre seguía de viaje por el norte de España, y la familia, mamá con sus seis hijos y Paca Moy, nos habíamos mudado de casa y vivíamos ahora en una de la calle Nevería, calle de los helados y refrescos durante las noches de verano”. Tuvieron por vecino, en el nº30, a Pantaleón Sánchez Robledo, joven médico natural de San Vicente de la Barquera asentado en El Puerto desde 1903 y casado con la lebrijana –también de origen montañés- Anastasia Sánchez Cossío. Miembro del Partido Republicano Radical, desempeñó desde su cargo de concejal, entre 1910 y 1917, una firme y honesta labor pública. En el nº32 vivía con ocho hijos Justino Castroverde, el popular fotógrafo de la época. Más arriba, en el 44, en 1879 nació Pedro Muñoz Seca, donde entonces vivía su hermano Francisco, médico, casado con Elisa Bela y con cuatro hijos.

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Patio principal del Colegio de las Carmelitas en 1925.

De su primer colegio, el de las hermanas Carmelitas de la Caridad, radicado en esta calle, contaba Rafael: “De mi infancia en aquel colegio de monjas, recuerdo más que nada un jardín enchinado en el que había un retrete –diminuto lugar conocido por ‘el cuartito’- a donde la preciosa hermana Jacoba y la finísima hermana Visitación llevaban a los niños más chicos, volviendo ambas muchas veces a la clase rociados de pis los feos zapatos”. Se apunta en el padrón de 1911 que eran Jacoba de Alba Martínez, vallisoletana de 39 años con seis de residencia en El Puerto, y Visitación López Elgnezábal, madrileña de 30 años asentada en la ciudad hacía dos.

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La casa de Nevería poco antes de su derribo. /Foto, Fito Carreto (Diario de Cádiz).

En mayo de 1917 Vicente Alberti, María Merello y sus seis hijos marchaban definitivamente a Madrid. Al joven Rafael Alberti, entre añoranzas y recuerdos, se le abrieron nuevos caminos en la capital.

CALLE ALBARIZAS (LAS VIÑAS)

Pasaron 75 años para que el anciano Alberti volviera a tener un hogar en El Puerto. Fue en 1992, cuando el Ayuntamiento en pleno le cedió una casa en Las Viñas (construida en el 81 para que la habitara el Secretario municipal), en el solar que hasta entonces ocupó la casa del último guarda del Coto de la Isleta y Valdelagrana, Manuel Orellana.

oramaritima copiaNo le era extraño el entorno de su nueva casa, porque desde su más tierna infancia en el Coto de la Isleta vivió algunas de sus correrías infantiles, que evocó en La Arboleda, en terrenos que durante siglos fueron de los señores de El Puerto, como apuntó en el libro primero: “Aquellos bosques eran del duque de Medinaceli, como muchos palacios y casas del Puerto. ¡El duque de Medinaceli! ¡Qué misterio para nuestra imaginación en pañales!” Pinar que certeramente llamó “viejo bosque sucedido”, porque lo fue desde 1643, cuando se plantó por primera vez para fijar las arenas y evitar en lo posible la sempiterna barra del Guadalete. /Los azulejos de su casa ORA MARÍTIMA en Las Viñas.

De aquellos recuerdos suyos en el Coto me quedo –por estos días que están a punto de llegar- con éste: “Cuando se acercaba la Nochebuena, Federico, los ojos bien repicados por el jerez, acudía a casa para llevarnos a los bosques de la orilla del mar en busca del enebro, el pino y el lentisco que luego habían de arborear los montes y los valles empapelados por su fantasía. También nos acompañaba la Centella, una perrita negra, moruna, nacida el mismo día que yo en el rincón de una alberca sin agua. Aquellos bosques eran del duque de Medinaceli... 

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En primer término, el pinar del Coto de la Isleta, hoy Las Viñas. Foto, Rasero. Archivo Municipal.

Aquí pasó Rafael los últimos años de su vida, en la compañía de su esposa, María Asunción Mateo. De su vida en su última casa, hoy que se cumple el aniversario de su nacimiento, extraigo algunos fragmentos del último volumen de sus memorias: “Hoy contemplo mi mar desde un balcón de El Puerto de Santa María, en espera de poder trasladarme con María Asunción a una hermosa casa, con frondosos árboles, con seis chopos altos y prolongados como los mismos castellanos de Antonio Machado, un árbol de la pimienta igual que otro que se alzaba en el jardín de mi abuela aquí, en El Puerto, con sus ramas como tramados de encaje, pinos parasoles como los viejos del pinar de Valdelagrana, dos palmeras: una muy alta, que semeja a un cocotero, y otra más baja pero frondosa. […]

rafaelalberti_gato_puertosantamariaNuestro gato Juan Gris ya ha hecho varias visitas a su próximo hogar, acaba de pasar de nuestra terraza madrileña al íntimo y umbroso jardín de la nueva casa. […] a  nuestra casa de El Puerto queremos darle el mismo nombre que el escritor latino Avieno dio a su relato, Ora marítima, cuyas letras estoy dibujando en azules para que la maestra mano de Pepita Lena traslade a la cerámica […]

A mis 89 años vivo en esta bahía, incansablemente cantada por mí, una espléndida etapa sólo comparable a las mejores de mi vida, rodeado de auténtico afecto y de marítimo color, con esa joven araucaria recién plantada traída desde Alicante que comienza a erguirse en mi jardín, con esas ramas de álamos machadianos derramándose sobre la ventana frente a la que acostumbro a trabajar.

