Rafael Valiente Moreno, con ese aspecto de lobo de mar, puede ser visto a diario por la zona de la Comisaría de Policía, en el Bar La Ponderosa, junto a su amigo Carrillo, en la venta de periódicos que realiza bajo la pérgola de dicho establecimiento. Nació en 1924. Hermano de Pepe Valiente, el que fuera jefe de conserjes del ayuntamiento durante tantos años, y que llegó a ser concejal socialista en el primer ayuntamiento de la restaurada democracia, Rafael tiene en el brillo de su mirada la perspectiva de los años, de sus casi 84 años. Toda su vida laboral la ejerció en el mundo de las bodegas.
Rafael Valiente Moreno, with that look of an old sea dog about him, can be seen every day in the vicinity of the Police Station, in Bar La Ponderosa, with his friend Carrillo, selling newspapers under the station arches. He was born in 1924, brother to Pepe Valiente, the head of maintenance at the town hall for so many years, who became socialist councillor at the town council when democracy was restored. You can see the wisdom of Rafael’s almost 84 years in the glint in his eye. He spent his whole working life in the bodegas.
Empezó a trabajar con 16 años en, en 1940, en Jiménez Varela ayudando en todo lo que se le requería. Luego pasó al embotellado, poniendo etiquetas de los productos que salían de aquellas afamadas bodegas. Luego pasó a arrumbador de tercera, ascendiendo a arrumbador de primera y encargado de cuadrilla. También pasó, con la misma categoría, a tonelero, ya que sabía de eso... Recuerda que por esas bodegas pasaron tres propietarios: los Jiménez Varela, Terry y Rumasa. Con 56 años sufrió una regulación de empleo que lo prejubiló. Aficionado a la pesca -luce un impecable aspecto de marino- y a los toros, de chico jugó al fútbol con el equipo de Santo Tomás de Aquino, en el colegio que había frente al Teatro Principal, el Colegio de Cárdenas; no era alumno de esa escuela pero, por mediación de su novia que trabajaba allí consiguió jugar en aquel equipo, de lo que se siente orgulloso. Y así hasta que se fue al servicio militar. (La foto, de 1958, corresponde a la colección de Vicente González Lechuga).
HOTEL BODEGA REAL.
Hotel de cuatro estrellas, con 52 habitaciones ubicado en la antigua bodega de Hijos de Jiménez Varela, muy cerca de la estación de ferrocarril. Rodeado de viejas bodegas donde se elabora el peculiar vinagre de yema, el hotel es un complejo de antiguas bodegas donde se criaba y envejecía el vino de Jerez, arquitectura funcional que acertadamente han mantenido. En el Bar- Cafetería y en el Restaurante se pueden degustar los vinos de la Denominación de Orígen Jerez-Xerés-Sherry, así como platos elaborados con estos exquisitos caldos y el Brandy de Jerez, ideal para la sobremesa. Son interesantes las vitrinas con vinos y brandies de distintas firmas vinateras.
BODEGA JIMÉNEZ VARELA.
El Hotel Bodega Real está situado en las que eran las antiguas Bodegas Jiménez Varela. Abarcan un conjunto de cascos bodegueros que fueron el fruto de la unión de edificios de obra nueva, el llamado escritorio, las oficinas centrales de las bodegas Varela, construido en 1872 y reformado en 1913; como de otros que ya estaban construidos, con anterioridad y que habían pertenecido a otras firmas bodegueras, las bodegas de Haro construidas en 1848.
Embotellado de Bodegas Jiménez Varela, donde trabajó, a partir de 1940, Rafael Valiente Moreno. (Colección V.G.L.).
El núcleo de bodegas o zona industrial donde se ubicaba surgió en el primer tercio del siglo XIX, (el casco de bodega de la Sagrada Familia se construye en 1829), abarcaba el espacio comprendido entre las calles Pozos Dulces, Espíritu Santo, Albareda y Avenida de la Estación y Larga. Una zona de cierta tradición industrial que ya en el siglo XVIII contaba con fábricas de estampados, curtidos, molinos de aceite, así como otras relacionadas directamente con las faenas y las necesidades de la actividad marinera.
Escritorio de Jiménez Varela. 30 de octubre de 1946. Foto Pantoja. (Colección Vicente González Lechuga).
