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2.766. Carta a mi Dios. Naufragio del pesquero ’Castillo de Santa Catalina’.

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Amado Dios: cada vez que te miro noto con claridad tu deseo, te conozco muy bien porque eres mi padre y también mi amigo. Quieres que ponga en práctica mi memoria. Me hace pensar en mi infancia y recordar aquel trágico hundimiento del pesquero portuense ‘Castillo de Santa Catalina’. /En la imagen el pesquero 'Castillo de Santa Catalina', cuyo armador fue José María Martínez Govantes.

Madrugada de invierno frío; temporal con marejada a fuerte marejada; casi cuarenta días de trabajos agotadores y en el último momento el crujir de maderas alarma a la agotada tripulación. Un barco carguero de gran tonelaje embiste con toda su fuerza de peso, hierro y velocidad, al pequeño barco de madera de apenas veinte metros de eslora, con bodega cargada al máximo de pescado e indefenso por una avería que nos deja al garete, imposibilitado el motor principal unas horas antes del fatídico desastre.

Un marinero joven --Francisco Guardiola Jiménez-- desaparece engullido por el mar, los trece restantes a salvo con grandes dificultades: los únicos útiles de seguridad y salvamento eran un pequeño bote de madera de tan solo cuatro metros y varios aros salvavidas. Nueve de los catorce tripulantes ignoraban todo tipo de habilidades para poder salvar sus vidas, incluso no sabían nadar.

Toda una tragedia que, gracias a Dios, solo costó una vida. Un pesquero onubense, alertado por las llamadas de socorro y cercano al lugar que venía para remolcarnos a Lanzarote, el ’Peniche’, realizó todo el salvamento. El buque mercante se dio a la fuga y navegó a rumbo opuesto al que traía hasta perderse en la lejanía con la única intención de borrar la derrota que venía haciendo y luego modificar la línea de rumbo, es decir, navegar con el rumbo al punto de recalada con línea paralela pero a mayor distancia de la anterior. Un capitán de los tantos canallas que, por desgracia, todavía abundan.

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De izquierda a derecha, Vicente Valle Rey ‘el Jopo’ lotero con nótula núm. 881 en GdP, Rafael Morales Calatayud ‘Calata’; Antonio Moragues Molina ‘El americano’; Agustín Treviño; Vicente Tur Perles –de la familia de los Morriño–; Antonio Galán Marchena, ‘el Chispa; Francisco Guardiola Jiménez, víctima en el hundimiento del pesquero ‘Castillo Santa Catalina’; Pérez Roldan, ‘El Chino’ y, con el gancho en la mano, Juan Rubio Cuevas, conocido como ‘Juani Jerez’. Aquel turno fue conocido como ‘el de los Calamares’ dada la ingente cantidad que se capturaron de esta especie de cefalópodos, en los caladeros de Cabo Blanco y casi, con la frontera de Mauritania. El de la foto fue un buen turno de calamares.

Con cordel y anzuelos de palangres recogían del agua a lo nueve marineros que no sabían nadar. No había manera de poderlos arrimar al barco, pues estaban sujeto al salvavidas y sólo la marejada jugaba con ellos desplazándolo de un lado para otro, a veces con la cabeza hacia abajo y otras hacia arriba. Aquello fue un drama.

Señor, de entre todos los tripulantes que navegamos en el ‘Castillo de Santa Catalina’ cuando naufragó, tan sólo Juan López Guardiola y tu fiel servidor que esto escribe, quedamos para contarlo. Un beso muy grande, un perdóname y hasta mañana, Señor. /Texto: Manolo Botella.

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