De izquierda a derecha, María Antonia Martínez Valera, José María Morillo y Luis Suárez, al inicio del acto.
Enlace a la crónica del acto de presentación del libro, de Teresa Almendros, en las páginas de Cultura de Diario de Cádiz.
Texto del autor del libro, leído durante la presentación anoche, en la bodega del Castillo de San Marcos.
Alguien se está descuajaringando en la zona noble y distinguida del mas allá. Lleva poco mas de un año de tertulia con sus hermanos Manolo y Benito, con Juanín Varela Gilabert, con Carlos y Agustín Merello del Cuvillo, con mi padre, Pepe Morillo, con don José, el cura de San Joaquín, con Miguel Marroquín, con sus predecesores en la alcaldía Fernando C. de Terry y Antonio Álvarez, y con tantos con los que disfrutaba de charlas interminables amando a El Puerto. Este pasado año, en Fitur, notamos como nos ayudaba desde el Pabellón del Tránsito a Mejor Vida, a Raul Capdevila, a Antonio Ojeda y a mí en las labores de promoción turística, como vino haciendo durante tantísimos años de ejercicio profesional y político. Esta noche, aquí, con nosotros, nos está recordando a través del testimonio de quienes le conocimos, como era el verdadero Fernando Gago, una de cuyas corbatas, tengo el honor de llevar anudada al cuello, aunque no con la elegancia privativa que lucía el Magistrado.
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Francisco Andrés Gallardo introduce el acto en presencia de la Teniente de Alcalde, María Antonia Martínez, el autor del libro José María Morillo y el del prólogo, Luis Suárez Ávila.
A Fernando Gago le gustaba ser actor. De hecho el decía que tanto en la vida como en la política hacía Teatro, más allá de sus papeles en las compañías de aficionados locales. Fernando hacía teatro cuando se representaba a sí mismo, cuando representaba a la bodega, o cuando representaba alAyuntamiento de El Puerto, desde sus distintas responsabilidades. Sabía hacer el papel que correspondía en cada momento y con cada persona. Siempre dije de él que era como el personaje del Tenorio: «Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí». Y supo darle a cada funcionario su sitio durante su periodo municipal, bien es cierto que existen dos etapas fernandinas en la Corporación: antes y después de los seis meses que no fue concejal, a finales de 1999.
Verónica Gago Leyras durante su intervención
De sus habilidades para pasar por la política de un partido a otro sin inmutarse, Fernando tenía claro que lo hacía por el bien de El Puerto y porque le gustaba lo que hacía. Con firmeza, no renunció al acta de concejal ni a la posibilidad deser alcalde, cuando se lo pidieron; decía que el marco del cuadro era del partido, pero que el papel de dentro --el acta-- era suyo. Le daba igual lo que se dijera de él, sobre sus piruetas políticas o incluso que lo llevaran a la mesa antitransfuguismo, afirmando sobre su dictamen que «es papel mojado que no sirve ni para limpiarse los esfínteres». En el libro hablo del ‘Elogio de la Traición’, sirviendo como ejemplos S.M. el Rey que, jurando los principios del Movimiento, los traicionó en aras al cambio hacia la Democracia; o Felipe González que traicionó el marxismo de su partido para convertir el PSOE en una organización moderna y socialdemócrata. Era una persona útil en las tareas de Relaciones Institucionales que hubiera servido –en el mas estricto sentido de la palabra-- para cualquier partido o corporación municipal, bien como concejal o como asesor, dado sus conocimientos acreditados a lo largo de tanto tiempo.
Vídeo sobre la vida de Fernando Gago, estrenado ayer noche.
