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5.032. Diadema de la imagen de Ntra. Sra. de la Soledad. Diademas de las Dolorosas en El Puerto (II)

Ntra. Sra. de la Soledad es una imagen de candelero tallada entre 1634 y 1637, año en que se coloca en la capilla del monasterio de la Victoria, primitiva sede de su hermandad. Atribuida a Manuel Pereira (Alba Medinilla), conserva una diadema labrada durante una de las etapas más significativas de la cofradía por el incremento de número de hermanos, donativos, legados y buena sintonía entre la Orden de los Mínimos y la hermandad. | Grabado de Vanderheiden con Ntra. Sra. de la Soledad de El Puerto. 1780. Foto: Archivo de la hermandad. 

| La Soledad con su diadema de plata de 1666. Foto: Iván García de Quirós.

De unos años más tarde, siendo hermano mayor Alonso Martín Sevillano, con cargo prolongado entre 1659 y 1677, data la existencia de esta pieza de plata. Fue donada por D. Francisco Irizzarry Chéveri, importante personaje que, además de miembro de la Inquisición, era yerno de Gonzalo Fernández del Pozo, anterior hermano mayor de la esta cofradía (·). Este dato queda corroborado por una inscripción conservada circundando toda la parte superior del reverso del aro adaptándose a la curva ultrasemicircular que conforma el perfil de dicha diadema. En ella aparece, además del nombre de este devoto donante, la fecha exacta de tal regalo a la hermandad, 1666.

| Detalle del reverso con la inscripción que incluye nombre del donante de la diadema y fecha.

Se trata de una interesante obra de plata de estilo barroco que, lamentablemente, no presenta marcas ni punzones de localidad, artífice y contrastía, por lo que ignoramos las identidades del platero que la ejecutara y del fiel contraste que avalara su calidad y aprobara su venta. Recordemos que escasean las piezas del siglo XVII que presentan marcas estampadas en su conjunto y que hasta avanzado el XVIII no es frecuente encontrarlas, como ocurrirá en el caso de otra de las diademas conservadas en El Puerto.

| Diadema de Ntra. Sra. de la Soledad. Anverso.

Los principales elementos decorativos de la diadema de la Soledad se concentran en su anverso, única cara labrada, concretamente cubriendo toda la superficie del aro. Dos bandas concéntricas de escamas yuxtapuestas se adaptan al perfil ultrasemicircular de la misma enmarcando una cenefa repujada con decoración de roleos. Estos prolongados tallos se enroscan componiendo elegantes curvas y contracurvas para flanquear simétricamente un espejo o medallón elíptico y abultado inscrito en una orla en el centro del mismo aro. Este predominio de ritmo ondulante en el diseño de su ornamentación otorga a la pieza un dinamismo particular que veremos repetido en todas las obras de plata de estilo y época a partir de la segunda mitad del siglo XVII.

| Detalle de las labores decorativas en el centro del aro.

Sobre este aro se alza el resplandor o ráfaga, compuesto de treinta y nueve rayos, alternando los ondeantes o flamígeros (veinte) con los rectos de perfil biselado rematados en estrellas de siete puntas (diecinueve). Podríamos plantearnos si la presencia de estas no sería un añadido del siglo XVIII, como ha ocurrido en varias diademas conocidas. Otro argumento que podría esgrimirse es la ausencia de estrellas rematando los rayos en la diadema con que se representa esta imagen en el grabado de Vanderheiden fechado en 1780.

En su reverso, debajo de la inscripción citada, se aprecian ocho remaches que alternan el diseño tetralobulado con el hexagonal a modo de elementos de fijación que unen las dos caras de escaso espesor de la diadema. En el centro no podía faltar la placa metálica horadada como elemento de sujeción de esta a la cabeza de la imagen.

| Diadema de la imagen de Ntra. Sra. de la Soledad. Reverso.

La singularidad de este tipo de diademas hay que valorarlas más por todas las influencias posteriores que se han podido observar desde aquellos años centrales del siglo XVII en que se puso de moda su diseño y composición. Su antigüedad, calidad y buen estado de conservación permiten considerarla una de las diademas más interesantes conservadas en El Puerto de Santa María. Durante buena parte del año y más de 350 años después, continúa coronando la cabeza y realzando la belleza de la titular en su actual capilla de la basílica de Ntra. Sra. de los Milagros. | Texto y fotos: Francisco González Luque.

| Detalle del grabado de Vanderheiden. Año 1780.

| Agradecimiento a Lucía Álvarez-Campana Osborne, hermana mayor de la hermandad del Santo Entierro y Ntra. Sra. de la Soledad, haberme permitido analizar y fotografiar esta interesante obra de arte.

(·) Alba Medinilla, L.: Una Hermandad Real: La Soledad de El Puerto de Santa María. Ed. Círculo Rojo. 2016. Pág. 195.

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