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1.508. JUAN NICOLAS OSBORNE BÖHL. Primer Conde de Osborne.

Tal día como hoy, 26 de septiembre, también miércoles, de hace 174 años, el presbítero Don Rafael Ruiz Marchante, Examinador Sinodal de la Abadía de Olivares, Beneficiado de la iglesia Mayor Prioral y Vicario de la ciudad, "con anuencia del cura semanero", derramaba el agua bendita que contenía una concha de plata sobre la coronilla de un varón de pocas horas de nacido, suspendido boca abajo sobre la hermosa pila de la capilla bautismal, capilla compartida en esa fecha y desde que se instituyera en 1644, con la Cofradía de San Pedro de Venerables Sacerdotes, sostenido por algún miembro de la familia. Antes, el oficiante, en la puerta del templo, revestido con alba, estola y capa pluvial morada, había leído el ritual de los catecúmenos, ornamentos que cambiaría por la estola y capa pluvial blancas al pasar al Baptisterio, presidido por la “pila de Rota” nombre con el que era conocida  por los antiguos la pila bautismal. (Mi erudito amigo Luis Suarez Ávila me ha ilustrado sobre el origen de esta denominación. Parece ser que siglos atrás un carro que transportaba esta pieza con destino a la iglesia Mayor Parroquial de Nuestra Señora de la O de Rota rompió un eje en la calle San Juan, aledaña a la Prioral, depositándose la pila en la sacristía hasta que fuera reparado. Como tardó más tiempo del previsto y la pieza le gustó al Vicario, terminó por instalarse aquí, sustituyendo a la existente, pasando a ser llamada popularmente con ese nombre) Allí, en aquel lugar, el padre Ruiz Marchante pronunciaba con solemnidad la frase de ritual: "Yo te bautizo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".  Era un bautizo de postín. En el acta contenida en el Libro de Bautismos número 116,  folio 103 vuelto, se indica que había nacido el día anterior, "entre la una y las dos de la madrugada" y que se le impuso los nombre de Juan Bautista, Nicolás, Rafael, Lope.

Pila bautismal de la Iglesia Mayor Prioral.

Circunvalando la baranda de hierro forjado que rodea la pila bautismal, presenciando el acto, presumiblemente, se encontraba su padre, Tomás Osborne Mann y tal vez su tía materna, la escritora Fernán Caballero, que en esa fecha residía en Sevilla. El año anterior había contraído matrimonio por tercera vez con Antonio Arrom, después de enviudar de su segundo marido, el marqués de Arco Hermoso. La otra hermana de su madre, Ángela, casada con un militar francés, el Barón Chatry de la Fosse en esa fecha estaba fuera de España y los abuelos Juan Nicolás Böhl de Faber y Francisca Javiera Ruiz de Larrea, más conocida como Frasquita Larrea -traductora de Byron y precursora del Romanticismo en nuestro país- habían fallecido; el primero hacía dos años y Frasquita ese mismo año, aunque al no conocer la fecha exacta del óbito, es posible que aún viviese uno o dos meses más de la fecha que estamos refiriendo. Su madre, Aurora Böhl de Faber y Ruiz Larrea, recién parida, y con una edad peligrosa para dar a luz, pues habiendo nacido en 1800 cumplía años con el siglo y tenía, por tanto, 38 años, no parece probable asistiese. Este que se bautizaba sería su quinto  y último hijo, segundo de los varones, todos portuenses, a excepción de la primogénita: María Manuela, que nació en Cádiz y tal vez Cecilia, de la que no he podido localizar ni el año ni el lugar de su nacimiento Ella, María Manuela, futura madre del clérigo Francis Morgan -Curro Morgan para sus primos de El Puerto- el preceptor y amigo del famoso escritor Tolkien, sería también parte importante de la ceremonia, a sus once años, pues fue la madrina.

Los hermanos que  precedieron a nuestro personaje, el benjamín familiar, además de la mencionada María Manuela fueron Cecilia, que casó con García de Porres, marqués de Castilleja del Campo y falleció en 1903; Francisca Javiera, que enlazó igualmente con la nobleza de sangre, en este caso con el marqués de Saltillo, Antonio de Rueda Quintanilla. La boda se celebró en la iglesia Mayor de El Puerto en agosto de 1852, y Tomás Osborne Böhl de Faber, dos años mayor que Juan Nicolás que se unió a la anglo-canaria Enriqueta Guezala Power, cuyos hijos formaron las diversas ramas de las que descienden todos los Osborne de la zona. /En la imagen, un joven Juan Nicolás Osborne.

Como era costumbre en esa época, las hembras quedaban descartadas de la gestión de los negocio bodegueros, con lo que Tomás Osborne y Juan Nicolás se repartieron el incipiente imperio vinatero que había iniciado su padre, asociado a Duff Gordon, sociedad que refundaron en 1855 y que, posteriormente, en 1890, fusionaron en una nueva firma: Osborne y Cia., integrada por Juan Nicolás, su cuñada Enriqueta ya viuda y uno de sus sobrinos, Tomás Osborne Guezala. La realidad es que, en la practica, el peso del negocio vinatero recayó siempre en Tomás Osborne, primero y después en el hijo de este de igual nombre pues él, bien joven,  se introdujo en el mundillo diplomático, trabajando en diversas legaciones españolas, concretamente como secretario de las de Nápoles, San Petersburgo y París, llevando una vida que podemos calificar de bohemia.

Había heredado la casa-bodega de calle Palma, cuya fachada pone fin a la calle Larga, donde figura una lápida conmemorativa de haber vivido en ella sus abuelos maternos y, de vez en cuando, venía por tu tierra natal, cada vez más espaciadamente, para visitar a la familia, firmar documentos, revisar las cuentas de resultados y... pegar un pellizco a los beneficios, supongo.

