Estábamos en el Obregón, decantando unos finos y rechupeteando unos helados músicos, cuando apareció un panadero ilustrado intentando vendernos unas hogazas. Como rechazamos su oferta, me obligó a dejar constancia de ello en el dibujo. Además se vengó dándonos una profusa charla sobre el renacimiento italiano, la cúpula de Bruneleschi, el baptisterio de Giotto, los últimos días de Leonardo en Amboise… una chapa del tamaño del Duomo de Florencia. El panadero era tan pedante como yo, pero mas erudito.
Le pregunté por el arzobispo Bizarrón, que daba nombre a la calle de enfrente y había suscitado mi curiosidad. Pero en ese momento, pasaba uno de esos aviones panzudos de la vecina base naval americana de Rota, que tanto ruido hacen, y no pude escuchar su respuesta.
Acaso me dijo que Bizarrón fue un político y religioso nacido en El Puerto de Santa María en 1658. Me habrá explicado que llegó a ser arzobispo de México y trigésimo octavo virrey de Nueva España, y que tuvo un papel destacado en la Guerra de la Oreja de Jenkins. Seguro que sí. /V.M.