Saltar al contenido

22

La Hermana Matilde Pavón nació el 20 de junio de 1926 en La Palma del Condado (Huelva). La madrugada de antes de anoche, 23 de mayo fallecía en Cádiz, a las cinco de la madrugada, en la Residencia que las Carmelitas tienen para hermanas de avanzada edad. Iba pues a cumplir 85 años.

En su municipio natal existe una importante institución benéfico docente de ‘Asilo y Escuela de Ntra. Sra. del Carmen’, fundado en 1934, y dirigido por las Carmelitas desde 1942. Allí le vino la vocación. En 1951 marchó al noviciado de Carabanchel (Madrid), donde permaneció por espacio de tres años, siendo su primer y único destino El Puerto de Santa María a donde, en 1954, --con 28 años-- llegó como ayudante de la Hermana Natividad, que era la responsable de la clase de los niños. Debía de ser muy cariñosa porque, a pesar de tener un aspecto bastante serio y adusto, con esas gafas tan oscuras que gastaba, los niños la querían mucho.

Todos gentes de El Puerto: los hermanos Bellvis: Javier y Marisol, única niña por aquello de separar las niñas de los niños; Luis Áspera, Paco Zamudio, Jaime Renedo, Mariano Medinilla, Miguel Lizaso, Javier Díaz, Hörh, Velarde, Julián Flores y otros… Primera Comunión en Las Carmelitas. Mayo 1958.

EXCURSIONES A MADRID.
Una curiosa anécdota que todavía hoy recuerdan algunos antiguos alumnos son las ‘Excursiones a Madrid’, que no era ni mas ni menos que un paseo de los niños de infantil a la azotea. Ese era el Madrid más cercano de Matilde Pavón.

En la imagen, vestidas de Primera Comunión Ana María y Celia Insúa Lavín. Detrás Matita Muñoz y María del Carmen García de Cossío. El angelito de en medio es Marisol Muñoz Bellvís. Procesión de la Virgen Niña o Niña María que salía los 21 de noviembre del Colegio de las Carmelitas, con motivo de la festividad católica de la Presentación de la Virgen.

LOS NIÑOS AMERICANOS.
Celia Insúa Lavín la recuerda así: “En aquella época empezaron a ir al Colegio muchos niños americanos , de la Base de Rota. Estaban un poco aparte porque no sabían nada de español y salían solos al recreo, sin mezclarse con los otros niños. La hermana Matilde Pavón era la que se ocupaba de ellos. Nosotras estábamos en 5º de Bachillerato y ya sabíamos algo de inglés, por lo que solíamos a hablarles un poco, les preguntábamos cosas y, en cierto, modo los entreteníamos. Nunca supimos si la Hermana Matilde sabía o no inglés, lo cierto es que lo niños la adoraban y en el momento que les pasaba algo salían corriendo y se abrazaban a ella, quien los consolaba con mucho cariño. Creo que siempre nos  agradeció que, de alguna manera, le echáramos una mano porque, al ser bastante buenas estudiantes teníamos fama de responsables y serias y muchas veces nos dejaban solas. Me acuerdo que a uno de los niños, que era especialmente bruto le llamábamos "donkey" (burro); aquello  no le gustaba nada y nos decía que “--No es caritativo ponerle ese mote”. Nuestra clase estaba al lado de la de la Hermana Matilde y ,la verdad, es que nos portábamos fatal. Pues bien, ella siempre venía y con una paciencia enorme nos hacia entrar en razón pero nunca nos reñía fuerte.”

Escolares en el patio del Colegio de las Carmelitas.

