Como Vía Augusta es conocida la ruta terrestre que enlazaba Gades con Corduba, cuyo trazado se reguló en época de Augusto: 27 a.C.–14 d.C. En la imagen adjunta marcamos el recorrido de la Vía por la bahía de Cádiz. La primera estación de parada y posta, la mansio Ad Pontem se ubicaba donde se alza el puente Suazo sobre el caño de Sancti Petri. Bordeando la costa de Puerto Real, la segunda estación --Ad Portum-- la situamos en las hoy abandonadas salinas de San Carlos y San Jaime, para después, cruzando la Vía el río San Pedro por un puente de barcas, dirigirse por el Coto de la Isleta hasta el Portus Gaditanus.
| La calzada de la Vía Augusta conservada en el Coto de la Isleta junto a un caño de la salina La Tapa, con la sección de su construcción (elaboración propia).
Un puente, que formaba parte de la calzada romana, salvaba el Guadalete frente a las inmediaciones de la plaza de la Herrería, de cuyas ruinas se hicieron eco diversos autores entre el siglo XII y los comienzos del XX. Como ejemplo, éste es el testimonio del historiador gaditano Agustín de Horozco, que en 1598 decía que entonces eran visibles los “asientos y pilares de un puente sobre aquel río, que por ser allí muy hondable y la tierra de la playa marisma de poca resistencia, debió de ser puente de grande costa e industria, y aunque ahora era de grande necesidad, no ha habido estómago para reedificarlo, y nadie se acuerda haber visto entero ninguno de los arcos que tenía ni oído decir cuánto tiempo ha que faltan.” (1)
| Sobre el lecho del Guadalete, siete pilares del puente romano y la rampa de acceso de la orilla de la ciudad. El Puerto en 1567, dibujo de Anton van den Wyngaerde (detalle).
La Vía Augusta, tras cruzar el cauce del Guadalete que mandó abrir Balbo el Menor hacia el año 19 a.C. (ver nótula 1.414), dejaba a su izquierda las infraestructuras portuarias del Puerto Gaditano (situadas en el entorno del Castillo de San Marcos) y proseguía el camino (a la altura del bar Échate pa’yá) hacia la calle Santa Clara, cuya orientación en el callejero es singular debido a que al expandirse la ciudad por este espacio en la Edad Moderna, su trazado se marcó conservando el de la calzada romana, por lo que Santa Clara ha llegado a nuestros días como el “fósil” de un tramo de la Vía Augusta.
| Paso de la Vía Augusta por el casco histórico de la ciudad. Ortofoto municipal 2003.
Enfrente de la ermita de Santa Clara, bajo el asfalto del Camino del Tejar (ronda de Valencia) comenzaba a adentrarse en la campiña la Vía Augusta, rumbo a la ciudad de Hasta Regia, emplazada en la pedanía jerezana de Mesas de Asta, al borde de un estero de las marismas del Guadalquivir.
Por el Camino de los Romanos
En el arranque del Camino -frente al cementerio de Santa Cruz– existió de antiguo la Cruz del camino del Arrecife, de la que se conoce que en 1699 fue reformada (2). Tras un primer tramo, a la altura de El Palomar el camino se bifurca en dos: a la izquierda prosigue el del Tejar; a la derecha, el de los Romanos. El trazado de la calzada por la campiña aún se reconoce en la ‘vereda del Camino de los Romanos’, parcialmente oculta por la ocupación de las tierras colindantes. Es una vía natural que penetra en la campiña flexionándose ligeramente cuando se interpone algún cerro (nunca superiores a 60 m), a la vez que evita el cauce de antiguos arroyos hoy desecados.
En 1961 la ‘Hermandad de Labradores y Ganaderos del Puerto’ expuso al Ayuntamiento la necesidad que tenían los 71 vecinos que vivían en los márgenes del Camino de Roma de ver reparado su firme. A la solicitud se respondió que, constando que el camino no figuraba en los planos de las vías pecuarias del Negociado de Agricultura y que la reparación ascendería a más de un millón de pesetas, se preguntara a los vecinos beneficiarios en qué medida estarían dispuestos a contribuir a sufragar las obras (3). No nos consta que se realizara la reforma, pero es destacable que el camino no fuera considerado como una antigua vía pecuaria, porque ciertamente no lo era ni en su origen lo fue, sino una principal vía de comunicación de personas y mercaderías.
