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Los baños de mar de Pedro Seca #6.333.

| Texto: Juan Manuel Rodríguez-Gay Palacios
No siempre que visito El Puerto paso por la playa de La Puntilla, pero hace unos días lo hice y el primer pensamiento que tuve fue para Pedro Seca [abuelo de Pedro Muñoz Seca]. Me encontraba ante ese camino de tablas que, aunque no te lleva a la orilla, te acerca un tramo y no pude evitar visualizarlo trabajando cada mañana en ese camino que conducía a sus baños. A pesar de haberle cedido su sitio en “Una mirada al pasado: ascendencia de una familia portuense” --mi humilde y queridísimo primer libro que dedico a mis antepasados-- siento la necesidad de compartir en estas páginas, aunque de manera resumida, parte de ese par de capítulos con los que procuro rendirle un pequeño y merecido homenaje.


Pedro Seca Lara nació el viernes 30 de junio de 1820 en El Puerto de Santa María y fue el hijo primogénito del matrimonio formado por Joaquín Seca y Ramona de Lara. Desde muy joven se formó en el mundo de la construcción, oficio al que se dedicó durante muchos años. Tras dos esposas fallecidas, Ana y Milagros, el ya maestro de albañilería, a sus treinta y tres años, contrajo de nuevo matrimonio, el 19 de febrero de 1854, con una mujer de veintisiete años también portuense: María Josefa Gutiérrez Pérez.

Vivieron durante un tiempo en una casa de la calle Nevería junto a las hijas que Pedro tuvo con sus difuntas esposas: Antonia y María además del pequeño Emilio, hijo que tuvo con su tercera y última mujer.

| Baños El Porvenir en la Punta de Malandar (de donde viene elnombre de La Puntilla), a la derecha de la imagen, dentro del agua.

Aparte de ser dueño de una casa de alfarería, en el verano de 1871, en la conocida playa de La Puntilla de El Puerto de Santa María, establecería unos baños de mar. A pesar de los defectos que presentaban estos a causa de su presurosa instalación, eran muchos los forasteros que los visitaban y disfrutaban. Los baños, en un primer momento, estaban formados por una línea de casetas, que al igual que las que acostumbrábamos a ver hasta hace unos años, estaban colocadas bastante alejadas de la orilla, pudiéndose acercar a esta, ya fuera tirando de ellas o usando algún animal de carga, algo incómodo y poco práctico, aunque se tuviera por costumbre.

Recordaba el entonces famoso doctor Joaquín Medinilla, cómo durante aquella temporada Seca inició la construcción de sus baños y “con sólo sus modestos recursos abrió un camino por entre arena, que tiene que ser conservado por el riego de agua de pozos que tuvo que mandar abrir y resguardarlo del Levante con un vallado por la parte Este, coronado por ramaje de retama”. No obstante, más adelante, Pedro Seca fue perfeccionando sus primitivas instalaciones dotándolas de un aire más sofisticado dentro de sus posibilidades. Además, junto al que tiempo después será su yerno, José Joaquín Muñoz Cesari, elabora un detallado doble proyecto acompañado de un plano general con el trayecto del tranvía. Este consistía “en el establecimiento de un tranvía con motor animado, que partiendo de la Estación (…) termine en la playa de la Puntilla, y en la construcción, en esta, de un muelle, que entrando en el mar hasta quinientos metros permita establecer sobre su base, sea cual fuere la altura de la marea, baños en que siempre se encuentre cercana el agua”. Además de la explicación extendida que se puede consultar en “Una mirada al pasado: ascendencia de una familia portuense”, existe un interesante trabajo, con otro enfoque, realizado por María Murillo y José Manuel Aladro titulado El tranvía hacia los Baños de la Puntilla. Una aproximación al paisaje industrial urbano de El Puerto de Santa María”.

 

Muchos fueron los trámites y larga la espera para conseguir el permiso requerido. Imaginamos la ilusión que embargaría a Pedro Seca y a José Muñoz al encontrarse tan solo a un paso de ver su propuesta hecha realidad. Pero lejos de lo esperado, de lo soñado, nunca se materializaría por el motivo que años después, en 1887, el periódico jerezano “El Guadalete” divulgó: “(Pedro Seca) tuvo que desistir de su pensamiento por la falta de capital para emprender por si mismo la obra, y no encontrar ayuda en los capitalistas y autoridades”.

El tiempo pasa, Pedro Seca seguía al frente de su modesto negocio y ya ese atractivo y conveniente proyecto había caído casi en el olvido. No obstante, y transcurrida casi una década, exactamente en 1880, aparece de nuevo el doctor Medinilla que lo sacará de su letargo al publicar un opúsculo titulado “BAÑOS DE AGUA DE MAR DEL PUERTO DE SANTA MARÍA” en el que, además de mencionar la existencia de tres empresas dedicadas a los baños en el río, se centra en la única existente en El Puerto a orillas del mar.

| Dibujo de María Fernández Lizaso.

