De la remota época en la que tuve afición por lo taurino, guardo un recuerdo imborrable de un paseíllo de hace 36 años, el que tuvo lugar en la Plaza Real portuense el 12 de Agosto de 1979, fecha en la que repetía tras su éxito artístico de pocas semanas antes, un paisano recién doctorado: Curro Luque. Su no presencia en el paseíllo, el dramático hueco en el centro de la terna, debido al grave accidente que sufrió unos días antes y el conocimiento por la prensa de la gravedad de su estado me inspiraron algún tiempo después un poema libre, sin métrica, que he rescatado de entre mis papeles para mostrar mi respeto y admiración hacia su persona, evocando con nostalgia lo poco que nos obsequió de su Arte, con mayúsculas, poema en el que he incrustado en letra cursiva las sensaciones paralelas e imaginarias que podía sentir el torero mientras se debatía entre la vida y la muerte en el Hospital Universitario Virgen del Rocío, de Sevilla, antes García Morato, en el momento de celebrase el festejo taurino en el que, estando anunciado en los carteles, igual que ocurriese con Manolete, treinta y tres años antes, nunca más volvería a vestirse de luces, aunque afortunadamente pudo continuar haciendo el fatigoso paseíllo que nos demanda la vida diariamente.
I – EL PASEILLO
Un gemido agudo de metal y aire a las siete de la tarde.
(Batas blancas. Goteros umbilicales llenos de miel refrescante)
Bailan las manos de los toreros estrujando el sol y su luz. Bailan remos anónimos de caballos.
(Agujas valientes y sabias. Susurros a media luz y pasos quedos)
Silencio hondo en el centro de la terna. Un vacío imprevisto. Su ausencia se transforma en presencia, evocada por las mentes de los espectadores.
(En un templo sin altar ni deidades, la esencia del hombre gravita sobre mascaras de oxígeno y sueros.)
Subalternos y picadores, tras los alguaciles de luto, pisan sin miedo la luna llena del ruedo.
(Dos monteras sin canas, elevadas al cielo, y un temblor tenue de almohadas, de sondas y sangre roja, saludan a la presidencia.)
II - LA LIDIA
A las siete y veinte, puntualmente, sale el segundo de la tarde.
Son escasos segundos los que separan al noble animal del silencio del cajón al ruido que estalla en la pandereta del ruedo.
Y busca, en el horizonte dorado y trágico del redondel, la incertidumbre fatal de su lidia.
(Con los labios secos y apretados, -¡Ahora Curro!- su barbilla trazó un semicírculo mágico que deslumbró al gentío.)
Quise, o deseé ver, en cada lance, en cada quiebro, en cada angustia vestida de seda y oro, su luminosa presencia.
(Con ese compás había desplegado un suspiro en forma de “verónica” que se desvaneció entre las sábanas.)
Sobre la plaza se situó un hermoso arco iris –tabaco y oro- que nació del sol y mis lágrimas.
(Y en Garcia Morato, comenzó a disiparse la niebla, justo en el momento del brindis. ¡Gracias Dios mío!)
Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía.
Preciosas palabras Antonio y muy justas.Justas, por su hombría de bien, y por sus cualidades como torero..Curro demostró en el albero de los sueños, de las aspiraciones y de los muchos sacrificios, su pundonor , su valentía, su tesón y sus muchas ganas de llegar a ser una figura consagrada.Que llegara a conseguirlo,o no, ya poco importa, pero quienes conocemos un poco su trayectoria, sabemos que podía llegar a serlo, con lo que aun es más doloroso. La noticia de su accidente, fue tremenda, nadie nos lo acabábamos de creer , pero así´es la vida de cruel aveces. Como no podia ser de otra forma, este torero de casta, se amarró los machos y se encaró a este toro de la vida, despacio,y con la fuerza de su ferrea voluntad cual muleta, le ligó y lidio la faena de su vida, que no la de sus sueños, pero.....quien dice que en esos mismos sueños, no abre la puerta grande de esas plazas en las que se veía triunfar? Gracias Antonio.