| Texto: José María Morillo

Corría el año de 1975 y, en la plaza Maestro Francisco Dueñas, entre muros de ladrillo blanqueados y patios donde la colada se agitaba como banderas de familia numerosa, vivía la estirpe de los Troncoso Guisado, repartida en tres pisos corridos como quien extiende una colcha para que quepa todo el mundo. Allí mandaban en la intendencia Francisco, peón de albañil, y Dolores, ama de casa sin horario ni domingos. A su cargo, nada menos que dieciocho criaturas. Dieciocho. Como una orquesta sinfónica con toda la percusión de la vida diaria.