Ya las últimas hojas de mi Arboleda perdida están cayendo, ya van neblinándose los últimos renglones de mi vida, aunque mis ojos siguen conservando la suficiente luz para distinguir las flores que brotan en este sencillo y tembloroso jardín, gracias a una mano celestial que, siempre junto a mí, hace el diario milagro de que todo parezca estrenado. 

Todo es belleza a mi alrededor, lianas perfumadas me rodean y arrebatan de los aterradores y oscuros abismos de la vejez, de la muerte. Me voy con los ojos llenos de los acontecimientos de un siglo. Un siglo de horrores, de enfrentamientos, de dolorosísimas separaciones, de hechos que habitan en mis bosques interiores y en los que, casi a mis 94 años, aún puedo caminar sin perderme entre su frondosidad.  /Texto: Enrique Pérez Fernández.

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Reproducción de un acróstico (*) dedicado al filántropo Elías Ahuja y Andria, publicado en el periódico local "La Verdad" del 31 de agosto de 1933. De autor anónimo, aunque posiblemente guarde relación con alguien de Jerez conocedor de la labor realizada por este gran hombre con los hijos de los jornaleros de aquella ciudad vecina. A éstos los que traía cada verano para que tomasen los baños de mar y percibiesen el yodo del que muchos andaban necesitados, a través de una asociación llamada Colonia Escolar Obrera, de la que era, como de tantas otras, presidente honorario. /Texto: A.G.R. 

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(*) Un acróstico es una composición poética o normal en la que las letras iniciales, medias o finales de cada verso u oración, leídas en sentido vertical, forman un vocablo o una locución. Por extensión se llama también acróstico a la palabra o locución formada por esas letras. (W)

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Manuel-Lojo-Espinosa-puertosantamariaUna de las privilegiadas memorias que estaban vivas en 2004 presentó un libro sobre la historia viva de nuestra Ciudad, correspondiente a las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado. Quizás me equivoque, pero me arriesgo a afirmar que del santuario de la libación del que se ha escrito aquel libro: “Casa Lucas”, salieron más decisiones que afectaban a la vida local –política, intelectual, artística, social, etc-  que del propio Ayuntamiento que por la fecha estaba en la Plaza de Isaac Peral a la que está regresando en estos días.

 No había circunstancia de la época que no pasara por la tertulia que allí formaban, amigos y coincidentes en las consumiciones moyatosas, en aquella especie de Casino que era la casa de bebidas situada en la calle Larga, entre Palacios y Luna, donde hoy existe un establecimiento de material de oficina: HIVA. (Ver nótula núm. 037 en Gente del Puerto). Los más antiguos recordarán aquella bodega, con sus botas en primer y último término, su mostrador donde se apuntaban las chicas y medias chicas que se jugaban al mús entre los contertulios con tiza indeleble al agua, y aquella cuerda con cestillo, que servía para enviar a casa de Tio Pé, la media botella del exquisito caldo que allí se consumía.

La privilegiada memoria del que fuera una institución local en su persona,  Manuel Lojo Espinosa, otrora concejal del Ayuntamiento de El Puerto –curiosamente de Deportes, pese a su poco deportiva figura-, director del entonces Instituto Nacional de Previsión, y no se cuantos cargos más del anterior régimen político, lo hizo posible.

casalucas_225_puertosantamariaD. Manuel, -Manolo- rescató en este libro múltiples vivencias y circunstancias de la época, para deleite de cuantos tienen aún en su mente un Puerto en el que todos se conocían, y por el que ponían una ilusión distinta a la que hoy ponemos los que lo habitamos desde la globalización, quizás porque no cumplimos con la  máxima de “Pensar en global y actuar en local”.

En la evocación a los parroquianos de Casa Lucas: Castillita, los hermanos Lara, Juan Sala, los Gil, Vélez, ..., se funden dos recuerdos que, personalmente tengo en mi poder: uno material, regalo de Cayetano Vélez, consistente en sendos cuadros de Antonio Bienvenida por el firmado, y otro de la Plaza de Toros expuestos en la zona de tertulia de la tasca. Y otro sentimental, y es el espacio que ocupa en mi memoria aquel lugar donde iba de pequeño a acompañar a mi padre, Pepe Morillo, y donde aprendí que la tolerancia y el buen humor, son muy buenos consejeros en la vida. En recuerdo a su memoria, muchas gracias D. Manuel, por aquel libro que nos legó, va a hacer ahora 10 años. /Texto: José María Morillo.

 

 

manuelcaballerocarmona_puertosantamariaManuel Caballero Carmona nació en La Campana (Sevilla) el 20 de febrero de 1944, siendo el mayor de diez hermanos que pronto tuvo que dejar de estudiar para dedicarse a las labores del campo, ayudando a sus padres.

Aquel año de posguerra, año del nacimiento de nuestro protagonista, era alcalde de El Puerto Ignacio Osborne Vázquez. El imaginero Ángel Martínez obtiene el Diploma de Honor del Concurso de Figuras de Nacimientos. El torero Miguel del Pino confirma alternativa, ese mismo año. Rafael Alberti publica El Adefesio y Pleamar.   De las manos de Antonio Castillo Lastrucci sale la talla de la Virgen de la Amargura cotitular de la Hermandad de la Flagelación. Nacen también ese año Juan José Palacios Orihuela ‘el Tele’, batería y percusión del grupo de rock andaluz ‘Triana’; el abogado y experto en tradición oral Luis Suárez Ávila;  el abogado y escritor Luis Alba Medinilla; el actor aficionado Federico Arjona Aca; el político del PP Aurelio Sánchez Ramos. El maestro Martín Delgado Mariscal.

