Romualdo Peña Montes, ‘Remujardo’ el aguador, había nacido el 2 de abril de 1920, --hijo natural de Dolores-- que tenía pues casi 92 años cuando, el pasado el 17 de febrero de 2012, nos dejaba en la Residencia Ancianos de las Hermanitas de los Pobres, junto al recinto ferial de ‘Las Banderas’, donde vivía hacía ya muchos años. | Foto: Colección Miguel Sánchez Lobato.
Era una persona muy querida por todos los portuenses que le trataron. En sus comienzos como aguador solía ir descalzo y con un aro con dos cubos alrededor del cuerpo. Cogía el agua en la fuente del Hospitalito y en la de las Galeras y las repartía a las casas que no tenían. Los niños de aquel tiempo se metían mucho con él, para hacerlo enfadar, pues se enfadaba ¡y como!, pero con gracia.
De Romualdo --’Remujardo’-- ha escrito el profesor Rafael Sánchez González:
«Una de las características de nuestra ciudad a lo largo de su vigencia contemporánea, ha sido la existencia de una serie de personas convertidas por el tiempo en personajes de público reconocimiento que han sabido mantener una relación interdependiente con la propia ciudadanía. Eran personas que muchas veces se encontraban con la palabrería del que pasaba junto a él, pero con el suficiente vigor para contestar a su manera a las pertinentes referencias.
| ‘Remujardo’ tocando el tambor.
Uno de estos personajes era Romualdo. Persona entrañable para los portuenses que falleció recientemente en la Residencia de Ancianos donde pasó sus últimos días, después de vivir en la calle Ganado. Era permanente y viva su imagen de aguador por las calles de la ciudad metido en un aro de rueda de bicicleta que le servían para repartir la carga de las cubetas de agua. Magnífica figura que parecía haber salido de la paleta del pintor Diego Velázquez, o de nuestro inolvidable Juan Lara. Más tarde cambió su actividad y se dedicó al oficio de recadero en su mundo de la Plaza de Abastos.
| Posado de Romualdo en Estudios Pantoja, de la calle Ganado. Foto: Colección Bodeguita Arturo Palomino.
Precisamente era en su paso por esta zona cuando podíamos ver a Romualdo en estado puro, pues dada la concentración de mujeres que allí estaban, la tomaba con ellas y tras inferirle una retahíla de palabras apenas entendibles siempre terminaba con una alusión a la muerte, frases que eran contestadas por algunas mujeres con la misma decisión y con el mismo deseo. Situación que provocaba una serie de chascarrillos entre la concurrencia marcada por el ingenio y la gracia. Y aunque he descrito este relato como el más asiduo, no crean ustedes que los demás no nos llevábamos nuestro repaso si las circunstancias así lo demandaba.
| Una imagen de Romualdo, antes de su fallecimiento en 2012, donde era cuidado en la Residencia de las Hermanitas de los Pobres, en Las Banderas.
Esto es la vida de la ciudad, de la sociedad, de sus habitantes, que distribuye sus actuaciones entre los lugares más utilizados, manteniendo su gracejo, bajo la mirada de la tolerancia y fijada en una línea imaginaria donde se mueve el buen gusto y la amistad. Adiós amigo, me dijeron que al final estuviste bien, seguro que estás con los buenos, porque tu nunca fuiste una mala persona, solo algo travieso». (Texto: Rafael Sánchez González).