Muy cerca del quinto pino, en Cuatro Pinos, la calle Javier Ruibal saluda al mundo. Entre amigos y familiares, con la voz quebrada por la emoción y la generosidad que le adorna, Javier Ruibal se convirtió en calle, que calle para siempre el olvido, la calle más hermosa, sincera y luminosa de El Puerto de Santa María. Una voz, una copita de fino, cientos de fotos, risas armónicas y melodías de ayer y de hoy. Nadie como Javier Ruibal ha sabido captar al vuelo los sones y sentires de la tierra y los ha situado en el contexto sentimental del resto del planeta. Dicen que las canciones pertenecen a todos, como la calle Javier Ruibal, pero pocos artistas logran atrapar la esencia y transformarla en copla popular exquisita y única. Echamos un ratito de categoría con Javier y los suyos. Ahí va el texto que leyó Ruibal al ritmo de su corazón. Grande Ruibal. Enrique Alcina.
"Señor alcalde, amigas y amigos, familia:
Es evidente la emoción que en este momento mi corazón siente como personas y como ciudadano de El Puerto.
No hay mucho que decir y sí mucho que agradecer porque, por los méritos que supuestamente yo hubiera acumulado a lo largo de mi vida, bautizar una calle con mi nombre sobrepasa absolutamente cualquier expectativa de reconocimiento a mi labor profesional y humana.
Esta ciudad que me vio nacer y crecer mientras correteaba por sus calles y sus playas sin ninguna conciencia de su importancia ni su historia, pero con la certeza absoluta de que era y es un rincón de los más bellos del planeta, me educó y me dio la inspiración ara saber escoger un oficio y un modo de vivir, y hoy me otorga el honor más grande que se puede recibir: perdurar en la memoria de mis paisanos.
Tengo la certeza absoluta de que esto es un regalo, uno de los muchos que mi oficio de músico y poeta me ha ido brindando mientras yo no hacía más que dedicar mis horas al placer de la composición y la escritura y a viajar por el mundo cantándoselo a la gente.
Asimismo, tengo la convicción de que hay en esta ciudad personas cuya abnegación y entrega a los más necesitados justificarían sobradamente recibir la distinción que hoy a mí se me hace.
A ellos que trabajan calladamente escribiendo el poema de la solidaridad silenciosa, y acunan con sus esforzadas manos la canción de la buena voluntad y el amor generoso, quisiera dedicar yo también esta calle que mejor debería tener el rótulo de:
Calle de los que ayudan, calle de la buena gente, calle de la tolerancia, o la compasión, calle del amor abierto, calle del respeto, calle de la igualdad o de la justicia, calle de la inmigración, calle del libre albedrío, de la individualidad, calle de la amistad, calle de los don nadie, calle de los cualquiera, calle de los niños, calle de los mayores ... o bien podría llevar un nombre que provocara bienestar a quien la transite, como por ejemplo:
Calle de la gracia, calle del buen humor, calle de la risa tonta, calle del cachondeo, de la carcajada, calle de la emoción o de la ilusión, calle del beso o del morreo, calle del abrazo ...
Se me ocurren un millón de posibilidades antes que la simpleza de mi nombre y mi apellido aunque, eso sí, este honor se le hace también a los míos, a los que me trajeron a la vida, a los que yo traje, a todos los que dedican sus días al arte y a los que me acompañan en este asombroso y bello paseo que es vivir.
Así que gracias de todo corazón por vuestra generosidad, gracias a la buena vida que he llevado siempre en El Puerto y gracias por hacerme sentir abrazado y rodeado por vuestro cariño.
Por cierto, esta es también la calle de Nono y Nieves, que son mis amigos y viven aquí al ladito.
Muchas gracias". Javier Ruibal.