Manuel, después de hacer el servicio militar, estuvo once años de ruta por España como camionero. Llegó a El Puerto en 1982, casado con Ana Solares Galán y con un hijo de nueves meses: después nacerían aquí otros tres. El motivo fue que empezó a trabajar en Delphi, como operador de grúa en el almacén de la factoría, de la que se prejubiló con 58 años, antes de los tristes acontecimientos que han llevado al paro a tantos ex trabajadores de la desaparecida fábrica de componentes automovilísticos.

misprimeraskatiuskas_puertosantamariaEn 2002, con la jubilación pudo conseguir el sueño de estudiar, de formarse, algo que le fue vedado en su infancia y juventud por su pronta incorporación al mundo del trabajo en el campo. Alumno del Centro de Educación Permanente de Adultos ‘La Arboleda Perdida’ se graduó y luego participaría en los talleres de cultura y escritura, impartido por el maestro Juan Rincón Ares (ver nótula núm. 143 en Gente del Puerto), quien le puso de manifiesto que lo que escribía era poseía, pues Manuel se expresa con rimas. Y le animó a publicarlas.

Su libro ‘Mis primeras Katiuskas’ (aquellas célebres botas de agua, que tardó en poseer para trabajar en las labores del campo y no mojarse los pies de agua), es un libro de vivencias de entonces y ahora, de su pueblo, La Campana y de El Puerto y nuestro entorno. El libro, su autor, merecen un reconocimiento por el esfuerzo que ha realizado al escribir este volumen, que transpira sencillez, humildad, dignidad y buen hacer. Editado por Eduardo Albadalejo Manzanares, en Ediciones ‘El Boletín’, se presenta a las seis de la tarde en el Instituto Santo Domingo, mañana viernes 8 de noviembre, día en el que se celebra mundialmente la Enseñanza Permanente de Adultos. En el acto, tanto sus compañeros como profesores leerán fragmentos de la obra para deleite de los asistentes.

El próximo sábado 19 de octubre, dentro del XIV Salón Internacional del Libro Teatral que se celebra este año en Madrid, tendrá lugar en el stand de Ediciones Irreverentes la presentación del libro “Celeste Flora” del escritor porteño Juan García Larrondo (ver nótula núm. 082 en GdP).

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"Celeste Flora” (2º Premio de Teatro Kutxa Ciudad de San Sebastián 1994) es una de las piezas teatrales más conocidas de Larrondo y ha sido representada con gran éxito por toda España y en algunos de los más prestigiosos festivales internacionales de otros países como Estados Unidos, Costa Rica, Uruguay, Brasil, Chile, Puerto Rico, Colombia, Perú, Argentina y Venezuela.

Traducida también a otros idiomas, la obra narra la historia de una mujer madura que ha dedicado la mayor parte de su vida al estudio de las plantas. Apenas reconocida a niveles científicos, la protagonista pasa los últimos años consagrada a la investigación botánica y a las clases que imparte en una pequeña academia hasta que, inducida por unas “razones” que se irán desvelando a lo largo del drama, acaba por asesinar a varias de sus alumnas, lo que la lleva a ser recluida y condenada a muerte en una prisión de mujeres.

celesteflora_puertosantamariaEn contra de la opinión pública, un tribunal psiquiátrico liderado por una eminente doctora francesa, someterá a la presa a un estudio para determinar su estado y averiguar las razones que le llevaron a cometer los asesinatos. Si al final este tribunal consigue demostrar que Flora es una enferma mental, esta verá conmutada su condena. La tarea no será fácil. Pronto, entre ambas protagonistas, de perfiles complejos e inaccesibles, se producirá un enfrentamiento y, a la vez, un intercambio: la razón y la pasión serán puestas a prueba. Flora siempre negará su locura y justificará sus crímenes a través del profundo amor que sostiene hacia las flores y hacia la resurrección de la naturaleza. Narcisse, la psiquiatra que ha llegado desde Francia para estudiar su mente, cumplirá con ahínco su trabajo pero, a cambio, sufrirá la mayor metamorfosis de su vida. Un enfrentamiento entre vida y muerte y entre moral y libertad que dejará absolutamente desconcertada a la ciencia y que significará, en cualquier caso, el definitivo triunfo de la vida, del ser humano y del amor.

Juan García Larrondo plantea en este texto romántico y existencialista un bello ejercicio de honestidad, una reflexión sobre la sociedad y la naturaleza humana que no deja a nadie indiferente. Es, sin duda, teatro escrito desde el corazón, que destila inteligencia, humanismo, compromiso político y literatura dramática de alta calidad.

Más información de García Larrondo en GdP.

 

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En el Puerto de Santa María, hay un bar emblemático, el Bar Vicente Los Pepes, que conserva el sabor de los viejos bares del sur: un gran espacio con todas las puertas abiertas a la calle, mesas y sillas de madera, techos altos y paredes adornadas con carteles antiguos y fotos de gente del pueblo que se hizo célebre a nivel local, por el baile, por el cante, o simplemente por adornar a diario las calles del Puerto con su presencia extravagante. Hasta hace un año, cuando todas las señoras antes de entrar a la Plaza (el mercado) iban allí a tomar el cafelito con leche y un mollete de Antequera, reinaba en un rincón privilegiado de la sala el patriarca, el señor Vicente, quien en tiempos había estado presidiendo el mostrador y, ahora, en la vejez, disfrutaba en su trono de rey padre del orgullo de mirar, de ver cómo el negocio sobrevivía a pesar de los malos tiempos, y admiraba los cambios sutiles que el hijo había ido adoptando para adaptarse a una clientela que cambia, como cambia el mundo.

