Saltar al contenido

1.299. JUAN LUIS IRIBARREN JIMÉNEZ. Militar muerto en combate en la Guerra de Marruecos.

En la casa número 7 de calle Larga, cuyo lamentable aspecto actual, como el de la histórica finca que le sigue, el número 9, la mansión de los Mera-Winthuyssen (ver nótula 756) es prolongadamente indecoroso y no se entiende la desidia municipal al respecto, existió desde setiembre de 1919 hasta hace pocos años una lápida conmemorativa del nacimiento en aquel lugar, el 31 de agosto de 1895, de Juan Luis Iribarren Jiménez, teniente de Regulares que, según rezaba en el texto de la lápida, “murió gloriosamente en el combate de Beni-Hogmar, en Marruecos” cinco meses antes. Finalizaba la inscripción indicando: “La Ciudad por suscripción popular le dedicó este recuerdo a fin de perpetuar la memoria de hijo tan distinguido”. /Casa núm. 7 de la calle Larga.

El acuerdo municipal para este homenaje tuvo lugar en la sesión del 9 de abril, al siguiente día de conocerse la noticia de su fallecimiento. Presidió dicha reunión el alcalde Sr. Piury, quien comunicó oficialmente a la Corporación el fallecimiento de su joven paisano, “muerto heroicamente luchando por su Patria en la zona española de Marruecos” haciendo constar el hondo pesar de los integrantes del consistorio por “tan sensible desgracia”  dando las condolencias a su tío Javier Jiménez González y a su hermano Ramón Iribarren, compañero de concejo. Y la consumación del acto, es decir, la solemne inauguración, mejor dicho, descubrimiento de la lápida tuvo lugar el 8 de septiembre, después de la función de la Patrona, organizándose una procesión cívica con el alcalde y los ediles asistentes desde la iglesia Mayor Prioral hasta el domicilio donde nació, acompañados de la banda de música municipal, siendo recibidos en la puerta por el tío del homenajeado, Javier Jiménez González. /Casa núm. 9 de la calle Larga.

En la imagen de la izquierda, el padre de nuestro protagonista, Juan Luis Iribarren Olozarra, quien acompañó a Isaac Peral en las pruebas del submarino en aguas de la Bahía, casado con Amalia Jiménez, hija del empresario vinícola Ramón Jiménez Varela.

Juan Luis Iribarren Jiménez, al que la Revista portuense retrata como un joven “animoso, simpático y enamorado de su carrera, perteneciente a una de las más distinguidas familias portuenses” era hijo del teniente de Navío Juan Luis Iribarren Olozarra, poseedor de la Cruz del Mérito Naval Roja, de 1ª clase, por ser uno de los cinco oficiales que acompañaron a Isaac Peral en las pruebas de inmersión realizadas en aguas de nuestra bahía del torpedero sumergible de su invención y de Amalia Jiménez González, hija del empresario vinícola Ramón Jiménez Varela.

Era el menor de tres hermanos. La hermana mayor, María Iribarren, estaba casada con un rico labrador de Utrera, Vicente Giraldez Riarola, que sería el último alcalde realista de aquella importante localidad sevillana, en la que existe una calle con su nombre. El será el que, desplazándose a El Puerto, se ocupe de organizar los funerales. Siguiendo la tradición familiar, dos de los cinco hijos de este matrimonio ejercieron la carrera de las armas: Joaquín y Vicente Giraldez Iribarren, este último Comandante de Aviación. Y el otro hermano, Ramón, un año mayor que él, perteneciente igualmente al cuerpo de Infantería, se retiró en 1960 con la graduación de General de Brigada, adscrito al Ministro del Ejército. Su madre, al enviudar joven, contrajo nuevo matrimonio con un alemán de Baviera: Hugo Richter, director técnico de una fábrica de cervezas local, con el que tuvo un hijo en 1904 y Juan Luis Iribarren un tercer hermano, bautizado como Emilio Hugo Richter Jiménez.  Ella le precedió al más allá, con solo 46 años de edad, falleciendo en enero de 1918.  Juan Luis Iribarren estuvo presente en el sepelio.

