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13 de septiembre de 1923. ¿Cómo se vivió el golpe de estado de Primo de Rivera en El Puerto de Santa María? #5.649

Hoy se cumplen 100 años

Miguel Primo de Rivera y Alfonso Sancho Mateos

| Texto: Daniel Gatica Cote.

El Golpe de Estado de Primo de Rivera venía preparándose desde comienzos del verano. Las causas del Golpe podemos resumirlas en el asunto de las responsabilidades militares de Annual, la reprobación de la estrategia militar del Estado Mayor y la condena social a una guerra impopular, y en los problemas de orden público y del nacionalismo – separatismo que amenazaban el clima de seguridad y paz social de la burguesía española, en general, y de la catalana, en particular. Resumiendo, en las consecuencias que el binomio Marruecos – Cataluña tenía en importantes sectores de la sociedad, como veremos más adelante. | En la imagen, Miguel Primo de Rivera en una visita a El Puerto de Santa María, a su llegada a la plaza de la Iglesia. Le acompaña el alcalde Alfonso Sancho Mateos. El chofer es José Ordóñez. | Año 1928.

Las primeras noticias sobre el Golpe de Estado llegan a El Puerto de Santa María en la mañana del viernes 14 de septiembre de 1923 a través del diario conservador Revista Portuense que, en un primer suelto se refiere a los acontecimientos:

“Gravísimos instantes los que atravesamos. A los muchos problemas cuya solución ya pesa sobre el Gobierno, viene la sedición militar de que se da cuenta en nuestra sección telefónica, y que los primeros síntomas son de aspecto bastante trágico. ¡Dios salve a España!”.

Los primeros días del Golpe de Estado en El Puerto.

Revista Portuense 14 09 1923 | Revista Portuense del 14 de septiembre de 1923.

En aquellos momentos, la opinión pública portuense especulaba con las motivaciones del Pronunciamiento, con sus protagonistas y con las posibles soluciones a la crisis. El impacto que los sucesos de la Diada y la defensa del honor patrio en el Protectorado, ambos de actualidad en aquellas fechas, eran los principales argumentos manejados:

“Desde luego, la causa o el momento ocasional ha sido la algarada separatista que tan mal efecto ha causado en todo el país...La protesta militar se fundaba especialmente en que la gestión del Gobierno significaba el abandono de los resortes de autoridad, sobre todo en los intereses y honor de España en África”.

En cuanto a los nombres que dirigían la sublevación, aparte del General Primo de Rivera, se daban como actores de la misma a Sanjurjo, Cavalcanti y Dabán; y sobre el desenlace del pulso entre Primo y el Gobierno se apuntaba ya como probable la caída del gobierno a quien sustituiría un Gabinete Nacional o un Ministerio Militar.

El día 15 comenzaba a despejarse la nubosidad política en la que se encontraba El Puerto; se publicaba en la prensa portuense el Manifiesto de Primo “Al País y al Ejército, Españoles”. La habilidad del General jerezano a la hora de redactar este manifiesto reside en la conjunción de una serie de ideas que, a la altura de 1923, buena parte de los españoles compartían. La crítica implacable a la vieja política del turno, que lleva al país a la ruina, secuestra la voluntad real y hurtan la designación del gobierno a los ciudadanos:

 “...libertarla (la patria) de los profesionales de la política, de los hombres que por una u otra razón nos ofrecen el cuadro de desdichas e inmoralidades que empezaron el año 98 y amenazan a España con un próximo fin trágico y deshonroso. La tupida red de la política de concupiscencias ha cogido en sus mallas, secuestrándola, hasta la voluntad real...en la realidad se avienen fáciles y contentos al turno y al reparto y entre ellos mismos designan la sucesión”.

| Miguel Primo de Rivera y Orbaneja sería nombrado Hijo Adoptivo y Predilecto de El Puerto de Santa María por acuerdo municipal del 27 de abril de 1927. | Foto: Archivo Moreno | Instituto del Patrimonio Cultural de España | Ministerio de Cultura.

Y el rechazo de la obra del Gobierno de la Concentración Liberal: “Asesinatos...audaces e impunes atracos; depreciación de moneda; francachela de millones de gastos reservados; sospechosa política arancelaria...rastreras intrigas políticas tomando como pretexto la tragedia de Marruecos...indisciplina social...precaria y ruinosa la producción agrícola e industrial; impune propaganda comunista; impiedad e incultura; justicia influida por la política; descarada propaganda separatista, pasiones tendenciosas alrededor del problema de las responsabilidades”.