Hay un momento en todo negocio familiar, un momento crítico, con tintes melancólicos, en el que el hijo debe conducir al padre a su sillón de mirar la faena desde la barrera. Hay padres que se resisten porque los padres y las madres, cegados por un amor protector, tendemos a hacer compatible la creencia de que nuestros hijos son excepcionales con que al mismo tiempo son un poco inútiles y sin nuestra continua vigilancia no sabrán salir adelante. También hay padres que no saben vivir sin mandar, y menos sin mandar a sus hijos, y les resulta realmente traumático aceptar que su tiempo como patrón pasó y que sus descendientes pueden incluso superarles en las destrezas del oficio.

El día en que los padres advierten que los hijos saben más que ellos se produce una especie de destronamiento tácito, que hay quien asume o quien se rebela ante esa perspectiva. Lo que ya es un completo disparate, y yo he sido testigo en alguna ocasión de esta circunstancia, es que un padre esté tan empecinado en la idea de que solo él puede llevar el bastón de mando que aun estando enfermo sea incapaz de delegar en los suyos. Hay negocios, quién no ha visto alguno, que incluso se paralizan por enfermedad del patrón y que van perdiendo poco a poco una clientela que no acaba de entender que la empresa esté en la cabeza de una sola persona. Los negocios son así, tienen sus momentos gloriosos y sus tiempos de decadencia. Hay veces que dependen de la mera voluntad de la clientela, que considera que el negocio ya no vende un producto necesario. Pero es lógico que antes de claudicar y de echar el cierre los propietarios quieran salvarlo.

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En el caso de este peculiar negocio familiar que es la monarquía (por aquello de que el título se hereda de padres a hijos) está claro que se encuentra en un periodo de pérdida de clientes. Los hay que sin duda alguna defienden otro modelo de negocio, o de Estado; los hay que, habiendo sido fieles a eso que se dio en llamar el Juancarlismo, no entienden hoy por qué el viejo patrón no reconoce en su hijo un sustituto con más cualidades para lidiar con este complicado presente. Mientras al Príncipe se le aprecia cada vez mayor desenvoltura en su labor diplomática, al Rey se le advierten unas dificultades físicas que agrían su carácter y desconciertan al público. No sé qué asesor le habrá aconsejado al Rey que el antídoto de la impopularidad es la sobreactuación, quien sea se equivoca. O se equivoca él mismo. O se equivoca el Príncipe por no tener el Elvira-Lindovalor de tomar a su padre del brazo y llevarlo hasta ese rincón privilegiado donde todo viejo patrón observa el curso de los nuevos tiempos. Si no lo remedian pronto, perderán la cada más exigua clientela y al Príncipe solo le quedará la opción de presentarse como candidato a la presidencia de la III República, que tampoco está mal. /Texto: Elvira Lindo.

 Al anochecer, en este clima que respiró Rafael Alberti en El Puerto de Santa María, José Manuel Caballero Bonald dice, hablando del aire y de la manzanilla de Sanlúcar: «—Es como si te bebieras el aire que viene de Doñana». El aire de Alberti viene de ahí, y de la bahía de Cádiz, y su cuna, y su arena y su luz es El Puerto de Santa María.

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Pescando en el Río del Olvido. /Foto: Jorge Roa.

Dice Eduardo Mendicutti, que nació en Sanlúcar y vivió los primeros años de su vida respirando aquí: «—Le pasó a Alberti, nos pasa a todos. La bahía es el aire, la luz. El Puerto es una mezcla muy sensorial». Lees La arboleda perdida y hallas la respiración de Alberti.

eduardomedicutti_2_puertosantmariaDice Mendicutti que este pueblo ha cambiado. Pero el aire no se lo han podido cambiar. El aire de Alberti. Huele el sol. “Te ataca los sentidos. No lo controlas. Influye sobre el olfato y por tanto sobre la memoria”. Estanislao Merello, que ahora tiene 91 años y está entre los parientes que han sobrevivido a Alberti, vive en el vértice de la bahía. Se asoma (con el olfato de su memoria) a esos olores; queda poco de lo que él vio, pero queda esta inmensa bahía. El Puerto es como un barco: desde este promontorio que hay en Vistahermosa ves lo que veía Alberti. San Fernando, Cádiz. La bahía de sus poemas. Me llevó por los lugares por donde el niño y el adolescente que fue el poeta paseaba cuando hacía rabonas y se fugaba de la disciplina feroz de los jesuitas. Ya no están las dunas cuya arena se metía entre sus ropas. Las playas ya no son el desierto que curtieron de mar su Marinero en tierra, pero el aire es de Alberti, lo respiras desde que llegas. /En la imagen de la izquierda, Eduardo Mendicutti.

cballerobonald_psm_puertosantamariaEse espacio es mental, aunque existan el colegio y aunque esté el mar intacto como paisaje de su memoria, El Puerto es un lugar que ahora se lee en La arboleda perdida como una invención de Alberti, dicen Luis García Montero y Caballero Bonald. Dice Caballero: «Lo vi en Colombia cuando él estaba en el exilio, en 1960. Me dijo, nada más oírme: “¡Me has traído El Puerto de golpe!”». /En la imagen de la izquierda, Rafael Caballero Bonald.