CINCUENTA Y UN AÑOS EN EL PUERTO.
Siempre estuvo a cargo, durante su etapa docente hasta su jubilación, en 1991, de los niños de párvulos y preescolar, lo que hoy se conoce como Educación Infantil, es decir niños de 5 a 7 años. Era de los pocos colegios que, en aquellos tiempos acogían niños de corta edad por lo que, al ser un ‘colegio de pago’ entonces --hoy centro concertado-- pasaron por sus manos, infinidad de niños y niñas de El Puerto. Como también lo hicieron quienes, en la Prioral, recibieron sus catequesis de Confirmación. En 1991, a su jubilación, pasó a la portería del Colegio hasta que, 14 años después, en 2005 se trasladó a la Residencia para Hermanas Mayores que las Carmelitas tienen en Cádiz, donde ha vivido, por espacio de seis años, hasta la muerte que le sobrevino la madrugada del pasado 23 de mayo

En primera fila, la hermana Matilde Pavón, a la izquierda, con la directora del Colegio Teresa Fernández, Inmaculada Ameneiro, la Hermana Matilde Soto el entonces concejal de Educación, Joaquín Corredera y el presidente de la APA de hace unos años, Manolo Morillo.

ESCRIBE PIPI GAGO.
“He tenido la suerte de contar a lo largo de mi vida con buenos maestros, que por su buen hacer, siempre los he tenido presente en mi memoria. De ninguno de ellos guardo un mal recuerdo y si en algún momento los he puesto en cuarentena, al final, el tiempo les ha dado la razón y me la han quitado a mí.  En buena medida hoy soy un conglomerado de la enseñanza de todos ellos. Me siento muy orgullosa de hasta donde he llegado y, creo, que la hermana Matilde Pavón, hija de la Caridad y seguidora de la obra de su admirada y querida Santa Joaquina de Vedruna (esposa, madre, viuda y monja, si mi memoria no me falla) fallecida, hoy también lo estaría.

Con ella comenzó mi andadura en el colegio de Las Carmelitas allá por el curso 1968/69 del siglo pasado!!! La hermana Matilde me enseñó a leer y escribir y lo hizo tan magistralmente que desde entonces, perderme en cualquier libro es mi pasatiempo favorito.

Su paciencia y el libro de lectura Can y Ben siempre han ido de la mano al igual que sus enfados, cuando hacíamos algo mal. Todavía no llego a entender como profesoras como ella disfrutaban enseñando a más de 30 alumnas por aula y, hoy en día, no se puede con 20. Respeto le tuve los nueve años que estuve en el colegio. De hecho, cuando te la  encontrabas por cualquiera de los pasillos de frente nos poníamos tan derechas de inmediato,  que parecía que nunca rompíamos un plato.

Me estoy dando cuenta que Matilde Pavón fue la primera de las hermanas que atendió mi educación. A ella le siguieron otras tan encantadoras como Juana; Rosario, que luego fue la  portera; Enriqueta que preparaba para la comunión; Emiliana, un torbellino que jugaba al baloncesto; Emilia con su música, y por supuesto, Maria Antonia Palomino que se encargó de encauzarme para la siguiente etapa escolar, ya en los Jesuitas. A todas y cada una de ellas les agradezco lo que hicieron por mi y todas mis compañeras de clase. Tuve mucho suerte porque, entonces, a pesar de las circunstancias de la época que no daban para mucho,  me encontré con un grupo de mujeres  que estaban en la enseñanza solo y exclusivamente por vocación y eso es de agradecer. Me inculcaron  valores sólidos  que siempre han estado presente en mi vida personal y profesional, y que, por supuesto, he transmitido a mi hijo.

Recordar a la hermana Matilde es recuperar una época muy feliz de mi infancia como  mis primeras excursiones a la playa de la Puntilla, las fiestas de Naveros, las canciones de Amosa, los guisos de María la cocinera, Loli, la amable portera, la festividad del mes de mayo, la tómbola, la Navidade con Amor en el ya desaparecido Teatro Principal; las películas de Marisol, los conciertos de flauta, los espectáculos que Chati preparaba a final de cada curso en el Polideportivo entonces de la Diputación y, sobre todo, los horribles puchos que debíamos llevar bajo la falda blanca de deporte para que cuando hiciéramos ejercicio no se nos viera absolutamente nada. ¡Igualito que ahora!

Hermana Matilde te echaremos de menos, aunque, si no has cambiado mucho en estos últimos treinta años, seguro que ya estás organizando con esmero y precisión  todito el Reino Celestial. ¡Qué tiemble San Pedro! Descansa en paz que te lo mereces. (Pipi Gago. Lcda. en Ciencias de la Información. Periodista).

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies