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Me nacieron en El Puerto de Santa María (Cádiz) un día 16 de Junio de 1912. Mi madre me contaba que en aquel momento pasaba por la esquina de mi casa una Procesión, a la que tan dadas son aquellas tierras de María Santísima. Único sobrino varón entre muchas tías, me despertaron un mal genio fenomenal, yo creo que debido al mucho besuqueo. Mis primeros recuerdos son los de limpiarme la cara con un manotazo cada vez que me llenaban de besos los carrillos. (Manolo Prieto en la capilla del Castillo de San Marcos, el día de su ingreso como académico de la de Bellas Artes Santa Cecilia, en 1987. Foto: Academia de Bellas Artes).

Parece ser que fui un niño normal hasta los 3 años, que me dio el sarampión y de él salí con un asma bronquial que me cambio en un enfermito que me ahogaba constantemente al menor esfuerzo. El no poder jugar como los otros niños me hizo observador y medidor, dos cualidades básicas para que surja un artista. Recuerdo mis dibujos infantiles como los de todos los niños, y cómo descubrí un día que las patas de un burrito no eran todo seguidas sino que al final había un volumen de distinta calidad, las pezuñas, y que había que destacar.

Otro día descubrí la forma de que el burrito estando de perfil volviera la cabeza para mirar de frente. Todos estos recuerdos son de antes de ir a la Escuela de Párvulos, supongo que a los 4 años. Me llevaron a los Párvulos y estuve hasta los 7 años. Recuerdo en aquellos años, el sarampión, la tos ferina y unas anginas tremendas. Recuerdo también empezar mis escritos a lápiz con el año 1916, y recuerdo las canciones de columpio que me cantaba mi madre.

A partir   de los 7 años en que me llevó mi padre a una escuela de maestros, creo que recorrí todas las escuelas del pueblo, porque como siempre estuve malo, no sé si eran los maestros los que no me querían o que a mi padre le deba vergüenza llevarme al cabo de dos meses de faltas. Yo creo que todo el tiempo sumado hasta que mi padre me quitó y me puso a trabajar, no suman un año.

He sido aprendiz de carpintero, aprendiz de relojero y chico de tienda de comestibles en la tienda de mi padre. De la carpintería salí porque el trabajo era muy fuerte para mí por mi enfermedad, y de la   relojería porque le hice una caricatura al maestro y éste me llevó a mi padre y le dijo que no fuera más porque tenía la certeza de que yo no sería nunca relojero ni artista. Y me quede en la tienda ayudando a mi padre. (Caricatura realizada con 16 años).

Por aquel entonces apareció en el pueblo un caricaturista, hijo del Puerto, [Carlos García Gil], que empezó a hacer caricaturas en el periódico local de señores conocidos. Tenía yo entonces 16 años, y esto fue para mí como un latigazo. Terminada su colaboración porque había terminado con los señores, yo me presente en el periódico con una colección de tipos muy populares, y con una innovación, mis tipos se publicaban y se harían sin poner quienes eran, los lectores tenían que adivinarlos, y fue un verdadero éxito. Se escribió de mí en el periódico y me hice popular. Ingrese en la Escuela de Bellas Artes local, donde me enseñaron a conocer los colores, porque otra cosa no podían enseñarme por su carácter particular. (En la imagen de la izquierda, carnet de la Academia de Bellas Artes).

(En la imagen de la izquierda, pintando en una calle de El Puerto, con el caballete. Realiza su primera Exposición en solitario, titulada "Manolo Prieto y los patios andaluces", donde vende sus primeros cuadros.?La crítica empieza a mostrar interés por el artista Manolo Prieto, así en la Revista Portuense del 27 de Agosto aparece un artículo firmado por Gilberto Savile bajo el título "Manolo Prieto y los patios andaluces"Año 1929).

Como mi asma no iba mejor, mi padre me dejó dos años para ver si sin obligaciones me podía mejorar, o porque como yo escuche alguna vez, por el poco cuidado que ponían en hablar delante de mí los mayores, de que quizás yo no podría superar el desarrollo y moriría. ¡Cuantas veces he llorado cuando nadie me veía mirándome en el espejo y viéndome como me ahogaba!. Mi abuelo que me quería mucho me compró una bicicleta, y creo que ha sido la alegría más grande de mi vida. Pues bien, esta bicicleta la vendí y me compré colores e hice dos Exposiciones.

En la fotografía, tomada en 1930 en el patio del convento Santo Domingo, sede entonces de la Academia de Bellas Artes, Juan José Bottaro Pálmer, en el centro, debajo del busto de Goya, que descansa sobre un capitel corintio. En la fila del suelo, el tercero por la izquierda es Manolo Prieto. A la derecha del capitel, en la fila quinta desde el suelo, Juan Ávila. En la cuarta fila desde el suelo, el tercero por la derecha es Felipe Lamadrid. En la fila tercera desde el suelo, primero  por la derecha, el escultor José Ovando Merino. En la fila segunda desde el suelo, el segundo por la izquierda, Manuel Lojo Espinosa, a continuación, de negro, el pintor Juan Lara Izquierdo y el quinto por la izquierda, José Antonio Lojo Espinosa; en la misma fila, tercero por la derecha, Francisco Moresco Farfán. En la fila del suelo, cuarto por la izquierda, Manuel García, padre de Manolo García Campos. (Foto Colección LSA).

Con el producto de estas exposiciones, le pedí a mi padre venirme a Madrid, y lo hice el 22 de Octubre de 1930, tenía 18 años. Madrid fue mi salvación, porque aunque de una forma paulatina, Madrid me ha curado, su altura topográfica, su aire seco o no sé qué hizo el milagro. Los médicos que visité en Madrid cuando pude pagarlos me diagnosticaron Asma Climática producida por la proximidad de la costa. Los Ataques fueron cada vez mas espaciados y mi organismo se fue fortaleciendo, hasta el punto de que hoy a mis 66 años es solo un recuerdo.