Estaba pendiente de ese sonido; por eso escribió aquel libro, para no olvidarse, y para eso regresó, tras la muerte de Franco, y luego se instaló aquí, en sus últimos años, con su segunda esposa, la profesora y escritora María Asunción Mateo. Ahora todos los recuerdos de Alberti (la niñez en El Puerto, la vida en Madrid, la guerra, el exilio, la vida con María Teresa León, la bruma de su desolación) están en la Fundación Rafael Alberti, en la casa donde él pasó su infancia, en la calle de Santo Domingo.

rafaelaberti_camisa_puertosantamariaLa arboleda era, dice Caballero, “un pinar de pinos prietos, un bosquecillo”, pero para Alberti era el paraíso que quiso recuperar describiéndolo. Estanislao nos llevó por los senderos perdidos de la arboleda. También nos llevó al patio aireado de los jesuitas que tanto hicieron sufrir al poeta “con su disciplina militar”. Están también todos esos lugares que ya solo existen en la memoria escrita, pero nadie ha podido tocar la mar. La señala su primo Merello: “La bahía es el sueño de Alberti”. Se huele, se ve, tan tranquilo este paisaje que huele. “¡Excepto si viene el Levante!”, dice Carmen, una de las hijas de Merello. “El Levante enloquece; a lo mejor es ese viento el que a veces ponía melancólico a Alberti”. /Rafael Alberti luciendo una de sus vistosas camisas.

Era un chico díscolo, hacía cosas raras con las manos, era un poeta; luego, dice Merello, fue sabiendo que aquel muchacho que discutía con su hermano mayor, José Ignacio, era un escritor, que todo lo que hacía y que le parecía raro era lo que había detrás de Marinero en tierra. “Y cuando ya tuve hijos me aprendí esos versos”. Ahora él mira la bahía y las playas y el bosquecillo que ya solo está en la memoria como si escuchara recitar a Alberti.

luisgarciamontero_puertosantamariaPara Rafael, dice García Montero, “El Puerto de Santa María fue una construcción literaria”. Merced a ella siguió respirando en el exilio; El Puerto era, dice el secretario de la fundación Alberti, Enrique Pérez Castallo, que nos llevó por toda la memorabilia (“está abierta y está todo”, nos recalcó Enrique), “la nostalgia del paraíso perdido de su infancia”. De allí lo arrancó el padre, en medio de vicisitudes económicas que él cuenta en La arboleda perdida; en Marinero en tierra, su poema de amor a la bahía, le reprocha al padre por qué lo arrancó del aire del Puerto. “Esa es”, para Montero, “la metáfora de la libertad del mar, el relato de su inocencia, la simiente de su propia biografía”. /En la imagen de la izquierda, Luis García Montero.

Con Benjamín Prado que, como García Montero, habita en verano por estos aires, volvió a El Puerto en 1979. “Él estaba recuperando sus lugares de la infancia, y le gustaban tanto estos pueblos marítimos como los pueblos blancos”. “Recorrí el mundo”, le dijo Alberti ante la bahía, “pero Cádiz es otra cosa”. Tenía memoria de pintor. Era playero de tarde. “Mira”, decía, “cómo la luz se queda en la arena”.

benjaminprado_puertosantamariaAntes de ir a El Puerto de Santa María a encontrarme con esa luz que buscaba Alberti arañando en la memoria que hay en su arboleda perdida, fui a hablar en Madrid con dos sobrinos suyos, que son matrimonio de primos: Luis Docavo Alberti y María Alberti Aznar, hijos de María y de Vicente, dos hermanos de Rafael. Conservan correspondencia, dibujos, memorias del tío Cuco. Un día fue a verlos, ya en España de nuevo, y de la casa familiar se fue con una virgen de El Puerto, que es la Virgen de los Milagros. Ahí están, en los manuscritos que vinieron del exilio romano, sobre todo, los dibujos caprichosos, los peces en que convertía las tachaduras en las cartas donde relataba su más personal arboleda, la del exilio. “Añoraba el mar por encima de todas las cosas”. Cuando cumplió 70 años lo fueron a ver a Roma. Luis es hijo del hermano mayor, Vicente, al que Alberti protegió en la guerra. “Vicente, te tienes que ir, van a bombardear Madrid”. Y allí estuvo, escondido Vicente en la casa de Rafael y María Teresa, en el mismo sitio donde se preparaban los mítines del Frente Popular. /En la imagen de la izquierda, Benjamín Prado.

El Puerto es la memoria de “unas casas preciosas, de jardines grandes y frondosos, no había gente ni había coches; el mar era la orilla de los bañadores decentes, del cochecito de caballos, de la playa de La Puntilla, de las dunas preciosas, de los pinos...”. Era, dice María Alberti Aznar, “una especie de sueño, que era el que añoraba el tío Cuco cuando nos vio en Roma”.

Volvió, paseó por la bahía sus camisas alegres. María Asunción Mateo dijo en una entrevista: “Murió casi sin darse cuenta, como se merecía: en su casa, muy cerca del mar, en nuestra cama, junto a mí y a los 97 años”. La arboleda ya se había perdido; él regresó a respirar la infancia, a morir, como él quería, en paz, ante la bahía de la que nunca se fue el aire de Alberti. /Texto: Juan Cruz

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marujamallo_rafaelalberti_puertosantamaria| Texto: María del Prado Rodríguez Martín, Maroula.

Una de las peores formas de degradación humana es la eliminación de la memoria. Si se niegan los recuerdos, la memoria de lo vivido se esfuma. Si el otro reniega del recuerdo de las experiencias y el tiempo compartido sólo quedan fantasmas, ensoñaciones que ponen en duda la veracidad del relato contado por su protagonista. Rafael Alberti negó a Maruja Mallo, la negó como compañera sentimental y la negó como influencia artística. Este olvido premeditado tuvo una causa y una reparación. /En la imagen, Maruja Mallo y Rafael Alberti.

La relación Mallo-Alberti fue tan próspera a nivel creativo que, durante el tiempo que duró su relación sentimental, las trayectorias de ambos artistas aparecen definitivamente imbricadas.

Maruja y Rafael se vieron por primera vez en el Parque del Retiro a finales de mayo de 1925, el día que Federico García Lorca ofreció allí un recital poético con motivo de la inauguración de la I Exposición de Artistas Ibéricos, y sus trayectorias vitales y artísticas correrán en paralelo hasta inicios de 1931. “Estábamos en el Retiro –recuerda la pintora– Dalí, Federico y yo. Unos muchachos pasaron cerca y saludaron así con el brazo. Pregunté: “¿Quiénes son?” Lorca me contestó: “Uno es un poeta muy bueno y otro es un poeta muy malo”. Eran Alberti e Hinojosa”. De hecho, el poeta porteño acababa de ganar el Premio Nacional de Literatura por Marinero en tierra. Poco después de este encuentro, los dos jóvenes comienzan a verse frecuentemente. Su amor por el arte les une y sus primeras citas se producen en las salas del Museo del Prado.

marujamallo_joven_puertosantamariaA esta joven Maruja Mallo, de peculiar belleza, conoce nuestro paisano Rafael Alberti.

Sin embargo, será el año 1929 el que marque el momento culminante de su colaboración artística, ya que Alberti en sus Sermones y moradas realiza transcripciones poéticas de los cuadros de Mallo, e, incluso, algunos de los poemas de Sobre los ángeles están directamente inspirados en las obras de Maruja. La gallega en esos momentos había entrado en relación con los artistas de la denominada Escuela de Vallecas (Luis Castellanos, Alberto Sánchez y Benjamín Palencia) y había comenzado a realizar su serie Cloacas y campanarios. Dicha serie representa, dentro de la trayectoria artística de Mallo, la más cercana a los planteamientos del Surrealismo, tanto que fue profusamente admirada en París por Paul Elouard e, incluso, el propio padre del movimiento, André Breton, adquirió uno de los lienzos (El espantapájaros, 1929).

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El Espantapájaros. Marulla Mallo. 1929.

En esta serie Maruja abandona el vitalismo de sus Verbenas y se adentra en un mundo orgánico de desechos, de naturaleza muerta y animales en descomposición, de huellas humanas embarradas y restos de civilización abandonados que eran los objetos encontrados por los artistas de la Escuela de Vallecas en sus paseos por las afueras de Madrid.

Al mismo tiempo en Rafael Alberti se produce una evolución paralela. En Sobre los ángeles (1929), considerada su obra maestra, el poeta realiza un giro hacia el Surrealismo y sus poemas se convierten en alegorías donde los ángeles representan fuerzas dentro del mundo real.

Maruja-Mallo-y-Josefina-Carabias-con-Antro-de-fósiles,-Madrid,-1931

Maruja Mallo y Josefina Carabias con Antro de fósiles, 1931

Este mismo tono se prolonga en Sermones y moradas (1930). Él mismo acabaría reconociendo que su compañera le abrió los ojos a nuevas realidades: “A mí me habían quedado ya muy lejos mis canciones de Marinero en tierra, La amante y El alba del alhelí […] De la mano de Maruja recorrí tantas veces aquellas galerías subterráneas, aquellas realidades antes no vistas, que ella, de manera genial, comenzó a revelar en su lienzos. “Los ángeles muertos”, ese poema de mi libro, podía ser una transcripción de algún cuadro suyo”.

lagacetaliteraria_alberti_malloEs más, en julio de este mismo año, 1929, aparece publicado en La Gaceta Literaria un poema inspirado y dedicado a Maruja Mallo por Rafael Alberti bajo el título La primera ascensión de Maruja Mallo al subsuelo, acompañado de la reproducción de dos obras de la gallega (Huella y Cloaca), pertenecientes a la serie Cloacas y campanarios, que pone de manifiesto la vinculación artística y sentimental de pintora y poeta. Empieza así:

Tú,
tú que bajas a las cloacas donde las flores más flores son ya unos tristes salivazos sin sueños
y mueres por las alcantarillas que desembocan a las verbenas desiertas
para resucitar al filo de una piedra mordida por un hongo estancado,
dime por qué las lluvias pudren las hojas y las maderas.
Aclárame esta duda que tengo sobre los paisajes.
Despiértame.

El texto completo se puede leer pulsando: ALBERTI, R. ‘La primera ascensión de Maruja Mallo al subsuelo’. Gaceta Literaria. 1 de julio de 1929.  

Colorín,-colorete,-h.-1929En este sentido, vemos que la influencia artística, como reflejó el poeta en sus memorias, se ve ejercida al revés de lo que la crítica tradicional no se ha cansado de manifestar; es la artista, en femenino, quien influye y presenta el modelo que retomará su compañero masculino. /En la ilustración de la izquierda, Maruja Mallo, Colorín, colorete, h. 1929

Al mismo tiempo que se adentraban en estas experiencias, Maruja y Rafael trabajaban conjuntamente en las obras teatrales de Alberti, ya que Maruja Mallo elabora los figurines y decorados de Santa Casilda, obra que no llegará a estrenarse ya que Rafael Alberti lo anulará tras abandonar a Maruja, y La pájara pinta, y los guiñoles de Colorín, colorete.

Otro proyecto que desarrollaron en común fue la preparación conjunta, los poemas a cargo de Alberti y las ilustraciones a cargo de Mallo, del libro Yo era un tonto, y lo que he visto me ha hecho dos tontos, dedicado a los cómicos del cine mudo, y adelantado en varias publicaciones durante el mes de septiembre de 1929 en La Gaceta Literaria.

