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A la calle Carmen Pérez Pascual, nombre de ilustre benefactora que donó a El Puerto sus bienes por medio de una fundación benéfica, nadie la conocía así, pero todo el mundo sabía en El Puerto que, cuando te mandaban “calle Santa Clara p’arriba” era que estabas muerto. Y es que, antes, cuando  la población de El Puerto se reducía al casco antiguo y a las cortijadas en el campo, los difuntos eran transportados a hombros. Del domicilio a la iglesia. Y de la Iglesia al Cementerio: desde la Prioral o San Joaquín, por la calle Cielos, se cogía la cuesta de la Calle Santa Clara para arriba. Y al final el Cementerio Católico. Fue famoso el encargado o enterrador del Cementerio, “Carrurra”, tanto que hasta se acuñó un dicho: “Ten cuidao que te va coger Carrurra”. En la fotografía, el Coche del 'Mijita'. (Foto Colección de Vicente González Lechuga).

Nobody knew Calle Carmen Pérez Pascual by that name, it was called that after a distinguished benefactor who made a generous donation to El Puerto through a charity. Everyone in El Puerto knew that when you were sent up "Calle Santa Clara" it meant you were dead. And before, when the town of El Puerto was just the Old Town and the country estates, the deceased were carried on people’s shoulders. From their home to the Church. And from the Church to the Cemetery: from the Prioral or San Joaquín, through Calle Cielos, they would go up the Calle Santa Clara hill. And at the end was the Catholic Cemetery. The Cemetery keeper or gravedigger, called "Carrurra", was famous in the town, so much so that an expression was coined: "Be careful or Carrurra will get you!" In the photograph we can see 'Mijita’s' car.

«Había entierros de primera, segunda y tercera, según el número de curas, monaguillos y sacristanes y cuando aparcía por calle Cielos la comitiva, con solo mirarlos, sabíamos de que categoría era el muerto. Iban a hombros los catafalcos negros forrados de satén y subían la cuesta detrás del clero y sacristanes. Incluso había entierros con incensarios y cruces de guía. Y detrás del boato, la comitiva: hombres fumando, hablando de sus cosas y detrás del todo, enlutados con fajas negras en la manga de la chaqueta, corbata negra y demás, los familiares masculinos del difunto. Estaban vedados a las mujeres.» [...] «El primer coche de difuntos era un coche barroco. El conductor en la cabina descubierta con su uniforme y gorra y detrás la urna acristalada y rodeada de motivos decorativos barrocos en madera oscura. Y el  catafalco dentro: solemnidad. El primer chofer que transportó fiambres al cementerio en este vehículo decimonónico y de película de Drácula fue el famoso “Miji”, o “el Mijita” porque era parco de estatura».  Del libro «Paisajes y Paisanajes» de Antonio Muñoz Cuenca.
Estamos a finales de la década de 1950. Y se produjo un altercado entre “el Mijita” y las fuerzas de orden público. Daría pie a una noticia chocante, y jocosa, que corrió como la pólvora por aquel Puerto desnutrido. Y es que se descubrió que “el Mijita” no tenía carnet de conducir. Iba a hacer un servicio a Jerez y, con el difunto dentro,  no hizo el stop obligatorio en la confluencia del Parque de la Victoria con la carretera. La Guardia Civil de Tráfico, que estaba apostada en las cercanías, le mandó a parar. Y se descubrió el pastel. El juez que instruyó las diligencias penales fue Conrado Gallardo Ros. “El Mijita” adujo, en su descargo, que “el carné lo había perdido en el frente”. Todavía la Guerra Incivil servía como excusa.

Hasta el siglo XIX se celebraban los enterramientos en las iglesias, bien en criptas, en capillas o en el Camposanto adosado en lo que hoy es el Patio de las Hermandadaes de la Iglesia Mayor Prioral, donde figura un Via Crucis en cerámica. Para evitar enfermedades, epidemias y contagios, se empezaron a sacar los cementerios de las iglesias. Así, en el XIX se erige el Cementerio Católico de Santa Clara, en el Egido de idéntico nombre, con una superficie de 12.233 metros cuadrados.  E igualmente -en 1878- un Cementerio para No Católicos, -conocido como el Cementerio Inglés-   en la zona del Palmar de la Victoria, de 797 metros cuadrados. En la actualidad ese lugar lo ocupan los aparcamientos del Centro Comercial El Paseo. Inexplicablemente fue destruido para la erección de dicho centro comercial a finales de la década de 1980 del siglo pasado. Algunas lápidas, verdaderos monumentos, fueron trasladadas al Cementerio Católico cuando se perpetró el desaguisado. Estaban apiladas junto a la tapia interior del Cementerio.

Visita a la cripta de la Iglesia Mayor Prioral el 24 de julio de 1989. En la foto podemos observar, de izquierda a derecha, José Santilario, maestro cantero; Ricardo Araque, perito aparejador municipal; Ana Navarro, arquitecto de las obras de restauración de la Iglesia Mayor hace 19 años, Manuel Girón Ceballos, sacristán del templo y Manuel Caro, el chipionero encargado de la obra. (Foto Colección V.G.L.).

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