Bien joven, como indicamos anteriormente, con escasamente 15 o 16 años, suponemos que por motivos de estudios, estaba ya en París. Probablemente asistiera a las fiestas de celebración del enlace entre Napoleón III y Eugenia de Montijo donde conoció al embajador español, Mariano Tellez-Girón, Conde de Osuna, personaje que sería su gran valedor y con el que estuvo vinculado profesional y amistosamente. Este influyente “padrino”, veinticuatro años mayor que él,  posiblemente gestionaría la concesión por parte de Isabel II, en 1855, cuando solo tenía 17 años, del título de Caballero de Gracia de la Orden de San Juan de Jerusalén (en el mismo expediente, el nº 60, que se guarda el AHN, figuran otros dos nombramientos, el de José Luis Abaroa, que era sobrino de José Javier Uribarren, importante banquero vasco establecido en París y Guillermo O’Brien, comerciante y banquero español igualmente residente en París) y, posteriormente, la Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III que desde 1847 tenía carácter civil. También fue Oficial de la Légion d’Honneur (Legión de Honor) la más importante y conocida de las condecoraciones francesas. /En la imagen de la izquierda, insignia de la Orden de Carlos III.

Acompañó al duque de Osuna, el noble español posiblemente más importante de su época, pues acumulaba, aparte el ducado citado los títulos de duque de Gandía, Béjar, del Infantado, Medina de Rioseco, Benavente, Pastrana, Estremera, Francavilla, Plasencia, Lerma, Mandas y Villanueva, una docena de marquesados y una veintena de condados, siendo 20 veces Grande de España, a tierras rusas cuando fue  nombrado en 1856 embajador extraordinario en San Petersburgo.  Y allí, ajeno a la galopante decadencia de su país y de buena parte de sus pobladores, participaría en las fastuosas fiestas que montaba en su embajada Don Mariano, con gastos de su cuenta, dilapidando su todavía inmensa fortuna. Este singular personaje falleció en 1882, precediéndole tres lustros, sin sucesión y arruinado, según sus biógrafos.

TÍTULO PONTIFICIO: CONDE DE OSBORNE.
Ignoramos en base a que posible méritos o servicios Su Santidad Pío IX le concedió en el verano de 1869, cuando contaba 40 años de edad, el título pontificio de Conde de Osborne, dignidad que mantuvo hasta su fallecimiento, ocurrido en París, donde residía, en 1897, el mismo año en el que nacía en El Puerto su sobrino nieto Ignacio Osborne Vazquez quien, pasando los años, se convertirá en III Conde de Osborne, sucediendo a su padre Tomás Osborne Guezala, albacea y heredero de Juan Nicolás que obtendría de S.S. León XIII una reedición del mismo título de su tío veinte años después, en 1889, con carácter hereditario.

A la izquierda, la rue Laborde donde vivió nuestro protagonista en París.

Las circunstancias de su muerte, vistas desde nuestra perspectiva actual, resultan, si no extrañas, al menos raras. Estaba soltero y vivía en la rue de Laborde número 50, una calle distinguida del distrito octavo de París, acompañado de un joven de 30 años llamado Nicolás Brusa Perona que figuraba como su sirviente. En la fecha indicada en el acta de defunción, el 16 de noviembre de 1897 había ya cumplido 59 años e iniciaba el camino para ser sexagenario. (Sin embargo en el acta de defunción se indica 51 años de edad) Los negocios vinateros, como casi todo lo demás, atravesaban una crisis que duraba varios años ya, por lo que, lógicamente, habrían disminuido sus ingresos y su capacidad económica. De hecho, dos años antes había dado instrucciones a sus albaceas para reducir a la mitad las mandas de su testamento que superaran las 50.000 pesetas y en una tercera parte las inferiores a esa cantidad, exceptuando la de Perona.  No estaba enfermo,  ni guardó cama, citándose la hora de su fallecimiento “las tres y media de la mañana” que entendemos se refiera a esa hora de la madrugada que es la que el sirviente declaró al teniente de alcalde del distrito, un oficial de academia que certifica la defunción y redacta el acta, a las tres de la tarde del 18 de ese mismo mes en la que únicamente expone, aparte la filiación, que “ha comprobado el fallecimiento” declarado por Brusa Perona, con la confirmación de otro testigo que le acompañó. No se menciona nada más, ni existe intervención médico forense que determine la causa del óbito, al menos en el documento al que hemos tenido acceso que es una traducción del original   escrito en lengua francesa, realizada por Ramón de Anguiz. En consecuencia, debemos suponer que falleciera de muerte natural, aunque imprevista.

En su ciudad natal se conoció la notica públicamente a través de una escueta nota de pocas líneas que publica la Revista Portuense del 19 de octubre: “Fallece en París, donde residía, Juan Nicolás Osborne, hermano político de la Sra. Viuda de Osborne. Su muerte ha de ser muy sentida por los pobres de El Puerto, entre los que distribuía muchas limosnas. Poseía una cuantiosa fortuna y estuvo `por muchos años de agregado en la legación española en París.". La familia, al cumplirse un mes de su fallecimiento, invitaba mediante esquela publicada en la Revista Portuense el 14-12-1897 a asistir a los cultos que en sufragio de su alma se celebrarían en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús (Carmelitas).

Sus restos reposan en el cementerio Pére Lachase, de París, recinto muy visitado por los turistas, en el que están enterrados numerosos personajes de la literatura, la música y las Bellas Artes: Balzac, Oscar Wilde, Bizet, Modigliani, María Callas, Edith Piaf, Isadora Duncan… y un largo etcétera de varias decenas de personas de fama universal. (Texto:  Antonio Gutiérrez Ruiz.- A.C. PUERTOGUIA).

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