El comentario de la directora de cine Icíar Bollaín sobre el hallazgo de un antiguo ultramarinos que ha filmado en su película 'La boda de Rosa', me ha devuelto el recuerdo de 'Trestaller' en Ruzafa. Ahora es un estudio de restauración de cuadros y muebles, exigente en el trabajo, tan delicado como hermoso, que realizan jóvenes mujeres profesionales. Local que fue el popular ultramarinos 'Ferrer', donde se ha mantenido un magnífico espejo con letras grabadas de 'Vinos y Coñac. José de la Cuesta. Puerto de Santa María'. | Publicidad del almanaque publicitario de 1927 de El Puerto de Santa María.
Es fácil evocar el olor a café, a bacalao, a tocino; a los envases con arroz, garbanzos, habichuelas, lentejas, azúcar; los pequeños frascos con especias como la canela, el orégano, el pimentón; y los capachos que ofrecían verduras y frutas.
Los ultramarinos fueron el lugar de encuentros de vecinas, de comentarios familiares en aquel mundo reducido y entrañable, que en los tiempos difíciles de la posguerra, se prestaba ayuda con un cuaderno en el que se anotaba la deuda pendiente de la semana.
El cambio económico-social y la invasión de supermercados fueron terminando con los ultramarinos, de los que se salvaron algunos en el Ensanche como 'Ultramarinos Zanón', en un chaflán de la calle Sorní. Los escaparates repletos de botellas, conservas y fiambres eran brillante reclamo; y en su interior destacaban los barriles de roble para los vinos y licores, y los bidones de zinc para el aceite.
Seguramente, el último dedicado a una educación religiosa fue 'Ultramarinos Finos de la Virgen del Pilar' en la esquina de Tapinería que enlaza con la plaza de la Virgen de la Paz. En la fachada se mantenía una tulipa de cristal para alumbrar a María. Tienda peculiar que vendía también obleas y anunciaba «aprendiz para recados». El dueño, bienhumorado, recibía los pedidos por teléfono, anotaba y los enviaba a domicilio. «¿Qué quiere? Todo somos mayores», dijo. | María Ángeles Arazo. | Fuente; Las Provincias