La aldea de Beni Salah (que significa lugar poblado), en cuyas inmediaciones perdió la vida.

Su corta carrera la inició cien años atrás, en 1912, con 17 años,  aprobando el examen de ingreso en la academia militar de Toledo, del arma de Infantería, siguiendo los pasos de su hermano Ramón que había ingresado el año anterior. Tres años después saldría con la graduación de 2º teniente, siendo su primer destino el Regimiento de Navarra. En junio de 1918 estuvo unos días de permiso con la familia, retornando después a su destino, en Tetuán. Sería la última vez que pudo pasear vivo por las calles de su ciudad. En noviembre de ese mismo año, con la graduación de teniente lo destinaron al grupo de Fuerzas Regulares Nº 1 de la guarnición de Tetuán. Y en una de las operaciones del tabor de Regulares, en la cercana aldea de Beni-Salah, perdió la vida.

La prensa local se hizo eco de la noticia, como anticipamos, realizando un crítico comentario al respecto: “…ha muerto luchando en las inhospitalarias tierras de Marruecos, en una de esas frecuentes escaramuzas que las tropas españolas mantienen con los moros, escaramuzas que a diario siegan infinidad de vidas, sin provecho para nadie, pero que constituyen una sangría constante de la juventud española.” Continuaba esta semblanza ensalzando su valor y reconocían no tener más detalles del hecho en sí. Y en este punto, no puedo por menos de escandalizarme, no con el periódico y su falta de información, que es comprensible, sino con el comportamiento de los políticos, intentando minimizar y restar importancia a los hechos.

En la imagen de la izquierda, el Conde de Romanones.

En el periódico madrileño “El Sol” bajo los titulares: NOTICIAS OFICIALES DE UN COMBATE figuran unas pocas líneas de lo declarado en una comparecencia ante la prensa del jefe del gobierno, el Conde de Romanones que, a su vez, recibía información telegráfica del general Berenguer: “El enemigo sufrió grandes pérdidas y dejó en nuestras manos un importante botín de ganado. Durante la noche las tropas españolas ocuparon las posiciones que constituían su objetivo, ocasionando gran quebranto al enemigo.” Al referirse Romanones a las bajas solamente indicó que estas eran sensibles y que correspondían en gran parte a fuerzas indígenas. Y la realidad fue que, el tabor de Regulares que guarnecía la aldea de Beni-Salah, cercana a Tetuan, donde estaba Juan Luis Iribarren, al rectificar una línea de servicio fue atacado con ímpetu y bríos por una cabila numerosa y preparada, entablándose entre los dos bandos una dura batalla que duró todo el día, con un saldo de 19 muertos y 45 heridos por el bando español, debiendo retirarse y refugiarse en las posiciones de la aldea, al tener cortado el paso hacia Tetuán. Eso ocurría el día 5 y no fue hasta el 7 que, merced a la labor de la artillería que despejó la zona, no pudieron regresar a Tetuán, donde nuestro paisano fue enterrado a las dos de la tarde, junto con otros ocho oficiales y el capitán que les mandaba, Fermín Hidalgo de Cisneros, muerto igualmente en la refriega.

La guerra duraría casi una década más. Terminada la misma, en 1927, el municipio organizó un homenaje al Ejercito de África en las personas de los 21 supervivientes, hijos o residentes en El Puerto. Uno de los diversos actos celebrados fue la celebración de dos misas rezadas en la capilla del cementerio, a donde suponemos fueron repatriados los restos, en sufragio de “dos heroicos oficiales del Ejército de Africa, D. Luis Salto Rodríguez-Cela y D. Juan Luis Iribarren Jiménez.” (Este otro oficial local había sido capitán del cuerpo de Policía Indígena en Melilla. Hecho prisionero en 1921 y trasladado a la ciudad de Axdir, allí fue asesinado por los seguidores de Abd-el-Krim.) (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía).

Deja un comentario sobre esta nótula

- Al enviar este comentario estoy aceptando la totalidad de las codiciones de la POLITICA DE PRIVACIDAD Y AVISO LEGAL.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies