En los primeros días de febrero --el 2 de febrero-- se cumplen ochenta años de la última expulsión de los jesuitas de nuestra ciudad. Naturalmente, no era un hecho aislado, sino la consecuencia de un Decreto de ámbito nacional para nacionalizar los bienes de la Compañía de Jesús, sin indemnización, publicado en la “Gaceta de Madrid” del 29 de enero de 1932, fecha en la que presidía el gobierno de la II República, Manuel Azaña, constituyéndose un Patronato encargado de administrar los bienes incautados.
CENTROS EN ESPAÑA.
En esa fecha los jesuitas gestionaban en España 8 colegios de segunda enseñanza con casi cinco mil alumnos de pago. Además del San Luis portuense estaban los colegios de Chamartin, en Madrid; los de San José en Valencia, Villafranca de los Barros y Valladolid; Orduña e Indauchu, en Bilbao y El Palo, en Málaga. Y a niveles más superiores, la Escuela de Ingenieros y Operadores Industriales, la Universidad de Deusto, el Seminario Pontificio de Comillas, el instituto químico y laboratorio de Biología de Sarría (Barcelona), la estación meteorológica de Cartuja (Granada), el observatorio astronómico del Ebro, en Tortosa (Tarragona) y varias escuelas apostólicas y noviciados.
Aula de Gimnasia
Llevaban más de medio siglo instalados de forma ininterrumpida, desde que retornasen en 1877, después de una década alejados de la ciudad tras el triunfo de “La Gloriosa”, en 1868. Podría pensarse que el anticlericalismo de los republicanos propició esta grave decisión. Sin embargo, el hecho de que en un periodo de cien años sufrieran estas o similares medidas hasta en cinco ocasiones, de manos de autoridades civiles y eclesiásticas, nos debe orientar hacia otros motivos que no es el caso analizar aquí.
CINCO EXPULSIONES.
Esta secuencia que cito la inició en 1767 Carlos III, con la “Pragmática Sanción” que expulsaba de los reinos de España y sus colonias de Ultramar a los miembros de la Compañía. Tuvo su continuidad con la bula papal “Dominus ac Redemptor” promulgada por Clemente XIV en 1773, suprimiendo la orden (restaurada después por Pío VII en 1813). El general Riego en 1820 la suprime nuevamente y Fernando VII, cuando es liberado en 1823 la restablece, volviendo a ser repudiados jesuitas y, en general, todas las ordenes en 1835, después de la conocida matanza de frailes en Madrid y el comienzo de las desamortizaciones de bienes eclesiásticos de mano muerta. Se regulariza la situación con la firma del Concordato en 1852 hasta la revolución que destrona a Isabel II, antes mencionada, que supondrá la quinta incidencia relatada.
Aula de Tercera División.
2 DE FEBRERO DE 1932.
Ciñéndonos a nuestro entorno, en la tarde del martes 2 de febrero de 1932, para ejecutar las disposición gubernamental mencionada, se presentó en el colegio seminario de San Luis una comisión de autoridades encabezada por el gobernador civil de la provincia, cargo que ejercía el periodista jerezano Gabriel González Taltabull, acompañado del diputado a Cortes por Cádiz, el comandante de Infantería retirado Manuel Muñoz Martinez, que era natural de Chiclana y ambos, miembros destacados del Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, a los que se unió el alcalde portuense, Sr. Cossi Ochoa, militante de Izquierda Republicana, acompañados de varios agentes del orden.
En mi libro “Tradiciones religiosas de El Puerto de Santa María” menciono esta incidencia de la historia local, algunos de cuyos párrafos transcribo: «La Revista Portuense definió como “un día de luto” esta fecha y no le faltaba razón pues, al margen de la tristeza y añoranza de varias generaciones que se habían educado en dicho centro, numerosos comerciantes y profesionales de diversos oficios notarían en sus respectivas economías la clausura del noviciado jesuita, el cual “dejaba” por diversos conceptos y motivos, alrededor de 300.000 pesetas anuales en la población».
Entrada al edificio principal por la plaza del Ave María.
LA CLAUSURA DEL CENTRO.
