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Manuel Delgado Villegas ‘el Arropiero’, el asesino en serie, con 48 crímenes confesados, era incapaz de sentir culpa o de empatizar con sus víctimas, según el investigador que lo detuvo y que recorrió con él los escenarios de sus delitos. Salvador Ortega Mallén convivió durante tres años con el asesino múltiple más prolífico de la historia de España, Manuel Delgado Villegas, ‘el Arropiero’, un sociópata incapaz de sentir cualquier empatía con otro ser humano y absolutamente indiferente con el sufrimiento que causó a las 44 personas que confesó a la Policia haber matado y las otras cuatro que admitió ante su abogado, en varios casos con episodios de necrofilia.

Ortega, catedrático en Criminalística y Medicina forense y experto en estupefacientes, destinado entonces como policía en El Puerto de Santa María, lo detuvo y después viajaron juntos para reconstruir los escenarios por los que deambuló este transeúnte asesino, entre ellos Ibiza. «No sabemos cómo llegó a la isla». Allí acabó con la vida de la francesa Margaret Helene Boudri. Deambulando por el campo para hacerse con algo de comer llegó a Can Planas, donde vio luz y a la muchacha dormida en una habitación. La estranguló, pero después le asestó un par de cuchilladas leves para despistar a los policías y lavó el cuerpo. Cuando regresó custodiado para la reconstrucción «decía que habían cambiado el colchón», rememoró el investigador, a quien el inquilino le explicó que solo habían cambiado la funda. Se la volvieron a poner sin decirle nada al asesino, que al volver a verla la reconoció al instante. /Recorte de prensa de la época.

De izquierda a derecha, el criminalista Salvador Ortega que durante tres años junto a otro experto en criminología, Manuel Alcalá a la derecha, viajaron con el asesino en serie --quien aparece en el centro de la imagen-- por toda la península, “con una maleta de sumarios por resolver, buscando pistas de los crímenes que cometió”. “Con mucha dificultad nos ganamos su amistad, y gracias a estos viajes en los que nos movíamos por la calle y dormíamos juntos pudimos imputarle siete asesinatos”. Este fue “El primer y único viaje de este tipo que se ha llevado a cabo por ninguna brigada criminal”. Además Ortega resaltaba que con el escaso sueldo que ganaban no les daba para sufragar los gastos y tanto él como el juez, tuvieron que pedir sendos créditos para continuar con la investigación.

Fruto del tiempo que viajaron juntos, el criminalista asegura que si le dijeran que El Arropiero mató a 120 personas, «no le pondría pegas», tal era su indiferencia ante la vida. En la radio escucharon un día que en Mexico habían hallado más de cien cuerpos enterrados en la finca de un asesino. Delgado se sintió provocado: «Jefe, déjeme suelto cuatro días, que ese hijoputa no mata más gente que yo», asegura Ortega que le dijo El Arropiero totalmente en serio.?? Era analfabeto, disléxico y tartamudo, pero «no era imbécil». Buscó coartadas hasta para el crimen por el que le cogieron, el de una chica discapacitada mental que frecuentaba y que se prostituía entre los camioneros. En pleno coito, El Arropiero decidió que ella no le podía «poner cuernos» y la mató con sus propios leotardos. El curioso juicio moral de un vagabundo que también ejercía de chapero por un plato de garbanzos. Cuando le interrogaron dijo que había ido al cine y sacó su mitad de la entrada rasgada. «¿Quién conserva eso?» se preguntó el comisario. Por eso llamó al cine para ver si coincidían las películas que El Arropiero decía haber visto con las que proyectaron, y no coincidían. /Portada del documental.

El asesino y su captor.

Terminó por confesar su primera muerte y les llevó hasta el cuerpo. Después, por si acaso, Ortega le preguntó por otro cadáver hallado, el de un joven víctima del 'golpe de la muerte' (un golpe seco en el cuello) que aprendió en la Legión, que se haría tristemente célebre, y así empezó el recuento de sus víctimas. ??Lo anárquico de sus desplazamientos y la nimiedad de las causas por las que podía desatarse su violencia hicieron que no se le relacionara, hasta su confesión, con la mayoría de los delitos que cometió, incluso algunos de ellos pasaron por accidentes. Es el caso de Venancio Hernández, quien apareció muerto en el río Tajuña, en Madrid. El Arropiero, huyendo de la policía tras una reyerta, le pidió comida. «Viéndolo fornido como era, Hernández le dijo que trabajara como todo el mundo». El asesino admitió que «hasta que no oyó 'que dejaba de hacer glugú' no paró». ??Era oportunista, como cuando vio a un hombre dormitando en la playa del Garraf, en Barcelona, y le abrió la cabeza con una piedra para afanarle el reloj y la cartera. Del mismo modo zanjaba sus líos de faldas, y así sucedió cuando se emparejó con una señora mayor y «muu gorda» que vivía con su sobrina en Italia. Aquella le sorprendió encamado con esta. «Formaron tal escándalo que las tuve que matar a las dos», justificó El Arropiero.

Programa de "Dossier 21" (1993) de RTVE dedicado a la figura de Manuel Delgado Villegas, "El Arropiero", uno de los más conocidos asesinos en serie de la historia de nuestro país. El programa, que cuenta con una entrevista al personaje, del policía que lo detuvo y de caras y espacios conocidos de la Ciudad, algunas de los años 70, no llegó a ser emitido en su día por televisión española

Más información en GdP
201. El Arropiero. El vagabundo de la muerte.

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