El-Arzobispo-de-Constantinopla-(personajes-de-La-Pájara-Pinta),-h.-1929

Maruja Mallo, El arzobispo de Constantinopla (personajes de La pájara pinta), h. 1929

Del mismo modo, cuando se produce el debut de las colaboraciones de Rafael Alberti en el periódico ABC, publicando el 9 de noviembre de 1930 los poemas Chuflillas de “El niño de la Palma”, Joselito en su gloria y Seguidillas a una extranjera, Maruja Mallo es la encargada de ilustrarlos. Y para esta ocasión, realiza un dibujo, que recuerda claramente a Lorca, representando a un torero lidiando un toro, acompañado y contemplado por unos ángeles, desde el mismo albero y desde la barrera.

alberti_abc_Ésta última publicación supone el postrer documento de la relación artística y afectiva que vinculó a Alberti y Mallo, ya que en enero de 1931 el poeta se fuga a Mallorca con la escritora María Teresa León, abandonando a Maruja Mallo. Y en ese momento, ambos quizá comiencen a dejar en el olvido esta fecunda relación dificultando así su reconstrucción actual, ya que “el que se hayan perdido tantas y tantas pruebas de esa estrecha relación artística – los figurines y decorados de las obras teatrales y los dibujos sobre los cómicos del cine mudo – son pruebas, quizá, de un olvido consciente por ambas partes, y un ejemplo elocuente podría ser el que Alberti, cuando publique Yo era un tonto…, suprima el poema titulado “Carta de Maruja Mallo a Ben Turpin”.” José Luis Ferris, en su biografía de la pintora Maruja Mallo: la gran transgresora del 27, nos ofrece una explicación para este olvido consentido y buscado cuando nos dice que “[…] la razón de ese silencio cabría buscarla, en primer lugar, en el ciclo de memorias de La arboleda perdida, en cuyo primer volumen, aparecido en Buenos Aires en 1959, Alberti no hace una sola alusión a la artista de Viveiro. El autor de Cal y canto desterró a su compañera y amante de ese testimonio vital por causas que nada tenían que ver con la ruptura traumática que ambos protagonizaron a comienzos de los treinta y sí, bien a las claras, por voluntad y deseo de la que, a partir de aquella fecha, pasó a ocupar la vida afectiva del poeta: María Teresa León. Es, pues, razonable, que Maruja Mallo correspondiera a ese silencio con otro igual, demostrando así un asombroso y, quizá, doloroso respeto, que mantuvo durante más de sesenta años, respondiendo a preguntas directas sobre el asunto con simples evasivas.”

Sin embargo, muchos años más tarde llegaría la reconciliación con el recuerdo, como nos sigue recordando el mismo Ferris, “Tuvo que agravarse el proceso degenerativo de María Teresa León y fallecer ésta para que Rafael Alberti rompiera el pacto de silencio y reparara el falso olvido con un bellísimo texto, “De las hojas que faltan”, publicado en el diario El País el 29 de septiembre de 1985.” Dicho artículo quedó más tarde también incluido entre las páginas que debió ocupar originalmente y “[…] Rafael Alberti, tras medio siglo de silencio, reconocía en la segunda parte de La arboleda perdida su impagable deuda con la pintora, dedicándole a continuación un amplio capítulo que restituía su papel decisivo en el movimiento vanguardista de su tiempo y en la historia de la modernidad.” 

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Maruja Mallo, en una exposición retrospectiva de su obra.

Un selección del artículo ‘De las hojas que faltan’: «Sucede que si con una nube de olvido se tapa la memoria, ella no es la culpable de lo que no recuerda; mas si el olvido es deliberado, si se expulsa de ella lo que no se quiere por cobardía o conveniencia... ¡Oh! Porque aquella muchacha pintora era extraordinaria, bella en su estatura, aguda y con cara de pájaro, tajante y llena de irónico humor... Se sumergía en las verbenas y fiestas populares, se remontaba al aire en los columpios, retratando a su hermana, casi desnuda, en bicicleta por la playa. .. Yo la admiraba mucho y la quería. Época rimbaudiana de los bares, de los cafés de barrio, de los boks, los helados y las limonadas. Primavera siempre con media peseta en los bolsillos. Y los penumbras de los cines, con la polka y el vals en el piano acompañante de aquellos mudos, geniales asombros de Charles Chaplin, Buster Keaton, Stan Laurel y Oliver Hardy, Harold Lloyd... Se amaba igual la oscuridad de las salas cinematográficas que la de los bancos bajo la sombra nocturna de los árboles».

El texto completo se puede leer pulsando:  (ALBERTI, R., “De las hojas que faltan”, en  El País, Madrid, 29 de septiembre de 1985)  

Lamentablemente, la publicación de dicha reparación coincidió con el momento de decadencia de Maruja Mallo. Había padecido un coma diabético del que logró recuperarse al cabo de un año para, poco después, sufrir una grave caída a resultas de la cual se fracturó la cadera. Como consecuencia es ingresada en la Clínica geriátrica Menéndez Pidal, en la que permanecerá postrada los diez últimos años de su vida. 

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serafinalvarezcampanagaztelu_puertosantamariaEl Puerto de Santa María ha tenido ilustres vecinos, hijos de la Ciudad, que han destacado por diversas facetas en la historia de las letras, las artes, las ciencias o en el ejercicio de su profesión. Este es el caso de un porteño que traía en 2008  con su persona y a la Ciudad, la primera Medalla al Mérito en el Servicio a la Abogacía que se concede a un licenciado en Derecho nacido en la localidad, otorgada por el Consejo General de la Abogacía Española.

Serafín Álvarez-Campana y Gaztelu, padre de familia muy numerosa, abogado desde hace 50 años -y todavía, con sus más que suficientes años que no aparenta, ejerce con algún asunto por ahí- se licenció por la Universidad de Sevilla y empezó desde muy joven desde el bufete de su padre, cuya cartera de clientes consolidó y amplió.

Persona muy conocida y relacionada en El Puerto. Creo que lo conozco desde que tengo uso de razón. Y es que, de chico, iba con mi padre a la Academia de Bellas Artes ‘Santa Cecilia’ de la que Álvarez-Campana fue su presidente, y allí estaba Serafín, impulsando la Cabalgata de los Reyes Magos, la que a los niños nos traía más ilusión que juguetes.

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Serafín Álvarez Campana en el centro, magníficamente rodeado por un grupo de jóvenes en 1964, en el callejón de la Plaza de Toros,  durante la corrida de las Fiestas de la Hispanidad. Distinguimos, agachados a la izquierda a Luis Suárez Avila e, igualmente agachado a Fernando Gago García.

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En el desaparecido Teatro Principal, durante los Juegos Florales. Le precedía en el uso de la palabra Francisco Montero Galvache.

Había una obra de teatro en el Principal, representada por una compañía de aficionados locales, y de nuevo veía a Serafín interpretando algún personaje de ‘El Divino Impaciente’. Recuerdo que también le vi, en un abrir y cerrar de ojos de mi memoria, entre las desaparecidas botas de Casa Lucas, en animada tertulia con las fuerzas vivas de la época.

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De izquierda a derecha Serafín Álvarez-Campana, Eligio Pastor Nimo, Isabel Portillo Cía de mantilla y Eduardo Ruiz-Golluri en el Parador de Fuentebravía. Año 1964.

También fue organizador activo de los Juegos Florales que con motivo de la Fiesta de la Hispanidad, se celebraban en el Teatro; eran días de jornadas de puertas abiertas en los barcos de la Armada Española que estaban amarrados en el cantil del muelle pesquero, con desfiles y composiciones musicales interpretadas por bandas de música de la Marina de Guerra.

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Actuando como abogado sobre los terrenos y obras del Colegio de La Salle, ante  S.E.R. el Cardenal José María Bueno Monreal, a principios de la década de los sesenta del siglo pasado. /Foto: Rasero.

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En la imagen de izquierda a derecha, Eligio Pastor, Camacho, Juan Lara, Serafín Álvarez-Campana y Alfredo Bootello, durante la inauguración del Aula de Pintura ‘Juan Lara’, en la actual sede de la Academia de Bellas Artes ‘Santa Cecilia’.

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La imagen capta la entrega de la Banda de Honor del Club de los Polémicos de Bellas Artes, a Serafín Álvarez-Campana. De izquierda a derecha: Francisco Guerrero Rosso; Antonio de la Torre González; Manuel García Sánchez; Francisco Basallote Roca; Serafín Álvarez Campana Gaztelu; Manolo (se le ve un poco la cara); Angel Pantoja del Puerto; JosÈ Beltrán; Repetto; Manuel Lojo Espinosa; Juan Sánchez Romate (se le ve un poco la cara). (Foto: Pantoja).

Por lo que le he seguido, -como he seguido la trayectoria de tantos amigos de mi padre- se que ha colaborado con diversas publicaciones religiosas y pregonado, entre otros, los actos de exaltación del Rocío.

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Los concejales Serafín Álvarez-Campana, Rafael Sevilla, Miss Simpatía y Manuel Lojo, durante la Feria de 1973 en un acto de entrega de premios en la Caseta Municipal.

Siendo concejal de Parques y Jardines, en la década de los setenta del siglo pasado, con el alcalde Fernando Terry Galarza, sus compañeros de la Junta de Gobierno Local -entonces llamada Comisión Permanente- acordaron por unanimidad darle una sorpresa como reconocimiento a su labor.

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Fuente de San Serafín, en el Paseo de la Victoria. Septiembre de 1972.

Bautizaron con el santo nombre de ‘Fuente de San Serafín’ a la que se encuentra junto a la Ermita de los Caminantes, en el Paseo de la Victoria, por el eficaz trabajo de remozamiento y ajardinado que, sobre dicha fontana, se realizara bajo el mandato del concejal Álvarez Campana camarista que fue, al igual que su madre, de dicho oratorio de los Caminantes, que ha tenido desigual suerte en los últimos años.

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Homenaje recibido por nuestro protagonista en el antiguo Salón Parroquial de la Iglesia Mayor Prioral, donde se encontraban las obras de Rodríguez Losada. De izquierda a derecha, el maestro Antonio Nogués Ropero, el Primer Teniente de Alcalde, Carlos del Poyo Navas, el Arcipreste Manuel Salido Gutiérrez, el homenajeado y el médico Joaquín Muñoz Bela. 28 de abril de 1974.

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El Pregón de 1995 de la Hermandad del Olivo fue ofrecido, conjuntamente, por Juan Ignacio Varela Gilabert, Manuel Martínez Alfonso, Serafín Álvarez-Campana Gaztelu, Francisco del Castillo-Merino Tellería, Juan Durio Siloniz, Luis Suárez Ávila, Enrique Pedregal Valenzuela, Jesús Nogués Ropero, Antonio Muñoz Cuenca y Juan Villarreal Panadero.

Cada vez que escucho "Morillito" se que quien me llama es el bueno de Serafín, cuyo sentido del humor tengo acreditado desde hace muchos años y que él renueva constantemente con las nuevas generaciones que con él se relacionan ¿Verdad Silvia Díez y Juan Fernández de Mesa? Desde que le dieron la merecida distinción en la capital gaditana el Ilustre Colegio de Abogados, ya esta El Puerto en el medallero, por Derecho. /Texto: José María Morillo.

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