Para solucionar el caos nacional se constituiría un “directorio inspector militar con carácter provisional”, organizaría un Gran Somatén Español “para organizar y encuadrar a los hombres de bien y que su adhesión nos fortalezca”, buscaría al problema de Marruecos “solución pronta, digna y sensata”, sabría exigir las responsabilidades “pronta y justamente...con limitación de plazo a tribunales de autoridad moral y desapasionados de cuanto ha envenenado hasta ahora la política o la ambición”, y abriría proceso “que castigue implacablemente a los que delinquieron contra la patria corrompiéndola y deshonrándola”, empezando por Santiago Alba,  a quien Primo de Rivera se encargó de anatematizar.

Políticamente era un documento vago en cuando a sus intenciones; no se habla de qué política tendría el Directorio respecto a Marruecos (Primo debía ser prudente para no disgustar a las distintas sensibilidades del ejército), el Somatén más que una milicia parecía una agrupación de adictos al nuevo régimen, y las únicas responsabilidades que reconocía en ese momento eran las de los partidos políticos que ahora quedaban al margen de la vida política.

En la parte dispositiva del Manifiesto se anuncian una serie de medidas que iban a afectar a las ciudades españolas como la proclamación del estado de guerra, la destitución de los gobernadores civiles y sus sustitución por los gobernadores militares y comandantes militares en funciones, la incautación de las centrales y medios de comunicación, la ocupación de centros comunistas o revolucionarios (centros obreros...) y localizaciones de carácter estratégico (estaciones, cárceles, bancos, centrales de luz y agua...), y la detención de cualquier elemento sospechoso.

Cuartel de Artillería en plaza del Polvorista

| Cuartel de Artillería en la plaza del Polvorista, hoy Teatro Municipal y viviendas

En lo estrictamente local, nada parece indicar que, en estas primeras horas tras la toma de posesión de Primo de Rivera, aconteciera en El Puerto algún tipo de desorden. Al contrario, la prensa, al dar cuenta del acuartelamiento de la guarnición del III Regimiento de Artillería, sito en la ciudad, destacaba cómo en el cuartel “se obsequió anoche a las fuerzas con divertidas proyecciones cinematográficas”. En lo político, sí hay que señalar que el alcalde portuense, Luis Portillo de Pineda fue a Cádiz, acompañado de dos funcionarios municipales, a entrevistarse con las autoridades provinciales a recabar de primera mano información sobre las consecuencias inmediatas de la formación del nuevo gobierno.

El día 15 de septiembre era promulgado un Real Decreto que confirmaba el estado guerra en toda España, a la vez que suspendía por tiempo indefinido algunas garantías constitucionales como la limitación del tiempo de detención a 72 horas, la necesidad de un mandamiento judicial para efectuar registros y libertades fundamentales como la de fijación de domicilio, expresión, reunión o asociación. Las instituciones de gobierno local como ayuntamientos y diputaciones continuarían funcionando con normalidad “y el bando incluía la expresión de esperanza en que pronto se normalizaría la situación: Espero – había escrito en él Primo de Rivera – que todo buen ciudadano cooperará con su prudencia y sensatez a la consolidación de un régimen que era anhelado unánimemente, aunque por el momento se originen molestias y se suspendan algunos derechos”.

En El Puerto de Santa María, el coronel de Artillería Pedro Albadalejo proclamaba la Ley Marcial, previa notificación al alcalde de la declaración del estado de guerra mediante un telegrama del Gobernador Civil interino. Dicha proclamación fue presenciada en El Puerto por numerosos ciudadanos; desde ese momento comenzaron a patrullar las parejas de la Guardia Civil que cacheaban a los transeúntes y vigilaban que todos los establecimientos, salvo los casinos, estuvieran cerrados a las doce de la noche; el orden se mantuvo perfectamente en la localidad.

Ayuntamiento Plaza de Peral

| Casas Consistoriales | C.M.P.H.

Nada más conocerse el nombramiento oficial de Miguel Primo de Rivera como presidente del Directorio Militar, las fuerzas vivas portuenses y de la provincia comenzaron a enviar entusiastas telegramas de felicitación y adhesión al Marqués de Estella que eran agradecidos en los siguientes días por el nuevo presidente.

