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La calle Larga, a la izquierda la Confitería 'La Perla' hoy Edificio Centro y, pasando la calle Ganado, el Banco Central, donde luego estaría la Caja de Ahorros de Madrid, luego Bankia.

... También cuentan que el cliente del Bar la Perdiz, con nótula propia en Gente del Puerto, núm. 1965 , al que llamaremos Frasquito, a pesar de las lindezas que soltó por esa boquita cuando se convenció que el décimo de lotería nacional que poseía no era el premiado, fue objeto posteriormente de varias bromas pesadas. Una de las veces en el propio lugar de trabajo, situado en la calle Larga, del que no daremos mas pistas, para no dejar en evidencia al burlado.

Las oficinas donde Frasquito se ganaba el jornal cerraban las puertas para el público a las dos de la tarde, teniendo otra puerta que se encontraba en la parte posterior y en distinta calle, por donde los empleados salían y entraban cuando sus estómagos requerían un alivio. Esto acontecía entre las dos y tres de la tarde. Del mismo modo, la puerta trasera, la utilizaban clientes conocidos, que por distintas circunstancias, durante la jornada de la mañana, no habían tenido tiempo para realizar operaciones de ingresos y pagos, siendo la apertura de la puerta manual.

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Otra vista de la anterior fotografía, sin público, tomada entre las tres y las cinco de la tarde.

La función de abrir y cerrar la puerta, con el transcurso del tiempo, fue realizada por varios empleados. Cuando Frasquito, cambió de lugar dentro de las oficinas, la dirección le encargó, por estar su mesa próxima a la puerta, la tarea de control de la misma, teniendo que levantarse de su silla, abandonando por un instante sus tareas administrativas, cada vez que vez alguien pulsaba el timbre.

Habida cuenta de la actual coyuntura, uno de sus compañeros, cómplice de la broma del bar la Perdiz anteriormente recordada, se las ingenió, colocando otro pulsador en el interior de las oficinas, en uno de los laterales de su  mesa. Así que cuando sonaba el timbre anunciando la llegada de alguien, el bromista, sin ser visto, pulsaba varias veces, dando lugar con ello a timbrazos largos seguidos que no solo molestaban a Frasquito, sino también a sus compañeros que en plena faena de trabajo, revisando las cuentas, le exigían más rapidez en levantarse y abrir la puerta, debido al ruido ensordecedor que fastidiaba al oído, perdiendo por ello la concentración en el trabajo.

Frasquito, ante este panorama desalentador, abría la puerta advirtiendo  que con una sola vez que pulsara el timbre era suficiente, causando gran extrañeza en los clientes y compañeros que no daban crédito a lo que les decían, dado que, efectivamente solo había pulsado una vez y las otras por el compañero bromista.

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La calle Larga, desde la Plaza de Isaac Peral.

Al día siguiente, el bromista, visto el éxito que cosechaba, comunicó a sus compañeros la broma que le estaba gastando a este particular personaje, evitando con ello cualquier revés, haciéndoles a la vez participes de la misma. Al mismo tiempo, informaba de todo ello a los clientes asiduos que utilizaban la puerta trasera, con el fin de que no se tomaran a mal las salidas de tono de Frasquito.

La broma a Frasquito fue comentada por parte de los compañeros y clientes en los bares próximos, La Perdiz y La Solera y, como ocurriera con el décimo de la lotería nacional, el mismo vendedor de la ONCE, conocido por “Pandereta”, lo divulgó de nuevo por la Plaza de Abastos y puntos de ventas.

El colofón de la broma vino a suceder cuando aparece en escena el polifacético artista local  Manuel Bejarano Armario, con nótula propia en Gente del Puerto, núm. 795, cliente de las oficinas donde trabajaba Frasquito, que regresaba a su tierra tras cosechar varios éxitos en la capital hispalense.

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La calle Larga, desde la calle Luna, donde hoy se encuentra un banco que ha pasado por distintas fusiones y denominaciones y, donde estuvo la afamada confitería 'La Campana'.

Llegó a la Estación de Ferrocarril, minutos antes de las dos de la tarde, en el ferrobús que hacía el trayecto Sevilla-Cádiz, dirigiéndose inmediatamente al Bar La Perdiz, para dar cuenta a los parroquianos de los éxitos conseguidos. Uno se los presentes, compañero del bromista, pidió a Bejarano que se acercara a las oficinas que estaban deseando conocer sus triunfos, no sin antes advertir telefónicamente que el polifacético artista iba para allá.

Pulsó Bejarano el timbre una sola vez y desde el interior rápidamente pulsaron seis veces seguidas, provocando los timbrazos unos ruidos más atronadores que nunca, lo que dio lugar a que Frasquito saltara como un resorte hacía la puerta, soltando broncos insultos al encontrase con Manolito Bejarano, que se quedó atónito, todo confundido, pensando que Frasquito se había vuelto loco.

El incidente entre el inocente y el polifacético artista local dio lugar a que la dirección de la entidad donde trabajaban aquella pandilla de cachondos pusiera punto y final a la guasa, sin percatarse Frasquito, en esta ocasión, de que había sido objeto de otra broma durante una semana.

En cuanto a Manolo Bejarano, después de lo sobrevenido, dicen que en la vida utilizó la puerta trasera de las oficinas, refunfuñando y afirmando que «--Frasquito tenía envidia de su arte». Texto: /Enrique López.

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