Manuel García de Quirós Domínguez, el guardia municipal, el aficionado a los toros; el hombre que siempre se buscó la vida para salir adelante; el hombre que se vino del campo dejando un arado y se jubiló dejando un ordenador, tiene una compleja historia que se confunde con los últimos setenta y tres años de la vida de El Puerto. Policía Local jubilado en el año 2000, con una familia procedente de Asturias y Portugal, emparentado con ‘el Portugués’ de la calle Zarza y con los primeros propietarios de Lolita y Serafina, hoy reparte su tiempo entre recordar, caminar mucho, sentir la afición por los toros y su familia. (En la fotografia, en la cafeteria 'El Paseillo').
Nació en la calle Cruces, 32 el día 2 de diciembre de 1935, pero con cuatro años su familia se va a vivir a la calle Postigo, frente a la Fábrica de Harinas. Sus primeros recuerdos son para la droguería de la esquina y la frutería de Tito Pastrana o el almacén -luego bar y freidor- de La Gloria. (Manolo, de pequeño, posando para el fotografo).
Su familia vivía en el campo, labrando un campo propio, en el Pago Serrano, donde se crió Pernita. Solo bajaban a El Puerto un día de Feria, el Viernes Santo, el 18 de julio, la Virgen de los Milagros o por enfermedad o parto de alguno de sus hermanos. No se podía perder el tiempo en ir y venir a diario con los exiguos medios de transporte de los años treinta. No fue a la escuela de pequeño, un Guardia Civil retirado -Antonio Toro- lo instruía; el resto lo aprendió en el servicio militar o por su cuenta. Ni lo podían llevar al colegio. No fueron los seis hermanos mayores aunque si los dos mas pequeños, a la Escuela Rural de la Arreijanal y a la del Barranco.
Con el primer tractor, Manolo, a la izquierda, con su desaparecido hermano Jose, en El Barranco.
Manolo, como hermano mayor le tocaba dar de comer a las bestias muy temprano y luego pasaba todo el día al sol trabajando. Pero afirma que en el campo se vivía bien. Por lo menos se comía. Todos juntos: sus padres, hermanos, tíos y los trabajadores. Allí comía todo el mundo. Incluso algunos braceros -en aquellos tiempos difíciles- sacrificaba su comida y se la llevaban para la familia después de una dura jornada laboral. Recuerda que su padre, Juan, era reconocido por su gran humanidad y por eso a él le conocieron durante un tiempo por Juanito.
Un tío suyo, Paco, estaba suscrito a las revistas Clarín, Dígame y El Ruego y mientras las devoraba, se le metía la afición en el cuerpo a la par que practicaba la lectura. Todo el tiempo que tenía libre lo invertía en aprender, leer, documentarse... No sabe jugar a las cartas, ni al dominó, ni al carro, ni a las siete y media, ni a nada... No perdía el tiempo, su avidez por aprender no le dejaba tiempo para nada más. En julio de 1955, con 20 años, se marcha al Servicio Militar de voluntario. Como no había hecho la Primera Comunión, allí que la hizo, vestido de marinero, pero de marinero de verdad. Y seguía aprendiendo, estudiando, conociendo... Y a su vuelta al campo, a trabajar en las viñas, especialista como era en las tareas de las viñas, entre otras las labores de poda y castr. (En la fotografía del Estudio Pantoja, tomada el 26 de noviembre de 1955, cuando estaba haciendo la instrucción durante el Servicio Militar).
LA BODA Y LA CASA DEL PORTUGUÉS.
En octubre de 1960, el día 12, se casa con Milagros Pacheco Nucete, vecina de “el Portugués”: vivía en la calle Zarza, 57, -en la casa restaurada por la inmobiliaria de Antonio Caraballo Crespo-. El mote de “el Portugués” le viene a aquel buen señor, que tenía un puesto de chucherías en los bajos de la casa, por su bisabuelo, quien durante una epidemia de peste durante el siglo XIX fue dado por muerto. Lo depositaron en la piedra de los féretros en el cementerio y cuando despertó y se vio rodeado de muertos, empezó a correr y no paró hasta Portugal. Si no es verdad bien pudiera serlo.
Manolo y Milagros, en una foto de Estudios Pantoja, tomada el 16 de enero de 1957.
ADIOS AL CAMPO, ADIOS.
Manolo y Milagros se van a vivir a la calle San Juan, 27 a la edad de veinticinco años trabajando en el campo hasta los veintiocho. En enero de 1963 no se lo pensó más, de tantas veces como lo había hecho; aquello no era para él: tiró la azada, cogió campo a través y se vino a El Puerto a buscar trabajo. En el crucero de las calles Larga y Luna se encontró a un guardia, “el Tuli” que también había desertado del campo; le explicó su situación y éste le ofreció la oportunidad de entrar a trabajar con los municipales: «--se cobra poco, pero comerás todos los días. El hambre pasará por la puerta de tu casa, pero no entrará», le dijo. Su primera nómina sería de 333 pesetas con 33 céntimos, casi le faltaba dinero para pagar el tabaco que se había fumado ese mes y tenía ya tres hijos. Con el tiempo buscaría trabajos extraordinaros que le complemenaran el recibo de salario.
De izquierda a derecha: Francisco Muñoz Chacón, Manuel García de Quirós, el Comandante Manuel López Romero, Juan Barrios Quirós, Jaime Fernánez Criado, Secretario General del Ayuntamiento, Manuel Vázque, 'el Cuqui' y Manuel Rebollo Laynez, concejal de Policía Local. La foto de Rafa es del 5 de enero de 1973.
EL GUARDIA QUIRÓS.
Nuestro protagonista afina fechas: entró a trabajar en el Cuerpo de la Policía Local el día 4 de febrero de 1964 y se jubiló el 2 de diciembre del año 2000, después de 36 años de servicios prestados a la Ciudad. Ha hecho de todo en la policía municipal. Dirigiendo el tráfico en las esquinas; motorista con sus propios medios en 1968 (tenía un plus de 1.000 pesetas) llegando a estrenar las motos Sangla siendo concejal de Tráfico el desaparecido Manuel Rebollo Laynez. Estuvo en el grupo de Atestados durante nueve años, y de patrullero hasta su jubilación.
Manuel García de Quirós Domínguez, con la policía motorizada en Sangla, el primero por la derecha.
El último día salió de su puesto de trabajo una hora más tarde, siendo su compañero en el patrullero, Manuel Martínez Rodríguez, “el Volpa”. (El apodo se corresponde con la costumbre de éste, siendo taxista, de no beber alcohol y tomar el popular “refresco antised” fabricado en El Puerto). Manolo sostiene que, como hijo de El Puerto, durante la época de la represión se ponía de parte de los trabajadores, evitando ir a servicios complicados donde se repartían palos, o soslayando las primeras filas, algo que pueden corroborar -afirma- gente que hoy está viva. En vigilancias políticas, solía mirar para otro lado.
Patrullando a pie, por la calle Vicario en invierno, con salacof, junto a su compañero Juan.
Ya hemos hecho referencia a lo reducido del salario. Había que completar el sueldo y Manolo ha sido cobrador toda la vida, en el tiempo que no estaba de servicio. De máquinas de coser Sigma, durante siete años. Del Servicio de Aguas, luego Aguas del Puerto, durante 18 años. En la financiera de SEAT, 19 años. Incluso, como era un especialista. Incluso, como era especialista en las tareas de las viñas, acumulaba días de descanso para realizar las labores de poda y castra entre otros. También a lo largo de 25 años -en cinco ocasiones- se rebajaba del servicio policial para ejercer como Agente Censal, algo que le encargaban por sus conocimientos de los territorios campales.
En el Patio de Cuadrillas. De izquierda a derecha, Manuel Paz Reina, Paco Camino, Manuel García de Quirós y El Viti. (Foto Fariñas).
LOS TOROS
La afición a los toros le vino desde que tiene uso de razón. Quería saber, pero no sabía leer y eso le obligó a aprender: quería conocer el mundo taurino. Iba a los toros con su padre. Desde 1948, desde el 30 de agosto. Y por su cabeza pasan las primera figuras de la época que vio pisar el albero porteño: Antonio Ordóñez, Pablo Lozano, Manolo Vázquez y Conchita Cintrón, rejoneadora y novillera que le había comprado una yegua a su padre, con cuya venta compraron una finca de labranza. De Policía Local tuvo la suerte de estar en el callejón hasta que se hace cargo la Policía Nacional, entonces Policía Armada.
