No sabría decir cuál fue la primera película que vi en este Cine de Verano. Lo que sí sé, es que lo hice sentada en la falda de mi querida tía Antonia.
La pantalla del Cine de Verano Macario, entre Luna y Misericordia, donde hoy se encuentra 'Mucho Teatro'.
Y es que al estar la casa de mis abuelos maternos, junto al Cine Macario, a mi tío José, hombre muy apañado y habilidoso, un buen día se le encendió la bombilla e hizo un tablao de madera, lo suficientemente alto para alcanzar a ver la pantalla tranquilamente sentados. Dicho y hecho, solo teníamos que salvar los dos peldaños y … ¡Ay, que buen invento! Tío José se esmeró, y aquel tablao resulto muy sólido. Como era lógico, tanto él como tía Antonia, cogieron los primeros puestos, y detrás de ellos lo fueron ocupando el resto de la familia y amigos.
La máquina de proyección del Cine
Aquel primer día debió ser antológico, todos sentados, o casi todos, para que cupieran más gente. Para los dueños, no fue ninguna sorpresa, pues una hermana de Mercedes --la propietaria-- vivía en la misma casa, de hecho frente al recién estrenado tablao. La cara de esta señora era un poema, al ver que ya estaba terminado y con gente disfrutándolo. Se imaginaran, que gracia no le hacía, y que refunfuñaba bastante. Normal, yo también lo habría hecho si los propietarios fueran de mi familia, pero… A ella se le ofreció, por supuesto, pero lo denegó y jamás hizo amago de subirse.
Como por aquel entonces era muy pequeña, aguantaba muy poco rato en las faldas de mi tía, entre otras cosas porque no alcanzaba a ver bien la pantalla, a pesar de que estiraba el cuello, no había nada que hacer. Claro que la naturaleza sigue su curso, y el siguiente verano ya alcanzaba a verla, de pie.
La fachada, por la calle Luna.
Los días de estreno, el tablao estaba al completo, sobre todo si la película tenía buenas críticas, o los protagonistas eran actores conocidos. Todos queríamos ver la primera sesión, y pesar de que casi todos estábamos de pie, en ocasiones no cabíamos. Más de una vez los que vivían en la casa nos cedían el sitio, sin ningún pesar, pues veían la última sesión.
NODO.
Lo más pesado sin ninguna duda, el Nodo. Al menos a mí se me hacía aburridísimo. Que le iba a importar a una mica como yo, en aquella época, la inauguración de algún pantano, y cosas por el estilo... Otra cosa, era ver a S.S. Juan XXIII. Me gustaba aquel anciano venerable, con franca sonrisa. Lo que no entendía, era que estuviera subido en esa silla trono. Los que lo alzaban tenía que ser fuertes, porque lo que se dice delgado, no parecía que estuviera. Para mí, era de los pontífices más queridos, desprendía bondad y cercanía. Una de las noticias que me impactó fue: el asesinato de John Kennedy. Una cría de ocho años no entendía porque había muerto el presidente de América, ¿es que era malo? Otra de las noticias que no faltaban era de algún suceso, sobre todo si habían cogido al culpable. Una pesadez.
El interior del cine, tras el acceso por calle Luna.
MUSICALES.
Lo que más les gustaba a los mayores, era los espectáculos musicales. El tablao estaba repleto, todos los días que el espectáculo duraba y no cabía ni un alfiler. Tengo que decir, que la mayoría de los artistas, hacían alusión al público de que nos habían visto y nos saludaban cortésmente. Nosotros le devolvíamos el saludo en forma de aplauso. Así, vimos a Caracol, Lola Flores, Juan Valderrama y Dolores Abril, Antonio Molina, Miguel de los Reyes, Farina, Cristina y Los Stop, Los Cinco Latinos y a muchísimos artistas de la época. Me reí mucho con Emilio el Moro y Pepe da Rosa. Los que más ilusión me hicieron fueron el Duo Dinámico. Estaban arrasando en esos momentos y además Ramón era bastante guapo y muy alto el chaval. Lo malo fue que solo actuaron un día --quiero recordar-- y fue complicado poder verlo, porque estaba claro que nadie se lo quería perder. En la calle, las colas eran enormes, y mientras esperaban para entrar, la señora del carrillito de chucherías hacía su agosto. ¡Que arte por Dios!
Para mí, siempre será un misterio el número de películas llegué a ver, pero yo diría que muchísimas. Pero no crean que también para mí hubo censura. Si los mayores consideraban que no había nada ofensivo o pernicioso, me dejaban verla. Claro que a veces me decían… anda bájate un momento y ya te avisamos cuando puedas subir o simplemente me hacían un gesto con la mano y ya sabía que no había nada que hacer.
Manuel Acosta, que trabajó muchos años con los cines, posando en el patio de butacas, en la parte cubierta de Uralita próxima a la entrada.
PELÍCULAS.
Las que no me cansaba de ver era, Esplendor en la hierba, una historia triste pero muy bonita, con una Natalie Wood guapísima. Susan Slade --1961-- no menos triste, pero igual de bonita. Me encantaba su banda sonora y sobre todo sus actores; Connie Stevens y Troy Donahue. Parrish --1961-- también de Troy Donahue. Y no digamos del lejano Oeste con John Wayne, y muchos buenos actores americanos de este género. También cómo no, las musicales con un Elvis Presley arrollador y una Ann Margret preciosa. Como buen cine que se precie, no faltaron las desternillantes, con un Jerry Lewis pletórico y muy cómico. Había una escena suya con una máquina de escribir que era pura genialidad.
A todo esto en los descansos se oía --dicho sea con el máximo respeto--: Macario estafador, dame las tres pesetas que me voy al freidor. Y … Macario, enciende la luz que me mareo, eo, eo. No sé quien se inventó esas letrillas, pero conociendo el buen humor y la gracia innata de Merche y Macario hijo, seguro que les hacía gracia, pues sabían que no había maldad, solo ganas de sano pitorreo.
Publicidad en el propio cine.
En los últimos años, los domingos traían a algún grupo y hacían baile. Mis amigas y yo, nos limitábamos a verlos y oírlos desde el tablao, porque no teníamos permiso para entrar. Pero eso sí, chismorreábamos un poquito, de quien estaba y con quien bailaba. No se crean poca cosa, porque como la mayoría eran ya mayores no los conocíamos.
Desafortunadamente, la casa se deterioró tanto que mis familiares, tuvieron que buscar otro sitio para vivir. Más nuevo y más acondicionado sí, pero, desde luego, no tan céntrico ni tan encantador. En fin, el dicho progreso nos trajo los vídeos y el poder ver las películas en la intimidad de nuestras casas, pero... desengáñense: nunca será lo mismo. /Texto: María Jesús Vela Durán.