El fin de semana anterior había bastado para que la buena intendencia jesuítica buscara albergue a los novicios. El lunes, los poco Padres que no marcharon con el grueso de componentes del colegio seminario fueron alojados discretamente en casas particulares, quedando tan solo en el edificio para el obligado acto de la entrega dos sacerdotes. Recurriré de nuevo a reproducir el texto del libro, que narra así la entrega y recepción del edificio: «El acto en sí de la clausura física del entonces colegio seminario de San Luis, a tenor de la crónica inserta en la prensa local, no estuvo revestido de la presumible tensión, ni tampoco existió incidente alguno en torno a este hecho, salvo la protesta formal y por escrito realizada por el colectivo de sacerdotes, documento que se uniría al acta levantada, dando fe del precintado y sellado de las numerosas puertas de acceso al edificio, documento que firmaron conjuntamente con los Padres Gómez, Lambertini y el representante del colegio de abogados Serafín Alvarez Martinez, un grupo de afectos encabezados por el Conde Osborne e integrado por los Sres. Augusto Morgan, Fernando Terry Cuvillo, Eduardo Ruiz Golluri, Ignacio y Antonio Osborne Vazquez y Francisco Pérez Pastor. Las llaves de la iglesia fueron entregadas al arcipreste, Sr. Nuñez Galván, una vez precintada la puerta que comunicaba con el colegio; la huerta quedó bajo la custodia de las autoridades municipales y, finalmente, parte del séquito partió hacia Fuentebravía para seguir el mismo trámite en la Casa de Campo que la Compañía tenía y aún conserva en aquel pago».
Capilla de los Congregantes.
Por su parte, el gobernador y el diputado continuaron su viaje hacia Jerez donde, en unión del alcalde y una comisión de concejales se incautaron de la Residencia de los jesuitas y de las Escuelas del Cristo Perdido, levantando la correspondiente acta notarial.
Fiesta Fin de Curso en el patio interior.
EL REGRESO.
Como es bien conocido, el exilio de los jesuitas fue breve. Pocos años después la República sería derrocada por la fuerza de las armas y se produjo el retorno, reanudándose sus actividades anteriores. No obstante, pasados varios lustros, debido tal vez a la desaparición de dos de sus más fieles mecenas, el Conde de Osborne y Fernando C. Terry Cuvillo, unido a la propia reorganización de la Compañía, que trasladó el noviciado, dejando sin contenido el emblemático edificio, la participación e influencia de la orden en la vida social y religiosa local fue languideciendo progresivamente hasta nuestros días, dejando tras de sí el agradecimiento de varias generaciones de portuenses, entre los que me encuentro, por la educación y formación recibida en sus aulas y talleres y, también, (lo cortés no quita lo valiente), un suculento negocio inmobiliario al obtener la recalificación como edificables de buena parte de los terrenos de su propiedad.
Sala de Visitas.
Pero, ¿Qué fue de aquellas autoridades que, cumpliendo con las obligaciones de sus cargos, procedieron a la incautación? Pocos años después los tres habrían desaparecido como indica Pettenghi en su obra “Detrás del silencio: el trágico destino de los gobernadores civiles de Cádiz”: «su destino final será el de un paredón bajo el franquismo triunfante». El diputado Muñoz Martínez ejerció interinamente de gobernador en Cádiz un corto periodo, alcanzando después del Alzamiento un importante cargo gubernamental: Director General de Seguridad. Sobre él pesaron graves acusaciones como uno de los responsables de las “sacas” de la cárcel modelo y de la masacre de Paracuellos del Jarama. Exiliado en Francia fue localizado y detenido por la Gestapo, autorizando su extradición el mariscal Pétain. Después de un consejo de guerra fue fusilado en Madrid en 1942.
Galería del primer piso.
Al gobernador, que anteriormente, había sido teniente de alcalde en Sevilla, el inicio de la Guerra Civil le cogió en aquella ciudad. En las recientes elecciones, en su calidad de líder provincial del partido Unión Republicana, formando parte de la candidatura del Frente Popular, había sido elegido diputado con casi 100.000 votos de los gaditanos. Pudo eludir, en primera instancia, la sangrienta represión de Queipo de Llano con la ayuda de un sacerdote, el Padre Carrión, confesor de Blás Infante, pero cayó en la trampa de unos falangistas que, conocedores de su situación le enviaron una carta, falsificando la identidad de un amigo, en la que le proponía huir de Sevilla en un barco preparado al efecto. Fue detenido en el puerto y, acusado de masón, fusilado en 1938. Nuestro paisano, el entonces alcalde, Francisco Cossi, como es notorio, ocupaba la presidencia de la Diputación en el momento de la insurrección militar y aún hoy día no se sabe con certeza ni el momento ni el lugar de su ejecución, hecho del que no perdemos la esperanza de conocer algún día, con detalle y rigor, su desenlace. (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía).
Hitler eliminó a todos los judios ese fue su fallo. Tenia que haber sido los creadores del Nuevo Orden Mundial (que la mayoria son judios)