“Al Sr. Marqués de Estella. Madrid. Asociación Gremio Criadores Exportadores Vinos Jerez experimenta vivísima satisfacción al enviar a V.E. su más cariñosa y entusiasta felicitación por su valiente decisión de honrado fin patriótico al que con gran lealtad nos unimos y apoyaremos en la medida de nuestras fuerzas. Viva España, Viva el Rey, Viva el General, heroico orgullo de Jerez. – Presidente, Pedro Gutiérrez de Quijano Medina”.

En medio de estas efusivas muestras de afecto de los círculos conservadores de la localidad que se sumaban al carro del vencedor desde tempranas fechas, se produjo la vuelta de dos de los genuinos representantes de la vieja política en la provincia de Cádiz tras su forzosa separación de la política activa, Juan A. y Luis J. Gómez Aramburu, jefes de los partidos liberal y conservador en la provincia respectivamente.

Desde los primeros días del Directorio, Primo de Rivera intentó controlar todas las informaciones que ofrecieran los medios de comunicación mediante el establecimiento de la censura de prensa. Ya en las normas del Directorio a los Gobernadores Militares sobre la censura se reconocía que ningún régimen de Gobierno puede vivir con la Prensa en contra.  En palabras del Jefe de Información y Censura de la Prensa, el Teniente Coronel del Estado Mayor, Pedro Rico, “...lo que no se consentirá es la crítica negativa tal como el anuncio inmotivado de desgracias para la Patria y lamentos y censuras por hechos ocurridos que pueden considerarse pasados ya a la historia”. Las consecuencias de esta política informativa se dejaron notar en la prensa portuense inmediatamente, constatando que los únicos editoriales publicados elogian las medidas adoptadas por el Directorio como sucede, por ejemplo, con el Decreto contra el separatismo o la disolución de la asociación catalanista vinculada a la Lliga Pomells de Joventud.

Visita de Primo de Rivera 2 1928

| Visita de Primo de Rivera en 1928. Plaza de Isaac Peral | C.M.P.H.

El gobierno primorriverista, desde un principio, pretendió, de acuerdo con sus ideales de honor y de aquellas cualidades que debían formar el carácter distintivo del español, sanear las costumbres y preservar la moralidad pública en las ciudades. De ahí que, desde tempranas fechas, el General Gobernador de la provincia remitiera instrucciones al Ayuntamiento de El Puerto para modificar la normativa de cierre de establecimientos. La Alcaldía respondió al requerimiento, en forma de edicto, ordenando que “...los cafés de todas clases, tabernas, cabarets, salones de baile, figones y establecimientos públicos análogos, han de quedar desalojados y cerrados antes de las dos de la madrugada”. Igualmente, desde Cádiz se remitieron instrucciones a los alcaldes exhortándolos a hacer cumplir la obligación de los menores en edad escolar de acudir a las escuelas públicas y la de los maestros nacionales de “...estimular a los niños, ser ejemplo de conducta y dar cuenta de las infracciones”. El diario local Revista Portuense editorializaba sobre la cuestión, elogiando la determinación del Gobernador provincial:

 “Tenemos ahora otra organización más férrea, otro mecanismo gubernamental más bien dispuesto; ¿lograremos que se cumpla el edicto del Gobernador y que termine de una vez para siempre el vergonzoso y denigrante espectáculo de los niños vagando en el arroyo, mientras las escuelas públicas están desiertas?”.

Consciente Primo de Rivera de la importancia de legitimar diariamente ante los ciudadanos su presencia al frente del Gobierno a fin de solapar su ilegal ascenso, no sólo utilizó los medios de comunicación, sino artes como el cine o el teatro para trasladar a los ciudadanos la indignidad en la que los liberales estaban sumiendo a España y la labor salvadora y redentora que encarnaba el Golpe del General jerezano. De este modo, en El Puerto, se proyectó una película en el Teatro Principal donde se le ofrecía al público “...la ocasión de apreciar en todos sus detalles el principio de los impísimos sucesos acaecidos últimamente en España...(y)el famoso Golpe de Estado español”. En el film se recogían acontecimientos como la inauguración de la Exposición del Mueble en Barcelona, “...donde se observa la simpatía con que el pueblo acoge la primera figura de la actualidad”, la llegada del Rey tras el Golpe, el gabinete saliente y el presidente García Prieto comunicando su dimisión a los periodistas, la visita del Capitán General de Madrid Muñoz Cobos a Alfonso XIII, la llegada a la capital de España de Primo de Rivera “...y otras escenas, todas de enorme interés”. Según la prensa local, la proyección despertó mucho interés por “...su palpitante actualidad...que llevó un numeroso público al coliseo y gustó bastante”.

