Pregón de la Virgen del Carmen 2025
El historiador y periodista del Grupo Joly, Francisco Andrés Gallardo, ofreció el pasado día 5 de junio el Pregón de la festividad del Carmen. En el mismo exalta la figura maternal de la Virgen del Carmen como símbolo de amor, guía y consuelo para los marineros y para todo el pueblo de El Puerto de Santa María. Gallardo recurre a recuerdos personales, evocando a su madre, su ciudad natal y a la devoción popular. Se ensalza el papel de las madres y abuelas portuenses como reflejo de la Virgen. Se recuerda la tradición marinera y cofrade del Carmen, con referencias marítimas en una cicunavegación por los mares del mundo; históricas con el papel de España en la atribulada Palestina, religiosas y culturales. El pregón es también un homenaje a su sobrino Sergio Alejo, costalero fallecido, que representa la fe y el legado espiritual. Se entrelazan la nostalgia, la emoción y la identidad portuense. Todo ello envuelto en una travesía poética con rumbo a la luz y la esperanza que representa María. A continuación, el pregón.
| Texto: Francisco Andrés Gallardo
Permitidme que una vez más ante el atril sienta que en verdad estoy un ratito a solas con todos vosotros, en presencia de Ella. Quien siempre fue el abrazo en el desánimo y el beso en el dolor. La que siempre se desvela y nunca nos olvida. Las madres son desvelo, cuidado, mimo y achuchón para levantarnos cuando la suerte nos dobla la rodilla…
¿Os acordáis cuando de niños ella nos levantaba? No ha sido nada, sana sana, sigamos adelante. Ella siempre nos cuida, la sentimos y la presentimos. Es nuestra Madre, la que sufre por nosotros, vientre de vida en el invierno cuando todo renace, dolorosa y dichosa en la primavera y sonriente y gloriosa en los veranos. Estrella del Cielo para señalarnos la Tierra. Las madres. Por mucho empeño que le hayamos puesto a la vocación de ser padres, las madres nos superan con toda lógica, por puro amor. Las madres están inspiradas por la Madre Divina, señora de los cielos. Señora del Carmelo. Pasión de la que están hechos los corazones. Llena siempre de gracia, gracia que es la que descarga con protección y desvelo sobre todas las madres del mundo.
Mi madre en la tierra que está en el Cielo se llamaba, se llama, María de las Mercedes, de Jerez, como su Virgen de la Merced. En su devoción por la ciudad que la acogió, en respeto a la Virgen de los Milagros, no tenía duda de que su hijo nacería en El Puerto de Santa María y que su orgullo de jerezana él lo trasladaría a El Puerto. Y así cuando enseño mi DNI lo considero una suerte. Cuánto le agradezco a mi madre, todos los días y así será cada día que viva, ser de El Puerto.
De El Puerto de Santa María. Sentirme y ser de El Puerto. Y entiendo aquel deseo de mi madre, que me alumbró en la calle Alquiladores. Entiendo por qué ella quería que naciera en El Puerto, para sentir de verdad momentos como este que comparto con vosotros.
Las madres. Las madres nunca se equivocan cuando entregan su amor. La madre es capaz de todos los Milagros y a los portuenses, a los porteños y porteñas, nos cuida desde el Mirador donde fue hallada. Es la protección del buen puerto. Lo saben bien los marineros, no hay nada como un buen puerto y cobijo. Muchas gracias siempre a Ella, que me ha hecho sentirme siempre en buen puerto, en El Puerto de su corazón.

Y con el cariño de Ella, esta noche nos disponemos a la aventura... Marineros, todos a bordo. Cielo despejado, la aurora nos llama. Despejen el muelle como si fuera a pasar el Nazareno, leven el ancla de mi Gracia y Esperanza, recojamos el agua de la vida en la Fuente de las Galeras y que en la bodega, sabremos nosotros de bodegas, esté todo dispuesto, que no nos falte de nada y, sobre todo, que no nos falte nunca la Entrega para emprender este viaje hacia el corazón de nuestra Madre.
Emparedamos la aventura con timón firme, pinchando las olas, buscando su luz: salve, estrella de los Mares y guía en la Tierra. Virgen del Carmen, garbosa, cariñosa, protectora en los abismos y guardiana del ocaso. La Luz en la oscuridad...
En la terrible oscuridad de no saber adónde ir, las estrellas son el mapa del tesoro y Ella es el tesoro. Si sabemos mirar el firmamento nunca nos sentiremos solos. En el mapa del cielo la Stella Maris nos guiará a nuestro destino. Sople así el Levante en nuestras velas tan henchidas como nuestro corazón, que los buenos aires nos haga adentrarnos en el mar.
Y cuando estemos en pleno océano, cuidado, tengamos Fe. Fe en la Señora. Entre la tormenta y el azote de las rachas agrias el alma se siente zarandeada por las dudas, agraviada por las caprichosas marejadas, tratando de buscar atajos sin sentido cuando el piélago de las vivencias es desafiante, duro. A veces interminable, y trata a dentelladas este cascarón en el que nos encontramos: nuestro esqueleto desamparado.

En la travesía nos podremos ver sin rumbo, como marinos desterrados, hijos de la mar en busca de El Puerto. Pero precisamente siempre será Ella la que nos señale su refugio. Y su refugio es llevarnos a buen puerto. Qué mejor nombre para una ciudad que llamarse El Puerto de Santa María como su hermana El Puerto de Santa María de los Buenos Aires y sus hijos porteños. Ay, daremos la vuelta al mundo como nuestros paisanos hace 500 años y siempre sabremos que podemos regresar a él. Al corazón de Ella. Al Puerto de la Virgen María.
Así que zarpemos... nos vamos alejando por la Bahía y allá a lo lejos tintinea esta ciudad en el cauce del río del Olvido, de la leyenda de esta tierra prometida donde se hacen pan y mana el vino. Virgen del Campo de Guía que conduce hasta el corazón de la Tierra Santa. Es la puerta de Andalucía, tierra de María Santísima.
Marineros de la Fe, donde el Guadalete se recuesta en la mar
Zarpemos desde este Puerto de la brisa, el sol y la sal
Anotamos en bitácora esta singladura
De oraciones, plegarias y ternura
hacia la Reina de la Vida, el Amor y la Paz
Con el impulso de estar a barlovento
Su bendita compañía nos fía
A ir siempre a favor del viento
En nuestro barco, iluminada la capilla
Con la Virgen del Carmelo,
Requiebro y maravilla
coraje y consuelo
Porteños... avanza nuestra nave por la Bahía
y desde este buque en la cubierta
cantemos con el alma abierta
Alegres en nuestra vigía
Que estamos acogidos por la Niña...
Niña siempre Virgen, María
Dios te salve... Que entre el oleaje resuena su promesa
de protegernos bajo su aura
de fervor y de pureza
Monte que la Santa Cruz alza
Con su Niño del Escapulario
Que nuestros rezos ensalzan
Cuando el viento ruge
y el horizonte se quiebra,
El Carmen bendito
será cobjijo, playa y escalera
Entre las crestas
con su bonanza
Temple y avive su esperanza
con la majestad siempre presta
Y si hay temporal
que nadie se alarme,
Que esta noche navegamos
protegidos de la mano y del manto
de María Santísima del Carmen.
Muy buenas noches, con la venia de El Puerto y de la Patrona del mar, marineros y pescadores, de la Virgen del Carmen. Ilustrísimas autoridades locales, estimado párroco de San Marcos y El Carmen, hermana mayor, Mar Vázquez Parra, junta de gobierno, hermanos del Carmen, cofrades, señoras y señores, amigos y devotos todos.
