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1.164. LUIS PEINADO CABRERA. El Almacén de Suárez.

Luis Peinado Cabrera, atendiendo a una cliente.

Hace poco más de 10 años cerró el ‘Almacén de Suárez’, una típica tienda de montañés, en la confluencia de las calles Misericordia y Luna, cuando se jubiló el último de sus dependientes: Luis Peinado Cabrera, perteneciente a la familia de los Chaparro. Desde muy jóvenes entraron a trabajar en ese almacén de ultramarinos y coloniales, primero Alfonso Peinado Cabrera y, luego Luis su hermano, ambos ejemplo de laboriosidad y honradez. Llevaron el establecimiento como si les perteneciera, dado el interés y el tiempo que le dedicaban. Abrían antes que nadie y cerraban igual de tarde, incluso domingos y festivos.

La tienda de Ultramarinos en el año 2000 /Foto: Luis Serrano.

Alfonso, que había sido jugador del Victoria, ni lesionado y enfundado en escayola faltaba al trabajo, tal era la devoción por la tienda de Ultramarinos: abría y cerraba a la hora que quería, pero siempre ampliando el horario de la jornada laboral. De hecho, cuando se casó Alfonso, ese día fue a trabajar. Y al siguiente, también. Lo extraordinario es que este hombre no tuviera en su poder la Medalla al Mérito del Trabajo, con algún tipo de distintivo.

El Almacén de Suárez, en una foto de los sesenta, desde la casa de los Valimaña, en la calle Luna.

Lo cierto es que esta tienda permanecía abierta, en pleno centro de El Puerto, casi tanto o más que la de los Chinos actuales, mucho antes que estos hicieran su aparición por la que antes se conocía como la Ciudad de los Cien Palacios. La verdad es que la propiedad les requería para que guardaran el horario de comercio, pero todos los requerimientos eran imposibles.

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El almacén era propiedad de los Sucesores de Luis Suárez Cofiño (el fundador) los hermanos Suárez Ávila y los hermanos Moresco Suárez. En la actualidad  es un bar, la Trastienda de Concha,  que aprovecha parte de las  antiguas estanterías y anaqueles como  mobiliario del establecimiento de hostelería.

6 comentarios en “1.164. LUIS PEINADO CABRERA. El Almacén de Suárez.

  1. Francis

    Por la distancia domiciliaria y las heredadas castas costumbres, no fue para nuestra familia este establecimiento de los Suarez nuestro habitual proveedor ultramarinos, pero de las pocas veces que a él acudí, recuerdo a esos Dependientes tan serios como Serviciales, afanándose en contentar tanto a los asiduos como a los esporádicos clientes.
    En cambio en la actualidad, con Alfonso Peinado -uno de los protagonistas de esta nótula-tengo la suerte de coincidir a diario desde hace ya largo tiempo unos minutos matinales pues, concurrimos sobre la misma hora, en ese acogedor bar de barriada tomando el acostumbrado matutino café que nos viene a despertar todas las mañanas, además de proporcionarnos, ese imprescindible “repostaje de cafetero combustible” para afrontar un nuevo día. Nos solemos dar los educados buenos días, y posteriormente, intercambiamos algún que otro “trivial” comentario sobre la climatología que ese nuevo día nos deparará.
    Alfonso, bien dese de su acostumbrada arrinconada mesa o desde el exterior del establecimiento, aguarda inquieto y a la vez paciente la llegada de su hija, con la que tras departir unos momentos de conversación familiar mientras degustan el delicioso café de este bar, parte con ella, para realizar juntos las necesarias tareas de las compras hogareñas. Por cierto, tengo que mencionar, que esta hija suya, también atendió en la mencionada tienda con gran notoriedad y simpatía, unos considerables años de la última época de vida de este montañés almacén.
    Estoy totalmente de acuerdo con lo de que Alfonso Peinado se merece una distinción por su trayectoria laboral, pues su tesón y constancia de -según tengo entendido- unos 53 años en este lugar de trabajo, así lo avalan, y ahí quedan.
    Espero no pecar de indiscreción, si comento que, Alfonso Peinado entró en esta tienda para realizar mandados, cargar leña, etc. como “chicuco” al principio de la pasada década de los 40 a la edad de 13 años, que al cumplir los 16 se le dio de alta y, que comenzó recibiendo los domingos, una torta de aceite sin envoltorio, una loncha de jamón, y “una peseta”. Eso sí, allí realizaba las comidas. Y Alfonso, que siempre ha sido un sensato gobernador de sus sencillos pero valiosos bienes, le sonsacaba a esa peseta todo el jugo que podía, que no era poco por aquella época.
    Este humilde hombre nunca ha llegado a tener ningún tipo de vehículo propio, ni siquiera una bicicleta, pues le tiene mucho respeto a la carretera, aunque una de estas -propiedad de la tienda- tuvo obligatoriamente que utilizar para los continuos tenderos recados por aquellos mozuelos años.

  2. Menestea

    Mª Jesús; Tienes toda la razón, la sonrisa, la paciencia y la amabilidad no la perdia nunca fuera por la causa que fuera, lo recuerdo perfectamente, era primo de mi madre.
    Y, más que nada te he querido rectificar -dentro de mis escasos conocimientos portuenses/porteños- por la sencilla razón de que en estas páginas se intenta plasmar la historia de El Puerto con la máxima veracidad posible.
    Por lo tanto, te doy las gracias a ti también por plasmarlas con esos recuerdos tan vivídos directamente.

  3. Maria Jesús

    Para Menestea
    Gracias por la aclaración, es verdad no me acodaba. Lo que si recuerdo, es que mis llantos no le dejaban dormir la siesta, por eso lo de la paciencia, y lo hacia sin perder su sonrisa y su amabilidad conmigo. Un abrazo a su familia.

  4. cosaria

    Mis recuerdos se remontan a finales de los 60,primero mi camino para el colegio,Las Exclavas y por supuestos a esos mandados diarios de lo basico para el dia....el pan,los ingredientes que siempre faltaban para terminar el puchero.....un recorrido hasta el almacen y esperar tu turno,y siempre las sonrisas de esas dos personas que siempre me trataron con tanto cariño....un dia venciendo mi timidez de niña me despedí con un....chao tonelete¡¡¡ y quedó esa despedida cada vez que me iba .Un abrazo enorme para ellos y para toda su familia.

  5. Maria Jesús

    Este rincon del Puerto es entrañable para mi.En la casa donde se aprecia el toldo, vivian mis abuelos maternos y tios. El toldo era de la relojeria de Isidoro, un jerezano alto y simpatico con la paciencia del Santo Job. El almacén de los Suárez, al fondo con los hermanos Alfonso y Luís al frente, personas muy serias y honradas. Todavia recuerdo el olor tan caracteristico de estas tiendas, en ellas se podia comprar un poco de todo. Al menos a pesar de los cambios este rincon, sigue conservando su encanto de siempre.

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