El numeroso público que asistía a las filmadas hazañas del heroico General jerezano poco podía imaginarse que, en esos momentos, se estaba firmando el Real Decreto que disolvía los Ayuntamientos del país, entre ellos el de El Puerto.

Consideraciones generales sobre el Golpe de Estado. Antecedentes.

Revista Portuense 13 septiembre 1928

| Revista Portuense conmemora en su portada de 1928, cinco años después del Golpe de Estado, la efeméride | Archivo Municipal.

El Golpe de Estado de Primo de Rivera venía preparándose desde comienzos del verano. Las causas del Golpe podemos resumirlas en el asunto de las responsabilidades militares de Annual, la reprobación de la estrategia militar del Estado Mayor y la condena social a una guerra impopular, y en los problemas de orden público y del nacionalismo – separatismo que amenazaban el clima de seguridad y paz social de la burguesía española, en general, y de la catalana, en particular. Resumiendo, en las consecuencias que el binomio Marruecos – Cataluña tenía en importantes sectores de la sociedad.

Además, el sistema de la Restauración se encontraba desprestigiado y en crisis porque los viejos partidos del turno, divididos y anquilosados, eran incapaces de atraer y aglutinar a unas nuevas bases sociales, de responder a sus anhelos y necesidades, y los resortes de la estructura caciquil hacía aguas en las grandes concentraciones urbanas, funcionando sólo en el ámbito rural.

A la altura del verano de 1923 eran muchos los que desconfiaban del sistema liberal parlamentario y de la Concentración Liberal y de su capacidad para ofrecer soluciones al país. A las dudas, cuando no franca oposición de militares y de la oligarquía económica, se unían las del propio monarca.

Las desconfianzas de los militares se tradujeron en la preparación de un Golpe de Estado que, en sus orígenes, proviene de dos movimientos distintos, aunque con el común objetivo de acabar con la Concentración Liberal. Cronológicamente, las primeras intrigas se inician en Barcelona a finales de mayo de 1923 y en torno a sectores vinculados a las Juntas Militares de Defensa. Pretendían disolver las Cortes, imponer a la Corona una política reformista y proceder a la elección de un nuevo Parlamento. Independientemente, en Madrid comienzan a reunirse los Generales africanos Saro, Dabán, Cavalcanti y Federico Berenguer. A este llamado cuadrilátero se unen el duque de Tetúan y el Capitán General de Cataluña, Miguel Primo de Rivera; este último en la segunda mitad del mes de junio. El programa del cuadrilátero incluía solucionar el problema de Marruecos, el impunismo en el debate sobre las responsabilidades del desastre de Annual y la instauración de un gobierno, no necesariamente militar, que restaurara el orden público.

En aquellos momentos no estaba claro quién dirigiría el Golpe, aunque muy pronto todos los ojos se volvieron hacia Primo de Rivera, militar de prestigio y que contaba con el favor de una parte importante de la opinión pública por su reciente intervención en la huelga de transportes de Barcelona.

Pero Primo de Rivera tuvo que variar su posicionamiento ante las cuestiones de Marruecos y Cataluña para ganarse el apoyo del ejército y de la burguesía catalana. En un principio, la posición de Primo respecto a Marruecos se alineaba con las tesis abandonistas, llegando a sugerir incluso renunciar al Protectorado a cambio de Gibraltar.

Primo cambió la estrategia de abandono del Protectorado por una política de ambigua definición pero que, sin duda, suponía el compromiso del Capitán General de darle una solución militar al problema marroquí junto con una garantía a las Fuerzas Armadas sobre el debate responsabilista. De esta manera Primo consiguió la unidad del ejército en la defensa de una institución cuyo poder y privilegios veían atacados, y en el rechazo a la debilidad de un gobierno liberal cuya actuación creían hostil. La indefinición primorriverista respecto a Marruecos obedece al intentó del General jerezano de contentar a distintas sensibilidades militares – africanistas, junteros, Estado Mayor... – que tenían expectativas distintas.