Me vine a Madrid a esperar una beca que se había pedido para mí a la Diputación de Cádiz. Ingresé en la escuela de San Fernando, y como la beca no llegó, me tuve que salir y ponerme a trabajar. Trabajé de escenográfo e ilustré en la novela "La Farsa", y en el año 1932 me coloque en una casa de Publicidad y pude traer a mis padres y hermanas a Madrid.

Con mis padres conmigo y por mi culpa, me eché la obligación de sacarlos adelante y he trabajado para ellos hasta que los mantuve a flote. He trabajado doce horas diarias y noches enteras. He fabricado y pintado muñecos que mi padre vendía en los mercados. He sabido de un traje único que había que conservar y de unos zapatos rotos que no podían sustituirse. He conocido Noches Buenas que no fueron buenas. Empecé a presentarme en los Concursos de Carteles, y el año 1935 obtuve mí primer galardón, dos primeros premios.

Y estalló la guerra. Por mi profesión de dibujante, en ella no hice más que dibujar y procurar protegerme y proteger a los míos. Cuando estalló la guerra yo trabajaba en una Agencia de Publicidad. En ésta como en los demás sitios de trabajo en Madrid, quedó sólo gente mayor y las mujeres, y no todas.

Yo pasé a trabajar para la Guerra en el "Altavoz del Frente" como dibujante de propaganda. Cuando el Gobierno de la Republica marchó a Valencia, el Organismo al que yo pertenecía marcho con él. Como el asma que yo padecía aún no estaba dominada, el puerto de mar empezó a dañarme, y pensando en mis padres y hermanas que dejé en Madrid, solicité el traslado, que solamente se podía conseguir presentándome voluntario en las fuerzas que defendían Madrid, y en las que yo podía conseguir un trato especial porque el que las mandaba era el General Modesto, para mí y para mi familia Juan Guilloto, paisano, vecino de casa y amigo. Ingresé en el Comisariado del 5º Cuerpo del Ejercito como dibujante.  (En la ilutración: «¡Miliciano! En tus manos está el destino de España y de la República Democrática. Antes morir que retroceder». Autor: Manolo Prieto. Ministerio de Instrucción Pública - Dirección General de Bellas Artes).

Un día fui trasladado a la 46 División, 209 Brigada, con el empleo de Sargento de Zapadores. Este ascenso y este puesto fueron para justificar mi puesto (que siguió siendo de dibujante) y darme un mando para que la gente me obedeciera en mi cometido. En la 46 División hacíamos un periódico para la tropa, en la que yo era su Director Artístico y dibujante y Antonio Aparicio, poeta sevillano su Director Jefe, y teníamos a nuestro mando todo el personal de la imprenta, también militar. Cuando la batalla del Ebro, mi unidad estaba luchando allí y desde aquí les llevábamos el periódico al frente.

En la imagen cartel litografiado original de Manolo Prieto. Imprensa S. Durá (socializada).  50,5x70 cms.Valencia. 1938. (Archivo General de la Guerra Civil Española de Salamanca).

Lo que voy a contar pudo haber cambiado totalmente mi vida. El periódico había que llevarlo aquel día. Todo estaba listo para partir. Yo estaba enamoriscado con una novia y necesitaba no salir. Convencí a un compañero para que cambiara conmigo, él salió y yo me quede. Pues bien, aquella noche quedó cortado el frente y mi unidad con el que llevaba los periódicos, al otro lado. Si yo hubiera sido el desplazado, mi suerte habría sido la de otros amigos y compañeros que estaban en situación como la mía. Primero salvar la vida, luego el campo de concentración francés, y el paso a México reclamado por los intelectuales mexicanos.

En la imagen cartel litografiado original de Manolo Prieto. Imprensa S. Durá (socializada).  50,5x70 cms.Valencia. 1938. (Archivo General de la Guerra Civil Española de Salamanca).

Con todos los desconectados se hizo un acuartelamiento y empezó a formarse una Brigada, que en cuanto estuviera lista saldría para el frente. Yo me encontré con un problema tremendo, había perdido a mis jefes que eran los que conocían mi labor, y para y porque yo era Sargento de Armas. Pero para mis nuevos jefes yo era eso, un Sargento con todas sus consecuencias. Tuve más miedo a mi situación que ir al frente. Entonces decidí presentarme a reconocimiento y alegué mi asma, que aunque estaba mejor aún la padecía, y me dieron un mes de permiso. Cuando volví pasado el mes, ya la Brigada se había marchado al frente. En el nuevo reconocimiento me dieron otro mes y cuando me dieron el tercer permiso, me licenciaron.

Rafael Alberti y Miguel Hernández, a quienes conocería Manolo Prieto. También a la mujer del primero, María Teresa León.

Ingresé en la "Delegación de Propaganda y Prensa del Ministerio de Turismo", donde se hizo la mejor propaganda de Guerra, comentada inclusive en la zona Franquista, y en este sitio y trabajo me sorprendió el final. Durante esta ultima etapa fui también dibujante político del Periódico " El Sol". A Alberti lo conocí en una comida. Iba con su mujer María Teresa León, también estaba Miguel Hernández y una periodista, creo que chilena, que nos leyó las manos a Miguel y a mí. (Textos: Fundación Manolo Prieto) (Ilustraciones del libro: Facetas artísticas de Manolo Prieto. Fernando Pérez Mulet Ed.) (continuará)


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