El Siglo XIX fue un periodo caracterizado por el gran número de cambios que se produjeron en las sociedades de una manera continua e incesante. Cambios a todos los niveles: políticos, sociales y económicos. Estos últimos en El Puerto de Santa María, como en gran parte de los pueblos de la Bahía, hicieron que se buscaran nuevas salidas o que se potenciaran actividades que ya eran importantes como la crianza y la exportación del vino fino. Se sustituyó la tradicional relación comercial con el continente americano por la potenciación de la ventas en el mercado europeo y muy especialmente en el inglés del vino de El Puerto. Esto hizo que la imagen de la ciudad se viera transformada en algunas zonas por la instalación de naves bodegueras que acabarían por configurar el paisaje urbano de El Puerto. Estas bodegas de la calle Albareda, antes Victoria porque emboca hacia el monasterio del mismo nombre, son también un testimonio importante de una de las claves de la crianza biológica del vino fino: la proximidad al río Guadalete. El río es uno de los condicionantes principales para obtener un buen caldo, las brisas del Guadalete controlaban el proceso de crianza aportando y manteniendo los grados de temperatura y humedad necesario para la obtención de un producto de calidad. Para ello era también imprescindible una arquitectura, en cierta medida biológica, que permitiera aprovechar las bonanzas climáticas de la zona: el casco bodeguero. Éste ha recibido todo tipos de apelativos, pero quizás el que más se le aproxima es el de catedral para alguno de ellos, que le viene dado por la esbeltez conseguida por el empleo de pilares y arcos de piedra de gran altura y tamaños en su construcción. (Etiqueta Colección J.M.M.)
Productos de Jiménez Varela. (Foto Centro Municipal de Patrimonio Histórico).
La familia Jiménez Varela fue muy laboriosa, y prueba de ello fueron las industrias vinateras que crearon y los afamados productos que en ella se fabricaron: el Brandy Viejísimo Varela, Cacao Varela, Oloroso Los 46, o el Amontillado Fino Jardín, bajo la firma comercial de Hijos de Jiménez Varela.
También existe una relación familiar de los Jiménez Varela, pues un familiar de éstos fue el hombre de confianza de Isaac Peral, cuando botó en El Puerto, en la desembocadura del río Guadalete, el prototipo del que fue el primer submarino, celebrándose una fiesta en la que fueron servidos los vinos de Jiménez Varela.
También se dedicaron a la cría de caballos, llegando a ser propietarios del Hierro de la Palma, ganadería creada por los señores Artalaya y Azpillaga, a principios del siglo XIX, y que luego fuera propiedad del Marqués del Castillo de San Felipe. El Hierro de la Palma figuraba en la etiqueta de los productos de Hijos de Jiménez Varela. (Papel Secante: Colección J.M.M.).
AMONTILLADO FINO JARDÍN.
Era el vino que se criaba en estas bodegas. Si bien se comercializaba como Fino, se aproximaba más a un vino Amontillado. El amontillado es un vino dulce y generoso de uva Palomino, de color pajizo, ribeteado en metálico y destellos violáceos, de aspecto lagrimoso, brillante y transparente. Al olfato ofrece un olor a bodega, intenso y punzante; y al paladearlo saboreamos un vino redondo, seco, ahumado y con recuerdos de yodo. Hace un perfecto maridaje con el jamón ibérico o un queso curado de pasta dura y de gran potencia.
Es un vino perfecto para beber como aperitivo, o a media tarde, aunque los devotos del Vino Amontillado dicen que «sirve para compartir y departir a cualquier hora». La temperatura ideal para degustarlo es entre 10º y 14º, siempre en relación con la temperatura del ambiente.
Los vinos amontillados proceden de los Vinos Finos, el Vino por excelencia de El Puerto de Santa María, cuyo color ha evolucionado y llega a alcanzar entre 18º y 19º. Es un vino generoso (aquel que alcanza una graduación entre 15º y 23º), obtenido mediante soleras y criaderas, sistema de crianza que se aplica en la zona vinícola que ampara el Consejo Regulador del Jerez-Xérès-Sherry, a la que pertenecen los vinos y brandies de El Puerto de Santa María.Interesante el cuento de terror del siglo XIX, obra del bostoniano Edgar Allan Poe «El Barril de Amontillado», usando como excusa la del conocedor de estos vinos generosos para contar el relato corto. (La información ha sido elaborada con textos propios, del Centro Municipal de Patrimonio Histórico y la Ruta del Vino y Brandy de El Puerto).
Publicidad de 'Champagne' de Hijos de Jiménez Varela en un periódico de principios de los años veinte del siglo pasado. Las cuevas todavía existen en la Finca 'El Caracol', propiedad de Jiménez Támplin, uno de los descendientes de la firma. (Anuncio Colección J.M.M.).
Si la memoria no me falla, estas bodegas pertenecia al padre de Tere Jimenez de Gaztelu, una gran Señora, al cual yo tengo el honor de conocer.