Se llama Marcos Gallardo Vallecillos, tiene 36 años y es natural de El Puerto de Santa María y, hasta la semana pasada, su nombre decía poco en el populoso barrio granadino de La Chana. "Vivo en la calle porque quiero", dice sobre su peripecia personal y rehúsa entrar en más detalles. Un indigente que en el Paseo de la Encina de Granada, donde extiende su colchón noche tras noche desde hace medio año para dormir al raso, vivió su noche más amarga. Eran las once de la noche del lunes y atacaba el bocadillo que sería su cena mientras, tumbado en la esquina del parterre que ha convertido en su 'vivienda' escuchaba en la radio un programa de rock. /foto: M.A.Molina.
Es entonces cuando irrumpe un grupo de jóvenes. Muy jóvenes, adolescentes, hablan de más de quince -algunos dicen que extranjeros-, fuentes policiales apuntan a una docena: "Me dijeron que pusiera 'reggaeton', que quitase esa música". En el relato de Marcos su respuesta fue pacífica: "Les dije que me dejasen en paz". No hizo falta más: "Se abalanzaron sobre mí, me pegaron, me daban patadas, me escupían... lanzaron una botella...".
Vecinos de la zona corroboran la versión: Rosalba es una latinoamericana que cuida a una anciana en una vivienda frente al lugar del suceso. "Yo no sé qué le dijeron ni escuché qué les dijo, pero el caso es que se tiraron contra él a puños y puntapiés". Según Rosalba, aunque el grupo era numeroso los que pegaban "eran tres o cuatro".
Marcos enseña el parte de lesiones. /foto: M.A. Molina.
"Me tiraron al suelo", continúa Marcos, "y cuando intenté levantarme estaba medio ciego de un ojo y me volví a caer". Pedía a gritos que alguien llamase a la Policía y un vecino lo hizo. Pero mientras llegaban los agentes la víctima corrió en dirección a la fuente cercana donde cumple cada mañana su aseo personal. Fue inútil: "Lo persiguieron y lo alcanzaron ahí", continúa Rosalba, "lo tiraron contra el suelo, lo pateaban, oí que uno decía 'en la cabeza, dale en la cabeza'... y fue entonces que una vecina salió con un palo y los puso a correr".
Entonces acabó la agresión y los jóvenes huyeron cuando los destellos de las sirenas empezaban a hacerse visibles y audibles. Llegó la Policía a tiempo de retener a alguno de los agresores, que eran menores de edad y no habían participado directamente en la agresión. Y también, los equipos sanitarios. Una cura de urgencia y al hospital, donde ha estado en observación en el servicio de Urgencias del Hospital de Traumatología por traumatismo y contusiones hasta recibir el alta a las 10.15 de esta mañana de martes. Entonces regresó al paseo que ha hecho su hogar desde poco después del comienzo de este año, según atestiguan sus vecinos, "aunque había estado aquí hace tiempo, algunos años". Y es cierto que todos lo conocen por su nombre: una señora que desconocía la agresión y prefiere no dar su nombre se horroriza ante los periodistas, porque "es una buena persona" que trabajó por un tiempo en el 'drugstore' ubicado frente al jardincillo donde duerme al raso. Unos dicen que es de Sevilla; otros, de Cádiz... De sus circunstancias personales, Marcos -huidizo- prefiere no hablar.
La Policía, entretanto, tejía su investigación sobre los agresores, que le llevó a detener pocas horas después a dos individuos de 20 y 23 años, e identificar, al menos, a tres menores de edad que presuntamente estuvieron involucrados en la agresión.
Al parecer, alguno de los jóvenes solían insultar al vagabundo y molestaban a los perros que le acompañan en el rincón donde Marcos extiende un colchón que humildemente acompaña con enseres que vecinos depositan en la basura. Esta mañana aparecieron solitarios, pues hasta sus perros habían desaparecido. Esta habitación al aire libre había suscitado quejas de algunos vecinos a la Policía Local. Pero, también, había vecinos que le llevaban a diario comida, "un trozo de pan y algún alimento nunca le faltaba", relatan. /Texto: Ramón Ramos.