TVE ha estrenado El Caso, una serie basada en el semanario de sucesos que fue el periódico más vendido durante buena parte de la segunda mitad del siglo pasado. Testigo de un país desarmado ideológicamente pero acostumbrado desde siempre a resolver sus conflictos a garrotazo limpio, de El Caso se decía que había que sacudirlo para que escurriera la sangre antes de leerlo. En sus páginas habitaba la España más profunda, nuestra intrahistoria más genuina. Esa que, como escribió Ángel González, es como la morcilla de los pueblos: se hace con sangre y se repite.
Mi abuelo Paco lo compraba todas las semanas. Yo algunas veces lo ojeaba muerto de miedo, a sabiendas de que algunas de esas caras siniestras me perseguirían durante un tiempo por las esquinas más oscuras de los sueños. Era, decían, el periódico de las clases bajas. Le llamaban, despectivamente, el “diario de las porteras”. Mi abuelo era el arquetipo de lector, pues era cortito de talla y también se ganaba la vida abriendo puertas, aunque él tenía más mérito porque las abría a oscuras. Mi abuelo era sereno y tuvo 16 hijos. Cerrando la puerta de su dormitorio con mi abuela dentro y el sol fuera tenía igualmente una pericia fuera de lo común.
En el mes de enero de 1971, dos portadas de El Caso hicieron que yo me sintiera orgulloso de ser portuense. Fue la primera vez que vi el nombre de mi pueblo en un periódico de tirada nacional. A mí me hubiera gustado más verlo en el As Color, por las fotos y porque los disparos de sus páginas eran con balones, pero lo importante era que toda España se enterara de que existíamos. La primera portada hablaba de que el “Quinqui Lute” se había escapado del penal. Como Estrellita Castro, El Lute también prefería estar muerto antes que verse pa toa la via allí metido. La segunda recogía la detención del hijo de un arropiero que a veces pasaba por mi calle vendiendo esa chuchería larga y retorcía que sabía a fresa y a tarde de cine de domingo. El tipo engañaba mucho: aunque su ídolo era Cantinflas mataba más que el Séptimo de Caballería.
Aquellas dos portadas de El Caso en enero de 1971 pusieron a El Puerto, por fin, en el mapa de España. Ya solo había que cambiar la sangre por Sangre y Trabajadero. /Texto: Pepe Mendoza.