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Hace más de treinta años, le llamaban ‘Loco’ por correr. Salía de trabajar y a correr. Los fines de semana, se levantaba temprano y a correr. Correr, correr, correr... ¿De que o quienes huía Pedro Rizo el ‘Maratón Man’ de El Puerto? ¿Huía de si mismo? ¿Huía de la vida?

Pedro Rizo era de los antiguos: Trabajar mucho en la construcción, fumar sin parar dos 0 tres cajetillas diarias y ennegrecer sus pulmones . Crearse una dependencia con el tabaco que lo iba a matar. Sus copitas... bueno de vez en cuando. Mala vida para un trabajador de la construcción. El se lo notaba pues por la mañana, toser, escupir, el pecho...

Un buen día fue al médico y este lo asustó: O dejaba el tabaco poco a poco o sus pulmones no aguantaban más. En verdad Pedro se acojinó y tomó una decisión radical: dejar el tabaco. Así, sin más. Estaba claro: huía de su enemigo el tabaco, la nicotina. El había encontrado ese remedio providencial y creyó en él. El deporte, la carrera, lo podía salvar. He hablado mucho con él sobre este tema y él cree a pies juntillas en este remedio providencial cuando ya tiene mas de setenta años. Me dice a mí cuando estoy próximo a su edad y tengo algún problema de agobio o de ansiedad, que me ponga a correr.

Cree en lo que hace y su salud se ha mejorado muchísimo. Come de todo, duerme estupendamente, todo le cae bien e incluso comiendo, se toma una copita. Se le quitó la tos, los problemas del tabaco y los que antes se metían con él --porque claro, ver a un tío en calzones blancos corriendo por El Puerto en los años setenta, en que no había cultura del deporte y la salud, manda huevos-- pues los que antes se metían con él ahora lo envidian y andan con bastones, barrigones, y otros que no pueden ni andar.

XVII Carrera Popular de San Silvestre (Chipiona).

XXXI Carrera Urbana Ciudad de Jerez.

Corriendo en El Cuervo (Sevilla).

1935.
Pedro Rizo nació en El Puerto en el año 1935. Menudo año. Nació en el Barrio Alto. Hijo de un trabajador del campo o de lo que saliera, con un montón de hermanos, tuvo una niñez durísima, ¿Cómo no? Pasó hambre... si su padre se quedaba parado, le quitaban hasta el médico y tenían los críos que ir con sus madres si enfermaban --no tenían seguro de paro-- al médico de la Beneficencia en el hospital de San Juan de Dios en Micaela Aramburu. Desde aquí, un recuerdo imborrable a aquellos médicos de Beneficencia que con escasísimos medios y ayudados por la farmacia --preciosa, por cierto-- del hospital y sus monjas las Hijas de la Caridad de inmaculada y almidonada cofia, atendían y aliviaban como podían de tantísimos males todos derivados de la miseria y la pobreza con que malvivía gran parte de la población de El Puerto. Don Servando, Don Antonio García Sánchez, Don Agustín Fernández son un ejemplo de aquellos médicos de la Beneficencia.

Con unos compañeros de carrera. /Foto: Sebas Rey.

LAS CUATRO REGLAS.
Pedro estuvo hasta los nueve afios en el colegio de San José de Calasanz vulgo Hospitalito. Aprendió las cuatro reglas y lo que era menester de lectura para un niño que tenía que trabajar pronto para ayudar en su casa. Y efectivamente se colocó con nueve años guardando vacas en la finca La Carlota. Ganaba un duro y mantenido. Esto de 'mantenido' parece que no pero tiene su importancia: era lo primero que buscaban aquellos padres cuando colocaban a un crío en el campo: por lo menos tenían la seguridad de que comían el plato de potaje caliente. Eso no faltaba en los campos. La olla grande o lo que dice el vulgo 'cucharón y paso atrás'.

EL CAMPO.
Trabajó después con la azada en el campo. Todavía me acuerdo yo de aquellos jornaleros portuenses que al llegar al 'Lejío' (Egido) después de una jornada agotadora, venían andando desde La Negra, Atalaya, o la Canal, tras estar todo el día cavando con la azada. Derrengados, sedientos, los sombreros descoloridos, las manos destrozadas... y llegar a sus casas, aquellos patios corraleros del Barrio Alto a tomarse un lebrillo de gazpacho o lo que hubiera de sustento. Algunos con la 'zoleta' al hombro de escardar trigo o cebada.

