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Juan Suárez Ávila. Del barroco a nuestros días: una mirada al imaginero Pedro Roldán #5.773

"Hemos subvertido el orden canónico de las exposiciones" 

Juan Suárez Ávila | Foto: Juan Carlos Muñoz

| Texto: Gonzalo Gragera.

Ayer 14 de enero se cumplieron cuatrocientos años del nacimiento del imaginero Pedro Roldán. El Museo de Bellas Artes de Sevilla ha celebrado la efeméride con una exposición –-abierta hasta el 10 de marzo— que reúne destacadas obras del escultor [entre otras, la imagen del san Juan evangelista que se conserva en la Prioral]. El responsable del montaje y de la museografía es el arquitecto y pintor portuense Juan Suárez Ávila (1946), quien ha elaborado, con un planteamiento razonado y original –-no sin controversias—, una nueva lectura en torno a la producción de Pedro Roldán. Es decir, Juan Suárez ha adaptado el lenguaje barroco –-el lenguaje de un tiempo— a un contexto contemporáneo. Acerca del proceso de esta propuesta se desarrolla esta conversación.

Foto: Antonio Pizarro

—Pudiera parecer arbitrario el montaje de la exposición que el Museo de Bellas Artes dedica al escultor Pedro Roldán.
—No es arbitrario. En absoluto. El montaje responde a una idea muy precisa sobre cómo concebíamos la muestra. Teníamos dos puntos de partida sugestivos: el lugar y el cómo. El lugar es la sala V del Museo de Bellas Artes de Sevilla. Una sala que, recordemos, era la iglesia de un antiguo convento mercedario. En este espacio se ubica toda una arquitectura propia del esplendor de estos lugares. Así como la presencia de obras maestras de pintores del barroco sevillano, grandes cuadros de altar, como Alonso Vázquez, Roelas, Herrera el Viejo, Juan del Castillo, Zurbarán o Murillo.

La imagen del san Juan evangelista, de la hermandad del Nazareno, presente en la exposición

Necesitábamos reconfigurar el espacio. Ver cómo conjugar el continente y el contenido, es decir, la arquitectura y la exposición. Establecemos una arquitectura dentro de otra arquitectura. La sala V del Museo –es este el lugar elegido, la sala de exposiciones temporales del museo tiene una capacidad limitada-. Quisimos igualmente que los cuadros de la sala no interfirieran con lo que se iba a exponer. Relegar las posibles relaciones que se podrían establecer, velando sus formas a través de un tul. Así las importantes pinturas que habitualmente ocupan la sala V quedan semiocultas, estableciendo una suerte de ausencia y presencia.

—Leemos que el propósito de la exposición, en cuanto a la distribución de las obras en la sala, es simular un taller de imaginería barroca.
La visión de la exposición no es exactamente recrear un taller, sino enseñar y dar facilidades para contemplar las obras de arte de Pedro Roldán desde otro punto de vista. Es decir, poder ver aquello que normalmente no se ve. Por ejemplo, las espaldas de estas tallas. Muchas sin terminar. O sin policromar. Por multitud de motivos: porque estaban ideadas para permanecer en una hornacina –talladas para el culto en un retablo-, porque no se terminaron de pagar, por urgencia en la entrega, porque se mutilaron para que cupieran en el hueco designado… Todo ese interés por mostrar aspectos que habitualmente no se muestran era y es uno de los fines de la exposición. Para esto, claro está, no se pueden disponer las obras en una sucesión de imágenes, una detrás de otra. Hay que construir un recinto en el que poder rodear, ir, venir, ver desde otras perspectivas. En la exposición sobre Pedro Roldán hemos subvertido el orden canónico de las exposiciones. El visitante no es un espectador ajeno, sino que se implica en el mundo que se muestra.

Juan Suárez, a la derecha de la imagen, posando durante la inauguración de la exposición

 

—Una propuesta sin duda arriesgada, y que puede pasar desapercibida para el público.
—Sí. Hemos querido romper el campo de visión que habitualmente nos transmite la producción del escultor Pedro Roldán. Todas las obras expuestas de Pedro Roldán, o de su hija, Luisa Roldán, se habían concebido, pensado y realizado para el culto. Esas obras han estado en un camarín, en un retablo o en una hornacina. Estaban destinadas al culto, a la veneración. Pensemos que sobre estas obras se establece una contemplación compasiva. Esto es importante. Hay una mirada que el visitante la supone. ¿Qué me aporta, por tanto, trasladar el Cristo de la Caridad a una exposición? ¿Qué puede transmitir esta imagen que no lo haga en el retablo de origen? En una exposición se aportan otros datos, otra información. Por ejemplo, una cronología, un apunte erudito o historiográfico que desconocía y que leo en un texto… ¿Qué es lo que proponíamos? Sacar estas obras de su contexto habitual. Emplazándolas estratégicamente para que convoquen la atención por alguna particularidad. Unas obras seleccionadas por el comisario, el catedrático José Roda Peña, con quien estrechamente he colaborado, entendiendo y ratificando mi propuesta. Al igual que Valme Muñoz, directora del museo, Ignacio Cano y todo el equipo implicado.

—Han querido dotar a la imagen barroca de un lenguaje contemporáneo.
—No sé si contemporáneo o explorado. Por ejemplo, observamos una figura de un Ecce Homo que está de espaldas a la imagen de San Juan, que proviene de Écija. ¿Qué ocurre ahí? El Ecce Homo tiene una reciente restauración. Si observamos su manto rojo, y lo evaluamos con la capa roja de San Juan, estamos comprobando que, siendo dos obras de Pedro Roldán, una está transformada y la otra no. Una conserva su policromía original y la otra no la conserva. Provocamos, a través de la percepción estética, una interpretación de los recursos que se emplean en la producción roldanesca.

Foto: Antonio Pizarro

—¿Por qué no han detallado este discurso expositivo que me cuenta? ¿Por qué no lo han recogido en el catálogo o en la propia exposición?
—Quizás no lo consideraba del todo necesario. Estas aclaraciones o puntualizaciones pueden impedir o limitar la experiencia, o la interacción crítica.

—Cambiado de tema: Pedro Roldán se interesó por la pintura y por el dibujo. Disciplinas que son su especialidad.
—Sí, aunque esto ya entra en el ámbito del comisario, José Roda. Pedro Roldán tuvo que sacar un título –por decirlo de alguna manera- para policromar sus esculturas. No obstante, estas fueron policromadas por otros artistas, entre ellos Valdés Leal. De Pedro Roldán me interesan cómo soluciona la complejidad de la ornamentación en la arquitectura, las yeserías. La superioridad del dibujo en su realización. Apasionante, igualmente, como resuelve la disposición de las veinticuatro columnas de la iglesia del Buen Suceso, en Sevilla | Fuente: Diario de Sevilla.

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