Imágenes de la ciudad a mediados del siglo XIX
| Texto: Enrique Pérez Fernández
Fl año 1846 marcó el comienzo de El Puerto de Santa María como estación veraniega, cuando oficialmente la ciudad se abrió al turismo. Se creó entonces una Junta de Festejos que fijó como fechas más señaladas para organizar actividades lúdicas los días inmediatos a las festividades de San Juan, Santiago y la Asunción, la Virgen de Agosto.
Buenos vientos soplaron en los años 40 del siglo XIX para El Puerto… Desde 1816 venían instalándose en el río baños flotantes, impulsados con miras turísticas en 1844; en 1840 se estableció el primer servicio regular de vapores de pasajeros con Cádiz y se abrió, dando cara al río y al paseo del Vergel del Conde, la Posada Vista Alegre; en 1843 se construyó en el ejido de San Francisco una nueva Plaza de Toros; en 1845 se inauguró el Teatro Principal y en enero de 1846 el puente colgante de San Alejandro.
Logros de la Junta en 1846 fue la recuperación de la antigua Feria de la Victoria y propiciar la celebración de veladas en el Vergel del Conde entre San Juan y el comienzo de la Victoria el 15 de agosto.
La noche de la víspera de San Juan de 1846, cuando empezaron los festejos, se iluminaron ‘a la veneciana’ (con farolillos de colores) las casas que miraban al río, el nuevo puente de San Alejandro y los vapores y barcos surtos en el Guadalete. Por la tarde se celebró en el río una regata de falúas decoradas con farolillos y sonando a bordo ‘músicas del país’. Al anochecer el cielo se iluminó con fuegos artificiales, y después se prendieron fogatas en ambas orillas del Guadalete.
Orillas que ciertamente lo eran porque la ribera solo estaba canalizada entonces con una muralla (desde 1735) en el tramo comprendido entre las plazas de las Galeras y la Herrería, frente al paseo del Vergel. Su prolongación hasta el puente de San Alejandro comenzó en 1873 y se culminó en 1884; y en la otra banda del río empezó a levantarse a principios del XX en 200 metros desde el puente de San Alejandro.
Que documentalmente me conste, las fogatas en las orillas solo volvieron a prenderse en la víspera de San Juan de 1860, acompañadas en la orilla de la ciudad por una banda de música. Más frecuentes fueron las fogatas que se disponían, también en la víspera de San Juan y al tiempo que se quemaban fantoches, en algunas calles y plazas céntricas, especialmente durante las décadas de los 60 y 80 del XIX, siempre como epílogo a corridas de toros vespertinas o a la vez que se corrían por las calles gallumbos (enmaromados, atados los toros a cuerdas para dirigir sus pasos), cuando daban las 12 de la noche. Así, en una factura de 1888 firmada por José Cortés Obelo, leemos: “He recibido 30 ptas. de 15 barricas de alquitrán para las fogatas de la víspera de San Juan con motivo de las corridas de Toros.”
En El Puerto, las fogatas de San Juan no tuvieron la impronta mágica y mistérica que acaso tenían en otras localidades españolas, especialmente del Levante. Debieron ser, más bien, una representación superficial y mimética, exclusivamente de carácter festivo, como las que han renacido en los últimos años de forma multitudinaria en las playas de nuestro litoral.