| Texto: Manolo Morillo
Paseando por los alrededores del Mercado de Abastos (corría 1992), llamaba mi atención un pequeño tumulto de gente variopinta haciendo gustosa cola, en pos de algo. La lógica curiosidad del ser humano me hace acercarme y preguntar, no sin cierto temor, ante la ‘grasia’ de nuestra tierra. Y digo no sin cierto temor, porque muy bien podría encontrarme con aquello de “--¿Que pasa?”, pues, saliva por la garganta, como resorte-defensa ante el curioso de turno.
Pero tuve suerte, ante mi atrevida ignorancia apareció la voz amiga de Añoño el del desaparecido Bar ‘El Brillante’ y me dice “--Manuel, que están vendiendo tajaítas”. Aparecieron entonces ante mí, recuerdos lejanos al escuchar la mágica palabra, y enseguida asentí y dije con complicidad porteña: “¡Ah, la tajaíta!”.