Y, aunque pudiera parecer que todo le daba igual en política, harto de ver cosas y haber sido coprotagonista o protagonista principal en muchas de la vida de El Gran Puerto de Santa María, --su sangre gorda era proverbial--, a Fernando algunas cuestiones que se decían sobre él o el trato que recibiera de determinados actores de la política local si le afectaban aunque pusiera cara de Clint Eastwood --en la bodega le llamaron durante un tiempo Tito Clint, por su parecido físico con el personaje--. Pero eso se lo llevó consigo, a muy pocos y muy pocas veces se le escuchó hacer un comentario doliéndose de su paso por la vida municipal, si acaso al principio de su entrada en las listas socialistas, allá por 1991. Luego le crecería el caparazón necesario para ejercer como político.
El violinista Fernando Franco interpretó el Adagio de Albinoni, mientras una imagen de Fernando Gago aparecía con el rotulado de 'In Memoriam'.
El mundo de los toros era punto y aparte. Por las peculiaridades que se dan en el planeta de los toros y por los amores y odios que concitaba en el ejercicio de la presidencia del centenario coso taurino porteño. Conocedor del reglamento lo aplicaba escrupulosamente y se regodeaba con que el ejercicio de su presidencia fuese un espectáculo más, dentro del festejo taurino. «Ha habido división de opiniones, unos se han acordado de mi madre y otros se han cagado en mi padre», afirmaba al finalizar una corrida de toros. Corrida para la que, durante muchos años, se pagaba su entrada de toros, con el objeto de no ser sometido al ‘gañote vil’. Y aunque no es menos cierto que tuvo un grupo de detractores en el mundo de las peñas, se llegó a crear una que lo apoyaba: la Peña Taurina Fernando Gago.
Se agotaron todos los libros que se llevaron a la presentación. En la imagen la cola para las firmas de ejemplares.
Fernando Gago era un provocador, con un sentido del humor inconmensurable, que se reía hasta de sus muertos [sic], con anécdotas que, por respeto a la familia no voy a reproducir, pero créanme que lo hacía con cariño. Es curioso que el Gago ceremonial, protocolario, diplomático y educado equilibraba la balanza de la rectitud que ponía en cuanto organizaba, con bromas de gran calado, algunas incluso pesadas, aunque rara vez tuviera algún encontronazo con alguien por ello. Siempre decía que el sentido del humor era algo imprescindible para enfrentar y vivir la vida y él lo hacía de forma magistral. Hacía tantas cosas magistralmente que me permití, y él me lo aceptó, llamarle con el sobrenombre de ‘Magistrado’.
Se firmaron 99 ejemplares de la obra, en la presentación.
Un aspecto importante sobre su persona era el trato conciliador. A veces empezaba con un rimbombante «¿Hay inconveniente, impedimento, óbice o valladar?» para relajar el ambiente. Sus buenas maneras, el tono educado, la búsqueda de puntos de encuentro entre las partes hicieron que nuestro Fernando fuera un mediador de excepción en cuestiones de gran calado como también pequeñas.
Un dato de su humanidad que me hizo enaltecer al hombre, fue cuando me enteré que dormía de noche con sus padres enfermos, en una sillón, o que atendía a su progenitor ya mayor, ciego y sordo, aseándolo y dándole el trato humanitario que solo un hijo sabe dar. Ahí conocí a un Gago más que humano y pude apreciar otra dimensión del actor, del personaje, del hombre.
El ambiente en el patio del Castillo de San Marcos.
Me confesó que algunas de sus peculiares expresiones eran herencia de su padre, así como de dos compañeros deBodegas Terry con los que aprendió: Juan Ignacio VarelaGilabert y Jacinto Cossi; otras eran de cosecha propia.
Han sido muchos años oyendo hablar de y hablando con Fernando Gago. En casa, por su amistad con mi padre. Luego en el trabajo, primero en la bodega cuando manteníamos conversaciones interminables y de como amaba a El Puerto. Por último, fue mi jefe directo en tres ocasiones y además tuvo el privilegio de ser alcalde de El Gran Puerto de Santa María.
Un grupo de amigos y familiares al finalizar la noche.
Por todas esas circunstancias tuve oportunidad de aprender de Fernando Gago, de reírme con sus ocurrencias, de profesarle el afecto del que era merecedor, de querer más a El Puerto, de conocer sus cultas, ricas y variadas expresiones en primera persona, algunas excesivamente del pueblo pues del pueblo se sentía, que conforman la primera parte de este libro y que fueron la excusa para homenajearlo, al año de su descanso. Y de entender, parafraseándolo, que en la vida «Si las cosas tienen solución no te preocupes porque las tienen, y si no tienen solución, no te preocupes porque no las tienen».
El Puerto debía un homenaje a quien tanto lo quería, y este libro y este acto pretenden serlo. Fernandito, no me descuajaringues, por los siglos de los siglos. /Texto: José María Morillo
Donde lo puedo comprar???
Amigo JoseMaria
Enhorabuena por el libro
Que esperó comprar pronto !!!!!Ya que he oído que no lo regalan!!!!!!
Aunque no estuve presente lo he vivido en el video de tu blog que sigo a diario Fernando se lo merece
Un abrazo
José María, Cíes y yo no pudimos lograr que nos firmaras los libros (la cola era interminable) anoche después de la presentación. Ya nos los firmarás en una próxima ocasión. ¡¡¡ Enhorabuena por el libro !!!
Enhorabuena José María, por tan feliz idea rindiendo homenaje a personaje tan querido en ese maravilloso libro, que seguro será, una joya para el recuerdo del Puerto y sus gentes. Recibe un afectuoso saludo de mi parte.
Hola José Maria ,
quiero darte la enhorabuena por el éxito que has tenido con tu libro sobre Fernando Gago.
Acabo de ver el artículo que habeis publicado en Gente del Puerto y tambien las fotos de Vicente Glez. Lechuga ( cronista oficial de la Villa ).
Es muy bonito y , a pesar de que a mi con Fernando no me unió amistad, me ha parecido muy emotivo. Fijate que , sin embargo ,fuí muy amiga de Benito al que recuerdo con muchisimo cariño.
En fin, lo dicho. Enhorabuena y ojalá que todo el mundo fuera tan generoso con sus amigos, a parte de dar a conocer a personas que con toda seguridad han merecido la pena.
Por cierto que cuando empecé a aparecer por estas páginas y Facebook enseguida se puso en contacto conmigo y empezamos a mensajearnos....me acabo de acordar.
Espero que todo te vaya muy bien . Un abrazo.
Celia
¡ FELICIDADES, CONGRATULATIONS,FÉLICITATIONS, HERZLICHEN GLÜCKWUNSCH !
Debo recurrir y ampliar mis parabienes a varios idiomas para poder dimensionar el éxito logrado que no creo tenga precedentes en ninguna otra presentación de un libro en El Puerto, al menos con una temática localista. Si en vez de cien, llevas doscientos ejemplares, posiblemente tambien se habrían agotado.
Con ser importante este acierto personal tuyo, preparando el acto, eligiendo el prologuista y el momento adecuado, mi mayor admiración la concentro en el que supongo el texto de la presentación, reproducido en la nótula de hoy. Es dificil reflejar en poco más de mil palabras (exactamente 1255) la personalidad de alguien que, como Fernando, estuvo varias décadas expuesto a la opinión pública, ocupando cargos municipales, haciendolo además sin rehuir las "sombras" que cualquier conducta humana genera. Habitualmente en los panegíricos funebres y en cierto modo este acto lo es, solamente se resaltan las virtudes del finado y se obvian sus maldades, con lo que -desde mi punto de vista- exponer por derecho algunas singularidades de su trayectoria y su justificación subjetiva dimensionan o situan al personaje en una realidad, más allá de la ficticia con la que se presentan a los homenajeados.
Desde la barrera he visto como desde el centro del ruedo has estirado el brazo y alzado la montera de tu palabra/pluma en un brindis lleno de afecto y cariño, una faena brillante de ingenio y 99 estocadas hasta el puño, tantas como dedicatorias hicistes.
Un abrazo.