Cuando las primeras luces de la mañana comienzan a dar pelea a la oscuridad de la noche, Antonio emprende el ritual diario de buscar entre subastas y mercados el mejor género de frutas, verduras, mariscos y pescados que sepan poner el acento a su manera de interpretar la buena gastronomía.
Desde ese rincón del histórico Real Club Náutico, rodeado de mástiles, banderas y velámenes, de salitre marinero y vientos favorables, observa cuán amplia panorámica la infinita energía de la bajamar y la pleamar del río Guadalete. Este asidonense que llegó a la ciudad a finales de los 70, lleva por dentro su oficio de forma vocacional, dada la herencia recibida de una amplia familia de restauradores de la comarca de la Janda.
Una vez que la materia prima queda localizada, los fogones de su cocina se van encendiendo para preparar una variada carta salida de las entrañas del litoral gaditano y de sus pesquerías ancestrales; el lenguado, el gallo, los boquerones, el atún almadrabero, el róbalo, el bogavante, las gambas y los langostinos… preparados de distintas formas y siempre acompañados por los vinos finos y olorosos de la tierra, que no faltan dentro del plato y fuera de él. La paella, el guiso marinero, las almejas, el picadillo o las papa aliñas tampoco pueden estar ausentes en la mesa o en la barra.
En su conversación siempre serena y de tono suave, me habla de su amistad y admiración por algunos colegas de gremio que de manera admirable, mucho esfuerzo y dedicación han sabido darle su sitio al arte culinario de la zona en estos últimos años. Maridando sabores, pero también conceptos. Emparejando ideas innovadoras, pero con pinceladas de tradición. Como los paisanos Ángel León, el chef del mar con dos estrellas Michelin y Joaquín Ramírez con sus famosas especialidades en carnes. Hay Antonio para rato. /Texto y fotos: José Antonio Tejero.
felicidades ANTONIO sigue haciéndolo como tu sabes., aunque te critiquen los de siempre, un fuerte abrazo