Muchísimas gracias a mi presentadora por las palabras de afecto con las que ha resumido este camino de portuensismo y comunicación hacia los demás que ha sido mi vida. De la hermana mayor y presentadora Mar Vázquez Parra, a la que tanto el Nazareno y su Madre de los Dolores velan y conduce para que sea tan buena persona, solo tengo palabras de aprecio por haberme dado la confianza para pronunciar el pregón de la Semana Santa de 2010. Fue una misión compartida para que los portuenses se pusieran al frente del atril en tan señalado momento de la Cuaresma. Tras tantos forasteros llamados al compromiso y honor de cantar a las devociones portuenses desde 2010, por fortuna y satisfacción, siempre han sido portuenses de domicilio y corazón los que han rezado en el Domingo de Pasión y han contado a sus paisanos lo bueno y devoto de nuestras hermandades. Muchas gracias, Mar, en mi nombre y en el de todos esos pregoneros porteños por aquel gesto tuyo del que se han cumplido quince años.
Ya estamos en alta mar y hemos dejado El Puerto, la bendita Cádiz, el redondo templo de Astaroh, Rota... por allá queda Sancti Petri, el faro de la Santa Luz del Guadalquivir a levante. El faro de San Sebastián a un lado nos guiña y al otro la guía de las marismas rocieras nos despide, y nos dirigimos hacia las aguas de Poniente donde el sol hace apenas unos minutos se ha adormecido anaranjado, ardiente y majestuoso para enfilar un nuevo día, cuando vuelva a resurgir por su lado opuesto.
Se ha calmado la noche y la oscuridad lo envuelve todo. Iluminados apenas por el cuarto menguante. La luna parece sonreír, donde la Virgen María se sostiene como la Reina de los Cielos... desde donde nos vela e intercede como Madre de todos nosotros...

Pensemos en otros tiempos donde el mar era la pura representación de las tinieblas, de la inquietud, el caos y desamparo. Un manto de oscuridad adornado por las estelas de la Vía Láctea, del compostelano Camino hasta el Fin del Mundo. Los marineros tenían como único punto de certidumbre la estrella polar, la guía... la Stella Maris que lleva a la salvación. Ese punto de luz que nunca les iba a abandonar. La siempre presente orientación para enfilar hacia la costa desde donde aquellos barcos apenas se separaban unas millas.
Hubo que tener valentía y muy pocos medios para ir más allá, como reza el escudo de España, para llevar nuestro idioma, nuestra forma de ser y sobre todo nuestra fe a otros lugares del mundo. Los primeros marineros en llegar a América, a las islas de Oceanía, a la Antártida fueron españoles, y en su mayoría andaluces, y más de una andaluza, que dejaron su acento, el nuestro, para que germinara por allá y de ahí que en toda la América Latina el español que se habla allá tenga tanto parecido al nuestro.

Os señalo una simple anécdota, mi última entrevista ha sido con una cantante mexicana, Ana Bárbara, toda una gran estrella en México que se da a conocer en nuestro país. En esa charla con este portuense se quedó convencida de que México y España no es que sean países hermanos, que lo son, sino que realmente tienen una fuerte raíz de ser un mismo país, como sucede en el resto de América. Y deberíamos tenerlo presente con los americanos que se instalan aquí. No es que los latinoamericanos sean nuestros hermanos, es que realmente ellos son nosotros y lo que más une como familia además del idioma es la fe. La cantante Ana Bárbara, que nunca imaginó estar mencionada en un pregón a la Virgen del Carmen, está orgullosa de San Luis de Potosí y está deseando contemplar el retablo de plata de su tierra donde veneramos al Santísimo en nuestra basílica de la Señora de los Milagros...
Y para alcanzar todo aquello que fueron nuestros ancestros era necesario el dominio del mar con la mediación de la Señora. En todo momento la Stella Maris como orientación y protección en los océanos. La estrella de la Virgen del Carmelo. Era inevitable que la Señora del Carmen fuera la patrona de los españoles que entregaban su vida, y en muchas ocasiones su muerte, en el mar.
La Stella Maris en el plano espiritual es todo momento la guía, esperanza y salvación. Ella, María, es la Luz en la Oscuridad, el punto adonde dirigirnos en nuestro desamparo para alcanzar ese mismo Cielo que es el destino para todos.

El Carmen es la Estrella del Mar desde el Cielo. Una estrella que parecía ser tocada por los eremitas que se refugiaban en el Monte Carmelo, en la actual ciudad israelí de Haifa, antes y después de Cristo.
Qué pena que la paz no parezca llegar nunca a Tierra Santa. Lugar de cruce de civilizaciones y religiones. Reino terrenal de los Cielos. Ojalá el sentido común y sobre todo la piedad y la compasión lleguen para dar oportunidad a las nuevas generaciones y para hacer de la antigua Judea un lugar de encuentro, comprensión y respeto. Un lugar con todo su pasado para que tenga su futuro.
Haifa dista apenas 40 kilómetros de Nazaret, patria de la Madre de Cristo y donde Jesús se crió. Nazaret está a medio camino entre el Monte Carmelo y el Lago Tiberiades, el lago de los pescadores de hombres, en cuyas orillas Jesús predicó durante la mayor parte de sus pocos años de misión. Cristo, los pescadores y el pez como primer símbolo de los cristianos, siglos antes de que fuera la propia Cruz.
De entre los pescadores, una de las labores más esforzadas y humildes, surgieron los primeros seguidores de Cristo, como la primera piedra de la Iglesia, San Pedro. ¿Hay que insistir en lo admirable e ingrata que ha sido siempre la labor de los pescadores, de nuestros pescadores?

El principal templo del Monte Carmelo se encuentra en la cueva donde habría estado el profeta Elías anunciando la llegada del Mesías y su bendita Madre. De hecho, en el escudo carmelitano se representa con una estrella de plata a la Virgen en ese monte con cruz que asciende desde la tierra al Cielo en comunicación con Dios y a ambos lados sendas estrellas de oro, las de los profetas Elías y Eliseo, representaciones espirituales del sol que nos alumbra. Tres estrellas que además representa la fe, la esperanza y la caridad que guían el camino carmelita como bien testimonió siempre la más admirada castellana Santa Teresa de Jesús.
El santuario de Haifa, cuestionado en estos años por voces ortodoxas hebreas, es la principal presencia española en Tierra Santa. La advocación del Carmen, tan española, se hace muy presente en ese monasterio de los Carmelitas. Y algún día nuestro barco debería pisar tierra allí. Los que hemos podido visitar Haifa nos hemos quedado prendados de la belleza de la imagen mariana del templo de la Stella Maris.

En ese monte se apareció la Virgen María el 16 de julio de 1251 al ermitaño inglés San Simón Stock, prior general de la Orden del Carmelo, a quien la Madre de Dios le entregó el escapulario con el que se representa a esta advocación. Un escapulario marrón con la silueta de dicho Monte aupado con la cruz que viene a simbolizar un escudo de protección para la vida y también para la muerte de sus devotos.
En pleno mar, como nos encontramos en esta noche ahora mismo, ese escapulario ha sido pilar de confortación en el trabajo y, acurrucado en el corazón, plegraria en los momentos difíciles. En la oscuridad el escapulario es la luz. Los marineros se sentían fuertes llevando el escudo de la Reina de los Mares y de los Cielos. Es el escapulario que lleva María Santísima en su mano derecha, el mismo que protegió a San Simón, mientras a su izquierda acuna a su Hijo que nos mira algo travieso y confiado. Niño Cristo Rey para la más bendita de las mujeres, la más bendita de las Reinas. Cristo Rey que también nos sobrecoge en su tercera caída porque siempre nos tendrá todo su Sagrado Corazón y ejemplo para ayudar a los demás. Virgen del Carmen que es también Señora de la Entrega en el Domingo de Ramos, resignada ante el destino del monarca ensalzado.

