Saltar al contenido

anatorrecaldevilla1_puertosantamaria

El pasado domingo fallecía Ana  Aranzazu Torre Caldevilla a la edad de 47 años.  Poca gente la conocía por este nombre  pese a ser vecina de nuestra ciudad desde hace siete años. Si añadimos que la fallecida es Ana, la de Luz y Luna, la de la protectora,  entre los círculos de la gente que ama a los animales empezaremos a darnos cuenta que acabamos de perder a alguien que hizo mucho por una sociedad más digna de ser llamada humana. Cuando la crisis golpea a los seres humanos, los que están aún más abajo, mas abandonados, los animales, se enfrentan a una existencia mil veces más terrorífica.

Ana nació en Santander y acabo en El Puerto tras rodar muchos años por Madrid y alguno que otro por Puerto Serrano ya acompañada  por su inseparable Pilar. Desde que llegaron a nuestra ciudad, pusieron su vida, su hogar y sus recursos  al servicio de los animales abandonados.  Si como dijo Ghandi , “La grandeza de una sociedad de mide por el trato que da a sus animales”,  no cabe duda que su trabajo hizo mejor  nuestro pequeño mundo, más respirable nuestro aire cruel.

Hace cuatro años decidieron dar forma legal  a su proyecto y fundaron la Asociación Protectora de Animales Luz y Luna. Desde entonces cientos de perros y gatos abandonados o maltratados han podido tener una familia,  una esperanza. Decenas de voluntarios y voluntarias nos hemos formado y crecido  a su lado y se han llevado a cabo campañas de mentalización sobre la convivencia con animales  e incluso trabajo terapéutico con colectivos de personas con diferentes discapacidades, sobre todo niños y niñas apoyados en animales.  En la actualidad, su esfuerzo mantiene un refugio con más de 120 animales salvados de la calle y la muerte, sin ningún apoyo de las diferentes administraciones local o autónomica.

anatorrecaldevilla2_puertosantamaria

Ana y Pilar, disfrutando del cariño de los animales.

Hace dos años le fue diagnosticado un cáncer muy agresivo. Durante este período ha luchado como pocas personas lo han  hecho dejando en quienes la acompañábamos  otro imborrable ejemplo de humanidad.

El domingo a las 8 de la mañana expiró  dejándonos a su amigos la mejor de las herencias: el ejemplo de una vida dedicada a cambiar el mundo, a hacerlo más digno, más habitable.  El apoyo a Luz y Luna, la continuación de su proyecto, será la mejor forma de homenajearla.

En su funeral, la gente que hemos trabajado con ella hemos leído este texto. Su lectura  dará una idea de su legado, de su tamaño, de su altura :

Hola, Ana:

Somos tus niñas, así nos llamaste. Daba igual que algunas fuéramos mayores en edad a ti, éramos tus niñas. Daba igual hasta nuestro sexo: algunos compañeros  también se han  sentido tus niñas hasta hoy porque así nos has nombrado y así nos recordarás.  Somos los voluntarios y voluntarias de Luz y Luna.

anatorrecaldevilla3_puertosantamariaHemos aprendido mucho de ti ¿sabes? No sólo a quitar garrapatas y a curar heridas del cuerpo.  Aprendimos que el amor  - de dos o de cuatro patas - es la mejor medicina para el cuerpo y para el alma. Aprendimos que la grandeza no es una medida del cuerpo sino una dimensión del corazón. Y lo aprendimos de ti porque si tu cuerpo era grande, tu alma era, es infinita.

Nos regalaste tu alegría. Y cuando te tocó el dolor, no te rendiste y, de nuevo, nos obsequiaste el más maravilloso de los ejemplos de vida y lucha. En esa batalla, te acompañamos y crecimos juntos. Nosotros fuimos menos enanos pero tú te hiciste gigante.

Pero no nos pidas que pasemos página, que te olvidemos. Seguiremos adelante, si, cada cual en la medida de sus fuerzas, pero tu tesón, tu amor y tu sonrisa, no se irán de nuestro lado.  Estarás con nosotros cada vez que nos asomemos la mirada melancólica de Ghandi, cada vez que Valentín nos abrace o cada vez que Wally baile nervioso al vernos acercarnos a su patio.  Quizás debía pronunciar ahora un millar de nombres de los que hoy, descorazonadoramente nerviosos, han comido poco y mal y han ladrado o maullado más de costumbre. Pero no creo que sea necesario. Están aquí, repartidos entre nosotros, en las huellas que dejaron en nuestras ropas de trabajo o de domingo.

Descansa, “jefa”. Te lo has ganado. Si ya estás en algún lugar desde donde nos ves, ya sabes que necesitamos tus manos o,  como  algunos dicen ya, tus alas.

Si te despiertas, Ana, una mañana
y el cuerpo no te sobra ni te duele
la pierna o la cadera como suele
y corres como antaño a la ventana.

Si, Ana , suena en tu oído una campana
que una brisa tranquila hace que vuele
y no encuentras cheniles ni te huele
a éter, ni a morfina. Y ves a Hanna

corriendo a pintarte de colores
y tras ella dichosa la manada
de aquellos que por ti tuvieron vida

y a lengüetazos te borran los dolores.
Si sonríes y cantas ya sanada:
¡Llegaste al arcoíris! ¡Bienvenida!

 Juan Rincón Ares. In memoriam.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies