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A diario, desde hace algo mas de dos años, Juan Garrucho pasa los días y las noches aquí. Antes, dormía en el interior que daba soporte al cajero automático; tras la obra de sacarlo a la calle, duerme al raso junto al mismo. Los clientes de la entidad bancaria lo sortean para acceder al teclado.

Los vecinos han recogido firmas para que se vaya. En el banco han puesto un seguridad, pero solo en horario de mañana, por lo que al finalizar la jornada laboral, indefectiblemente, Juan regresaba a 'su' banco’ de la calle Luna. Ha estado en un albergue, pero no cumple las normas y se marcha o le invitan a irse. Entidades públicas, religiosas y privadas se han interesado por él, sin tener éxito para que abandone su asentamiento diario. Juan Garrucho permanece, como preso de una maldición bancaria, sin trabajo y con la salud mermada, en el entorno de la Placilla. Allí está su portal, entre mantas, cartones, mientras unos silenciosos maniquíes --sus vecinos en la calle Luna-- comparten espacio, junto a una farmacia, ante las múltiples y variadas miradas de los viandantes. Es el Portal de Juan Garrucho.

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