El Carmen ha sido siempre devoción de las madres y de las abuelas de El Puerto de Santa María. De la nostalgia de una ciudad que dejó de ser lo que era. De aquel muelle pesquero hervidero de barcos, de padres de familia que debían ausentarse por semanas mientras faenaban en aguas africanas, expuestos a peligros, incordios y amenazas para ganarse sus apretados jornales, dependiendo de un temporal, de una veda, de un golpe de mala suerte. Es la ciudad que me inspira todas esas barriadas marineras que se extienden desde el Guadalete a los pinares, con la influencia del siempre recordado párroco don Ramón González Montaño, alma viva de esta parroquia, impulsor de hogares e influencia para que esta fiesta tenga el carácter que a día de hoy tiene en El Puerto.
Don Ramón, pastor y marinero,
Inquieto, constante y amable</em
Confidente, auxilio, amigo como el primero
Sacerdote querido, recordado, siempre admirable...
Permítanme que les pida, va por él, buen pastor, un rezo y un aplauso de recuerdo al padre Ramón González Montaño. Nos dejó en vísperas navideñas de 2001, poco meses antes ofició el funeral de mi padre con esas palabras que siempre destilaban aprecio. Siempre rezo por su memoria ante la estatua de la Virgen en la barriada de los marineros, imagen rodeada por la verja del Sagrado Corazón de Jesús que velaba en mi infancia cuando iba a la escuelita de don Joaquín Corredera y su esposa.
Don Ramón, parece que vamos a oírle en cualquier instante, esforzado fundador de esta parroquia nacida en el castillo de San Marcos me evoca esa esencia del esforzado Puerto marinero que se fue diluyendo con los años, evocación de apellidos alicantinos, de familias de Calpe y Villajoyosa, del edificio de la desaparecida Cofradía de Pescadores enlutada por un naufragio o engalanada con la fiesta de julio. Evocación de nombres como Antonio Carbonell, José Luis Álvarez 'Gavina', Manuel Montes, Joaquín Bellido. Del recordado José Galán, un cuarto de siglo hermano mayor de la corporación.
Cuando miro el rostro de la Virgen del Carmen me representa todos esos amigos y familiares, antecesores de todo lo que fue esta ciudad vinculada al mar.
Ese Puerto marinero que apenas ahora se prende en alfileres me evoca tardes anchas del 16 de julio, entre sonidos de sirenas jubilosas y el muelle de San Ignacio cedido por el vapor, ay el vapor, que no vaporcito, Adriano III... para que se asomaran las andas de la Virgen del Carmen ante la procesión en las aguas.

Si las interminables obras me dejan, cuando pasear hasta la Plaza de la Tradición me asomo al azulejo que se venera en la capilla y ante la efigie del Carmen con mi nariz pegada en el cristal me veo de niño ante el Garaje Aduana donde trabajara mi padre, de su mano, contemplando los fuegos artificiales en la bendición de las aguas, con los pesqueros engalanados, arremolinados por el Guadalete al saludo de la Virgen Marinera.
Y por allí, por la lonja, la que rebosaba de cajas de pulpos, cazones, feos rapes y gambas, los recuerdos se enlazan con el cortejo del Nazareno, en la penumbra de la fría madrugada del viernes, con las esposas de los marineros, las viudas y sus hijas, abrigadas, ateridas, llevando sus derretidas velitas rojas de penitencia.
En la imagen del Carmen y su Hijo están depositadas las miradas y lágrimas de las generaciones que estuvieron a su lado, llenas de rezos y muchas preocupaciones y agradecimientos.