Manolo con el sombrero de ala ancha. (Foto Jorge López. Zarzaquemada).
Tiene un abono en Delantero Balcón Primer Piso, números 242 y 243 desde 1958, hace cincuenta años. Es el único aficionado que se destoca, que se quita el sombrero en la Plaza cuando un torero brinda la faena al respetable... «La fiesta taurina, como las ceremonias religiosas, son un ritual. Cuando un torero brinda la faena al público, me levanto y me descubro porque al ser yo público me considero brindado. Es un agradecimiento y respeto a lo que el torero hace. Hoy ya casi se ha perdido esa costumbre» afirma. Con tal motivo, en Bilbao le dieron un premio al mejor detalle. «Que tenga que venir un andaluz a enseñarnos lo que es el respeto en los toros» se escuchó en los ambientes taurinos vascos. De la Plaza Real se moja y opina: «En Andalucía, después de Sevilla, la siguiente en importancia es la nuestra. Ya quisieran tenerla para sí otras capitales de provincia de España. Es donde se da la mejor feria del verano en Andalucía, aunque falten toreros, que no hay en el mercado, para tanto festejo.»
Saludando desde el burladero de callejón de la Plaza de Las Ventas (Madrid). Año 1999.
Se ha recorrido media España asistiendo a los festejos taurinos y siguiendo a sus ídolos: Madrid (San Isidro y la Feria de Otoño), Bilbao, San Sebastián, Zaragoza, Logroño, Pamplona, Barcelona, Valencia, Málaga, Albacete,... y todas las de Andalucía La Baja (Algeciras, Jerez, Sevilla, Sanlúcar, la desaparecida de Cádiz, ...). En Francia: Nimes, Arlés. Con Mondeño era “mondeñista” y con José Luis Galloso el comunicador de lo que hacía a la afición y los medios, recién terminada la corrida allá donde torease. El llamaba o lo llamaban y comunicaba las incidencias habidas en la faena. Tiene amistad con Galloso, éste nació en el número 32 de la calle San Juan y Manolo vivía en el 27.
NUNCA VIÓ TOREAR A MANOLETE.
Manolo recuerda que nunca pudo ver torear a Manolete. Con nueve años, en 1944, el diestro actuó en El Puerto. Acompañaba a su padre que estaba trabajando en la finca que tenía arrendada, Haza de la Becerra, y venían a caballo para los toros por la carretera de Sanlúcar. En esto un coche marca Austin que llevaba en la baca teleras de pan, perdió una pieza. Y otra. Y otra mas. Hasta tres. Como comprenderán ese día no fueron a los toros, pero todos comieron pan en plena posguerra incivil. En otra ocasión estaba previsto que Manolete actuara en El Puerto el 20 de julio de 1947, empero, una cogida el 16 de julio impidió que el diestro se desplazara a El Puerto. El tercer intento sería definitivo en la frustración de poder presenciar una faena del torero cordobés, prevista su presencia en la corrida que se iba a celebrar el 31 de agosto de 1947. Dos días antes, el 28 de agosto el toro “Islero” lo mata en Linares.
Carteles en El Rincón de los Recuerdos.
En la bodega del Rincón de los Recuerdos, con su nieto en brazos, delante de las botas que tienen los nombres de los hijos. El Fino, el vino típico de El Puerto, lleva el nombre de su hijo Ignacio, concejal y portavoz socialista en el Ayuntamieto de El Puerto.
EL RINCÓN DE LOS RECUERDOS.
Tiene una especie de museo taurino, el Rincón de los Recuerdos, como le gusta llamarlo, que por cierto lo tiene en la Barriada de los Toreros. Allí conserva 12.000 carteles taurinos, más de 400 de ellos enmarcados; colecciones de las revistas Ruedo, Dígame, El Clarín de antes de los años 30, (le robaron una serie de Clarín y el Ruedo), 6 toros 6, desde que salió. Allí tiene capotes, banderillas, muletas, trajes de luce, películas, libros taurinos, incalculables entradas de toros de todos los sitios a donde ha ido, ... en apenas 210 metros cuadrados
Con el matador de toros, José Tomás.