
| Texto: José María Morillo
Cuando hoy escuchamos hablar de aranceles y de guerras comerciales con Estados Unidos, pocos recuerdan que ya hace décadas existió un capítulo oscuro que mezcló negocios legales, sombras de contrabando y un protagonista enigmático: Sioma Neiman.
A mediados del siglo XX, el brandy Centenario de Bodegas Terry encontró un destino insólito: la frontera tejana. Laredo, El Paso y San Antonio se convirtieron en los principales puntos de entrada, hasta el extremo de que EE.UU. llegó a ser, tras el mercado español, el mayor consumidor de este brandy nacido en El Puerto de Santa María.
El importador era un personaje de biografía casi novelesca. Judío, nacido en 1928, sobreviviente de un campo de concentración nazi en Rusia, Neiman llegó a México con una capacidad única para los negocios internacionales. Empresario en San Antonio y benefactor de la comunidad judía mexicana, murió en 2013 a los 84 años. Un hombre respetado, con contactos y fortuna, pero también rodeado de rumores.
Porque lo curioso no estaba en las cifras oficiales de exportación, sino en el destino final de aquellas cajas de Centenario. Envuelto en un discreto papel marrón, sin marcas, y protegido por un plástico sellado, el brandy viajaba desde las zonas francas norteamericanas hasta terminar, muchas veces, en canoas y lanchas que cruzaban de noche el río Bravo (para los mejicanos) o río Grande (para los estadounidenses). Un cargamento que desaparecía entre la bruma del agua y reaparecía, misteriosamente, en territorio mejicano.

¿Era la propia empresa importadora la que facilitaba el paso clandestino? ¿O simplemente vendía un producto que otros se encargaban de deslizar entre corrientes turbias y vigilancias fronterizas? Las fuentes consultadas se inclinan por lo segundo.
Pero detrás de cada acuerdo oficial y cada copa de brandy celebrada al sol, quedaba la pregunta sin respuesta: ¿cuántas de esas botellas del portuense brandy Centenario cruzaron la frontera en silencio, al margen de las leyes y bajo la mirada de quienes preferían no ver?
Méjico, tierra de grandes consumidores y productores de brandy, acogió por otro lado a otro portuense célebre: Antonio Ariza Cañadilla, al frente de Domecq México y artífice del popular brandy Presidente creado con anterioridad, en 1958. Su éxito fue tan rotundo, sus amistades con los más altos dirigente de la república mexicana tales y persona influyente que, con el tiempo propició el hermanamiento entre El Puerto de Santa María y Texcoco (Méjico), siendo alcalde de la Ciudad , Hernán Díaz Cortés.