De una manera directa, el laureado profesional da a conocer los baños de “La Puntilla” y los beneficios que ofrecían para el tratamiento de un sinfín de enfermedades. Creemos que este estudio del doctor Medinilla despertó cierto interés social por el malogrado proyecto, a raíz del cual, el Ayuntamiento fijaría su atención en la idea de la incorporación, para el siguiente verano, del tranvía en la ciudad, de cuyo asunto se empezó a ocupar con preferencia, según se informó desde “El Guadalete” en enero de 1881, aunque tampoco llegó a realizarse.

Quizá aprovechando la publicidad que Medinilla estaba haciendo de sus baños, el 4 de febrero de 1882, Seca, que ya no se pronunciaba acerca del propósito por parte del Ayuntamiento de traer el tranvía para la cercana estación veraniega, puede que desengañado por su fracasado intento,  vuelve a dirigirse al Ayuntamiento, esta vez solicitando una mejora del arrecife que él mismo había construido y que conducía a los baños desde el final de la calle del Sol hasta una vez pasada la fábrica del gas, ya que la concurrencia de gente en el mismo era muy numerosa desde hacía varias temporadas.

| Fábrica de Gas Lebón.

Añade que su materialización aportaría, al ya de por sí bonito lugar, cierta comodidad tanto a vecinos como a forasteros. Pero desde Fomento y Obras Públicas, tan solo aceptan la colocación de bancos económicos. No obstante, sin tranvía ni arboleda y con menos forasteros de lo que se esperaba, a finales de ese mismo verano “Don Pedro Seca, con sus famosos baños de la Puntilla está haciendo su Agosto desde el pasado Julio”.

Cabe destacar la difusión, que por medio de la prensa tuvo este brillante proyecto, no solo en la sociedad portuense, sino en otros municipios por la publicidad que les dio tal noticia. Sin duda alguna, suscitó la curiosidad de multitud de personas que llegaban de muchos puntos de la provincia de Cádiz. El 17 de septiembre de 1887, el ya citado doctor Medinilla publica un artículo en “El Guadalete” que comienza con una exhaustiva y pormenorizada descripción, tal como hizo en su opúsculo, tanto del lugar en donde están situados los baños, como del establecimiento de los mismos con la sencilla intención de presentarlo a aquellos locales y forasteros que entonces no supieran de su existencia. Subraya que desde la apertura de los baños en 1871, no se vio comprometida la vida de ningún bañista por la seguridad que la playa ofrecía debido a su “oleaje moderado” y que, aunque el establecimiento de Seca estaba exento de lujos  “por no ayudársele como es debido, (…) tiene su parador de carruajes (…) en el que se encuentra un modesto restaurant con exquisitos vinos y comestibles” desde donde por dos caminos, hechos con tablones y que precisaban un continuo cuidado para evitar la acumulación de arena, se accedía a las casetas.

| Proyecto de tranvía a los baños de la playa de La Puntilla

También hace alusión a la importancia de los baños de “La Puntilla” sobre otros repartidos por Andalucía,  debido a  la situación de dicha playa en el Atlántico y  a sus características,  y sugiere la formación de “una Sociedad con capitalistas del Puerto de Santa María, Jerez, etc., para la construcción de un ferro-carril económico a los baños de la Puntilla” con la subvención de las autoridades y apelando a la comprensión de los posibles inversores sobre los beneficios, no solo financieros, sino también de salubridad para las personas que hicieran uso de ellos. Sin duda sería este el artículo que más hiciera justicia, por no decir el único, a tan brillante industrial, cuya visión de lo que pudo haber sido, años después siguió siendo eso, una visión. Y concluye dicho artículo reivindicando un reconocimiento a Seca:

“Esta es la obra iniciada y sostenida durante quince años mortales por el benemérito hijo del Puerto de Santa María señor D. Pedro Seca, que hubiera obtenido la más decidida protección, desde el primer momento que la impetró, en cualquier país que no estuviera dotado del instinto de suicidio, como sucede generalmente en nuestra patria. Pedimos pues (…) la cooperación pública y oficial para complementar la obra    emprendida por el referido industrial”.

Tras su fallecimiento ocurrido en 1891, su viuda dejará El Puerto para instalarse junto a su hijo, Emilio Seca Gutiérrez, en Sevilla. Emilio, al que dedica Antonio Gutiérrez Ruiz un artículo en “Gente del Puerto” titulado El padre Seca, heroico sacerdote portuense y a cuyo historiador resolvemos la interrogante de su vínculo familiar con los Muñoz Seca, por aquel entonces desempeñaba su labor como párroco en la Iglesia de San Gil.

Acontecido su óbito en 1897, María Josefa Gutiérrez vuelve a El Puerto y se instala en el domicilio de la única hija viva que le quedaba a su finado esposo, María de las Mercedes, en el número 44 de la calle Castelar o Nevería de El Puerto de Santa María. Con los Muñoz Seca vivirá hasta que, por recomendación médica a causa de una gangrena senil que venía padeciendo, fue ingresada en el hospital de San Juan de Dios de El Puerto, localización que aquí rectificamos, donde murió, a sus 77 años de edad, a las 4 de la madrugada del 4 de junio de 1903.

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