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2.846. Fiebre asociativa en el último tercio del siglo XIX (y III).

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Entre los años 1868 y 1871 nacieron en El Puerto 18 asociaciones de carácter político, cultural, socio-económico, religioso y gremial.

El pasado mes de mayo se cumplió el 145º aniversario de la fundación de la única asociación seglar de carácter religioso promovida en este periodo que hemos comentado. Se trata de la denominada “Asociación de Católicos” que tuvo su sede en la actual Basílica Menor, utilizando las instalaciones de la hermandad de clérigos, la capilla  de la Ilustre y Venerable Hermandad del Apóstol Señor San Pedro, para sus reuniones y juntas.

El alma de esta asociación, y presidente de la misma fue Teodomiro Ibañez Ruiz-Tagle, marido de Cristina Aldaz,  hombre muy piadoso y docto, buena prueba de ellos fue la tesis que leyó dieciocho años antes en el claustro de la Universidad Central madrileña al doctorarse en Jurisprudencia: “La religión y la filosofía del Derecho” que, junto con otros próceres locales como Manuel Gaztelu y Juan Francisco Vergara, elegidos ambos vice-presidentes, o Enrique Carrera, Ramón Jiménez Varela, Vicente Merello Alberti, Felipe de la Riba, Adolfo Gutiérrez y Manuel Guelfo Pedemonte, vocales, completando la primera ajunta directiva dos secretarios: el letrado José María Py Puyade y Luis de la Vega.

La asociación fue creada con el objeto de sostener y propagar por medios legítimos la religión Católica Apostólica Romana y defender los preceptos y derechos de la Iglesia. Estaba inspirada esta asociación de seglares en la encíclica de Pio IX “Quanta cura” y el “Syllabus de errores” del mismo pontífice, trabajos publicados unos años antes, haciendo con ello de este controvertido papa, del que fueron contemporáneos, la figura central e idealizada de la naciente asociación, organizando una solemne función religiosa para conmemorar el 25º aniversario de su Pontificado,  encargando pintar un lienzo de cuerpo entero y en actitud bendicente del papa conocido como Pío Nono, que en esa fecha era casi octogenario, perseguidor implacable de la masonería y responsable, pocos meses antes de crearse la asociación,  de la proclamación del dogma de infalibilidad papal, en el Concilio Vaticano I convocado por él.  El cuadro, muy deteriorado, se encuentra actualmente en la sacristía de la basílica.

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Dañado retrato del Papa Pío IX, situado en la capilla  de la Ilustre y Venerable Hermandad del Apóstol Señor San Pedro

La asociación celebraba Junta General el tercer domingo de enero de cada año. El artículo 2º de sus estatutos indicaba quien podría pertenecer a esta asociación: “todos los católicos que defiendan la unidad religiosa de España, los principios de la Santa Madre Iglesia y la soberanía temporal del Pontificado, cualquiera que sea la opinión política que profese.” Los asociados  podían ser de varias clases: socios honorarios, los eclesiásticos que quiera favorecerla, inscribiéndose a ella; socios activos, los seglares que se comprometan a cooperar personalmente al cumplimiento de los fines que se propone la asociación y socios suscriptores, para aquellas personas, de ambos sexos que auxilien a la asociación en socorros pecuniarios, con independencia de que también los socios activos contribuirían al sostenimiento de la sociedad con una cuota mensual cuyo mínimo se fijaba en un real hasta un máximo de diez reales de vellón.

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En la capilla  de la Ilustre y Venerable Hermandad del Apóstol Señor San Pedro se reunía la Asociación de Católicos. En la imagen, oficios religiosos antes de despositar los restos mortales de José María Rivas, (ver nótula núm. 1.741 en GdP) párroco que fue de San Joaquín, ya que en la cripta de la capilla se encuentra el columbario del clero local.

Por supuesto, entre las 17 normas indicadas en sus estatutos, se exigía fidelidad máxima hacia la Iglesia, reflejada en el artículo 3º, que reproducimos textualmente: “Son igualmente extraña a la Asociación las disensiones teológicas, como también toda intervención en asuntos propios de la autoridad de la Iglesia, en cuyos preceptos y consejos estará siempre y en todo, humildemente sometido”.

Finalizamos exponiendo los cuatro puntos propuestos como medios para alcanzar sus fines:
1. Impresión y propagación de libros y folletos que juzgue útiles a sus fines religiosos.
2. Creación y sostenimiento de escuelas de primera enseñanza para niños y adultos.
3. Celebración de funciones religiosas en los casos que determine la Junta Directiva.
4. La formación, con arreglo a las Leyes, de bibliotecas, círculos o sociedades que estrechen los vínculos que unen a los socios y fomenten entre los mismos el amor a su Santa Madre común, la Iglesia Católica Apostólica Romana.

Lamentamos no haber podido hacer un seguimiento de su trayectoria y, en consecuencia, desconocemos el tiempo que estuvo en activo esta asociación religiosa seglar. Lo que es indudable es que, poco tiempo después, todos estos movimientos seglares serían acogidos  y “controlados” por los jesuitas que, prácticamente, ejercieron el monopolio religioso de la ciudad durante las décadas siguientes. /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. PUERTOGUÍA

2.814. Fiebre asociativa en el último tercio del siglo XIX (I).
2.833. Fiebre asociativa en el último tercio del siglo XIX (II).

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