La indefensión aprendida es un concepto que define el comportamiento pasivo del ser humano, pero por la vía del aprendizaje, en sus carnes. Ese comportarse pasivamente trae la sensación de no poder hacer nada, de no poder reaccionar a pesar de que existan oportunidades y fortalezas ciertas para cambiar las situaciones adversas, bien por la vía de la recompensa o por la de la evitación de las circunstancias desagradables que le llevan a la indefensión. O sea, instalarse en el problema pensando que el problema no tiene solución. La medicina, o una parte de ella, relacionan esta indefensión con la depresión clínica y otras dolencias mentales, viniendo a ser una suerte de 'depresión aprendida', que nos hace vivir en estado de shock. ¿Seremos auto culpables, nos preguntamos?
Algún político de la Junta de Andalucía, en su visita a nuestra Ciudad hace unos años, señalaba que la población de El Puerto tenía un problema de autoestima. Un estudio desvela que, cuando a una persona -o a un pueblo, añado yo- se le castiga de forma continuada al margen de lo que haga -o vote- desarrolla indefensión aprendida, reaccionando de manera que deja de responder e intentar salir de su problema, dolencia, depresión, abandono, incuria, ... algo habitual en personas que se criaron en un régimen de crianza paterna --o político-- autoritario.
El ser humano que es listo y llega a las más altas magistraturas del gobierno de un pueblo, pero que no cree en la democracia, siempre buscará el modo de subvertir la legalidad para acercar el agua de la Ley al molino de mareas de sus intereses. Y eso autoritarismo lo vivió, durante años, El Puerto. Y ya se sabe el refrán de los polvos y los lodos, dado que nuestro presente local no deja de ser el resultado de nuestra historia de los últimos 25 años, saqueos incluidos.
La solución se encuentra en la dicotomía de resignarse, vivir dentro de las reglas de la indefensión o trabajar para cambiarlas porque otro El Puerto es posible, a pesar de los recortes y ajustes, la vigilancia de Montoro, los presupuestos sin aprobar, la deuda con los proveedores... Decidir individualmente si seguimos quejándonos en las redes sociales -modernas barras de bar- o nos asociamos en proyectos ilusionantes y positivos, ya sean vecinales, culturales, políticos o de helicicultura mismo, creyendo que podemos cambiar nuestro destino con el empuje de nosotros mismos. Porque otro El Puerto es posible. /Texto: José María Morillo