| Texto: José María Morillo.
Manuel Pinto Muñoz, (El Puerto de Santa María, 1937-2019), fue de esos personajes que uno se encuentra en las esquinas del alma de un pueblo. Le decían ‘Tagarnina’, ‘Tagasnina’ o ‘Taga’, y ni él sabía por qué. “Cosas de chiquillos”, decía, mientras se encogía de hombros con media sonrisa. Lo que sí sabíamos todos es que su vida giraba en torno al Rácing Club Portuense de toda la vida, al que quería con ese cariño sin condiciones: «aunque no valga nada, pero para mí vale mucho», nos decía.
Desde los tiempos del entrañable “Chicharito”, Manolo estaba en todo. Utillero, recadero, animador, cartelista… lo mismo daba. Lo veías en el ‘José del Cuvillo’, subido a la tribuna con su boina y su ilusión intacta. Hasta el último día, cuando el Racing jugaba en casa, él andaba repartiendo carteles con ese andar tranquilo de los que no tienen prisa.
Contaba con orgullo que en sus buenos años ganó bastante dinero en el muelle, descargando pescado. «Cuando se perdió el muelle, se perdió el trabajo», decía con un suspiro. Luego tiró de un carrito y repartía serrín por los bares, un oficio tan de antes que ya suena a copla antigua. Y aunque algo queda por ahí, como el eco de lo que fuimos, decía que el serrín, como las viejas glorias, «se escapaba entre los dedos de las manos».
Se nos fue en octubre de 2019, con 82 años, y lo lloró medio Puerto. En mayo, aún vivo, le hicieron su merecido homenaje, jugándose un partido de veteranos del Racing. Fue testigo y símbolo de un tiempo que se nos escapa. Como él.