Es la voz de la nostalgia
la que se emociona en esta travesía de espumas
de aquel Puerto que dejó de ser
disipado como un viento que susurra
Quiero recordar a esas mujeres valientes
que levantaron sus casas
con agonías y maridos ausentes
Hogares con apenas un jornal
Repleto de niños que había
que vestir y alimentar
Madres y abuelas con un rezo constante
para que el padre, hijo o esposo
regresaran a salvo y
volvieran a puerto... Dios mediante
Largos rezos en San Marcos
en eternos rosarios de súplica sincera
que llegue prontito el barco
El corazón en un ay siempre a la espera
Y la estampita del Carmen siempre a su vera
Madres bregadas,
que se afanaban por sacar a la prole
adelante,
teniendo siempre de ejemplo
a la Virgen del Carmen...
No hay quien ame como Ella,
con esa devoción de las madres...
Con el desvelo de una madre,
con el cariño de una abuela.
El día del Carmen, para nuestros mayores, cuando el calendario se jalonaba en fechas que llegaban de improviso en la rutina del tiempo, era la fecha con la que se abría el verano. El momento en que se hacía oficial relajar las actividades y, si el trabajo lo permitía, acudir a la arena de la Puntilla con sandías, cestas con comida y vino, para sobrellevar mejor esos días de calor. De nuevo las madres y abuelas, llevaban la prole de niños a que se desquitaran entre las olas. Hasta hace poco se llevaba a rajatabla la prescripción de los quince baños en días seguidos para que las defensas infantiles estuvieran fuertes de cara al invierno. Y como dice el profesor Juan Luis Arsuaga, el director de las excavaciones de Atapuerca, la vida de nuestros mayores durante tantas generaciones fue solo la supervivencia de superar el invierno. Si se sobrevivía al frío, se vivía un año más. El verano eran los meses de la euforia y, dentro de lo posible, el descanso y el disfrute.

Un verano que se abría con El Carmen y que en El Puerto se cerraba con la Virgen de los Milagros. Un templo que se abría con el marrón y blanco pureza carmelitana y se cerraba con el templete de plata de la Patrona Coronada. Y el ecuador de ese verano, el ferragosto, la dichosa festividad de la Ascensión, fecha en las pocas horas después nació este pregonero. En el 15 de agosto el verano está en su esplendor, el verano que abre con su cetro la Reina del Mar.
En 1930, y precisamente en este ecuador estival del 15 de agosto, se celebró la primera procesión marinera con la Virgen del Carmen que se venera en el Espíritu Santo y que hasta principios de este siglo protagonizó otras celebraciones destacadas en un pesquero local a lo largo del día 16, vaya otro rezo y recuerdo a esa imagen carmelitana. En aquella primera ocasión en la festividad de la Ascensión iba portada en el falucho Bellita y para los exornos y bandas se hizo una cuestación de la que se recaudaron 3.557 pesetas, que al cambio del poder adquisitivo actual serían unos 10.000 euros. Habría que preguntar al edil David Calleja cuánto nos podría cundir ese presupuesto a día de hoy. El Ayuntamiento y marcas comerciales, como el Fino Quinta, costearon las recepciones y galas de aquella fiesta.

La que fue llamada Fiesta del Mar contó con la presencia de dos buques de la Armada, en los estertores del reinado de Alfonso XIII. Estuvieron dos torpederos fondeados en el Guadalete. Eran los escoltas de gala de la Virgen marinera que fue llevada en andas por marinos de los buques de guerra desde la Prioral al muelle de la pérgola del parque Calderón. La procesión partía desde el Club Náutico, que estaba por entonces junto al desaparecido puente de San Alejandro, hasta la desembocadura del río en la Puntilla, rodeando los restos del puente romano junto al embarcadero de San José desde donde, como en el puente, los chiquillos se lanzaban desnudos en los días de más bochorno. El transbordador de sal, recuerdo infantil de Alberti, estaba exornado con guirnaldas. Cinco años antes de esa Fiesta del Mar el poeta portuense fue consagrado como Premio Nacional de Literatura, hace exactamente 100 años, por Marinero en tierra. Siempre presente el mar, la mar.