En las tierras de sus márgenes se construyeron fincas rústicas (villae) y alfares (figlinae), destacadamente en la época imperial romana. Son los yacimientos arqueológicos, de sur a norte, de La Angelita, Puerto Nuevo, El Palomar, La Florida, Barranco, Las Manoteras, Vicuña, El Conejo…
| Uno de los hornos cerámicos excavados en 1994 en El Palomar, siglo I d.C., productor de ánforas contenedoras de salazones. Hace años que se encuentran en completo abandono. | Fotografía facilitada por Esperanza Mata Almonte, directora de la excavación.
El trazado de la Vía Augusta que vamos a seguir es el mismo –como no puede ser de otro modo– que le señaló a César Pemán en 1942 un agricultor de Trebujena, Antonio Briante (4), el mismo que mediado los 70 identificó Pierre Sillières (5) y que nosotros -con José Antonio Ruiz Gil- volvimos a sacar a la luz a fines de los 80 en base a nuestras prospecciones arqueológicas (6). Pero el Camino de los Romanos -o Camino del Arrecife- era bien conocido desde mucho tiempo atrás…
En la Edad Moderna
El fraile jerezano Esteban Rallón en su Historia de Xerez de la Frontera, escrita hacia 1660, nos dejó el primer testimonio que conocemos del viejo camino, anotando que Asta “está distante del Puerto Menesteo [lo identifica con El Puerto] 16 millas que hacen 4 leguas, en todas las cuales se descubre el arrecife o calzada que hicieron los romanos.[...] El arrecife que desde que sale del Puerto se endereza a la mesa de Asta está casi entero”(7).
De 1764 es el testimonio del portuense Anselmo Ruiz de Cortázar, que reconoció de visu los vestigios de la calzada: “...cuyo Arrecife en parte subsiste, hemos visto y reconocido […] Lo cierto es que este camino sagrado llegaba al Puerto y permanece al Norte de él, por el que se iba a Hasta distante dieciséis millas; véase el día de hoy la firmeza de este Arrecife, hecho de piedra y argamasa, con llaves a los extremos de piedras grandes que sostienen la obra, y sigue en largo trecho en parte arruinado y en parte subsistente. […] ...con especial observación he caminado por el arrecife que sale desde las casas de esta ciudad hacia la Mesa de Asta que le cae al Norte (y Jerez al Nordeste), y aunque interrumpido en algunas haciendas de viñas y otras posesiones, sigue derechamente desviándose de la ciudad de Jerez más de una legua”. (8)
Un miliario de época de Nerón
Nos legó Ruiz de Cortázar otra valiosa información (9), determinante para identificar y datar con certeza al Camino del Arrecife como una calzada romana ya en uso y reformada a mediados del siglo I d.C.: el hallazgo en su tiempo de un miliario (mojón o hito de carretera) junto a la calzada: “...la inscripción hallada nuevamente en el año 1744 en el camino del Arrecife, distante del Puerto poco menos de una milla [1.851 m], hallándose éste en los sitios que tenían alguna quiebra, se descubrió un pilar de piedra tosca de mar [ostionera], de once palmos de largo [2’30 m] y grueso a correspondencia. Dióme noticias un amigo de parecerle tenía letras que no podía distinguir, y reconocida la verdad de este informe, se condujo al recinto de esta ciudad a mi instancia, y puesta en el patio del Matadero, habiéndola hecho limpiar y quitar la tierra que ocultaba las letras, pude leer la inscripción siguiente:
A CLAVDIO NERÓN
HIJO DEL DIVINO CLAVDIO
[NIETO] DE GERMÁNICO CÉSAR
BISNIETO DE TIBERIO CÉSAR AVGVSTO
TERCER NIETO DEL DIVINO AUGVSTO
CÉSAR MÁXIMO AVGVSTO
PONTÍFICE MÁXIMO
TRES VECES TRIBVNO
TRES VECES EMPERADOR Y DOS CÓNSVL
DOS VECES CÓNSVL ELECTO
222
| A la izquierda, figuración del miliario con la inscripción. Esta piedra ostionera existió hasta hace unos años próxima al Camino de los Romanos; probablemente era un ‘mojón de término’ bajomedieval en linde al jerezano. A la derecha, la transcripción.
