El nuevo Aponiente es un teatro instalado en un antiguo molino de mareas de El Puerto de Santa María. Por la noche su aire es espectral y recuerda al de los hangares portuarios donde el teatro ‘sixty’ rompió con la ceremonia italiana. Para llegar hay que meterse por un túnel de techo bajo que hace pensar que el ‘gps’ ha cometido un error fatal: hasta que aparece redentor el arcádico cancerbero y se ocupa del coche. El edificio es de piedra, hierro y sal. Una locura. En la prehistoria de Aponiente un vaporcito entraba hasta la cocina. Aquí va a armarse un restaurante con esteros propios.
Escucho el diseño de Ángel León sobre la próxima primavera. Pasearemos por la marisma con la copa de Fino César que el noble Juan Ruiz habrá dejado en la mano. Un ‘sushiman’ cogerá un pez vivo y no sé que le hará, pero lo comeremos enseguida, al sol, olvidados de que vivió. Al otro lado se extenderán los huertos con su cachazudo sopor vegetal. León habla mientras va cortando lonchas de sus embutidos marinos. La oferta ha crecido. Y ahora ya es el puerco el que trata de imitarlos.
Los restaurantes espectáculo han existido siempre. Pero aquí los cocineros, el hombre del vino, el jefe de sala y los camareros son los actores y la comida el argumento. Los temas son invariables: la muerte, el placer y la fuerza. La necesidad de reinventar el restaurante es un lugar común entre los gastrónomos profesionales. No perciben que la gran mutación ya se ha producido y que es la conversación. Sería una falta de educación intolerable que alguien hablara aquí de otra cosa que no fuera la comida.
Nunca pude leer con música ni oír música leyendo. Hablar de Hegel o de Rajoy en esta mesa sólo induciría a la mezcla de géneros y al error inapelable. De modo similar a la pintura la cocina moderna permite ir comentando lo que se come. Para eso hay muchos platos, miniaturas sublimes. El menú largo y estrecho ha roto con la monótona masticación de lo mismo. (La masticación obstinada, que como cuenta Mary Roach en su petante ‘Gulp’, ni siquiera sirve para digerir mejor.) Igual sucede con el vino: la tercera copa del mismo aburre a las papilas mismas.
“Los nuevos restaurantes, como este bravo Aponiente, sólo se cuidan ya de nutrir el espíritu”
Sobreviven gentes primitivas, tipo Boadella o Dragó, que creen que comer sirve para alimentarse. Y la derivada aún más mojigata: que creen que el sexo sirve para la reproducción. Los nuevos restaurantes, como este bravo Aponiente, sólo se cuidan ya de nutrir el espíritu, superando milenios de infinitas groserías urdidas a través del canal alimentario. /Texto: Arcadi Espada.
Hola ,a mi me gustaría saber quien apadrina a Angel Leon que tan afortunado es, para abrir un pequeño hotel en el Puerto le están haciendo lo imposible para que no se habrá, . y este señor llega y pega , con el dineral que se han gastado con dinero publico en el molino de agua ahora se lo seden a el y no le ponen ninguna trabas, y lo pronto que lo a abierto, . de la mano de que político va ....?
Menuda plasta ha soltado el tío... https://condosfogones.files.wordpress.com/2008/05/forges.jpg