Hasta 1968, por empeño del padre Ramón, no se recuperó la procesión marítima y el encuentro de las imágenes con la bendición de las aguas que le da carácter singular a la celebración de El Puerto. Todo el ánimo para la hermandad del Carmen, para el equipo de Mar, para que prosiga en ese esfuerzo de hacer el 16 de julio un día grande. Este Puerto de Santa María se merece una festividad así de la Patrona de los marineros, de esta guía preciosa que siempre nos iluminó en las oscuridades e incertidumbres.
Para mí era importante también que, en esta travesía de esta noche, donde María Santísima y su bendito hijo nos protegen con su escapulario, quiero brindarle un rezo personal en el recuerdo de mi sobrino y ahijado Sergio Alejo Gallardo. El capataz del Flagelado durante tantos años, veneración también de su madre, de mi hermana Mari que fue quien me inculcó todo lo que tengo de mi vocación cofrade. La mía y la de sus tres hijos. Sergio, capataz en la Humildad y Paciencia, en la Veracruz y en el bendito Resucitado de quien se cumple 25 años como hermandad, 27 años con el actual titular tallado por Jaime Babío.
Todo lo que es Semana Santa de El Puerto me recuerdo a Sergio, a su devoción y a su dedicación de buen capataz de crear equipo, de timonear una tripulación. Me sobrecoge de emoción contemplar cómo influyó en sus compañeros de la Policía Local y sus hermanos de cofradías. Y me alimenta toda la esperanza contemplar su legado y la huella que deja su nombre.
La última vez que Sergio Alejo se puso debajo del paso fue en la tripulación del Carmen, en la cuadrilla de Victoriano Jaren, apenas semana y media antes de sufrir su fatal percance que le dejó en coma. Sergio estaba acogida por el puro manto de la Señora del Mar, de la Madre siempre afectuosa, a la que entres sus trabajaderas llevó por las calles del pasado 16 de julio con el corazón entusiasmado entre el fervor de la gente.
El Carmen nos da significado de lo que es la vida y cuando la Reina y su Hijo discurren por las calles portuenses tenemos la certeza de sentirnos amados y protegidos, como fue amado y protegido el capataz y costalero Sergio aquí y en el cielo. Ya os dije que es una suerte ser de El Puerto. Cuando compruebo cuánto se quiere aquí en El Puerto a mi sobrino entiendo lo grande que es esta ciudad y su gente.
Por eso, aunque parezca que haya un hueco en la trabajadera
Sergio sigue allí, vestido, con su costal de la fe verdadera
La que nos ha unido a los que le conocimos y quisimos
Con la nobleza por bandera
y aunque parezca vana esta espera
El capataz de la Humildad seguirá
seguro
chicotá tras chicotá
llevando a mi Virgen marinera
Dejad que siga yo rezando y soñando
Pensando en la salvación postrera
De estar seguros de que Sergio
está junto a nosotros
desde el Cielo con su querencia sincera
Que el hermano de Juan y Jesús
El hijo de Mari, el padre de Sergio y Rocío
Sigue siendo ese capataz de tronío
Que todas las cuadrillas tener al frente quisieran
Sergio sigue a nuestro lado
Lleva al Carmen en su trabajadera
Firme y oído a la orden
de su gente costalera
Qué te puedo decir capitana Santa María
Él siempre te llevará en volandas
porque así Dios lo quería
para que estuvieras radiante y ufana
con tu Hijo por la Bahía.
Sergio, sobrino, te tendremos siempre presente
Tu hueco en el paso marinero
aquí seguirá, bien vigente...
A esta es, al Cielo con ella
Izquierda alante toos por iguá
Que navegue el paso elegante
Como un barco por la mar
Alza a tu Virgen de las olas
Tú no estás solo. Ella nunca estará sola.
Llévala por el rompiente
A la orilla del Guadalete
para que siga pregonando por El Puerto
Que ella es Faro, Luz y Vida
la victoria sobre la muerte
La Madre feliz y florida
Esperanza de los marineros
El Carmen da nuestra gente