Por las referencias implícitas del texto se deduce que el miliario está fechado el año 57 de nuestra era, data que viene a decir que la Vía –al menos en esta zona– se reformó en época de Nerón (54–68), durante el quinquennium Neronis, en sus buenos años de gobierno. Las 222 millas corresponderían a la distancia computada desde el Templo de Jano, límite de la provincia Bética situado cerca de la estación Uciense, en la desembocadura del Jándula, afluente del Guadalquivir.
A los cinco años del hallazgo, en 1749, Ruiz de Cortázar envió una carta a Agustín de Montiano, director de la Academia de la Historia, dándole cuenta de las características del miliario y los pormenores del descubrimiento, especificando que el hallazgo se verificó “reparándose las quiebras [hendiduras] de los caminos que salen de esta ciudad, se allanó un repecho que hacía la columna, la tierra y unas palmas que habían nacido encima, y se descubrió.” (10) Y añadía que se encontró en lugar inmediato a la hacienda La Florida, propia entonces del cosechero y cargador a Indias Martín Reinoso, y que en el arrecife continuó hasta 1749, cuando reparó en la inscripción. Tras permanecer unos años en el Matadero, en 1764 el Cabildo acordó ubicarlo como adorno en la plaza del Polvorista (11). Desconocemos la suerte que corrió después.
Vestigios en las lagunas
La Vía Augusta cruzaba por medio de la Reserva Natural de las lagunas Juncosa, Chica y Salada. Junto a ésta se ha conservado un tramo de la calzada en una isleta central elevada sobre el camino actual, que se abre y pasa a su derecha e izquierda. En los últimos años las aguas de lluvia han ido descubriendo la estructura a la vez que la han socavado, desprendiéndose piedras de sus paramentos exteriores. Tiene unos 60 metros de longitud, 9 m de anchura y 1,50 m de altura, contemplándose en algunos puntos el perfil completo de la obra.
| Estratigrafía resultante del desmoronamiento causado por las lluvias y el uso del Camino de los Romanos a la altura de la laguna Salada, apreciándose en el perfil su paramento exterior Este y el relleno de la estructura viaria. En la parte superior, con tonos blancos, se vislumbra el piso de rodamiento de la calzada.
| Los profesores de la Universidad de Cádiz José Antonio Ruiz Gil y Lázaro Lagóstena Barrios examinando los vestigios de la calzada.
| Isaac Moreno Gallo, uno de los mejores especialistas en Ingeniería romana, tuvo la gentileza, a nuestra petición, de venir a nuestra ciudad en 2013 para ver los restos de la calzada en las lagunas y en el Coto de la Isleta. Confirmó la data romana de las estructuras conservadas, su identificación con la Vía Augusta y aconsejó y animó a que se conservasen y se pusieran en valor. (Lo recordarán como guionista y presentador de la serie documental de TVE ‘Ingeniería romana’.)
Desde el acceso a las lagunas por el ‘canal de riego’, en otras isletas por las que a derecha e izquierda pasa el Camino de los Romanos se aprecia a ras de suelo los restos de la Vía, encontrándose cubierta y oculta sólo por una pequeña capa de humus, que le sirve de protección. Son las isletas las que parecen marcar la presencia de la calzada; todas, por cierto, cubiertas de palmas, como el lugar donde en 1744 se halló el miliario de la reforma de tiempos de Nerón.
| Hilera de sillares del muro exterior Este de la calzada en el Camino de los Romanos.
Más adelante de las lagunas el Camino cruza la vereda de la Doctora. A esta altura se conoce que en 1913 dos arrieros se afanaron –sin tener permiso para ello– en desmantelar las piedras de la calzada. Las apilaron en el inmediato cortijo de Araníbar (La Niba) con el fin de venderlas y emplearlas en la reforma que entonces se hacía entre los kilómetros 3 y 8 de la carretera El Puerto–Rota (12).
