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4.948. Alberti, vestido de luces en Pontevedra

«Yo era un gran amigo del torero Ignacio Sanchez Mejía. Me decía que como poeta me iba a morir de hambre, que los poetas no ganan nada. Te voy a nombrar banderillero de mi cuadrilla y te voy a pagar muy bien aunque de pronto no pongas banderillas», recordaba Alberti. El matador cumplió su promesa un 3 de julio de 1927.

El poeta, que no llegó a poner ninguna banderilla, se llevó un buen susto. «Salí, hice el paseillo y me dijo: 'métete en ese burladero'. Y de frente sale un toro como la catedral de Burgos y se vino hacia mí. Le dio una cornada al burladero pero no lo rompió afortunadamente. Estuve viendo la corrida en el burladero, ante la burla de Ignacio, que me hizo pasar ese susto».

«Me he enterado que Alberti anda con gitanos, banderilleros y otras gentes de mal vivir. ¡Está perdido!», comentó Juan Ramón Jiménez cuando llegó a sus oídos las amistades del poeta gaditano. Un poeta amante de los toros que siempre tuvo la ilusión de formar parte de ese mundo. Esa ilusión se cumplió en Pontevedra pero sólo duró unas horas ya que al término de la misma y sin haber puesto el pie fuera del callejón decidió que la fiereza del papel en blanco era más compatible con él que aquel «ciego rayo sin límite, que es un toro recién salido del chiquero», como él mismo lo definió, al recrear aquel episodio pontevedrés en la primera parte de sus memorias ‘La arboleda perdida’.

Ignacio Sánchez Mejías también abandonó los ruedos tras la tarde pontevedresa, aunque años más tarde regresaría en los ruedos para encontrar allí la muerte. Él fue quien porfió en que Rafael Alberti se vistiese con un horroroso traje naranja y negro, un traje de luto que conservaba Sánchez Mejías de la muerte de Joselito, su cuñado.

Una tentativa anterior casi lograr sacar a Alberti al ruedo en Badajoz, pero finalmente la insistencia de Sánchez Mejías logró que Alberti hiciera el paseíllo en Pontevedra, en presencia del gran cronista taurino José María Cossío y un público, llegado de toda Galicia y el norte de Portugal que llenaba los tendidos al filo de las cinco y media de aquel 3 de julio de 1927.

| Tauromaquia de Rafael Alberti

La Banda de Música de Marín marcó el anuncio de ese paseíllo entre cuyos componentes iba el poeta, al que pocos reconocerían de aquella guisa. Fue el principio y final de la carrera taurina de Rafael Alberti: «Menos mal que aquel público gallego no era de esos que piden ‘hule’, como el andaluz o el madrileño, y pude pasar desapercibido, dentro del callejón, durante toda la lidia». | Texto: José Márquez Maya.

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