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3.949. La viñeta de @EL DESCOSIDO. Calvario y respeto

Vaya por delante que quién escribe es un ateo. Un ateo convencido, de los férreos. Ateo integral, no de los light: ni Dios, ni Buda, ni Alá, ni un fantasma que me sople. Directamente no creo en nada más que no sea la humanidad de las personas, el amor y los buenos sentimientos. Estas son mis creencias y si no le gustan, no tengo otras. Lean hasta el final, hacerme er favó.

Y ahora que partimos de la premisa de que quién escribe es un ateo, quizás entiendan mejor el mensaje y objetivo de este texto. Al menos mejor de lo que entiendo yo la actitud de muchas personas.

En estos días estamos viendo cómo está el patio de las bestias y uno no se explica aún por qué a nuestra rama homínida se le denominó Sapiens. Perdón, quizás el error está en confundir sapiens con empaticus o en mi empecinamiento en que estos dos conceptos vayan de la mano.

Me van a perdonar de nuevo, pero uno puede ser ateo, agnóstico, creyente, feligrés, católico, budista, musulmán o adorador de Maradona; lo que uno tiene que intentar es no ser imbécil.

Yo insisto en que me perdonen --para eso estamos en Semana Santa-- pero llamar “muñeco de madera” a la imagen a la que miles y miles de personas le tienen devoción no es de ser muy astuto, o por lo menos no muy empático; será todo lo realista, ateo, nihilista o racional que queramos, pero empático no.

Yo entiendo que la Semana Santa está cargada de hipocresía, de postureo, de dinero y de todo lo que quieran, pero ¿qué no lo está? Porque coincidirán conmigo que -para muchos- incluso el resquicio de rebeldía y libertad que nos quedaba con los carnavales se ha convertido en una mayoría de mercenarios poetas que cantan a la lágrima fácil y el vellito de punta que ha pagado por el arte.

¿Y por culpa de ello el carnaval es menos carnaval? ¿El sentimiento del carnavalero aficionado es también postureo e hipocresía? Pues a mi forma de verlo, con el sentimiento capillita ocurre lo mismo.

Lo que quiero transmitir es que cuando alguien dice “ojalá llueva y se mojen los muñecos de madera” no ofende al corrupto que se viste de nazareno en Valladolid, ni al cura pederasta que la Iglesia salvaguarda tras los muros de una templo, ni al maltratador que se flagela en la cara de su mujer, ni al facha que se da golpes de pecho como católico y al salir de la misa de los domingos le pegaría dos tiros a más de uno; a todos ellos los deberían de criticar cualquier persona con sentido común, sean creyentes o no, dentro y fuera de la Iglesia, pertenezcan o no a una cofradía.

Cuando alguien dice “abajo los muñecos de madera”, a quien ofende realmente es a Manuela, una mujer que ha cargado con la cruz de la viudedad desde joven y que vio en la religión un refugio donde resguardarse y sobrellevar tanta injusticia natural; a Juan, un autónomo que carga como ofrenda en El Perdón para que su negocio vaya bien y pueda sacar adelante a su familia con el poquito sueldo que le queda tras pagarle los impuestos a los judas y fariseos del Estado; ofende a José, enfermo de cáncer y cuya única solución para calmar el alma es pensar que habrá algo más después de tan injusto y amargo final. Al final, la fe es un apoyo, una forma de aferrarse a lo único demostrado que ofrece la religión: esperanza; las soluciones hay que buscarlas en otro sitio.

Por eso, cuando alguien maldice esta fiesta y dice que ojalá se les agüe a las cofradías, no ofende al hipócrita, al ladrón o al inhumano que por unas horas hace el papel de su vida; ofende al pueblo llano y humilde, al de barrio. Y esto --creo-- sí deberíamos de tenerlo en cuenta.

Por otro lado, tampoco veniros muy arriba muchos de los cofrades que también es cierto que para dos mil años que lleváis predicando y practicando una religión como el cristianismo, a algunos se os nota más bien poquito; sed sinceros, que hay algunos que volvéis a pisar la iglesia después la salida de vuestro Santísimo porque ir al aperitivo y la barra libre de las bodas, sin presenciar la ceremonia, no está bonito. Partiendo de la base de que, para muchos, la Navidad y la Semana Santa son los Black Fridays del cristianismo, el cristianismo de temporada.

No seré yo quien defienda a las religiones --ellas solas y sus Representantes se han ganado a pulso que les pierda el respeto-- pero a los sentimientos religiosos de mis allegados, a la fe de las personas de bien, de la gente buena y de los humildes: a eso --creo-- sí se le debe un respeto.

Y, por tanto, también a la Semana Santa como manifestación cultural y tradición que no hace daño a nadie y aviva el corazón de muchos que se ven reflejados en quién padeció el poder de los más poderosos ¿o me van a decir ustedes que no tienen el lomo curtido y están hartos de que políticos, reyes y banqueros se flagelen en nuestras espaldas sus pecados?

Y si eres de los que, como a mí, no te gusta la posición de poder que han ocupado las religiones --y siguen ocupando-- y los privilegios que se les ha dado, tenemos 51 semanas para debatir, argumentar e intentar virarlo todo a la justicia, la dignidad y la libertad. Aunque eso ya es otro tema que no tiene nada que ver con el respeto y la fe de los creyentes de bien. Suena bonito y se practica más bonito aún: Respeto. | Ilustración y texto: Alberto Castrelo.

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