Aunque este artículo, parezca el epíteto de una las paginas del diario del legendario Capitán James Cook, durante sus travesías por el Océano Pacífico, donde descubrió la isla de Norlfok, --lugar de donde es endémica la conífera que pone titulo a este opúsculo--, nada tiene que ver tiene con mi propósito. /En la imagen, las desaparecidas araucarias de la plaza de Isaac Peral, tomadas de una postal de los años setenta del siglo pasado.
Mi intención, es la de evocar a decenas de amigos que jugábamos bajo la sombra de estos árboles en la Plaza Peral. La de antes: la de suelo de albero, la de jardines con árboles centenarios, con naranjos con aromas de azahar en Semana Santa, con bancos de hierro, con farolas que nos daban calambre, con aquel guarda de jardines al que tanto temíamos, la del busto del comediógrafo Don Pedro Muñoz-Seca, aquel que parecía que se reía cuando lo mirábamos.
La plaza de Isaac Peral a principios del siglo XX
Lugar de tertulias para nuestras madres, que nos acompañaban como fieles guardianes, para evitar nuestras fechorías. Esa Plaza que un día nos borraron del mapa, sin pedirnos permiso nuestra plaza; porque si, era nuestra, nuestra Plaza Peral. En la que no había wifi, ni tanta losa, ¿donde íbamos hacer ahora el agujero para jugar con los bolis (canicas) al hoyo?, ni tantas tecnologías, que sirven para individualizar mas a las personas. En especial a los niños, a esos que le suena a chino, cuando les citamos la cantidad de juegos colectivos a los que nosotros jugábamos.
Aquellos bastoncitos alargados, que usábamos a modo de látigo en nuestros juegos. Que no eran más que los conos masculinos de las Araucarias, que por estas fechas otoñales, yacían en cantidad en el albero de mi plaza.
Recuerdo al Comandante de la Policía Municipal Don Manuel López Romero, que lucia un inmaculado traje blanco cuando se dirigía a tomar café y paseaba por el centro de aquella Plaza Peral. La parada de taxis y el ring ring del teléfono, los taxistas Diego Utrera, su hijo Paco
De vez en cuando, se dejaban ver por los alrededores de la plaza algunos personajes como: Paco el Romano con sus poemas excrementales que no sacramentales, el hijo de Lina pidiendo un durito para un bocadillo y te canto “verde verde manzanita”, el Manteca, el Chamaco, el Baba con sus cartones, el Chaparro echando el lazo algún perro. El Lustre que aparcaba coches en la calle Larga y un sin fin de personajes que por allí pasaban.
El original --no la copia actual-- monumento a Don Pedro Muñoz Seca.
Nos reunimos decenas de niños: los hermanos Reina Rodríguez, Miguel Ángel y Antonio, que vivían en la calle Larga 70, los hijos del dueño del Bar El Garitón --les pido disculpa por que no recuerdo sus nombres--, mi primo Sergio Grado, que por aquellas vivía en la calle Descalzos, José Manuel Camacho y su hermano, Jorge Benjumeda y sus hermanos, los hermanos Verde, --hijos del Ultramarinos que había en la calle Ganado--, Diego Pantoja Diky, David y Agustín que vivían en la calle Larga, los hijos de Chati Rosso: Carlos Coronado y su hermano Ángel (chico). Manolito, José y José Manuel que vivían en la calle Cielo 75, Juan Jesús Cuevas --hijo del Mosco, el pescadero--, Santi, David, los hermanos Yayo y Falele Rodríguez --que regenta el Restaurante San José y el Hotel Playa de Valdelagrana--.
Kiosco de bebidas y lemas patrióticos del régimen de la época, en la fachada del Ayuntamiento.
Jesús, Joaquín y Dani que vivían arriba de la librería Zorba, cuando estaba junto al bar Manolo. También creo recordar a Joaquín Perles, Juan, Antonio y su hermana todos estos sobrinos de Don Juan Díaz, don Juan ‘el Cojo’, Antonio que vivía junto a la Plaza Peral, Juan Antonio de loss Rios ‘el Sopa’, el matador de toros Celso Ortega, sus hermanos Jose Antonio ‘Toni’, Carmen María ‘Pachi’, Aránzazu, y sus primos Julio, Loli y su hermana. Los hijos de mi vecina Candelaria: Eloy, Pablo, Javier y las primas de éstos. Mi vecino Ignacio Cano, Francisco Gómez Revuelta, Lauro, su hermana María Milagros, Juan Carlos, Estany --estos últimos vecinos de la calle Larga 114--; como no, mis hermanos: Toñi, Maribel, Victoriano, Inmaculada y Miguel Ángel
Estado actual de la plaza de Isaac Peral.
A todos y cada uno de ellos les guardo un gran afecto, por los entrañables momentos que he pasado en algún momento de mi vida con ellos. Con unos sigo manteniendo una relación de amistad mas cercana, a otros los veo de vez en cuando y nos saludamos; del resto hace mucho tiempo que no se nada de ellos. Estoy seguro que me falta por enumerar a muchos compañeros de juego de aquel tiempo, pero el hecho de no nombrarlos es simplemente culpa de mi memoria. A todos ellos muchas gracias por haber compartido conmigo un solo segundo de sus vida. /Texto: José Grado Raposo.
Bonita mención de recuerdos, muchas tardes que pasábamos allí, jugando a juegos que hoy día no se ven y si no, nos los inventábamos o modificábamos su estructura, nuestras madres en los bancos controlando y comentando, otras en balcones...
También recuerdo a un señor de pelo blanco que contaba historias con acénto argentino, solía llevar gorra como de capitán, y como no, mencionar a la señora que vendía chucherias varias, pipas, caramelos, (Juana, creo que se llamaba). Y al guarda que llevaba esa placa dorada de latón y que mantenía los jardines impolutos.
Gracias a todos por ser parte de mi infancia y mi vida.
Precioso artícuo. Nos han robado nuestros rincones más emblemático de nuestra infancia pero no nos robarán jamás nuestros recuerdos.Bonitas fotos.