| Texto: José María Morillo | Imágenes y animaciones generadas con IA
En el yacimiento arqueológico de Doña Blanca, entre El Puerto de Santa María y Jerez, en una fecha difícil de precisar. El sol de Cádiz brilla igual en el siglo XXI que hace casi 3.000 años. Mientras un grupo de arqueólogos cepilla con mimo un ánfora fracturada en varias partes, una figura de porte atlético, túnica corta y mirada de navegante aparece entre los muros fenicios. Se presenta como Menesteo, el mítico rey ateniense que, según la tradición, dio nombre a este Puerto en la bahía de los Mitos.
--Menesteo… ¿es Vd. el mismo que navegó desde Troya hasta aquí?
--El mismo, sí. Dicen de mí que fui un gran estratega, experto en manejar tropas y… en perder batallas gloriosamente. Cuando uno sale de Troya, se busca un puerto tranquilo para rehacer la vida, sin tantos agobios como en Atenas, que por cierto hoy está desconocida con tantos turistas.
-- Y vino a parar a esta orilla del Guadalete.
-- No era tan río entonces, más bien una ría ancha y viva, llena de barcos fenicios, a la que conocíamos como Criso. Aquí encontré vino, buenos pescados y gente hospitalaria. Y pensé: Menesteo, aquí te quedas. Si buscan bien con un láser LIDAR, seguro que geolocalizan mi tumba monumental en la necrópolis de ahí enfrente…
--¿Como ha encontrado este solar?
--Pues eso, como un solar, con mucha ruina. No entiendo que, desde que en 1981 el catedrático Diego Ruiz Mata iniciara las excavaciones en lo que hoy se conoce como el Enclave Arqueológico de Doña Blanca, todavía estemos así. Cuando esto podría ser un emporio cultural al estilo de otros yacimientos de la península ibérica. Menos mal que ahora le han dado un empujoncito con unas excavaciones sistemáticas, en lo que fue la entrada monumental a la ciudad fenicia. A ver si los gobernantes de la Junta de los Andaluces se lo toman en serio.

-- Pues le adelanto que su poblamiento forma ahora parte del sitio que se llama El Puerto de Santa María, con título administrativo de Gran Ciudad, y que su nombre de usted todavía aparece en mapas antiguos y en la historia local.
-- ¿Ah, sí, todavía se habla de mí en esta desembocadura? ¿Y me han hecho una estatua? Yo podría aportar unos bocetos para hacer un Caballo de Troya, que puede salir en alguna cabalgata de Calleja.
--Bueno… le hemos puesto su nombre a una avenida que viene a desembocar en la Bahía de Cádiz. Las estatuas aquí las peleamos más. Un pintor, Ángel Pantoja, le ha hecho un cuadro que quiso donar al Ayuntamiento, pero no ha encontrado manera.
-- ¡Qué menos! Yo traje comercio, cultura y algún que otro lío de faldas. La historia no vive solo de tratados y guerras. Con la Ilíada ya tuve yo lo mío.

-- Ya lo sabemos Por eso andamos con Gente del Puerto: aquí caben desde usted hasta la señora que vende camarones en la plaza.
--Y dígame… ¿siguen bebiendo buen vino? Aquí conocí yo la bodega más antigua de esta parte de Occidente. Y no vea como se dejaba querer aquel caldo.
--Mejor que nunca. Ahora hasta lo exportamos en las mismas expediciones en la que van botellas de un destilado envejecido en botas de roble americano con malla de oro.
-- ¡Ah, como las ánforas mías, pero más presumidas! ¿Qué es eso de americano?
-- Lo de americano se lo contará el día que toque, un tal Cristóbal Colón, que esa es otra historia. Y si quiere, le grabo un vídeo para redes sociales. Podría salir contando su travesía desde Troya a la bahía de Cádiz, en tres minutos.
-- ¿Tres minutos? ¡Yo tardé meses desde que inicié mi singladura desde el puerto ateniense de Falero! Que por cierto allí se quedó reinando Demofonte y se quedó con todo.

-- Sí, pero aquí el tiempo es flexible. Igual que usted y yo, que estamos charlando a caballo entre milenios.
-- Brindemos entonces, Morillo. Por este puerto de abrigo, de claridad y de arrebatacapas, que siempre acoge a los que llegan por mar.
--¡Salud, Menesteo! Y gracias por elegir esta orilla del mundo.