Luego el Camino de los Romanos alcanza la carretera Jerez–Rota, que es el límite de la actuación prevista por el Ayuntamiento para su acondicionamiento, partiendo del ‘canal de riego’ que linda con la laguna Juncosa. Al poco el Camino entra en término de Jerez, en tramos conservado y en otros desaparecidos por la invasión de las tierras, cruzando el pago de Balbaina -de nombre tan evocador-, Las Tablas, Añina, El Barroso, Cañada Ancha, Tabajete…, hasta la romana Hasta Regia, el siguiente lugar de parada y posta de la Vía Augusta.
| En el trayecto que transcurre por las lagunas es donde se conservan restos de la vía.
El tramo del Camino de los Romanos que cruza las campiñas portuense y jerezana fue la columna vertebral de la riqueza económica que en buena parte se canalizó desde el Puerto Gaditano. Por la calzada llegaron y se embarcaron en el Guadalete, con destino a los principales puertos del Mediterráneo, los productos agrícolas -vino, aceite, trigo- de las fértiles albarizas de nuestros campos. Los vestigios conservados junto a las lagunas -y los del Coto de la Isleta- son los testigos que han perdurado hasta nuestros días de lo que en su tiempo fue una espléndida obra de ingeniería, una verdadera ‘obra de romanos’ digna de ser conservada, excavada en algunos tramos y acondicionada para el disfrute de los amantes de la naturaleza y la historia. Que así sea.
| Marcado con flechas, lo que para nosotros son los vestigios bajo el sembrado de la Vía Augusta al llegar a Mesas de Asta.
| Texto e imágenes: Juan José López Amador y Enrique Pérez Fernández.
__________________________________________________________________
NOTAS
(1) Agustín de Horozco: Historia de la ciudad de Cádiz (1598). Ayuntamiento de Cádiz, 1845, pág. 276.
(2) Se le instaló entonces a la cruz una nueva peana. En la obra, dirigida por el maestro mayor de obras del municipio, Francisco de Guindos, se emplearon dos carretadas de piedras y dos cahíces de cal. El reparo costó 237 reales. Archivo Histórico Municipal de El Puerto de Santa María (AHMPSM): Legajo 1649-Papeles Antiguos, leg. 48.
(3) AHMPSM: Actas Capitulares-permanente 1961, cabildos 28-VI, f. 75; 28-VII, f. 97v; 6-X, f. 163v.
(4) César Pemán: “Nuevas precisiones sobre vías romanas en la provincia de Cádiz”, Archivo Español de Arqueología nº21, 1948, págs. 255–268.
(5) Pierre Sillières: “La Vía Augusta de Cordoue a Cadix”, Melanges de la Casa de Velázquez t. XII, París, 1976, págs. 27–67. Idem: “Prospections le long de la Vía Augusta”, Habis nº8, Universidad de Sevilla, 1977, págs. 331–343.
(6) E. Pérez Fernández, J. A. Ruiz Gil y J. J. López Amador: “El Portus Gaditanus, estación aduanera de la Bética”, Revista de Arqueología nº104, Madrid, 1989, pp. 29–38.
(7) Esteban Rallón: Historia de Xerez de la Frontera. Manuscrito editado en Jerez en 1890–1894, tomo I, págs. 18 y 25.
(8) Anselmo J. Ruiz de Cortázar: Puerto de Santa María ilustrado y compendio historial de sus antigüedades. Edición y estudio, M. Pacheco Albalate y E. Pérez Fernández. Ayuntamiento de El Puerto, Biblioteca de Temas Portuenses nº6, 1997, págs. 153, 136-137 y 20.
(9) Obra citada, pág. 137.
(10) Real Academia de la Historia (Madrid): CAICA/9/3940/01(3).
(11) AHMPSM: Actas Capitulares 1764, cabildo 2-VI, f. 102.
(12) AHMPSM: Legajo 328-Caminos, Canales y Puertos, 1913 nº1.