En cuanto al conflicto con el catalanismo, la decepción que los sectores moderados del mismo sentían, ante la falta de resultados de la política pactista, abrió un amplio campo de expectativas sobre lo que sí podría ofrecer a la burguesía catalana una solución extraparlamentaria como la que Primo encabezaba. Aun así, Primo debía limar formalmente algunas astillas del rancio españolismo que se le suponía; “...su utilización del catalán en algunos discursos, el hecho de que escribiera a Puig (presidente Mancomunitat) en esta lengua y las seguridades que dio de que iba a organizar España según un criterio regionalista, definitivamente, supusieron para él un extenso apoyo social entre la burguesía catalana”.

Una vez que Primo de Rivera se hizo con la jefatura carismática del movimiento, inició los contactos para llevar a cabo una sublevación que comenzaría en Barcelona. Los frecuentes viajes que el Capitán General realizó a Madrid durante el verano de 1923 – allí tenía a su familia – fueron aprovechados para ir dando forma a la conspiración.

En los primeros días de septiembre era vox populi en los mentideros políticos la posibilidad de que se produjera un alzamiento en el seno del ejército. Primeramente, a Alfonso XIII lo había informado el cuadrilátero (los Generales africanos Saro, Dabán, Cavalcanti y Federico Berenguer) y el propio Primo de Rivera se lo comunicó a los embajadores españoles en el extranjero.  El gobierno liberal era conocedor de las reuniones de Primo con los oficiales de las tropas barcelonesas y sus idas y venidas conspiratorias a Madrid (la última el nueve de septiembre). La propia prensa se hacía eco de una reunión del General jerezano con el Ministro de la Guerra, el General Aizpuru, una semana antes del Golpe, donde éste último pretendió conocer las intenciones de don Miguel. El diario portuense daba cuenta de esta cita en unos términos que no dejaban lugar a demasiadas dudas sobre que algo se estaba cocinando:

“...celebraron esta tarde extensa conferencia el Ministro de la Guerra y el Capitán General de Cataluña, Primo de Rivera. Guardase gran reserva acerca de lo que trataron”.

Los días 11 y 12 de septiembre se ultimaron los preparativos tanto en Madrid como en Barcelona; a pesar de los escasos apoyos con los que contaba el cuadrilátero en Madrid – la guarnición madrileña no estaba con ellos – la decisión de Primo de Rivera era la de proceder al alzamiento el día 12. Asimismo, Primo consiguió la colaboración de los Generales Barrera, López de Ochoa y Mercader (amigo personal del Rey) con mando en Cataluña. Éstos junto al Gobernador Militar Sanjurjo en Zaragoza eran los únicos puntales claros antes del Golpe.

Durante la tarde – noche del 12 de septiembre, ante las claras informaciones de los preparativos golpistas de los días anteriores, se reunió el Consejo de Ministros que acordó llamar a la disciplina a Primo de Rivera y conocer directamente sus intenciones. Aizpuru contacta con Primo de Rivera instándole a que abandonara sus propósitos a lo que Primo respondió diciendo que continuaría lo ya comenzado. El Capitán General declara el Estado de Guerra, ordena la ocupación de los edificios oficiales y manda incluir el manifiesto del Golpe de Estado en la prensa barcelonesa para el día 13 de septiembre. Primo de Rivera llama al Rey, que estaba de vacaciones en San Sebastián, y le comunica su alzamiento al frente de la guarnición de Barcelona al grito de “¡Viva el Rey!¡Viva España!” y su lealtad a su Majestad.

Mientras tanto, el Consejo de Ministros solicita la opinión de los jefes militares de las distintas Capitanías, obteniendo un resultado desalentador; aunque la mayoría se declaraban fieles al gobierno, la mayoría o simpatizaba con el movimiento (Burgos, Valladolid, La Coruña) o esperaba a la llegada del Rey (Sevilla). Incluso en la III Región Militar en Valencia, el Capitán General Zabalza, que apoyó al gobierno, fue detenido por los Gobernadores Militares de Valencia y Castellón que se unieron a los golpistas.

