El 27 de marzo de cada año se celebra el Día Internacional del Teatro. No quiero andarme mucho por las ramas, porque el árbol del teatro y la cultura está seco en esta Ciudad. Seco porque el Ayuntamiento no lo riega y mima como se merece. Qué pena de Pedro, joé.
El cartel que dejo a continuación es solo una pequeña muestra de la cara visible del teatro en El Puerto de Santa María. Ahí muchos más. No están todos los que son, pero sí son todos los que están. Son con mayúsculas, que su trabajito les cuesta.
¿Saben ustedes donde están afincados muchos de los rostros que muestra el cartel? Más allá de la cuesta del chorizo. Si hablamos de donde desarrollan su actividad teatral y dónde se les reconocen sus méritos, nos abrazamos en llanto. Pero llanto de los de pechito cogío y jipíos entrecortados.
Un despropósito en toda regla.
Tenemos tiempo para la exaltación de cualquier cosa, pero no hay un minuto para exaltar el contenido filosófico y cultural que hay en cualquier obra grecolatina de las que representa Balbo.
Tenemos tiempo para celebrar fiestas que no son ni nuestras con harapientos sangrantes deambulando por las calles, pero no para enriquecernos con el teatro de calle que podían realizar más de cuatro grupos portuenses.
Vienen mamarrachadas hinchables de fuera para las cabalgatas y nuestros Big Dancers, mientras, en Rusia de gira, alabados por las críticas internacionales. Aquí ni se les mira.
David Guetta le aporta valor a El Puerto, mientras nuestros artistas le están aportando valor a otras ciudades, otros teatros, otras televisiones y otros espacios.
Supernanny —habiendo sitios como el centro cívico o el auditorio del Monasterio— tiene abiertas las puertas de un teatro que está prostituido por dinero, pero nuestros grupos locales tiene que irse a estrenar sus obras fuera.
¿Lo nuestro para cuándo señores? ¿Cuándo nos va a doler la infravaloración de todo lo que exportamos y se reconoce fuera? Manda narices que tenga que ir a Puerto Real a ver estrenarse obras de grupos portuenses, teniendo un teatro que se supone local.
A nuestros artistas, obras y teatro ni se les tiene en cuenta, ni se les mira, ni se les apoya ni se les mima. Si los anteriores gobiernos ya dieron cuenta del desinterés que tenían por estos asuntos, este parece estar haciendo bueno a todos ellos.
Todo esto, además, en una Ciudad donde la afición al teatro habla por sí sola y llena los pases.
Debíamos ser un referente cultural en la Bahía de Cádiz por muchos motivos, pero seguimos encasillados en vendernos como sol y la playa. Apostando todo a una carta rancia y erosiva. Eso que ahora vendemos, como no andemos listos y con ojo, va a ser la tumba de nuestra identidad, nuestras costumbres y tradiciones. No les diré de nuestro patrimonio, porque ese lleva décadas ninguneado, obviado y enterrado, sin atisbo alguno de ponerle el foco.
Qué repulsión, qué vergüenza y qué impotencia.
Mientras redacto este artículo, me entero que Germán va a Madrid a vender El Puerto. Esperemos que lo venda bien, caro y, sobre todo, que no lo regale a constructoras y catetos inversores del ladrillo. | Viñeta y texto: Alberto Castrelo.