| Texto: José Luis Lojo Lozano
El pasado sábado, la bodega de Juan Carlos Gutiérrez Colosía se convirtió en escenario de una celebración entrañable, de esas que huelen a vino fino, a familia y a memoria viva. Allí, rodeado de ambiente de vinatería y de las risas que solo da la complicidad de los años, Fosco Valimaña Lechuga fue sorprendido por sus hijos, Fosco y Victoria, con una convivencia sorpresa que reunió a familiares y amigos en honor a sus 81 años.
No era un cumpleaños cualquiera. Fosco, con ese sentido del humor que le caracteriza, se ha convertido en el único hijo varón de Macario Valimaña en superar la barrera de las ocho décadas, un hito que su familia quiso celebrar como merece: con vino del bueno, con papas con chocos y con el calor humano que no se embotella pero embriaga.

El homenajeado, Fosco, no sospechaba nada. Cuando cruzó la puerta de Bodegas Colosía y vio los rostros queridos, la emoción le desbordó en forma de sonrisa silenciosa. A veces, las grandes fiestas no necesitan discursos; basta con un brindis sincero y un recuerdo compartido.
Entre las risas de la tarde, alguien recordó aquella vez en que Fosco, siendo apenas un chaval, se presentó en la feria de El Puerto de Santa María con un sombrero prestado y unas botas dos tallas más grandes, decidido a conquistar el mundo... o al menos la caseta de baile. Acabó bailando sevillanas con una inglesa que no entendía una palabra, pero que supo seguirle el compás. “Siempre tuvo arte para salir del paso”, comentó entre carcajadas uno de sus primos, mientras levantaban las copas en su honor.

Y así, entre anécdotas, abrazos y brindis también al sol, Fosco celebró sus 81 con la serenidad de quien ha vivido bien –y lo sigue haciendo--, ha querido mucho y sigue siendo querido. Una fiesta manejable en tamaño, pero inmensa en afecto. De las que dejan poso.