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2.587. Antonio de Agreda. Sacerdote jesuita, misionero y lingüista.

 

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En la imagen, cartel de los XI Encuentros de Primavera de la UCA celebrados en El Puerto en 2008.

La vinculación de Juan de la Cosa con El Puerto, en donde desarrolló toda la actividad que le hizo entrar en la Historia, fue discutida en su día, empeñados los cántabros en disfrutar de la gloria del personaje (como así ha sido) en base a que había nacido en Santoña, y menos mal que el piloto de la nao capitana del Descubrimiento cuando terminó de realizar el primer mapa del continente americano indicó que lo había hecho en El Puerto de Santa María, hace ahora 515 años, aportando de esa forma un dato incontestable de su vinculación efectiva y afectiva con nuestra ciudad.

He realizado este pequeño preámbulo para justificar la presencia en GdP de este jesuita, uno de los muchos que pasaron una larga temporada en El Puerto, extrañado desde México, en los años en que los miembros de la Compañía de Jesús, por orden del rey Carlos III, debieron abandonar sus dominios, el territorio del imperio español.

Había nacido el Padre Agreda en un el pueblo aragonés de Torrijos de la Calzada en 1714. Siendo aún novicio jesuita fue enviado a México, concluyendo allí el mismo, haciendo Teología en el colegio Espíritu Santo de Puebla de los Ángeles. Dedicado a labores didácticas enseñó gramática en Chihuahua entre 1761 y 1767. En los seis últimos años que pasó en México fue operario del colegio San Luis de la Paz, donde fundó una congregación mariana de indígenas.

En el destierro decretado por Carlos III partió hacia esta tierra, junto con 29 jesuitas más, zarpando de Veracruz el 8 de noviembre de 1767, en el navío “Jesús Nazareno”, advocación que tendría ocasión de ver y conocer durante su larga estancia en esta ciudad, antes de ser enviado a Italia, a donde llegó después de meses de travesía, haciendo escala en La Habana.

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En 1769 fechó en El Puerto la gramática de la lengua Otomí.

Durante el periodo que duró su confinamiento preparó y redactó una gramática y un diccionario de la difícil lengua Otomí, gracias a los conocimientos adquiridos en su etapa como misionero, y su condición de profesor de gramática, trabajo que terminó, con el título: “Arte breve para aprender con alguna facilidad la dificultosa lengua Otomí”. La obra la dedicó al duque de Aranda, fechándola en El Puerto de Santa María, en 1769. Un siglo y cuarto después, en 1893 la obra fue reeditada por la Editorial Buelma, de México, con el nuevo título de: “Luces del Otomí. Gramática del idioma que hablan los indios otomíes en la República Mexicana.”

Falleció en Imola (Bolonia) en 1785, con 71 años de edad. /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía.

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