Carrera Nocturna de San Silvestre 2010, donde fue homenajeado Pedro Rizo. (Chipiona). /Foto: Sebas Rey

PICAPEDRERO.
Después del campo, Pedro Rizo con 18 años se colocará de 'picapedrero' en la empresa Ginés Navarro, haciendo la carretera Jerez-El Puerto por el nuevo trazado que nosotros hemos llamado siempre 'La Trocha’, es decir el antiguo camino de Jerez sin pasar por El Portal. Ganaba de 'picapedrero', es decir de partidor de piedras a mano, golpeándolas con un martillo de mango largo o 'machota' sujetando a veces las piedras, con los pies con el consiguiente peligro, 214 pesetas la quincena. El golpe tenía que ser certero porque te podías machacar los dedos de los pies. Los accidentes eran frecuentes y había que voltear el martillo sujeto por el extremo del mango con las dos manos, describir en el aire una especie de semi circunferencia y golpear con fuerza la 'piedra madre', es decir la piedra grande. Después las más pequeñas se partían más fácilmente si se puede decir así porque fácil no había nada... las piedras de San José del Valle son muy duras, muy buenas para aquellas carreteras. Picapedrero... un oficio maldito. Manos ensangrentadas, pies hechos de sangre y moratones, gafas de motorista antiguo en los ojos para que las esquirlas de piedra no te dejaran ciego. Ocho horas diarias.

TONELERO.
Después Pedro, nuestro ‘Maratón man’, si él nos permite que lo llamemos así, trabajó --yo creo que Pedro ha trabajado más que maratones ha hecho-- durante cinco o seis años en la tonelería de Jose Luis Huertas en la calle Cruces y luego en la construcción hasta su jubilación.

Pedro Rizo se casó en el sesenta y tres y tuvo tres hijos: dos hembras y un varón. Ha cumplido con ellos en la vida.

RECORRIDOS.
Como ha cumplido en sus carreras y maratones por circuitos de Sevilla (20 maratones); Jerez (10 maratones); Cádiz, San Fernando, Rota y Chipiona; Vía Verde Coripe-Olvera; maratón popular de El Puerto de Santa María, Córdoba, Vejer,  Sanlúcar, Trebujena. De todo ello guarda trofeos, placas, reconocimientos, diplomas, homenajes... en su pequeño piso de una 'corrala' de la calle Santa Clara, en cajones, estanterías, armarios y hasta debajo de la cama, tanto trofeo, tanta chatarrería dorada con santo y seña grabados de sus premios y participaciones. Su mujer soporta con paciencia que le tenga ocupada toda la casa con tanto trofeo, ya que ella no sabe donde meter ni siquiera un paño de cocina. Pero Pedro soporta con estoicidad tanta protesta.

MÉDICO DE SI MISMO.
Moliere, el gran comediógrafo francés, en su obra 'El médico a palos»' creo que insertó la frase «Médico, cúrate a ti mismo». Pedro, sin ser médico, se ha curado a sí mismo y hoy es consciente de la importancia que tiene la decisión que tomó en su día, de correr para buscar la salud ya que el tabaco le iba a matar. Aparte de eso, la carrera y el maratón le ha dado un aliciente en su vida, pues viaja, conoce gente, ha sido nombrado deportista del año en El Puerto, ha recibido galardones, homenajes... de todo. Pero claro eso exige esfuerzo, soledad, el entrenamiento de día a día con lluvia, fría, viento, calor, sudores, sed, calambres. Pedro tiene un correr fácil pues apenas levanta los pies del suelo. Parece que no corre, pero ponte a su lado y verás. /Foto: Miguel Díaz.

A la pregunta que le hago de qué espera ya de la vida, me responde que «--Vivir lo mejor posible». Comer, beber su copita, salir, hasta que le llegue la hora. Cada mañana que se levanta, piensa que tiene un día más de vida. Pedro es muy austero y vive con una pensión corta pero se apaña. Le encanta correr por la sierra pues es un ecologista nato. En el argot de los maratonianos le llaman Pedro 'el Viejo'. Ya es algo para pasar a la historia. Ya saben Pedro 'el Cruel', Pedro 'el Grande'...

De izquierda a derecha, Pedro Rizo, Fernando Mora Eliso, director a la sazón de SAFA-San Luis, Antonio Muñoz Cuenca y Luis Benvenuty Morales, en 2008,, curante la presentación del Libro 'Paisajes y Paisanaje'0 del autor de esta nótula, en el que figura nuestro protagonista. /Foto: Carmen Álvarez.

EL PAISAJE.
Conoce perfectamente todo el paisaje portuense: Camino Viejo de Rota, cañada del Verdugo, camino de los Romanos, Molino Platero... muchas piedras, arbustos y retamas son testigos de su entrenamiento diario y confidentes suyos pues son señales que le indican lo que lleva recorrido, y lo que le falta. En su correr diario, salvo cuando va con amigos del Club Alcanatif, Pedro es un solitario que va .metido en su mundo interior ensimismado, sudoroso. Su entrenamiento diario es su verdadero maratón pues ahí no hay premios, ni halagos, ni trofeos. Está él solo con sus pensamientos y el camino. Como es duro, Pedro va pensando en las mil cosas del día para hacerlo más llevadereo. Y así durante treinta años. Es un guerrero. Su fuerza, su voluntad, su tesón, su esfuerzo... Pedro es un héroe de Salamina, un hombre de la calle Santa Clara... un luchador. Vive y vivirá para contarlo. (Texto: Antonio Muñoz Cuenca).

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