En el seno del gobierno liberal sólo el duque de Almodóvar, Portela Valladares y Aznar proponen oponerse claramente al Golpe, relevando inmediatamente a Primo de Rivera y los Generales implicados, reuniendo de urgencia a las Cortes y presentar resistencia armada con las fuerzas leales. Pero, esta postura estaba en minoría y se acordó esperar a que Alfonso XIII manifestara su voluntad. A la llegada del monarca a Madrid, el presidente del Consejo de Ministros, Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas, le propuso la adopción de enérgicas medidas para sofocar el Golpe, pero el Rey dijo que antes deseaba hacer consultas. García Prieto presentó su dimisión, informándole Alfonso XIII que encargaría formar gobierno a Primo de Rivera. Hasta la llegada de Primo a Madrid, el Rey puso el gobierno interino en manos del cuadrilátero y del Capitán General de Madrid, Muñoz Cobos. La idea de los golpistas madrileños era un nuevo gobierno de hombres civiles, que respetara la Constitución y que convocara Cortes en el plazo estipulado. No obstante, Primo de Rivera, tras su llegada a Madrid, informa al cuadrilátero de la formación de un Directorio Militar. El Rey, aceptó la formación del Directorio, pero Primo de Rivera se vio obligado, ante la insistencia del Rey, de jurar su cargo como presidente del Consejo de Ministros para mantener la ficción constitucional. Una Constitución sobre la que el propio Primo se había manifestado en su viaje de Barcelona a Madrid, augurando con sus palabras el futuro de la misma:

 “Es evidente que este Directorio, en su actuación y en su estructura, tendrá que rozar y hasta saltar por encima de la Constitución. Pero, a los que venimos al Poder, hijos de una rebeldía, ¿va a detenernos una consideración de este orden?”.

El Golpe de Estado triunfó por varias razonas; la adopción por Primo de la táctica del Pronunciamiento fue acertada al no necesitar dar un golpe audaz en los principales centros de poder en Madrid (no contaba con el apoyo de la guarnición madrileña) y evitar los derramamientos de sangre. Tan sólo, apeló a “...la opinión pública, al Ejército y a la Corona...buscando la actitud benevolente de sus compañeros de armas y la abstención pública para presionar al Monarca”.

El General jerezano, además, conocedor de la debilidad del gobierno liberal y del descrédito del mismo en amplias capas de la sociedad, sabía que la guerra podía ganarse venciendo la batalla de las trincheras informativas. Así, la publicación del Manifiesto en los periódicos barceloneses el propio día 13, adelantándose a cualquier llamamiento del gobierno central, hizo que “...los diarios o estaban con el Golpe o no apoyaban al gobierno mientras que puede juzgarse que sus ataques contra el impunismo iban dirigidos en realidad contra el propio sistema político”.

La fecha del Golpe, aunque fue fijada con anterioridad, coincidió con la indignación general del país tras la polémica celebración de la Diada. A este clamor contra el separatismo catalán se unían los ecos del motín de Málaga a finales de agosto y la crisis ministerial de primeros de septiembre, dibujando estos tres trazos en la mentalidad colectiva un cuadro de anarquía en el país que Primo de Rivera supo capitalizar.

Y, como últimas razones del éxito de la empresa golpista, hay que hablar de la incapacidad del gobierno liberal y de la postura de Alfonso XIII. El gobierno, dividido y en plena crisis política, fue incapaz, a pesar de las noticias que le llegaban desde días antes y una vez acontecido el alzamiento, de tomar una decisión drástica tanto en lo político (convocatoria de las Cortes, dar cuenta a la opinión pública de la rebelión) como en lo militar (destitución de Primo y el cuadrilátero, enfrentarse con las tropas leales). Se limitó a esperar la llegada del Rey. Un Rey que conocía directamente las intenciones de los golpistas, entre los cuales estaban sus íntimos generales Saro y Dabán, de quienes Alfonso XIII comentó en una ocasión a Alcalá Zamora “...que cuando viese yo que aquellos hacían algo, no dudase de que estaban inspirados por él”.[5] Un Rey que ya había sondeado la posibilidad de un gobierno autoritario al duque de Maura en una conversación privada. Y un Rey que con su actitud pasiva permitió ganar un tiempo precioso a los sublevados, en vez de apoyar en la noche del 12 al gobierno constitucional lo que podría haber abortado el Golpe. “Si bien no existen indicios de complicidad activa del Rey en la trama del Golpe, los hay de su complicidad pasiva”. El Golpe de Estado proporcionó la oportunidad a Alfonso XIII para acabar con una forma de gobierno en la que ya no creía.

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| Fuente: GATICA COTE, D. Dictadura y “Dictablanda” en El Puerto de Santa María, 1923 – 1931. Biblioteca de Temas Portuenses. El Puerto de Santa María, 2004. Referencias en la obra citada.

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